Nuestra Señora de Malvinas

jueves, 10 de diciembre de 2015

Dios Trino bendiga nuestra Patria Argentina y a su Presidente



Que el Ángel Custodio de Argentina proteja a nuestro Presidente Ing. Mauricio Macri
y que la Patrona y Dueña de la Argentina, 
Nuestra Señora de Luján, 
cubra con su Manto celeste y blanco a todos los argentinos, 
para que en nuestra Patria reinen el Amor y la Justicia de Dios.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Al Ángel Custodio de la Patria Argentina


         
         Amado Ángel Custodio de Argentina, nos dirigimos a Ti, a quien la Divina Providencia ha puesto para que veles sobre nuestra Patria, para que, intercediendo ante Dios Uno y Trino, a quien tú adoras, amas y sirves, y por la mediación de María Santísima, nos concedas a los argentinos la paz del Señor Jesús, la única paz verdadera que puede dar reposo al alma. Pero para obtener esta paz celestial, que inunda al alma desde lo más profundo del ser, es necesario que los argentinos elevemos la mirada para contemplar a Jesús Misericordioso y clamar su misericordia, según sus propias palabras: “La humanidad no encontrará la paz, hasta que no se vuelva con confianza a mi Misericordia”[1]. No encontraremos la paz, hasta que no elevemos la mirada a Jesús Misericordioso.
         Santo Ángel Custodio de Argentina, vela sobre nuestra amada Patria, nacida bajo la Santa Cruz del Salvador y cobijada por el Manto celeste y blanco de la Patrona y Dueña de la Patria, Nuestra Señora de Luján.
         En nuestros días los argentinos necesitamos, hoy más que nunca, arrodillarnos ante Jesús crucificado, el mismo Jesús que, desde la cruz, presidió en el Congreso de Tucumán la Declaración de la Independencia. Los argentinos nacimos bajo la cruz de Cristo, porque fue ante Él, el Cristo de los congresales, que se declaró el nacimiento de la Patria Argentina en la Casa Historica. Los argentinos también nacimos bajo el manto de María, porque el General Belgrano le dio los colores celeste y blanco a la Bandera Nacional, como homenaje a la Inmaculada Concepción de Luján, de manera que al contemplar nuestra Enseña Patria, contemplamos, al mismo tiempo, el Manto de la Virgen.
         Como Patria y como Nación, los argentinos vivimos días oscuros, días de confrontación, división y discordia, que lleva a mirar al hermano como a un enemigo, lo cual es aborrecible a los ojos de Dios -"la discordia es peor que la hechicería" (cfr. 1 Sam 15, 23)- y esto nos sucede porque nuestras leyes, la gran mayoría de nuestras leyes humanas, no se basan en la Ley de Dios. Los argentinos vivimos días turbulentos porque nos hemos alejado, voluntariamente, del Único que puede darnos la paz, Jesucristo, el Hombre-Dios.
         Oh Santo Ángel Custodio de Argentina, tú que estás delante de Dios, adorándolo día y noche en los cielos; tú que te postras ante el Cordero de Dios; tú que te gozas y alegras por la contemplación de Dios Uno y Trino; tú que estás a las órdenes de la Madre de Dios, Reina de los ángeles, te pedimos que veles sobre nuestra Amada Patria Argentina, para que en ella reine la paz de Dios, para que los argentinos elevemos la mirada al Dador de toda paz verdadera, Cristo Jesús. Ruega también a la Dueña y Patrona de la Patria, la Virgen Inmaculada, Nuestra Señora de Luján, para que su Manto celeste y blanco se extienda sobre nuestra amada Argentina, para que la proteja y libere de sus enemigos -que no son el hermano argentino, el compatriota, sino “las potestades oscuras de los aires” (cfr. Ef 6, 12)-, para que así, protegidos por María Santísima, el amor de Dios sea infundido en los corazones de todos los argentinos.
Sólo así, arrodillados ante la Santa Cruz, abrazando y besando los pies llagados de Jesús Crucificado, y cubiertos por el Manto celeste y blanco de Nuestra Señora de Luján, los argentinos tendremos paz, no la paz “como la da el mundo” (cfr. Jn 14, 27), sino la paz que sobreviene al alma por la gracia del Dador de la paz verdadera, el Hombre-Dios Jesucristo.



