Nuestra Señora de Malvinas
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martes, 23 de mayo de 2023

El 25 de Mayo es un día sagrado, memorable, augusto y patrio

 



         Para vivir una fecha patria como la fecha patria lo merece, lo mejor es recurrir al testimonio de quienes vivieron y fueron testigos de los acontecimientos que dieron lugar a la fecha patria. Si no hacemos así, corremos el riesgo de profanar lo sagrado, de envilecer lo que es noble y nos damos cuenta que esto sucede cuando a la fecha patria se la rebaja a un nauseabundo mitin político, como lamentablemente ocurre de un tiempo a esta parte.

         Antes de adentrarnos en el relato de los patriotas protagonistas, debemos aclarar que en el 25 de Mayo no hubo ninguna revolución, tal como se entiende este término en primer lugar, en el sentido de que no hubo un intento de subvertir el orden legal existente ni de intentar contra la Madre Patria España; por el contrario, los patriotas del augusto día del 25 de Mayo de 1810, tuvieron la intención nobilísima de preservar el orden legal, cultural y religioso vigente y de ser leales a España.

         Los Patriotas de Mayo se reunieron en el Cabildo, pero no para dar un golpe de mano con el cual pretendían quedarse con el poder: por el contrario, su motivo fue una suma de virtudes difíciles de hallar entre los hombres: se unieron para juramentar tanto la lealtad al Rey, como al mismo tiempo la fidelidad al Pueblo Argentino, así como el amor a la religión católica y a la cultura heredadas de la Madre Patria España y que forman la esencia, el núcleo y la raíz del ser nacional argentino.

         Puesto que el Rey de España había sido tomado prisionero, los Patriotas de Mayo, respetando la legislación vigente, declararon soberano, de manera automática, al Virreynato del Río de la Plata. La acción fue tan noble, que un testigo y patriota de los hechos de Mayo, el Padre Castañeda, afirma que no fueron los hombres los autores del 25 de Mayo, sino el mismo Dios Nuestro Señor y por esta razón, cada 25 de Mayo debía amanecer como un día “sagrado”, “memorable”, “augusto” y “patrio”; día por el cual debíamos agradecer a Dios “postrándonos en acción de gracias ante los altares”, reconociendo que ningún mérito tenemos para merecer un día tan grandioso.

Así lo afirma el P. Castañeda: “Por nuestra parte, ninguna cosa buena hemos hecho (...) y aún la del 25 de Mayo no es obra nuestra, sino de Dios”[1]. “...en este día, todos con entusiasmo divino, llenos de piedad, humanidad y religión, debemos postrarnos delante de los altares, confesando a voces el ningún mérito que ha precedido en nosotros a tantas misericordias”[2].

Continúa el P. Castañeda definiendo al 25 de Mayo, diciendo qué es: “(...) el día Veinticinco de Mayo es (un día) solemne, sagrado, augusto y patrio... (...) el día 25 de Mayo es el padrón y monumento eterno de nuestra heroica fidelidad a Fernando VII; es también el origen y el principio de nuestra absoluta independencia política; es el fin de nuestra servidumbre. Es y será siempre un día memorable y santo, que ha de amanecer cada año para perpetuar nuestras glorias, nuestro consuelo y nuestras felicidades”[3].

El 25 de Mayo es entonces un día “solemne, sagrado, augusto y patrio (es obra) de Dios, es declaración de fidelidad al Rey y a la Madre Patria España y al mismo tiempo, el origen de nuestra independencia política, pero nunca cultural y mucho menos espiritual, de España.

Es una vileza tan rastrera convertir a esta fecha patria, augusta y sagrada, en un nauseabundo festejo de partidos políticos que solo buscan un mezquino interés propio, que festejar a dichos partidos políticos, dejando de lado la esencia del 25 de Mayo, es una verdadera traición a la Patria.

Al que para los Patriotas de Mayo, también para nosotros el 25 de Mayo es un día “augusto, soberano, memorable, sagrado”, que amanece sobre nuestros días como un sol esplendoroso que ilumina a nuestra Nación; es un día grandioso, una verdadera obra de Dios, que por ser de Dios, proyecta su luz eterna sobre la oscuridad de nuestros tiempos finales.

Por todo esto, se sigue que, cuanto más vivamos el catolicismo –cuanto más misericordiosos seamos, cuanto más recemos el Rosario, cuanto más adoremos la Eucaristía y la recibamos con fe y amor en la comunión-, tanto más seremos verdaderamente argentinos, tanto más honraremos a nuestra Madre Patria España, tanto más viviremos genuinamente la más grande de nuestras fechas patrias, el 25 de Mayo.

 



 



[1] Cfr. Castañeda, ibidem.

[2] Cfr. Guillermo Furlong, Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la Patria naciente, Ediciones Castañeda, 1994, 381-382.

[3] Cfr. Castañeda, ibidem.

sábado, 22 de mayo de 2021

El 25 de Mayo nació la Patria Argentina, hispana y católica

 


   


         Desde sus inicios, la Nación Argentina fue, desde siempre, hispana y católica y por eso podemos decir, con toda razón y con todo orgullo, que los argentinos somos, por esencia, españoles americanos y católicos. Es importante tener en cuenta nuestras raíces, porque es como un árbol: así como es la semilla, así es luego el árbol y así son luego sus frutos. Si es importante tener en cuenta los orígenes, en todo momento, lo es mucho más en nuestros días, en los que una silenciosa revolución subversiva pretende cambiar, desde la raíz, nuestro ser nacional. Un movimiento revolucionario silente y no tanto, pues en los últimos tiempos se hace sentir con mucha fuerza en los medios de comunicación, pretende hacer avergonzarnos de nuestro ser nacional –hispano y católico-, para que renunciemos a ser lo que somos y nos convirtamos en otra cosa. No es una cuestión de menor importancia, porque aquello en lo que nos quieren convertir, es un engendro anti-natural, que atenta contra nuestro ser nacional, porque pretende convertirnos en un ser monstruoso, salido de las mentes más perversas y malignas que puedan concebirse.

         Si nuestro ser nacional es hispano y católico, la revolución silente, operada en las sombras por los dos grandes enemigos de Dios y de la Patria, la Masonería y el Comunismo, tienen el propósito de quitarnos todo vestigio que caracteriza la esencia de nuestro ser nacional y así lo señalaba el Episcopado Argentino en el año 1959: “A cuantos sienten en su pecho el amor a la Patria les señalamos como enemigos de nuestras tradiciones y de nuestra futura grandeza a la Masonería y el Comunismo, que aspiran a la destrucción de cuanto hay de noble y sagrado en nuestra tierra”. Así, nos infunden odio, rencor y resentimiento hacia nuestra Madre Patria España, calificando falsamente como “genocidio” y “destrucción de las culturas amerindias” a la Conquista y Evangelización de España, cuando en realidad se trató, más que de una conquista, de una liberación de culturas caracterizadas por la brutalidad siniestra del paganismo, que los conducía, además de la idolatría, al canibalismo ritual, como por ejemplo sucedía entre los mayas, aztecas e incas, entre otros. El ser una parte de España es, para la Nación Argentina, un orgullo, porque España liberó a los pueblos indígenas de la barbarie de quienes, siendo también aborígenes, los tenían sometidos y esclavizados. Entonces, no solo no tenemos que avergonzarnos de ser parte de España, sino que debemos estar orgullosos por formar parte de España y de que nuestro ser nacional sea hispano.

