Nuestra Señora de Malvinas

martes, 30 de octubre de 2012

Todo en el 25 de Mayo es obra de Dios



“A Ti, Dios, te cantamos”. Así comienza el himno llamado Te Deum, que la Iglesia canta en acción de gracias a Dios en ocasión de fechas patrias.
Cuando una gesta patria logra llevarse a cabo, es justo dar gracias a Dios, porque es Dios quien, con su ayuda, permite que la gesta se concrete.
Sin embargo, en el caso del Veinticinco de Mayo, las cosas son distintas: no es Dios quien, con su ayuda, permite que unos patriotas inspirados por su amor a la patria vean realizados sus ideales y sus esfuerzos: es Dios mismo quien inspira y suscita sentimientos patrióticos en los corazones de hombres nobles y leales, y es Él quien permite que la gesta se lleve a cabo.
Es decir, en el Veinticinco de Mayo, es Dios el autor de la obra y es quien al mismo tiempo interviene para que la gesta se realice y llegue a buen puerto. Esto lo dice un testigo presencial de los hechos de Mayo, el Padre Francisco de Paula Castañeda: “Por nuestra parte, ninguna cosa buena hemos hecho (...) y aún la del 25 de Mayo no es obra nuestra, sino de Dios[1].
Según el Padre Castañeda, la gesta del Veinticinco de Mayo es obra de Dios, no obra nuestra –“aún la del 25 de Mayo no es obra nuestra, sino de Dios”-, y su culminación exitosa se debe al mismo Dios, y no a nosotros, que “ninguna cosa buena hemos hecho”.
Todo lo que el Veinticinco de Mayo implica –también su continuación, el Nueve de Julio de 1816-, esto es, la nobleza de los corazones de los patriotas, su lealtad, su amor a la religión y a Jesucristo, el amor a la Madre Patria y a la Patria naciente, se lo debemos a Dios. La gesta pacífica, noble y leal del Veinticinco de Mayo, que es al mismo tiempo proclamación de noble lealtad al Rey encarcelado, Fernando VII, y declaración del inicio de nuestra independencia política, es obra de Dios, y no obra de los hombres. Es por eso que, al revés que en toda gesta patriótica, en donde es Dios quien acompaña y da fuerzas a los patriotas para que logren concretar sus objetivos, en el Veinticinco de Mayo de 1810, Dios no se limita a acompañar y a ayudar a los patriotas, sino que es Él mismo quien inicia la obra y la lleva a su realización, a través de los patriotas de Mayo. Por lo tanto, si en toda gesta patria se debe cantar el Te Deum en acción de gracias, en el Veinticinco de Mayo, debemos, además de cantar el Te Deum, postrarnos ante los altares en acción de gracias por haber recibido del amor de Dios un día sagrado y sublime. Lo dice así el Padre Castañeda: “...en este día, todos con entusiasmo divino, llenos de piedad, humanidad y religión, debemos postrarnos delante de los altares, confesando a voces el ningún mérito que ha precedido en nosotros a tantas misericordias”.
Todo en el 25 de Mayo es obra de Dios: desde la inspiración de la nobleza de corazón de los patriotas, hasta el hecho mismo del inicio de nuestra independencia política.
“A Ti, Dios Trino te adoramos”. Así debe comenzar nuestro propio himno de acción de gracias, porque según el Padre Castañeda, en el Veinticinco de Mayo no solo no hubo revolución -porque revolución quiere decir traición, asesinato, venganza, injusticia, y nada de esto hubo en la gesta patriótica gestada en el Cabildo de Buenos Aires-, sino que fue una gesta límpida, noble y leal, y por lo mismo es un día tan sublime, tan glorioso, tan augusto, que solo acción de gracias debemos dar a Dios, y el mejor modo de agradecer a Dios por tantas misericordias, es por medio del sacrificio en cruz de su Hijo Jesucristo, la acción de gracias eterna y de valor infinito, la Santa Misa.
Así responde el Padre Castañeda ante la pregunta de qué es el Veinticinco de Mayo y cómo debemos agradecer a Dios por este día: “(...) el día Veinticinco de Mayo es (un día) solemne, sagrado, augusto y patrio... (...) el día 25 de Mayo es el padrón y monumento eterno de nuestra heroica fidelidad a Fernando VII; es también el origen y el principio de nuestra absoluta independencia política; es el fin de nuestra servidumbre. Es y será siempre un día memorable y santo, que ha de amanecer cada año para perpetuar nuestras glorias, nuestro consuelo y nuestras felicidades”.