[1] Diario de Sor Faustina, 300.

martes, 24 de noviembre de 2015

El Combate de Obligado, símbolo de la Soberanía Nacional


         El Combate de la Vuelta de Obligado, librado por las fuerzas federales comandadas por el Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas, constituye un hito en la consolidación de la Nación Argentina como Patria. No se trató de una mera reacción de defensa natural ante la agresión externa, ni tampoco el motivo fue la economía: fue la decisión de luchar y combatir para defender no solo un territorio, sino lo que constituye una Patria: una historia, una religión –en este entonces, la Religión Católica era abrumadoramente mayoritaria- y una nación. Es decir, el motivo de la lucha fue por algo inmensamente más grande que un impulso natural a defender lo propio; tampoco fueron motivos de índole económica y, mucho menos, ideológica: lo que llevó a combatir en Obligado, fue el deseo de defender la Patria y esta defensa fue lo que consolidó a la Patria. Ésa es la razón por la cual el Combate de la Vuelta de Obligado se convirtió en símbolo de la Soberanía Nacional.
         En nuestros días, acechan a nuestra Patria Argentina peligros mucho más grandes que la invasión física de flotas extranjeras: nuestra Patria está en peligro porque sus enemigos son, ante todo, de orden espiritual e ideológico y están armados, más que con cañones y tanques, con pensamientos del todo extraños al Ser Nacional Argentino –católico, hispano, criollo, que es la unión del español con el natural de estas tierras-. En nuestros días, tanto las sombras de ideologías siniestras en el plano del pensamiento, como del gnosticismo en el plano del espíritu, oscurecen de tal modo el pensamiento y el corazón de los argentinos, que amenazan con borrar la historia de la Patria, nacida a la sombra de la Cruz de Cristo y bajo el manto celeste y blanco de la Virgen de Luján, para reemplazarla por una Argentina desconocida, neo-pagana, gnóstica y populista, que no cree en Jesucristo como su Dios y Rey, sino que persigue un utópico e inexistente paraíso terrestre, al cual se llegará al final de un violento enfrentamiento entre clases ricas y pobres, que finalizará con la desaparición de los que más tienen y con el nacimiento por lo tanto de una sociedad igualitaria, anti-natural, en donde todos serán “libres, hermanos e iguales”.

         Hoy, como ayer, es necesario tener el mismo espíritu de los patriotas que combatieron en Obligado y luchar por la Patria, con las armas espirituales: fe, oración, sacrificio y adoración al Único Dios Verdadero, Dueño y Señor de Argentina, el Hombre-Dios Jesucristo.

lunes, 17 de agosto de 2015

El legado de religión, amor a la Patria y pobreza cristiana del General San Martín para los argentinos