         El otro aspecto de nuestro ser nacional argentino que es atacado por la revolución subversiva, es el de la religión católica: la Nación Argentina pertenecía a España y España era –y es- católica, por gracia de Dios y fue esa religión la que heredamos los argentinos al separarnos, lamentablemente, de la Madre Patria España. Ahora bien, la religión católica no solo es la religión más hermosa del mundo, porque trata del conocimiento y unión con Dios Padre, en el Hijo, por el Espíritu Santo, sino que es también la Única religión verdadera del Único Dios verdadero, Dios Uno y Trino. Fue esa religión, la religión católica, la que heredamos de España y la que selló nuestro ser nacional desde el primer segundo de nuestro nacimiento como Nación y por eso debemos estar orgullosos, porque de no haber sido por España, estaríamos adorando las piedras y los árboles.

         No nos avergoncemos de nuestro ser nacional, hispano y católico. Todo lo contrario, lo contemplemos, como la raíz y fundamento de nuestro ser nacional y comencemos a obrar según este ser nacional, porque si estamos en la situación trágica en la que nos encontramos en este momento de nuestra historia nacional, es que, por un momento, hemos olvidado que somos españoles americanos y católicos. Postrados ante Jesús crucificado y cubiertos con el Manto celeste y blanco de la Virgen de Luján, Patrona y Dueña de la Patria Argentina, comencemos la reconstrucción de nuestra Patria, para que, vencidos nuestros enemigos mortales –la Masonería y el Comunismo- por la Sangre de Cristo crucificado, demos, como argentinos, frutos de amor, paz y santidad.

lunes, 25 de mayo de 2020

El 25 de Mayo no hubo una revolución


Arnoldo Gualino: 25 DE MAYO DE 1810. ARGENTINA

          Cuando se recuerda al 25 de Mayo de 1810, muchos lo titulan como “Revolución” y es por eso que se lo conoce también como “Revolución de Mayo”. Sin embargo, ese día no hubo una revolución. Una revolución implica la existencia de intrigas, traiciones, mentiras, disputas por el poder, usurpación del poder, subversión y sublevación contra el poder establecido, etc. Nada de esto ocurrió el 25 de Mayo de 1810. Por esta razón, es absolutamente impropio llamar a esta fecha patria con el nombre de “Revolución”.
          Según el P. Castañeda, patriota ejemplar y testigo ocular de los hechos de Mayo, el 25 de Mayo constituyó no una sublevación contra el legítimo poder del rey de España, sino una muestra de subordinación a él y a la ley imperante y vigente. Debemos recordar que para esa época, España había sido invadida por el infame imperio francés y el rey español había sido apresado, con lo cual el poder de España quedaba acéfalo. En la ley imperante entonces, se determinaba que las provincias de España -el Virreynato del Río de la Plata tenía carácter de provincia de España, de la misma jerarquía que las provincias peninsulares-, debían asumir el poder de forma autónoma. Y fue esto lo que precisamente hicieron los patriotas de Mayo. En vez de entregarse vilmente a los poderes de las potencias de entonces -Inglaterra y Francia-, los patriotas de Mayo, acatando las órdenes del rey y de la ley vigente, asumieron el poder, tal como la ley les mandaba, para gobernarse autónomamente. La Independencia fue así un hecho que “cayó del Cielo” y no un hecho revolucionario como tal: los patriotas se enfrentaron a los hechos, tal como estos se presentaban y estos exigían, por la ley y el derecho, que el Virreynato asumiera su gobierno de forma autónoma.
          Por esta razón, el P. Castañeda afirmaba que el 25 de Mayo de 1810, a la par que representaba una muestra de cabal fidelidad al rey de España, por otro lado representaba “el padrón y el monumento eterno” de nuestra libertad.
          Ahora bien, esto tiene muchos significados, entre otros, que nunca renegamos de España, ni de su cultura, ni de su idioma y mucho menos de su religión, la religión católica que nos trajeron los Conquistadores; por otra parte, significa que, dadas las condiciones históricas y temporales adecuadas, como hijos de España que somos, en algún momento hemos de regresar al seno de la Madre Patria, del cual nunca debimos salir.

sábado, 25 de mayo de 2019

El 25 de Mayo no fue una revolución, sino una muestra de adhesión al Rey y a España