[1] Cfr. Guillermo Furlong, Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la naciente Patria Argentina. 1810-1830, Ediciones Castañeda, Argentina 1994, 382.

domingo, 21 de octubre de 2012

El Combate de Obligado y la nueva lucha por la libertad



         En el Combate de Obligado, los patriotas argentinos tuvieron que luchar física y materialmente contra un enemigo visible, que pretendía, por la sola fuerza de las armas, avasallar y hollar el suelo patrio, profanándolo con su violenta presencia. Los enemigos de la Patria, movidos por la sed de la codicia, atropellando toda razón y justicia, intentaron invadir el suelo patrio, con el objetivo espúreo del comercio y de la ganancia ilícita.
         Los valientes patriotas de la Vuelta de Obligado, amparados en la razón y en el justo derecho a la defensa, movidos por el amor a la Patria y a su Santa Religión Católica, arriesgaron sus vidas para salir en defensa de lo que no puede ser de ninguna manera entregado en manos viles.
         El cristiano debe ver, en esta gloriosa batalla, una figura de lo que es su propia batalla espiritual para salvar el alma: el enemigo al que se enfrenta, no es material y visible, como en Obligado, sino inmaterial e invisible, los tenebrosos “principados de los aires” (cfr. Ef 6, 12); las armas que deben empuñar tampoco son materiales, como sí lo eran en Obligado, sino espirituales: el Rosario, la Santa Misa, la Confesión sacramental, la vida de la gracia; lo que debe defender no es la tierra, sino su alma, de los asaltos y embates del demonio; lo que debe conquistar no es la paz de una ciudad de terrena, sino la paz que nace como de una fuente inagotable, el Cordero de Dios, quien con su luz alumbra a la Jerusalén celestial.
         Al conmemorar una vez más la gesta de Obligado, el católico debe, recordando la valentía de los defensores de la Patria, inspirarse en ellos para librar, armado con las armas de la fe, la Palabra de Dios, el crucifijo y el Santo Rosario, una nueva batalla, mucho más importante que Obligado, la batalla por la Verdad, que es la única que hace verdaderamente libres (cfr. Jn 8, 31-36).

lunes, 24 de septiembre de 2012

El bastón de mando de la Virgen de la Merced, Generala del Ejército Argentino



         El 24 de septiembre de 1812, el General Belgrano, conocido por su profunda devoción a la Virgen, le hizo una promesa antes de la batalla: si ganaban los patriotas, le concedería el bastón de mando de su Ejército, nombrándola Generala del Ejército Argentino.
         La Batalla se libró en el lugar llamado “Campo de las carreras”, y fue favorable para los patriotas, ya que los españoles fueron superados en todo el frente, contribuyendo a la victoria patriota una gran manga de langostas, que apareció de improviso en el campo de batalla, evitando al mismo tiempo un número más alto de muertes.
         Sumada al Éxodo Jujeño, la Batalla de Tucumán contribuyó, en gran medida, a lograr la Independencia Nacional, al debilitarse considerablemente el ejército realista.
Unidos y protegidos bajo el manto de la Virgen de la Merced, todo un pueblo salió triunfante en la lucha por la independencia. 
         A doscientos años de esa gloriosa Batalla, los argentinos –como todos los seres humanos desde Adán y Eva- enfrentamos un enemigo mucho más temible, y nos vemos envuelto en una batalla mucho más trascendente, ya que lo que está en juego es la salvación eterna: esta batalla es espiritual, y se libra no en un campo de tierra, como el Campo de las carreras, sino en el corazón de cada hombre; el enemigo no son los realistas, sino el demonio, el mundo y la carne, que pretenden derrotarnos con la insidia de la tentación; las armas no son sables ni fusiles, sino el Rosario, la Misa y la Confesión; el triunfo consiste no en la independencia de una Nación, sino en la conquista de la vida eterna, y si la Virgen obró milagros, como el de la manga de langostas, para evitar mayores daños y muertes, también para nosotros obra la Virgen continuamente numerosos milagros, en esta desigual lucha contra  las potestades malignas de los aires (cfr. Ef 6, 12), evitándonos muchísimos males; y al igual que Belgrano, también contamos con una poderosísima ayuda, la Virgen de la Merced, para vencer en esta batalla: así como Belgrano le dio su bastón de mando, nombrándola Generala del Ejército Argentino, así también nosotros le entregamos el bastón de mando de nuestra alma, nombrándola Generala Victoriosa, Dueña y Señora de nuestros corazones, para que sea Ella la que nos obtenga el triunfo tan ansiado, la vida eterna y la contemplación de su Hijo Jesús en los cielos.
         