         En tiempos de profundas crisis de valores, como el que vivimos, en los que más que crisis de valores, deberíamos hablar de “inexistencia de valores”, sean éticos, morales, religiosos, porque todos han sido reemplazados por el afán de dinero y de poder, es conveniente que una nación vuelva la mirada hacia sus próceres, para tomar de ellos el rumbo que una nación, como la Argentina, la ha perdido, al menos en la inmensa mayoría de su clase dirigente.
El General San Martín, en cuanto Padre de la Patria, es un ideal a imitar por parte de los argentinos: en el plano personal y religioso, no buscó, en su vida, nada que no sea la gloria de Dios; en el plano nacional, no buscó nada que no fuera el Bien Supremo de la naciente Patria Argentina. El hecho de que haya buscado sólo la gloria de Dios, lo indica su ferviente catolicismo, el cual -a despecho de quienes afirman, sin pruebas fundadas, que fue masón-, se manifestó, entre otras cosas, en su gran devoción mariana –lo cual jamás haría un masón- y en su preocupación permanente por no solo practicar él la religión católica, sino en hacerla practicar por los integrantes del Ejército naciente, implementando la celebración de la Santa Misa, mandando imponer los Escapularios de Nuestra Señora del Carmen a los soldados, castigando severamente la blasfemia a Nuestro Señor, etc. Además, como corolario de una vida espiritual católica, murió asistido por la Santa Religión, teniendo entre sus manos un crucifijo, al momento de morir[1].
Con respecto a la Patria, no buscó nada más que su Bien Supremo, y esto lo demostró dando literalmente su vida por ella, buscando su Independencia –pues él fue quien instó a los Congresales a que declararan cuanto antes la Independencia en el Congreso de Tucumán, necesario para evitar la disolución de lo que fuera el antiguo Virreinato y del Río de la Plata en republiquetas bananeras pertenecientes a Francia e Inglaterra; fue San Martín quien sostuvo que no importaba el régimen que se implementara, siempre y cuando se conservara la “Santa Religión Católica”-, y cuando vio que la Patria naciente se encontraba bajo la grave amenaza de las luchas entre hermanos, no dudó en calificar duramente a sus más temibles enemigos, que no eran ni los franceses ni los ingleses –que sí eran enemigos de la Patria y de su religión-, sino algunos de sus hijos, los propios argentinos, quienes movidos por la ideología liberal, buscaban destruir a la Patria desde adentro; a estos liberales, San Martín no dudó en llamarlos “hombres infernales”, y no dudó tampoco en retirarse, en la más completa pobreza, de todo cargo y de toda política, para no “manchar su sable con la sangre de argentinos”, sus hermanos
Amor a Dios, a su Hijo Jesucristo y a la Virgen; devoción a la Santa Misa y al Escapulario del Carmen; defensa de la Religión Católica; la elección de la pobreza material como estilo de vida; el rehuir a los honores; evitar el estéril enfrentamiento entre los argentinos, estos son algunos de los principales legados del Padre de la Patria, el General Don José de San Martín, para los argentinos, en estos días de tanta oscuridad.

        




[1] Nada de esto haría un masón, con lo cual queda descartada su pertenencia a la Masonería.

miércoles, 8 de julio de 2015

El Cristo de los Congresales presidió el nacimiento de la Nueva Nación Argentina el 9 de Julio de 1816