Resultado de imagen para 25 de mayo de 1810

         Muchos llaman a los acontecimientos del 25 de Mayo de 1810, de modo erróneo, como “Revolución de Mayo”, lo cual está alejado de la realidad. Una revolución implica la subversión de los valores establecidos; implica rebelión contra la autoridad imperante; implica lucha entre facciones –siempre de manera cruenta- para imponer sus ideas. Y sobre todo, implica traición al poder constituido. Nada de esto sucedió el 25 de Mayo: por el contrario, como afirman los testigos oculares y contemporáneos de los acontecimientos, en los sucesos del 25 de Mayo no solo no hubo nada de esto, sino que, por el contrario, se trató de una pacífica, noble y leal adhesión al Rey de España y a España, ya que los acontecimientos se desencadenaron por lo que le sucedía al Rey. No olvidemos que el Rey de España había sido convertido en prisionero por parte de los franceses: este hecho desencadenó la activación de una de las cláusulas que regían a las provincias españolas del Río de la Plata y era que debían asumir su auto-gobierno en caso de acefalía del gobierno central de Madrid. Es esto en realidad lo que sucedió: el poder quedó acéfalo al ser prisionero el Rey Fernando VII y las Provincias españolas de ultramar, comprendido el Virreinato del Río de la Plata, aplicaron la cláusula legal vigente en ese entonces, que mandaba asumir el auto-gobierno.
         Esto significa que el pronunciamiento de los patriotas de Mayo, de asumir el auto-gobierno, no fue un acto de rebeldía hacia el Rey y España, sino por el contrario, una adhesión a los mismos, un acto de nobleza y de acatación del orden vigente, en plena sumisión y adhesión a las leyes y normas que regían al Virreinato en ese entonces, lo cual está muy alejado de ser una “revolución”, con la carga de traición, intrigas, rebelión y asesinatos que esta implica.
         Es decir, los patriotas de Mayo no buscaron la independencia, sino que esta vino por sí misma, por el suceder de los acontecimientos. Por esta razón es que Fray Francisco de Paula de Castañeda, testigo ocular de los hechos, afirma que el 25 de Mayo “no fue obra nuestra” –de los argentinos-, sino “obra de Dios” y que por esa misma razón, cada 25 de Mayo debía amanecer como “un día sagrado, un día patrio, un día augusto”, en el que debíamos “postrarnos ante los altares” para dar gracias a Dios por tan grandioso día, en el que por fuerzas ajenas y superiores a nuestro querer, el Virreinato del Río de la Plata debía asumir su propio gobierno y constituirse en una Nación independiente, separada políticamente de España, pero unida a ella en alma y en espíritu, en lengua, tradición y religión.
         Porque no fue una revolución ni una rebelión, sino un acto de lealtad al Rey de España y a las leyes vigentes, es que el Padre Castañeda afirma que el 25 de Mayo es “un día memorable, santo, noble, obra de Dios y no nuestra”[1]. Precisamente, por ser obra de Dios y no nuestra, este día debe ser considerado como un día que ha de “perpetuar nuestras glorias y felicidades”, al tiempo que será “nuestro consuelo”, al haber sido “obra de Dios y no nuestra”[2].
         Al activar la cláusula que dictaminaba el inicio de nuestro auto-gobierno y por lo tanto de la Independencia, al mismo tiempo que se declaraba la fidelidad al Rey Fernando VII, se decretaba “el fin de nuestra servidumbre”, siempre según el P. Castañeda y es esto lo que él afirma: “El día 25 de Mayo es el padrón y monumento eterno de nuestra heroica fidelidad a Fernando VII; es también el origen y el principio de nuestra absoluta independencia política; es el fin de nuestra servidumbre”[3]. Se trata del “fin de nuestra servidumbre”, porque no habríamos de quedar bajo el yugo de las potencias anglo-francesas que pretendían quedarse con nuestras tierras y nuestras riquezas, sometiéndonos y dominándonos.
         Por estos motivos, la forma de celebrar un día tan grandioso para es considerándolo como “obra de Dios y no nuestra”, por un lado y, por otro, es justo que este día se celebre con aquello que constituye la acción de gracias por antonomasia, la Santa Misa, renovación incruenta del Santo Sacrificio de la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Es esto lo que afirma el Padre Castañeda: “(...) el día Veinticinco de Mayo es (un día) solemne, sagrado, augusto y patrio (el 25 de Mayo) Es y será siempre un día memorable y santo, que ha de amanecer cada año para perpetuar nuestras glorias, nuestro consuelo y nuestras felicidades” (y por lo tanto) “...en este día, todos con entusiasmo divino, llenos de piedad, humanidad y religión, debemos postrarnos delante de los altares, confesando a voces el ningún mérito que ha precedido en nosotros a tantas misericordias”[4].
         El día Veinticinco de Mayo es entonces “solemne, sagrado, augusto y patrio”, un día “memorable y santo, que ha de amanecer cada año para perpetuar nuestras glorias, nuestro consuelo y nuestras felicidades”, en el que debemos “todos con entusiasmo divino, llenos de piedad, humanidad y religión, debemos postrarnos delante de los altares, confesando a voces el ningún mérito que ha precedido en nosotros a tantas misericordias”[5].
         Siguiendo al P. Castañeda, postrémonos ante los altares de Dios y digamos, llenos de fervor y entusiasmo patrio: “¡Alabado, adorado y glorificado sea Dios Uno y Trino por el augusto día del 25 de Mayo!”.
        


[1] Cfr. Guillermo Furlong, Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la Patria naciente, Ediciones Castañeda, 1994, 381-382.
[2] Cfr. ibidem.
[3] Cfr. ibidem.
[4] Cfr. Castañeda, ibidem.
[5] Cfr. Castañeda, ibidem.

jueves, 24 de mayo de 2018

El 25 de Mayo y la fundación de la Patria Hispana y Católica



         Probablemente las palabras más verdaderas acerca del 25 de Mayo de 1810 y que al mismo tiempo describen la esencia y la hermosura de este día patrio, sean las pronunciadas por el P. Fray de Castañeda, testigo de la época. Dice así el P. Castañeda, refiriéndose al 25 de Mayo: “...en este día, todos con entusiasmo divino, llenos de piedad, humanidad y religión, debemos postrarnos delante de los altares, confesando a voces el ningún mérito que ha precedido en nosotros a tantas misericordias”[1]. No son solo lo que son –palabras piadosas y hermosas-, sino que son palabras que definen la esencia misma del 25 de Mayo. Primero, se dirige a “todos” los argentinos, lo cual ya nos indica que las banderías políticas deben dejarse de lado absolutamente en este día porque cuando se trata de la Patria, la Patria está por encima de cualquier ideología política y cualquier ideología política debe subordinarse a la Patria. La Patria está por encima de todo y sólo Dios está por encima de la Patria. De aquí vemos ya el profundo daño que los partidos políticos hacen a la Patria, al dividir a los argentinos en grupos antagónicos cuyo objetivo es el enfrentamiento contra el hermano para someterlo y subyugarlo a su propia ideología.  
Luego de llamar a “todos” los argentinos, el P. Castañeda hace referencia al origen celestial y sobrenatural de los acontecimientos que desembocaron en este día patrio y que son los que le dan su hermosura: “…en este día, todos, con entusiasmo divino –esto es, movidos por la gracia, que nos permite reconocer el origen celestial de este magno día-, llenos de piedad, humanidad y religión –llenos de toda clase de bienes espirituales, que sólo pueden ser concedidos por la gracia-, debemos postrarnos ante los altares”: éste es el reconocimiento, por parte del P. Castañeda, del origen celestial del 25 de Mayo, porque si no fuera así, no tendría razón de ser que nos postremos ante los altares eucarísticos, y sin embargo, el P. Castañeda nos anima a esto, precisamente, a postrarnos ante los altares eucarísticos en acción de gracias a Dios por habernos concedido un día tan magno, tan grandioso, tan maravillosamente celestial.
Continúa el P. Castañeda afirmando que debemos postrarnos ante los altares para confesar, precisamente, que este día patrio viene de Dios y de su misericordia: “(…) confesando a voces el ningún mérito que ha precedido en nosotros a tantas misericordias”. Esto es, que el 25 de Mayo es un don divino que nosotros los argentinos no lo merecimos de ninguna manera, pero que Dios nos lo dio por su Infinita Misericordia.
En otro momento, afirma el P. Castañeda de modo más explícito que el 25 de Mayo es obra de la Divina Voluntad y no de la voluntad de los hombres: “Por nuestra parte, ninguna cosa buena hemos hecho (...) y aún la del 25 de Mayo no es obra nuestra, sino de Dios”[2]. El 25 de Mayo es Opus Dei, es obra de Dios, dice el P. Castañeda, y esta aseveración se comprueba cuando constatamos la cantidad de males de las que el 25 de Mayo nos libró, el más g rave de todos, el perder nuestro Ser nacional hispano y católico, porque si algo distingue al 25 de Mayo, es que la separación de la Madre Patria fue meramente política y con el fin precisamente de no perder lo que éramos, una parte de la España católica. En otras palabras, el 25 de Mayo se llevó a cabo para preservar la identidad hispana y católica, amenazadas por el monstruo imperial anglo-francés y es por eso que podemos afirmar, con toda veracidad, que el 25 de Mayo es el día de la fundación de la Patria Argentina Hispana y Católica.
         En otra parte, el P. Castañeda, también refiriéndose al 25 de Mayo, dice qué es este día; es decir, luego de describir su origen –Dios-, nos lo describe en su esencia: “(...) el día Veinticinco de Mayo es (un día) solemne, sagrado, augusto y patrio...”. Es un día “solemne, sagrado, augusto y patrio”, un día verdaderamente santo, porque es un don de Dios Tres veces Santo y por ser un don de Dios, es un día solemne, augusto, maravilloso, verdaderamente patrio y es con este espíritu con el cual debemos festejar este día. Por contrapartida, podemos ver cuánto daño hacen los políticos de cualquier ideología cuando, por intereses mezquinos, convierten a este día patrio en una ocasión de mítin político, rebajándolo a una rastrera oportunidad para hacer politiquería que nada bueno aporta a la Nación.  
Continúa el P. Castañeda, en relación a la esencia de este día patrio: “(...) el día 25 de Mayo es el padrón y monumento eterno de nuestra heroica fidelidad a Fernando VII; es también el origen y el principio de nuestra absoluta independencia política; es el fin de nuestra servidumbre. Es y será siempre un día memorable y santo, que ha de amanecer cada año para perpetuar nuestras glorias, nuestro consuelo y nuestras felicidades”[3]. Parece una contradicción que sea “monumento de fidelidad” y al mismo tiempo “origen de la independencia”, pero es solo una contradicción aparente: el 25 de Mayo es “padrón y monumento” de nuestra “heroica fidelidad” al rey de España porque éste último había caído prisionero de los franceses y por lo tanto no tenía poder sobre estas tierras, pero los patriotas de Mayo, inspirados por Dios, se declararon fieles hijos de la Madre Patria España, al Rey y, sobre todo, a la religión católica, porque no aprovecharon este momento de debilidad para la rebelión, sino para manifestar su unión indisoluble al Rey y a España, asumiendo el auto-gobierno de la Patria según lo establecían las leyes de España para situaciones como las que se vivían en ese entonces. Por otra parte, el 25 de Mayo, afirma Castañeda, “Es también el origen y el principio de nuestra absoluta independencia política; es el fin de nuestra servidumbre” y es así porque es el origen de nuestra independencia política –concretada al asumir el auto-gobierno previsto en la ley de entonces-, pero no religiosa ni cultural, porque gracias al 25 de Mayo nos mantuvimos fieles hijos de España católica, proclamándonos fieles a la cultura y a la religión. Entonces, porque nos declaramos fieles al Rey y en fidelidad al Rey y a las leyes vigentes asumimos el auto-gobierno de la Patria, es que es “padrón y monumento de fidelidad al Rey”, pero al mismo tiempo el 25 de Mayo es el origen de nuestra independencia política porque puso fin -antes de comenzar- a la servidumbre a la que nos quería someter el imperio anglo-francés. Parece una contradicción, pero no lo es en absoluto y al revisar los acontecimientos, se resalta no solo la nobleza de los Patriotas de Mayo, sino ante todo el origen divino del 25 de Mayo, como dice Castañeda, porque si nos lo hubiéramos propuesto hacerlo por nosotros mismos, no sería el día “sagrado, augusto y patrio” que es en sí mismo. Por todas estas razones, uniéndonos al P. Castañeda, afirmamos que el 25 de Mayo de 1810 “es y será siempre un día memorable y santo, que ha de amanecer cada año para perpetuar nuestras glorias, nuestro consuelo y nuestras felicidades” y será así porque será el día en el que conmemoremos que, como Nación y como Patria, nacimos hispanos y católicos.