martes, 31 de julio de 2012

Ataque vandálico a la Virgen de Luján en cementerio de Malvinas



Reproducimos la información tal como la publica el diario La Nación del día 31 de julio de 2012, en su edición digital (http://www.lanacion.com.ar/1494906-denuncian-vandalismo-en-el-cementerio-argentino-en-malvinas). Nos sumamos al repudio de tan lamentable hecho, al tiempo que iniciamos una novena en reparación y desagravio al ultraje sufrido por Nuestra Señora de Luján, Patrona de la Argentina. Invitamos a todos los argentinos a desagraviar a Nuestra Madre del cielo.


A poco más de cumplirse 30 años de la guerra de Malvinas, los familiares de los soldados argentinos caídos en combate denunciaron que en los últimos días se atacó violentamente el cementerio de Darwin en el archipiélago. Principalmente fue perjudicada la imagen de la Virgen de Luján que bendice el lugar.
Las autoridades de la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur señalaron a LA NACION que se produjo un "acto vandálico" en el Monumento a los combatientes.
La organización de familiares recibió un comunicado ayer de Sebastián Socodo, encargado del mantenimiento del camposanto argentino. No se sabe cuándo fue exactamente el ataque ni quienes.
"Hay fuertes impactos en un blindex de vidrio que protegía la urna donde está la imagen de la Virgen. Parecen balas pero aún no sabemos", contó a este diario Cesar González Trejo, apoderado de la comisión y ex combatiente de Malvinas. "No se dañó la imagen pero podrían haberlo hecho", expresó.
Según se supo, la policía isleña ya tomó cartas en el asunto pero no hubo avances en la investigación.
La comisión de familiares le envío notas al canciller argentino Héctor Timerman y al embajador británico en la Argentina, John Freeman, "para que en sus respectivos ámbitos de responsabilidad garanticen una investigación urgente y exhaustiva acerca del acto profanatorio cometido".
"Este acto se enmarca en una escalada de hostilidad por parte de algunos sectores británicos con proyección en ámbitos de influencia local, hacia el más importante homenaje que el pueblo argentino les rindiera a los 649 soldados caídos en el conflicto armado de 1982. esa actitud deviene, a nuestro entender, de un clima artificialmente provocado que atentó contra la sacralizad del lugar histórico", indicó la comisión a través de un comunicado..

domingo, 8 de julio de 2012

Jesús crucificado y el 9 de Julio



        
La conmemoración de la Independencia Patria no puede quedar en un mero recuerdo, sino que se debe mirar al pasado para que nos ilumine el presente, para así construir un futuro luminoso para nuestra Nación Argentina.
         Por lo tanto, es necesario tener presente la profunda religiosidad de los Congresales de Tucumán, religiosidad puesta de manifiesto, entre otras cosas, en el hermoso crucifijo que presidía la Sala de la Firma de la Independencia en la Casa Histórica, llamado desde entonces “Cristo de los Congresales”.
         La presencia del crucifijo no era ocasional; por el contrario, era intención manifiesta de los Congresales que Nuestro Señor Jesucristo, el Hombre-Dios, el Salvador del género humano, estuviera presente en el origen y nacimiento de nuestra Patria. Con orgullo podemos decir los argentinos que nuestra Patria nació a la sombra de la Cruz del Salvador, cobijada bajo el manto celeste y blanco de la Virgen Inmaculada, Nuestra Señora de Luján.
         Por lo tanto, al mirar el pasado, y al contemplar, maravillados, a la Cruz de Nuestro Señor presidiendo el augusto y solemne momento del nacimiento de nuestra Patria, no podemos dejar de considerar que Argentina, y todos los argentinos, llevamos el sello indeleble de la Cruz en nuestro Ser nacional. Y con nuestro Ser nacional, no solo nuestra religiosidad, sino toda nuestra cultura, que es la expresión más acabada del pensamiento, de la voluntad y del obrar de una nación, debe reflejar, de un modo u otro, a Cristo crucificado. En otras palabras, todo lo que los argentinos pensamos, hacemos y decimos, en cuanto argentinos y pertenecientes a una Nación que se llama “Argentina”, debe reflejar a Cristo, el Hombre-Dios.
         Obrar de otra manera, es decir, tratar de construir un país cuyas leyes sean contrarias a los Mandamientos divinos y al Mandamiento Nuevo de la caridad dejados por Jesucristo, sería falsear la historia y provocar confusión y desorientación a las futuras generaciones, además de una grave falta contra Dios, que quiso que su Hijo estuviera desde nuestro nacimiento como Nación, para que todas las generaciones de argentinos, sin excepción, hasta el fin de los tiempos, fueran salvados por la preciosísima Sangre del Redentor.
         Al conmemorar la gesta de la Independencia, agradecemos a Dios por medio de la Santa Misa el designio de su Amor infinito de habernos honrado con la Presencia de Jesús crucificado en el Salón de la Casa Histórica, al tiempo que le rogamos, que caiga sobre nosotros, sobre el pueblo argentino, la preciosísima Sangre que mana de sus Santas Llagas.