          No se puede celebrar la Independencia de nuestra Patria sin tener en cuenta lo sucedido inmediatamente antes, durante y después del 25 de Mayo de 1810 y sin tener en cuenta, además, el deseo del Padre de la Patria, el General Don José de San Martín, de que se declarara cuanto antes la Independencia en el Congreso de Tucumán –con la expresa indicación de que no se tocase la Religión Católica[1]-, pues veía, con claridad profética, cómo los enemigos de la Patria –los internos y los externos- querían repartirse sus despojos aún antes de haber esta nacido.
Para 1816, urgía declarar la Independencia, pues los enemigos de la Patria, que actuaban desde adentro y desde afuera, no habían sido conjurados, y eran los mismos enemigos que en 1810 pretendían repartirse sus despojos, así como los piratas se reparten entre sí un mal habido botín. Dice así un autor: “Inaugurado el período de la Asamblea del Año XIII, (1812 a 1815), si bien se decretan fundamentales  libertades  civiles,  los alvearistas, sujetos a la tutela inglesa, postergan el grito de independencia a fin de no comprometer sus designios de política internacional antinapoleónica. Es época de sucesivas misiones diplomáticas  ante la Corona Inglesa y sus representantes. Así, una carta de Alvear, entregada por Manuel José García al representante británico en Río de Janeiro y al  ministro de Relaciones Exteriores de Inglaterra, suplicaba ignominiosamente: “En estas circunstancias solamente la generosa nación británica puede poner un remedio eficaz a tantos males, acogiendo en sus brazos estas provincias que obedecerán a su gobierno y recibirán sus leyes con el mayor placer...Estas provincias desean pertenecer a Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a la generosidad y la buena fe del pueblo inglés y  yo estoy dispuesto a sostener tan justa solicitud para librarla de los males que la afligen. Es necesario que se aprovechen los momentos, que vengan tropas que impongan  a los genios díscolos y un jefe autorizado que empiece a dar al país las formas que sean del beneplácito del rey y de la Nación”[2].
Consciente de los gravísimos peligros que acechaban a la Patria, y declarando a los enemigos internos, los liberales, como “hombres infernales”, el Padre de la Patria, San Martín, animará, en abril de 1816, a los congresales reunidos en Tucumán, a dar el gran paso de declarar la Independencia, es decir, de cristalizar lo comenzado en 1810, de esta manera: “¡Hasta cuándo esperaremos a declarar nuestra independencia! ¡No le parece a Usted una cosa bien ridícula acuñar moneda, tener el pabellón y cocarda nacional y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos! ¿Qué nos falta más que decirlo? Por otra parte, ¿qué relaciones podremos emprender cuando estamos a pupilo? Los enemigos, y con mucha razón, nos tratan de insurgentes, pues nos declaramos vasallos... ¡Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas!”[3].
Los dos deseos del Padre de la Patria –la Declaración de la Independencia y el mantenimiento de la Religión Católica- se verán colmados con creces en el Congreso de Tucumán, porque la Independencia de la Nación Argentina se declaró a los pies del Cristo de los Congresales, con lo que se puede afirmar, que el nacimiento y la unidad de la Nación Argentina fueron sellados con la Sangre del Redentor, Nuestro Señor Jesucristo. No fue una casualidad que el Cristo de los Congresales presidiera la firma de la Declaración de la Independencia de la Nación Argentina, ni que 13 de sus congresales fueran sacerdotes: Nuestro Señor intervenía en la historia de nuestra Patria naciente, para sellar, con la Sangre de su cruz, tanto el nacimiento como la unidad de la Nación Argentina.
Ya en 1810, el Padre Castañeda se había expresado acerca del origen providencial y divino de la independencia política –aunque no religiosa ni cultural- de España -por lo que el Congreso del 9 de Julio de 1816 venía a ser la cristalización del noble gesto del 25 de Mayo de 1810, de adhesión filial a la corona española, pero al mismo tiempo, de asunción del gobierno autónomo por parte del pueblo soberano del Virreinato-; por lo tanto, si como dijo el Padre Castañeda, “la obra del 25 de Mayo no fue obra nuestra, sino de Dios”[4], también podemos decir que la obra del 9 de Julio de 1816, no fue obra nuestra, sino de Jesucristo, porque la firma de la Independencia se realizó a los pies de la cruz de Nuestro Señor Jesucristo: fue el Cristo de los Congresales quien presidió el nacimiento de la Nueva Nación Argentina el 9 de Julio de 1816.
Hoy, cuando la Patria atraviesa gravísimos momentos, pues se encuentra acechada por quienes buscan demoler sus cimientos, profanándola a diario con espectáculos soeces e innobles[5] e implementando leyes inicuas[6] y contrarias a la naturaleza[7], degradando sus aniversarios –que, por ser patrios, son sagrados- a mezquinos y extemporáneos mítines políticos, resulta imperioso elevar los ojos y el corazón hacia el Cristo de los Congresales, para que su Sangre, la misma Sangre que selló el nacimiento y la unidad de nuestra Nación, sea la que no solo nos purifique y nos libre de todo mal, sino la que eleve, a todos los argentinos, a los más altos grados de santidad y la que conceda, a nuestra Patria, el don de la paz, de la justicia, del bien, de la verdad, de la fraternidad, dones que solo provienen del Ser trinitario divino.




[1] Meses antes, el 26 de enero de 1816, escribía a Godoy Cruz, congresal de Tucumán, insistiendo en la necesidad de declarar prontamente la independencia; en cambio, con respecto a la forma de gobierno, sólo le preocupa que el sistema adoptado no manifieste “tendencia a destruir Nuestra Religión”. Cfr. Aníbal A. Rottjer, La Masonería en la Argentina y en el mundo, Editorial Nuevo Orden, Buenos Aires5, 409.
[2] Cfr. Susana Cosettinni de Talvo; http://www.crucedelosandes.com.ar/declaracion.asp
[3] http://www.crucedelosandes.com.ar/declaracion.asp
[4] Cfr. Guillermo Furlong, Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la Patria naciente, Ediciones Castañeda, 1994, 381-382.
[5] Cfr. el innoble espectáculo en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA; cfr. http://www.infobae.com/2015/07/01/1739029-polemica-un-show-sadomasoquista-la-uba; http://www.minutouno.com/notas/1275660-la-embajada-espanola-financio-las-activistas-del-posporno-la-uba.
[6] Guía de Abortos no punibles; cfr. http://www.argentinosalerta.org/content/alerta-rechaza-guia-abortista-de-ministerio-salud; ley de la eutanasia; cfr. http://www.infobae.com/2015/07/07/1740203-la-corte-suprema-reconocio-el-derecho-todo-paciente-decidir-su-muerte-digna
[7] Ley de identidad de género.