[1] Cfr. Guillermo Furlong, Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la Patria naciente, Ediciones Castañeda, 1994, 381-382.
[2] Cfr. Castañeda, ibidem.
[3] Cfr. Castañeda, ibidem.

jueves, 25 de mayo de 2017

Padre Castañeda: el 25 de Mayo debe amanecer como un día memorable y santo por ser obra de Dios y no nuestra


         Contrariamente a lo que la historiografía liberal, progresista y filo-masónica que recibimos los argentinos desde nuestros primeros años –y que luego se prolonga por toda la vida-, el 25 de Mayo no fue ni una Revolución, en el sentido más literal de la palabra, ni mucho menos una ruptura con la cultura, la religión y el espíritu hispano recibidos de nuestra Madre Patria, España, sino una mera ruptura a nivel político y esto no por “revuelta” de los patriotas argentinos contra España, sino una resolución pacífica tomada con plena conciencia y en total respeto al derecho natural vigente en la época.
         Que el 25 de Mayo no fue una ruptura con la cultura, la religión y el espíritu hispano recibidos de nuestra Madre Patria, es un hecho más que evidente, puesto que lo más preciado que hemos recibido de España –de modo similar a como un niño recibe el don más preciado por parte de su madre-, esto es, el idioma español y la Religión Católica, lo seguimos ostentando, con orgullo, hasta nuestros días.
         Que no haya sido una “Revolución”, en el sentido más literal de la palabra, lo cual implica rebelión contra un tirano opresor, violencia, ejecuciones, disparos, odio entre facciones rivales, traiciones, etc., lo atestiguan los mismos hechos, y que no se haya faltado a la ley y el derecho naturales vigentes en la época, lo atestiguan también numerosos historiadores de renombre.
         El 25 de Mayo, entonces, no fue una “revolución”, ni tampoco una rebelión contra la Madre Patria España. ¿Qué fue? Nadie más autorizado para describirnos el 25 de Mayo, que un testigo de la época, el Padre Francisco de Paula Castañeda, Fraile conventual de la Orden de los Franciscanos.
         Acerca del 25 de Mayo, el Padre Castañeda nos dice que es “un día memorable, santo, noble, obra de Dios y no nuestra”[1]. Con esta primera descripción, se quita a este día la ignominia de ser una “revolución”, es decir, una rebelión, tal como sucede entre los hombres, plena de violencias y traiciones, desde el momento en que es “un día memorable, santo, noble, obra de Dios y no nuestra”. En palabras del Padre Castañeda, el 25 de Mayo no solo no es un día de ignominia, manchado por la violencia del hombre, sino un día que es “obra de Dios” y, por esto mismo, “memorable, santo, noble”.
Sin embargo, no finaliza aquí la descripción del 25 de Mayo según el Padre Castañeda, que describe a este día en las antípodas de una revolución sangrienta, en la que los gobernados deciden levantar, de manera violenta, la mano contra sus supuestos opresores. Lejos de eso, los patriotas de Mayo, al mismo tiempo que declaraban la Independencia, realizaban el gesto más noble que una Nación pueda realizar respecto a la Nación-madre, es decir, a la que le dio origen, y fue una declaración de filial respeto y afecto hacia la Madre Patria, y todo esto, respetando el derecho vigente. En efecto, el ser nacional argentino nace noble de cuna, porque en el mismo acto en el que declara su fidelidad a la Madre Patria, representada en el rey de España, en ese mismo acto, asume, sin faltar a la ley natural y al derecho, y casi como obligado por las circunstancias –la acefalía de España al haber sido tomado prisionero el Rey Fernando VII por Napoleón-, su auto-gobierno, tal como lo mandaba el mismo derecho español. Por otra parte, y como un elemento medular de este acto de no de rebelión sino de reconocimiento filial a España, los patriotas no reniegan, en ningún momento, ni de la religión católica ni de la cultura hispana heredada de España. Todo esto lleva a decir al Padre Castañeda que el día del nacimiento de nuestro Ser Nacional Argentino, el 25 de Mayo, es un día “noble”, que recordará por siempre, a los argentinos, que nuestro nacimiento no fue obra de la violencia y la venganza, sino “obra de Dios” y expresión del amor filial a España, y que por esto mismo, este día “perpetuará nuestras glorias y felicidades”[2] y “felicidades” y será “nuestro consuelo”, al haber sido “obra de Dios y no nuestra”.
En otras palabras, el 25 de Mayo se encuentra en las antípodas de la historiografía liberal y filo-masónica enseñada en los manuales de Historia argentinos, puesto que, lejos de ser una “revolución”, el 25 de Mayo fue, al mismo tiempo que una declaración de lealtad y fidelidad al Rey y a España, una declaración de nuestra independencia política, asumiendo la Nación su auto-gobierno, tal como lo dictaban tanto el derecho vigente, como la grave situación provocada por la invasión del ejército napoleónico, que desestabilizaba a la corona española y a la Nación española toda, incluida sus provincias de ultramar, entre ellas, nuestro Virreinato del Río de la Plata. Esta visión se confirma desde el momento en que se realiza la declaración de la independencia, no para denostar y renegar del legado de la Madre Patria sino, por el contrario, para conservar y defender su legado religioso y cultural.
Es esto lo que lleva al Padre Castañeda a realizar las siguientes afirmaciones acerca de esta fecha patria: “El día 25 de Mayo es el padrón y monumento eterno de nuestra heroica fidelidad a Fernando VII; es también el origen y el principio de nuestra absoluta independencia política; es el fin de nuestra servidumbre”[3].
Entonces, en las palabras del P. Castañeda –y lo volvemos a decir-, no hubo una revolución, sino que se trató de un acto verdaderamente patriótico, porque en la persona de los patriotas, la naciente Patria Argentina, a la vez que comienza su vida nacional independiente, se mantiene sin embargo, en un acto que la honra y ennoblece, fiel a España. Y la asunción del auto-gobierno no se hace arrebatando el poder por la fuerza, sino que, manteniendo vigente el derecho natural que afirmaba que las Provincias españolas de ultramar podían y debían asumir su auto-gobierno en casos graves como el que se les presentaba a los patriotas, ya que las potencias anglo-francesas emergentes habrían tomado estas tierras como su coto de caza. La independencia política fue lo que se debía hacer, desde el momento en que el rey de España no podía gobernarnos, al ser hecho prisionero. Declarar la independencia fue, en un mismo acto, una separación política pero también una declaración de fidelidad al rey de España y a la Madre Patria, realizada para conservar su legado religioso y cultural, evitando al mismo tiempo ser presa fácil de las potencias anglo-francesas.
Por último, y siempre según el P. Castañeda, todo esto –asumir noblemente nuestro auto-gobierno, declarar nuestra fidelidad a la Madre Patria y vernos libres del enemigo extranjero que lo único que quería era saquear estas tierras-, “no fue obra nuestra, sino de Dios”, y es por esa razón que cada 25 de Mayo debe amanecer como lo que es, “un día memorable, santo, noble, obra de Dios y no nuestra”.
¿Cómo celebrar un día tan grandioso para cada uno de los argentinos? Siendo “obra de Dios”, es justo que se lo celebre con la acción de gracias por excelencia, la Santa Misa, renovación incruenta del Santo Sacrificio de la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Dice así el Padre Castañeda: “(...) el día Veinticinco de Mayo es (un día) solemne, sagrado, augusto y patrio (el 25 de Mayo) Es y será siempre un día memorable y santo, que ha de amanecer cada año para perpetuar nuestras glorias, nuestro consuelo y nuestras felicidades” (y por lo tanto) “...en este día, todos con entusiasmo divino, llenos de piedad, humanidad y religión, debemos postrarnos delante de los altares, confesando a voces el ningún mérito que ha precedido en nosotros a tantas misericordias”[4].
En un día “solemne, sagrado, augusto y patrio”, como lo es el 25 de Mayo, y en acción de gracias a Dios Uno y Trino, “postrémonos ante los altares”, como pide el Padre Castañeda, ofreciendo a Dios la Víctima Inmolada, Jesucristo, Nuestro Señor, Patrono y Dueño de la Patria, en acción de gracias por habernos concedido este día “memorable, santo, augusto”, como nacimiento de nuestra amada Patria Argentina.






[1] Cfr. Guillermo Furlong, Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la Patria naciente, Ediciones Castañeda, 1994, 381-382.
[2] Cfr. Castañeda, passim.
[3] Cfr. ibidem.
[4] Cfr. ibidem.

miércoles, 25 de mayo de 2016

El 25 de Mayo,día memorable y santo, debemos agradecer a Dios por habernos concedido nuestra Patria Argentina


