Nuestra Señora de Malvinas

miércoles, 17 de agosto de 2011

El General San Martín y el destino de la Patria






Si no quieren perecer, los integrantes de una Nación deben siempre volver la mirada a sus pro-hombres, a sus próceres, y mucho más cuando esos pro-hombres son considerados "padres de la Patria", como el General Don José de San Martín.
No se trata de una semblanza biográfica, sino de la rememoración de su pensamiento, de su querer, de sus creencias, de su obrar, para tomar de esos lugares la guía, la brújula, el timón que oriente los pasos en el devenir histórico de la Nación, el cual se hace, a medida que pasa el tiempo, cada vez más incierto y oscuro.
La Nación Argentina no es inmune a los vaivenes ideológicos del mundo, que son dos en definitiva: el neo-liberalismo y el comunismo marxista, con sus variantes socialistas. Ambas corrientes de pensamiento, si bien en la superficie aparecen como antagonistas, y si bien ambos buscan, al menos en teoría, la felicidad del hombre, son en realidad la misma cosa, y en vez de procurar la felicidad humana, al ser aplicados sólo traen dolor y pesar, porque el hombre no es un "homo economicus", sino un "homo religioso" por naturaleza, y sólo aquí, en la "re-ligación" con su Creador, encuentra la felicidad máxima y suprema.
Consideramos que nuestra atribulada Nación se encuentra, ya desde hace muchos años, inmersa en esta batalla ideológica, en la que se busca el triunfo, a toda costa, de una u otra ideología, y nos parece que, de seguir así, nos encaminamos hacia un abismo de anarquía, de caos, de violencia y de desintegración nacional.
Bajo estas ideologías, se construyen escuelas, se aumentan los salarios, se busca el esparcimiento del pueblo. Esto en sí mismo no es erróneo; sí lo es el fin al que conducen. Por supuesto que importa la cantidad de escuelas que se construyan; pero hay que ver qué es lo que se enseña en ellas, porque si en ellas se enseñan principios contrarios a la moral natural, entonces la escuela, en vez de construir el país, contribuye a su desintegración. Por supuesto que es importante el aumento de los salarios, pero si estos se usan para alimentar la fiebre consumista, en vez de ser un medio para que el hombre practique la fraternidad, preocupándose por el más necesitado. Por supuesto que el pueblo debe buscar un sano esparcimiento con un ocio sano, necesario para relajar el espíritu y continuar con más fuerzas el duro trabajo con el que se procura el sustento diario, pero si el esparcimiento es un medio para saturar el Domingo, Día de la Resurrección de Jesús, con fútbol, carreras, deportes varios, haciendo olvidar al hombre que debe dedicar este día a Dios, para agradecerle por su Amor, para adorarlo por su inmensa majestad, para pedirle por lo que necesite, entonces el esparcimiento dictado por las ideologías no es más que un instrumento de descristianización y de construcción del ateísmo práctico.
¿Y qué tiene que ver esto en una semblanza del General San Martín?
Como decíamos al principio, para encontrar la brújula que oriente el rumbo, que indique cuál es el norte, es decir, el destino trascendente del país, una Nación debe volver la mirada hacia sus próceres, y el primero de ellos es el General San Martín, porque la grandeza de los pro-hombres, y la claridad de su mirada espiritual, constituyen esta brújula que tan desesperadamente necesitamos en estos oscuros tiempos.
Ahora bien, podría creerse que la grandeza de San Martín reside en su genio militar, pues la empresa de cruzar los Andes con todo un ejército -eso solo es en sí mismo una gran proeza-, y el arriesgar su vida por una empresa noble -la independencia de un país y de un continente entero-, son hechos que hablan por sí solos de la magnificencia de su espíritu.
Sin embargo, no radica aquí la grandeza de nuestro Padre de la Patria. Su grandeza mayor, entre todas, es su fe, su profunda fe católica demostrada, por ejemplo, en el disponer la celebración de la Santa Misa en las acampadas del Ejército, en plena campaña; en el hacer colocar el escapulario de Nuestra Señora del Carmen a toda la tropa; en nombrar a la Madre de Dios "Generala del Ejército de los Andes", en una muestra de devoción mariana similar a la del General Belgrano.
Fue este espíritu de fe, de fe sobrenatural, de creencia en un Dios providente que premia a los buenos y castiga a los malos; fue su convicción en un infierno que espera engullir en sus fauces, para toda la eternidad, a quienes libre y voluntariamente se decidan en contra de Dios y de su Cristo; fue su convicción y su fe firme en Jesucristo, como Redentor de los hombres -murió con un crucifijo en las manos, en la más absoluta pobreza-, lo que le dio al General San Martín la lucidez y claridad mental y espiritual para guiar su vida, la de su familia, la de una Nación entera, a la proeza de la Independencia, de combatir y derrotar a sus enemigos.
Lo que guió a San Martín no fue una ideología política, ni de derecha ni de izquierda; no fue ni el liberalismo ni el comunismo -en germen en la época en el socialismo internacional-, sino su fe católica. Y es aquí en donde los argentinos debemos detenernos y reflexionar, para no seguir equivocando el rumbo, para detenernos en esta alocada carrera hacia el abismo, en el cual finalizaremos en poco tiempo, si la revolución mental y espiritual que implican las ideologías de derecha y de izquierda continúan imperando en los corazones argentinos.
¿Cuál es el mensaje que nos deja la vida extraordinaria del General San Martín? Volver a la Fe católica; confiar en Dios Nuestro Señor Jesucristo, que murió en cruz para salvarnos, para atravesar no ya los picos altísimos de la Cordillera de los Andes para derrotar a un enemigo terreno y ocasional, sino para atravesar el umbral de la muerte, que nos conduzca a las alturas insospechadas de la unión con Dios Uno y Trino; recurrir a la Madre de Dios, para que tome el bastón de mando de nuestras almas, para que sea Ella la Generala que conduzca nuestras vidas, y nos guíe hacia la victoria contra los tres grandes enemigos, el demonio, el mundo y la carne, para que sea Ella la que enarbole, por nosotros, el victorioso estandarte ensangrentado de la cruz de Jesús.
¿Qué nos diría el General San Martín a nosotros, que vivimos en el siglo XXI, si fuéramos parte de su glorioso Ejército? Si fuéramos soldados del General San Martín, nos diría: cree en el Hombre-Dios Jesucristo; recurre a la protección e intercesión de la Madre de Dios; asiste a Misa todos los días, para recibir a Jesús en la Eucaristía; espera confiado el fin de tus días, revestido con su escapulario, el escapulario del Carmen, y así, fortalecido con la Fe en la Santa Iglesia Católica, podrás atravesar el umbral de la muerte en paz para iniciar la feliz eternidad, la comunión de vida y de amor con las Tres Personas de la Santísima Trinidad.



Y así realizaremos la Patria, porque sólo aquí tiene la Patria sentido, porque la Patria no es lugar de despliegue de ideológías anti-humanas; la Patria es una unidad de destino en lo trascendente, y lo trascendente es la salvación del alma y la comunión, por toda la eternidad, con las Tres Divinas Personas. Ser patriota y realizar la Patria es procurar la propia salvación, y la de los demás, y este es el mensaje del General San Martín para nuestros días.