sábado, 20 de junio de 2015

La Bandera Nacional lleva los colores del Manto de la Inmaculada Concepción



¿Cuál es el origen de la Bandera Argentina? ¿En qué se inspiró el General Manuel Belgrano para darle los colores celeste y blanco? Una respuesta superficial y rápida, proporcionada por la historiografía liberal, nos dice que el General Belgrano se inspiró en el firmamento; es decir, simplemente, un buen día, miró hacia lo alto, vio el color celeste del cielo y el blanco de las nubes, y decidió que esos serían los colores de la enseña de la nueva nación surgía sobre la faz de la tierra. Sin embargo, no hay nada más alejado de la verdad que esta versión, la cual no tiene ningún asidero en la realidad. Los documentos históricos prueban que el General Manuel Belgrano no se inspiró en el cielo atmosférico para crear la bandera, sino que, debido a que era ferviente devoto de Nuestra Señora de Luján, que es la Inmaculada Concepción. Así lo sostiene el autor A. Rottjer, citando las declaraciones textuales del hermano del General Belgrano, el Sargento Carlos Belgrano: “El sargento mayor Carlos Belgrano, que desde 1812 era comandante militar de Luján y presidente de su Cabildo, dijo: ‘Mi hermano tomó los colores de la bandera del manto de la Inmaculada de Luján, de quien era ferviente devoto’. Y en este sentido se han pronunciado también sus coetáneos, según lo aseveran afamados historiadores”[1].
Esta consideración no es de menor importancia, porque significa que la creación de la Bandera Nacional fue un acto de devoción mariana, desde el momento en que el General Belgrano quiso que la enseña nacional llevara explícitamente los colores del Manto de la Inmaculada Virgen de Luján, y si fue un acto de devoción mariana, fue una gracia, y si fue una gracia, fue concedida por la Virgen, Medianera de todas las gracias, pues no hay gracia que no venga por medio de la Virgen y, si la Virgen concede una gracia, es por voluntad de Dios. En síntesis, por voluntad de Dios, nuestra Bandera Nacional, lleva los colores del manto de la Virgen de Luján, la Inmaculada Concepción, lo cual es un honor, un halago, una honra y una dicha sin igual para el pueblo argentino. Parafraseando al Coronel Domingo French, en su proclama en Luján, del 25 de Mayo de 1812, podemos decir, con alegría sobrenatural, que contemplar y besar la enseña nacional, es como contemplar y besar el Manto de la Inmaculada de Luján[2].
Lamentablemente, la alegría de poseer una Bandera Nacional, la más hermosa de todas las banderas nacionales de la tierra, por ser el Manto de la Inmaculada de Luján, se ve empañada este año por la triste noticia de que en nuestra Patria ha sido aprobada una ley inicua, una ley que arrasará con la vida de muchos argentinos inocentes e indefensos por nacer, la ley del aborto libre e irrestricto[3].
No podemos dejar de mencionar este triste y lamentable hecho en este día patrio, porque la inicua ley, aprobada en vísperas del Día de la Bandera, es de tal magnitud, que de alguna manera ensombrece y llena de luto este día patrio y, anticipadamente, muchos otros días más.
Que la Virgen de Luján, Patrona y Dueña de nuestra Patria, se apiade de sus hijos argentinos.