No hay descripción más verdadera y hermosa del Acto Patriótico del 25 de Mayo que la que hace el P. Castañeda. Para él, el 25 de Mayo es un día “memorable, santo, noble, obra de Dios y no nuestra”[1], un día glorioso que señala la nobleza del ser argentino, que al tiempo que se declara fiel a la Madre Patria, representada en el rey de España, asume con todo derecho su auto-gobierno, manteniéndose fiel a la religión y la cultura heredada de España, y es por eso que siempre nos recordará, a los argentinos, la nobleza de nuestro nacimiento -“perpetuando nuestras glorias, nuestro consuelo y nuestras felicidades”- e incluso su carácter sagrado porque, como dice el P. Castañeda, “el 25 de Mayo fue obra de Dios y no nuestra”.
Lejos de ser una “revolución”, el acto patriótico del 25 de Mayo constituyó -en las palabras de patriotas como el p. Fray Castañeda, testigos de los hechos-, una declaración de lealtad y fidelidad al Rey y a España, declaración mediante la cual, al mismo tiempo que proclamábamos nuestra independencia política, asumiendo nuestro auto-gobierno según las leyes vigentes, manifestábamos la más absoluta lealtad a la Madre Patria España, desde el momento en que la independencia era, precisamente, para conservar su legado religioso y cultural.
En las palabras del P. Castañeda, no hubo un acto “revolucionario”, sino verdaderamente patriótico, porque en esta fecha la naciente Patria Argentina, a la vez que se constituye como independiente entre las naciones, conserva sin embargo la fidelidad noble y honrosa a España, es decir, no hubo doblez ni traición en los patriotas de Mayo: “el día 25 de Mayo es el padrón y monumento eterno de nuestra heroica fidelidad a Fernando VII; es también el origen y el principio de nuestra absoluta independencia política; es el fin de nuestra servidumbre”[2]. Esto se entiende si se tiene en cuenta que el rey de España, a quien le debíamos fidelidad, había sido hecho prisionero por Francia; por lo tanto, según la legislación vigente, basada en el derecho natural, las Provincias españolas de ultramar podían y debían asumir su auto-gobierno, y es eso lo que hicieron los patriotas, sino querían quedar bajo el yugo del enemigo anglo-francés, cuyos únicos objetivos eran convertir estas tierras en sus cotos privados de caza. Al independizarnos políticamente, hicimos lo que correspondía y era nuestro deber hacer, pues la legítima autoridad, el rey de España, ya no estaba en condiciones de gobernarnos, por lo que si no lo hacíamos, es decir, si no nos independizábamos, quedábamos bajo el yugo anglo-francés. La independencia fue, por lo tanto, una separación política, pero al mismo tiempo una declaración de lealtad al rey de España y a la Madre Patria, porque fue para preservar su herencia religiosa y cultural, y para no caer en la órbita de las naciones dominadas por el extranjero –las potencias anglo-francesas- que decidimos, bajo la guía providente de Dios, asumir nuestro auto-gobierno, dando inicio así nuestra existencia como Nación Independiente y Soberana.
Es por esto que, según Fray Castañeda, lejos de ser un día “revolucionario”, con lo que este término implica -esto es, traiciones, deslealtad, ambiciones, derramamiento de sangre-, “(...) el día Veinticinco de Mayo es (un día) solemne, sagrado, augusto y patrio...”[3]; un día que es “obra de Dios y no de los argentinos” y que por esto mismo, “perpetuará nuestras glorias”, por ser un día sagrado, por ser obra de Dios: “(el 25 de Mayo) Es y será siempre un día memorable y santo, que ha de amanecer cada año para perpetuar nuestras glorias, nuestro consuelo y nuestras felicidades”, y por eso debemos postrarnos ante el altar de Dios para agradecerle su infinita misericordia: “...en este día, todos con entusiasmo divino, llenos de piedad, humanidad y religión, debemos postrarnos delante de los altares, confesando a voces el ningún mérito que ha precedido en nosotros a tantas misericordias”[4].
Por lo tanto, y siempre según el Padre Castañeda, fue Dios quien quiso que nuestra Patria se independizara –desde el punto de vista político y no cultural o religioso- de España y asumiera en su pueblo su destino de nueva Nación. Y para dar gracias a Dios Nuestro Señor por su obra, la obra de nuestra Independencia, es que debemos “postrarnos ante los altares”, ofreciendo el Santo Sacrificio del Altar en agradecimiento por habernos concedido, en este día “memorable, santo, augusto”, nuestra Patria Argentina.





[1] Cfr. Guillermo Furlong, Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la Patria naciente, Ediciones Castañeda, 1994, 381-382.
[2] Cfr. ibidem.
[3] Cfr. ibidem.
[4] Cfr. ibidem.

domingo, 24 de mayo de 2015

El 25 de Mayo y la imperiosa necesidad de recuperar su primigenio sentido para enfrentar la anomia del presente y evitar el abismo del futuro