sábado, 7 de julio de 2012

Reconquista y Defensa de Buenos Aires 5/7 de Julio de 1807


      El general inglés Whitelocke, con 9000 hombres  desembarcó en la ensenada de Barragán el 28 de junio de 1807 con la intención imperial, de apoderarse de la ciudad de Buenos Aires.
      Liniers, había reunido alrededor de 8000 hombres y pensaba detener al invasor más allá del Riachuelo, en los Corrales de Miserere. Contaba con las flamantes unidades criollas, las españolas y, algunas piezas de artillería. También estaba la caballería gaucha y entre ellos los jinetes del pago de Luján a las ordenes del alcalde López y portando en el pecho o en el sombrero  la cinta celeste y blanca de 38 cm. (altura de la imagen) de la Virgen de Lujan, para distinguirse, reconocerse  y como protección divina.
     El día 2 la vanguardia del invasor  tomó contacto  con los defensores en Miserere y, después de una serie  de pequeños contrastes,  las fuerzas patriotas se dispersaron.
      Mientras tanto  en la ciudad el alcalde don Martín de Álzaga  preparó la defensa con la entusiasta colaboración de todos los vecinos. El día 3 llegó Liniers con la mayor parte de los dispersos y retomó el mando.
      El 5 de julio a las seis y media de la mañana y después de una salva de 21 cañonazos los invasores iniciaron el ataque en tres columnas por las calles que llevaban a la Plaza Mayor. Al principio tuvieron algunos éxitos y tomaron la plaza de toros (Retiro), el parque de artillería y el convento de las Catalinas. Pero la columna sur, a poco de entrar  en el poblado fue prácticamente destruida y debió rendirse.  El fuego de la fusilería, la artillería  y los proyectiles de todo tipo que hasta las mujeres les arrojaban desde las terrazas, fue debilitando al invasor  refugiándose una parte importante en el convento de Santo Domingo. Allí habiendo perdido la mitad de sus fuerzas y en un conocido  acto de prepotencia intimaron rendición a la plaza. Pero fue Liniers quien después de algunas alternativas logró la rendición y el  7 de julio se firmó el convenio de paz  por el  cual, el invasor  perdió sus banderas, debió reembarcarse y entregar la plaza de Montevideo. 
      Las incipientes fuerzas regulares patriotas se volvieron a destacar por su valentía y corrección a tal punto que el coronel  Cadogan después de rendirse  preguntó: “¿Que tropa es ésa de escudo en el brazo tan valiente y tan generosa?” aludiendo a los escudos de paño grana que portaban los Patricios. De ésa estirpe de valientes fueron los ejércitos de la Patria que libertaron a medio continente, pelearon en la organización nacional,  consolidaron su extensión territorial y defendieron la República.  Esos criollos, españoles y nativos estuvieron dispuestos a entregar sus vidas en la justa defensa de sus tierras, de sus derechos, de su fe. Más allá de las diferencias étnicas o sociales los unía ese palpitar interno, ese impulso desconocido que comenzaba a llamarse Patria. La Defensa, consolida los sentimientos de pertenencia y de soberanía que ya se habían manifestado en la primera invasión. Así nacía una nueva y gloriosa Nación  impulsada por sus armas y custodiada por sus ciudadanos.                                  Fausto González

miércoles, 20 de junio de 2012

La creación de la Bandera fue un acto de devoción mariana



Al crear la bandera de una nación, se tienen en cuenta diversos factores, que inciden en la configuración final de la misma, como por ejemplo, las características geográficas del lugar, los animales que predominan, los rasgos culturales de la nación, las tradiciones, las leyendas ancestrales, etc. De esta manera, los habitantes de la nación, al contemplar su bandera, se sienten identificados en lo que la bandera representa.