Cuando los líderes de las dos máximas superpotencias del mundo felicitan a nuestro país en nuestra fecha patria por ser adalid en leyes contrarias a la naturaleza y a la Ley de Dios[1], los argentinos debemos preguntarnos seriamente en qué momento nos desviamos del proyecto original de Patria ideado por nuestros máximos próceres; debemos preguntarnos también qué estamos haciendo en el presente, para llegar al punto en el que estamos, y debemos preguntarnos, no hacia dónde nos dirigimos, sino cómo hacer para invertir para la marcha, porque de lo contrario, la caída en el abismo moral y espiritual hacia el cual marchamos a pasos agigantados, será inevitable e irrecuperable.
Para empezar a comprender la pérdida del sentido moral y espiritual en el que nos encontramos y para invertir el proceso de profunda anomia y relativismo en el que vivimos como Nación, es necesario reflexionar sobre nuestra principal fecha patria -y no reducirlo a mezquinos intereses partidarios utilizándolo como tribuna ideológica-, para recuperar el verdadero sentido del 25 de Mayo de 1810, que es lo que nos permitirá a su vez comenzar a invertir el proceso anómico al que hacemos referencia. Para ello, es necesario hacer un poco de historia[2].
Junto a otros autores, sostenemos que en los hechos del 25 de Mayo de 1810 no hubo una “revolución” propiamente dicha –llamaremos al proceso “restauración”, y veremos porqué-, sino un pacífico regreso del poder -dentro del marco de la ley vigente entonces-, del rey de España, que había sido apresado por Napoleón, al pueblo hispano-criollo de ultramar. Al respecto, la frase que condensa, en su esencia, al 25 de Mayo, la pronunció Fray Castañeda, quien sostenía que el 25 de Mayo era un “monumento a nuestra eterna fidelidad al rey Fernando VII, al tiempo que el padrón de nuestra independencia y soberanía”[3]. Para Castañeda, no era una revolución, sino una declaración de fidelidad al rey, al mismo tiempo, que declaración de independencia y que por lo mismo, el 25 de Mayo debía amanecer como “un día sagrado, sublime”, por el cual “debíamos postrarnos ante Dios, dando gracias”, puesto que nada habíamos hecho para merecer tal don. “Fidelidad e independencia”, dice Castañeda, y parecen dos cosas contradictorias e irreconciliables, y sin embargo no lo son, y constituyen la causa de nuestra mayor honra y gloria como Nación, pues es un don divino, siempre según Castañeda, y es hacia donde siempre debemos mantener fija la mirada, sino queremos caer en el abismo hacia el cual precipitadamente nos estamos dirigiendo en nuestros días.
Para entender un poco más las palabras de Fray Castañeda, continuemos haciendo un poco de historia, intentando desentrañar el profundo sentido patriótico del 25 de Mayo de 1810.
Hay que decir que, tanto en el Virreinato del Río de la Plata, como en el resto de las Indias Occidentales, se acataba al rey de España por el hecho de que el rey era “señor de América”, y que este título le había sido concedido por el Santo Padre[4]. En otras palabras, de este lado de ultramar, se puede decir que, lejos de albergar sentimientos anti-monárquicos y conspirativos contra la corona, todos eran monárquicos y acataban al rey y lo acataban porque, según las leyes de Indias promulgadas en 1680, estas tierras, habían sido donadas al rey de España, a título de “señor de las Indias Occidentales”, por el Papa. ¿Y por qué la Santa Sede se arrogaba el derecho de dar este título al rey de España? Porque Jesucristo, en cuando Dios, es Dueño de cielos y tierra. Como decimos, entonces, todos acataban al rey, es decir, todos eran “realistas” y se obedecía al rey por ostentar el título de “señor de las Indias Occidentales” por donación papal; además, se consideraba que el rey, en cuanto rey, era el padre de todos los súbditos del imperio y España, hasta ese momento, era un imperio, el imperio más grande de la tierra.
Precisamente, la causa por la cual el Virreinato se ve obligado a retomar el poder –de modo legítimo, que le corresponde por derecho-, es la entrada en crisis del imperio español, principalmente, por que el rey de España es apresado y no deja regente.
Debido a la agresión de Napoleón sobre España, el rey Fernando VII había dejado la corona de Castilla vacante, sin regente, por lo que, según las leyes vigentes, la potestad regresaba a los Cabildos. En otras palabras, la doctrina que regía en ese entonces, y que ampliamente aceptada en las Indias Occidentales, consistía en lo siguiente: si el trono quedaba vacante y no había regente, se concedía a los Cabildos una “autonomía provisoria”. Y esta “autonomía provisoria” –y ésta es la razón por la cual no se debe hablar de “revolución” propiamente en Mayo de 1810- nada tiene que ver con las doctrinas roussonianas de “soberanía popular”, según la cual “el poder viene del pueblo”. De acuerdo al prestigioso historiador Enrique Díaz Araujo, el decreto de autonomía por parte del Cabildo no se hace en contra de España, de su cultura, de su religión, sino que se basa en una norma de derecho público hispano y, como veremos, sí lo hace en repudio al ilegítimo Consejo de Regencia: “no repudiaban a Quevedo, Tirso de Molina o a Fray Luis de León; tampoco las Cruzadas, la Reconquista o el Descubrimiento colombino, sino al ilegítimo Consejo de Regencia”[5].
La situación, entonces, es que el rey ha sido apresado, sin dejar regente, con lo cual, correspondería que los Cabildos retomasen el poder legítimo, de modo soberano. Sin embargo, sucede algo que cambiará los planes. En España, los Cabildos peninsulares se asocian y crean la llamada “Junta Central de Sevilla”, pero sin permiso del rey, por lo que a la postre carecerá de legitimidad. Buenos Aires jurará, aunque de mala gana, fidelidad  a esa junta.
El problema con esta Junta Central de Sevilla –la cual terminará por disolverse en enero de 1810- es que, no solo no cuenta con el aval del rey, y por eso es ilegítima, sino que además, es de clara tendencia liberal; usurpa los derechos de los españoles americanos, al quitarles el privilegio de gobernarse con leyes propias[6] y, lo más grave de todo, es que está impregnada de la nefasta ideología humanista-masónica de la Revolución Francesa, además de aliarse con Inglaterra.
De esta manera, vemos cómo la ideología revolucionaria francesa toma el poder en España, con el intento de tomarlo luego en el Virreinato del Río de la Plata y en el resto de las Indias Occidentales: primero, apresando a Fernando VII; luego, infiltrando a la Junta de Sevilla, la suma de Cabildos de España (acto seguido, intentará hacerlo, como veremos, con el Consejo de Regencia. La resistencia de los patriotas a estos falsos gobiernos, es providencial, como dice Castañeda, porque al asumir el gobierno de forma independiente, salva a nuestra Patria de caer en las garras del imperio anglo-francés, a la par que mantiene su fidelidad a Fernando VII, sin renunciar a la Hispanidad ni a la religión católica; en esto consiste la grandeza de la "Restauración de Mayo").
Posteriormente, cuando esta Junta se disuelve, algunos diputados se trasladan a Cádiz, en donde, bajo guía del vicecónsul John Hooklam Frére, fundan un “Consejo de Regencia”, lo cual equivale a decir que la situación para los patriotas del Virreinato se agrava considerablemente, pues ya no es solo la Revolución Francesa la que ha infiltrado el poder de la España peninsular, sino ahora también la Inglaterra imperial, ávida del oro, de las tierras y de las riquezas de nuestras tierras. Ahora, los habitantes del Virreinato se enfrentarán a un doble enemigo: Francia e Inglaterra, disfrazados bajo la máscara de un falso gobierno peninsular, que reemplaza ilegítimamente al rey Fernando VII. Bajo el nombre de “Consejo de Regencia”, instalado en Cádiz, se ocultaban las potencias de Francia e Inglaterra, que deseaban ávidamente repartirse estas tierras con todos sus tesoros[7].
Es a este Consejo de Regencia al cual se pretendía que se obedeciera, y es por eso que, las mentes más lúcidas y los corazones más valerosos de los patriotas de Mayo se dieron cuenta rápidamente del gravísimo peligro al cual se enfrentaban el Virreinato y las Indias Occidentales todas, y buscaron de establecer, con toda rapidez, un gobierno que, al mismo tiempo que se mantenía fiel a Fernando VII –y al legado papal-, asumiera el gobierno de forma autónoma –de acuerdo al derecho vigente-, y es esto lo que hicieron, y esto lo que constituye la causa de nuestro más grande orgullo como argentinos, y la razón de nuestra eterna gratitud para con Dios, como dice Fray Castañeda, porque “no fue obra nuestra”: “Por nuestra parte, ninguna cosa buena hemos hecho (...) y aún la del 25 de Mayo no es obra nuestra, sino de Dios”[8].
Frente al virrey, que pedía obediencia servil al ilegítimo Consejo de Regencia, responde así Cornelio Saavedra, argumentando la ilegitimidad de dicho consejo y la consecuente legitimidad de la asunción del gobierno por parte del Cabildo de Buenos Aires: “Todas sus provincias y plazas están subyugadas por aquel conquistador (Napoleón), excepto Cádiz y la isla de León, como nos aseguran las gacetas que acaban de venir… -¿Cádiz y la Isla de León son España?¿Este territorio inmenso, sus millones de habitantes, han de reconocer soberanía en los comerciantes de Cádiz y en los pescadores de la Isla de León?¿Los derechos de la corona de Castilla a que se incorporaron las Américas, han recaído en Cádiz y la Isla de León…? No señor; no queremos seguir la suerte de España, ni ser dominados por los franceses; hemos resuelto reasumir nuestros derechos y conservarnos por nosotros mismos. El que dio a V.E. (la Junta Central) autoridad para mandarnos ya no existe; por consiguiente tampoco V.E. la tiene ya”.
Es en este preciso momento, entonces, en donde se da la verdadera “Restauración de Mayo” –porque lo que se restaura es el poder a su legítimo dueño, que es el Cabildo de Buenos Aires-, porque el Consejo de Regencia de Cádiz no es reconocido ni en Buenos Aires ni en ningún otro lugar de América, declarándose que no tenía potestad ni derecho para ejercer gobierno alguno. Así, se determina que no se obedecerá a dicho Consejo,  y que se continuará siendo fieles, obedientes y leales al rey. Así se pronuncia Castelli, a un alto prelado que insistía con el Consejo de Regencia: “Mire, monseñor, Ud. sabe bien que la Junta Central ha desaparecido, y que está en su remplazo, el Consejo de Regencia al cual nadie ha jurado ni tiene legitimidad para actuar. Ya hemos visto Las Leyes de Indias, las Leyes de Partidas; todo el problema está resuelto: el rey está preso, no hay regente, el poder recae en los cabildos, en los pueblos”[9].
¿Por qué se proclamó la Primera Junta? Lo dice el Registro Oficial de la República Argentina, en la circular del día 27 de Mayo: el rey ha sido apresado y no ha dejado, las Indias Occidentales no pueden ser gobernadas por el gobierno de España porque este no tiene autoridad, el Consejo de Regencia es usurpador. Se estableces, por otra parte, que existe el grave riesgo de que estas tierras sean entregadas a las potencias anglo-francesas, por lo que se determina establecer, a nombre del Rey –conservando la fidelidad al Rey-, la Junta Provisional, a nombre del Rey. En otra cláusula se establece el respeto por la religión católica y al rey. En la “Proclama” del mismo 26 de Mayo de 1810, la Junta prometía: “Por todos los medios posibles la conservación de nuestra religión santa, la observancia de las leyes que nos rigen, la común prosperidad y el sostén de estas posesiones en la más constante fidelidad y adhesión a nuestros muy amado Rey, el Sr. D. Fernando VII y sus legítimos sucesores en la corona de España”.
Lejos de ser, entonces, una “Revolución”, los hechos de Mayo constituyeron una “Restauración” del legítimo de poder del Cabildo, que representaba al pueblo hispano-criollo-indígena del Virreinato.
De todo lo que hemos visto, podemos constatar que los Patriotas de Mayo estuvieron motivados por las más nobles virtudes humanas: lealtad al Rey, fidelidad al Pueblo Argentino, amor a la religión católica y a la cultura hispana heredadas de la Madre Patria España.
         Si los patriotas de Mayo se reunieron en el Cabildo, no fue para dar un golpe de mano para quedarse ilegítimamente con el poder: fue para salvaguardar, noble y pacíficamente, el orden social, asumiendo legítimamente un poder que ahora residía en la nación, ya que según las leyes vigentes, al abdicar el Rey de España, el Virreynato se volvía automáticamente soberano[10].
Esto es lo que explica las palabras de Fray Paula de Castañeda acerca de 25 de Mayo de 1810, y que son las que reflejan su verdadera y única esencia: “(...) el día Veinticinco de Mayo es (un día) solemne, sagrado, augusto y patrio... (...) el día 25 de Mayo es el padrón y monumento eterno de nuestra heroica fidelidad a Fernando VII; es también el origen y el principio de nuestra absoluta independencia política; es el fin de nuestra servidumbre. Es y será siempre un día memorable y santo, que ha de amanecer cada año para perpetuar nuestras glorias, nuestro consuelo y nuestras felicidades”[11].
A esta esencia del 25 de Mayo de 1810 es a la que debemos volver como argentinos, porque reflejan nuestro Ser nacional, y no la anomia, el relativismo, la pérdida absoluta de valores morales y espirituales que vivimos en la actualidad.