Esto es lo que explica que la bandera de México, por ejemplo, lleve un águila que devora una serpiente, ya que es una leyenda ancestral del pueblo mexicano; la bandera de Ucrania, con sus colores amarillo y celeste, representa las características geográficas del lugar donde asienta la nación ucraniana: el amarillo representa el trigo de sus campos, y el celeste, el cielo. En otros casos, se representan numéricamente la cantidad de estados pertenecientes a la nación, como las estrellas de la bandera de Estados Unidos, o puede también la bandera ser un emblema ideológico, como en el caso de Rusia.

En el caso de la bandera de nuestro país, las cosas son distintas. En ella no se encuentra reflejada la geografía, o los estados provinciales que integran la nación, o leyendas populares, y tampoco hay símbolos ideológicos de ninguna clase. Nuestra bandera no representa nada de esto, porque su origen no es terreno, sino celestial: cuando el General Manuel Belgrano la creó, tuvo la intención de honrar a la Madre de Dios, María Santísima, en su advocación de la Inmaculada Concepción, según lo testimonia su hermano, el sargento Carlos Belgrano: “El sargento mayor Carlos Belgrano, que desde 1812 era comandante militar de Luján y presidente de su Cabildo, dijo: ‘Mi hermano tomó los colores de la bandera del manto de la Inmaculada de Luján, de quien era ferviente devoto’ .

Por lo tanto, en la creación de nuestra insignia nacional, no hubo referencias a características geográficas, a tradiciones, a leyendas, ni a nada parecido: fue un acto de devoción mariana, con el cual el General Belgrano quiso honrar a la Madre de Dios. Y como todo acto de devoción mariana, no surgió del propio Belgrano, sino que fue una gracia de Jesucristo, concedida a través de la Medianera de todas las gracias, María Santísima. En otras palabras, nuestra Bandera Nacional lleva los colores de María Santísima por voluntad expresa de Jesús y de María, por lo que al honrar la Bandera Nacional, honramos a Jesús y María, quienes nos la regalaron. Como argentinos, por lo tanto, debemos estar eternamente agradecidos, por tener como Bandera Nacional al manto celeste y blanco de la Inmaculada Concepción. ¡Qué orgullo para los argentinos, tener como signo de identidad nacional el manto de la Virgen Purísima!
Por todo esto, al contemplar en esta tierra sus colores celeste y blanco, flameando al viento, nos surge en el corazón el deseo de contemplar a la Virgen María en la eternidad, con su manto Inmaculado, celeste y blanco, flameando en los cielos por el soplo del Espíritu Santo.