[1] http://www.infobae.com/2015/05/22/1730526-obama-y-putin-le-escribieron-la-presidente-el-aniversario-la-revolucion-mayo
[2] Utilizaré parte de un muy trabajo del P. Dr. Jorge Olivera Ravassi.
[3] Cfr. Guillermo Furlong, Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la Patria naciente, Ediciones Castañeda, 1994, 381-382.
[4] El Virreinato del Río del Plata se regía por las Leyes de Indias de 1680; allí, en la ley 1, titulo 1, libro 3º, se decía que el rey por donación de la Santa Sede Apostólica, y otros justos y legítimos títulos, eran señores de las Indias Occidentales, islas y tierras firmes, en el mar océano, descubiertas y por descubrir, y que estaban incorporadas a su la corona real de Castilla. A continuación, se decía que en ningún momento podían ser separadas de la real corona, por ningún caso, ni en favor de alguna persona. “Prometemos y damos nuestra fe y palabra real por Nos y los reyes nuestros sucesores de que para siempre jamás no serán enajenadas ni apartadas en todo o en parte, ni sus ciudades ni poblaciones, por ninguna causa o razón o en favor de ninguna persona; y si Nos o nuestros sucesores hiciéramos alguna donación o enajenación contra lo susodicho, sea nula, y por tal la declaramos”.
[5] ENRIQUE DÍAZ ARAUJO, op. cit, t. 1, 57.
[6] Dicha Junta Central, de tinte liberal, declarará entre sus primeros actos la igualdad de todos los españoles de los diversos continentes, lo que era una enorme injusticia, pues hacía que las Indias Occidentales perdieran los privilegios que poseía desde 1520, al poder gobernarse con leyes propias. De todas partes de América, entonces, se produjo una respuesta al unísono: “estáis usurpando el derecho de América con el pretexto de hacernos iguales”.
[7] señala José María Rosa, “Los españoles luchaban por su independencia contra Napoleón pagando el precio de abandonarse a la dependencia británica… y hacia Mr. Hooklam Frére. En realidad, en febrero de 1810 sólo quedaban las apariencias de España”.
[8] Cfr. Guillermo Furlong, Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la Patria naciente, Ediciones Castañeda, 1994, 381-382.
[9] Ya quedó aclarado, entonces, que la “Revolución de Mayo”, no fue tal, sino “Restauración de Mayo”. Ahora, con respecto al “pueblo”, que decía que quería saber “de qué se trataba”, dice así el P. Furlong: “hay quienes hablan de democracia en la Semana de Mayo… Todo esto es muy bello pero no es histórico… aquellos hombres no obraron democráticamente, pero reconocemos que obraron cuerda y sensatamente”. Y otros autores, por ejemplo, Domingo Matheu al anotar que en Mayo “no hubo revolución ni movimiento popular; lo que hubo fue un necesidad social y doméstica para asegurar la personalidad pública”; lo mismo escribirá un autor liberal y biógrafo de Mariano Moreno al decir que “no fue una turba, ni una masa, ni una multitud, ni una muchedumbre” la que hizo la revolución; más bien “era una revolución patricia, realizada por una élite que hablaba en nombre del pueblo sin consultarle”, como dijera John Lynch. El mismo Mitre, que no puede ser puesto en duda dado el partido que representa, lo dice en su Historia de Belgrano: “El nombre de ‘pueblo’ se daba a un pequeño grupo de gentes… en el cuartel de Patricios… esto era lo que llamaban pueblo, cuando es absoluta y notoria verdad que (en la Plaza)… el número apenas alcanzara a trescientas personas con ocho caudillos que llevan la dirección del proyecto” (Cfr. Roberto Marfany, El pronunciamiento de Mayo, Theoria, Buenos Aires 1958, 57). Para mal que les pese, entonces, a muchos la Revolución del 25 de Mayo fue hecha por las Fuerzas Armadas, como lo dejó por escrito la misma Junta el 28 de Mayo. Díaz Araujo señala: “Lo que sí quedó absolutamente claro es que las Fuerzas Armadas –invocando al ‘pueblo’ por supuesto– se constituyeron en el poder real en la Semana de Mayo de Buenos Aires, en 1810” (ENRIQUE DÍAZ ARAUJO, op. cit, t. 2, 49).
[10] http://patriasanta.blogspot.com.ar/2012/05/el-25-de-mayo-debe-amanecer-como-un-dia.html
[11] Cfr. Guillermo Furlong, Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la Patria naciente, Ediciones Castañeda, 1994, 381-382.