viernes, 25 de mayo de 2012

El 25 de Mayo debe amanecer como un día sagrado, memorable, augusto y patrio



         El 25 de Mayo no hubo ninguna revolución, sino el decidido intento de conservar el orden legal, cultural y religioso vigente.
         Muchos pretenden que el 25 de Mayo fue una “revolución”. Pero la palabra “revolución”, trae en sí misma la connotación de cambio radical del orden vigente, por medio de la violencia, del fuego, de la sangre, cambio que es motivado por pasiones humanas despreciables como el odio, la venganza, la traición, la ambición desmesurada.
         Nada de eso hubo en el 25 de Mayo de 1810.
         Por el contrario, los Patriotas de Mayo estuvieron motivados por las más nobles virtudes humanas: lealtad al Rey, fidelidad al Pueblo Argentino, amor a la religión y a la cultura heredadas de la Madre Patria España.
         Si los patriotas de Mayo se reunieron en el Cabildo, no fue para dar un golpe de mano para quedarse ilegítimamente con el poder: fue para salvaguardar, noble y pacíficamente, el orden social, asumiendo legítimamente un poder que ahora residía en la nación, ya que según las leyes vigentes, al abdicar el Rey de España, el Virreynato se volvía automáticamente soberano.
         Además, nunca estuvo, en la mente y en la intención de los Patriotas de Mayo, abolir o prohibir la religión católica, fundadora de la Nación: por el contrario, al igual que en la Independencia del 9 de Julio, todo se hizo respetando los principios de la religión católica, con el deseo explícito de conservarla intacta, dando muestras de esto la participación de numerosos clérigos y la celebración de Misas en acción de gracias a Dios por haber acompañado con su bendición tan trascendentales acontecimientos.
         Todavía más, un testigo de los hechos, el P. Castañeda, afirma que, más que acompañar, Dios fue el autor del 25 de Mayo, y que por este hecho, el 25 de Mayo debía amanecer como un día “sagrado”, “memorable”, “augusto” y “patrio”; día por el cual debíamos agradecer a Dios “postrándonos en acción de gracias ante los altares”, reconociendo que ningún mérito tenemos para merecer un día tan grandioso.
Dice así el P. Castañeda: “...en este día, todos con entusiasmo divino, llenos de piedad, humanidad y religión, debemos postrarnos delante de los altares, confesando a voces el ningún mérito que ha precedido en nosotros a tantas misericordias”[1].
Luego, el P. Castañeda define al 25 de Mayo, diciendo qué es: “(...) el día Veinticinco de Mayo es (un día) solemne, sagrado, augusto y patrio... (...) el día 25 de Mayo es el padrón y monumento eterno de nuestra heroica fidelidad a Fernando VII; es también el origen y el principio de nuestra absoluta independencia política; es el fin de nuestra servidumbre. Es y será siempre un día memorable y santo, que ha de amanecer cada año para perpetuar nuestras glorias, nuestro consuelo y nuestras felicidades”[2].
Finalmente, este gran patriota, el P. Castañeda, nos dice a quién pertenece la autoría del 25 de Mayo: “Por nuestra parte, ninguna cosa buena hemos hecho (...) y aún la del 25 de Mayo no es obra nuestra, sino de Dios”[3].
Como vemos, la apreciación del Veinticinco de Mayo, por parte de los Patriotas de Mayo, está muy lejos de la de-preciación que se hace hoy en día, lamentablemente, por parte de muchos argentinos, para quienes este día es simplemente una excusa para sacar mezquinos provechos de sus propios intereses y banderías políticas, o un día más para un “feriado largo”, en el que solo importan las noticias deportivas.
Los Patriotas de Mayo nos dicen que es un día “augusto, soberano, memorable, sagrado”, que amanece sobre nuestros días como un sol esplendoroso que ilumina a nuestra Nación. Es un día grandioso, una obra de Dios, que por ser de Dios, proyecta su luminosidad sobre nuestros días.
Por todo esto, se sigue que, cuanto más vivamos el catolicismo –cuanto más misericordiosos seamos, cuanto más recemos el Rosario, cuanto más adoremos la Eucaristía y la recibamos con fe y amor en la comunión-, tanto más seremos verdaderamente argentinos.



[1] Cfr. Guillermo Furlong, Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la Patria naciente, Ediciones Castañeda, 1994, 381-382.
[2] Cfr. Castañeda, ibidem.

[3] Cfr. Castañeda, ibidem.

lunes, 2 de abril de 2012

Malvinas Argentinas por siempre



MALVINAS – HONOR Y GRATITUD
2 de Abril de 1982

A los que escribieron con sangre y sacrificios la Epopeya de Malvinas.
A los veteranos de la gesta del Atlántico Sur.
A los que dejaron todo por amor a la Patria.
A los que llenaron sus mochilas con un ideal azul y blanco.
A los que pisaron con valentía criolla nuestras islas.
A los que hundieron sus borceguíes en la turba para dejar nuestra marca.
A los que empuñaron las armas para recuperar lo nuestro.
A los soldados que fueron la admiración de los otros soldados de América.
A los que la gloria coronó de laureles al entregar sus vidas.
A los que quedaron como semillas de un árbol que, algún día, surgirá magnífico.
A los que volvieron queriendo quedarse.
A los que llenaron sus ojos de bronca.
A los que más allá de los errores, dieron pruebas del valor y la entrega del soldado argentino.
A todos los soldados de Malvinas mi respeto, mi admiración y mi agradecimiento.
                                                       González Fausto