[1] Rottjer, A., El general Manuel Belgrano, Ediciones Don Bosco, Buenos Aires 1970, 66.
[2] “¡Soldados! Somos de ahora en adelante el Regimiento de la Virgen. Jurando nuestras banderas os parecerá que besáis su manto. …Al que faltare a su palabra, Dios y la Virgen, por la Patria, se lo demanden”. Proclama del Coronel Domingo French, pronunciada en Luján el 25 de septiembre de 1812; en P. Salvaire, J. M., Historia de Nuestra Señora de Luján, Tomo II, 1885, 268ss.
[3] https://www.aciprensa.com/noticias/argentina-legaliza-aborto-prohibe-ecografias-y-viola-libertad-de-conciencia-48520/

miércoles, 10 de junio de 2015

El día más negro de la flota Inglesa… y uno de los días más gloriosos de la Patria (Ataque en Bahía Agradable, 8 de Junio de 1982)


 Según declaraciones de los propios ingleses, el día 8 de Junio de 1982, fue, en propias palabras, “el día más negro de la flota”, debido al intenso ataque sufrido por las fuerzas invasoras inglesas, de parte de Argentina. En ese día, los ingleses sufrieron cuantiosas pérdidas, tanto en hombres como en material de guerra[1]. Los ingleses ya habían sufrido un duro y valeroso ataque de la aviación el 25 de mayo, día en el que fueron hundidos el destructor HMS Conventry y el buque portacontenedores Atlantic Conveyor; anteriormente, el 4 de mayo, en el ataque al HMS Sheffield, esta nave había sido averiada por un Exocet, hundiéndose posteriormente, siendo el primer buque de guerra inglés en ser destruido después de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, el día que dio origen a la expresión de los ingleses fue el 8 de Junio, puesto que en ese día, fueron atacados por los A-4B las naves de desembarco que se encontraban en Bahía Agradable, RFA Sir Galahad y RFA Sir Tristan, resultando seriamente averiado el primero y el segundo hundido[2]. Los ingleses denominaron este día “el más negro de la flota británica”, ya que sufrieron los más graves daños y pérdidas en lo que iba del transcurso de la guerra.
Ahora bien, puesto que se trataba de la defensa de la Patria, si para los ingleses fue “el día más negro de la flota”, podemos decir, por la magnitud de los daños sufridos por la fuerza agresora, que fue “uno de los días más gloriosos y brillantes de la Patria”. ¿Y por qué “uno de los más gloriosos y brillantes” y no el más glorioso y brillante? Porque ese día sobrevendrá cuando las Islas Malvinas regresen a la Patria e integren total y completamente nuestro territorio nacional y nuestra historia patria[3]. ¿Y cuál será el día más glorioso y brillante de todos, para nuestra Patria? Será el Día de la Parusía, el Día del retorno glorioso de Nuestro Señor Jesucristo. Hasta tanto, celebramos a los Héroes Nacionales que, con sus vidas, dieron origen a “uno de los días más gloriosos y brillantes de la Patria, el 8 de Junio de 1982, ocurrido en la Bahía Agradable, Islas Malvinas, Argentina.




[1] Un total de 56 militares británicos murieron, y 150 fueron heridos. Cámaras de televisión de la BBC registraron imágenes de los helicópteros de la Marina Real flotando en el humo espeso para izar a los sobrevivientes de los buques de desembarco incendiados. Cfr.: https://www.facebook.com/notes/claudio-aguilera/el-dia-mas-negro-de-la-flota-inglesa/899447766738158
[3] Recordemos que el actual Papa Francisco, siendo aún cardenal de Buenos Aires, llamó a los ingleses en Malvinas: “usurpadores”.

domingo, 24 de mayo de 2015

El 25 de Mayo y la imperiosa necesidad de recuperar su primigenio sentido para enfrentar la anomia del presente y evitar el abismo del futuro


Cuando los líderes de las dos máximas superpotencias del mundo felicitan a nuestro país en nuestra fecha patria por ser adalid en leyes contrarias a la naturaleza y a la Ley de Dios[1], los argentinos debemos preguntarnos seriamente en qué momento nos desviamos del proyecto original de Patria ideado por nuestros máximos próceres; debemos preguntarnos también qué estamos haciendo en el presente, para llegar al punto en el que estamos, y debemos preguntarnos, no hacia dónde nos dirigimos, sino cómo hacer para invertir para la marcha, porque de lo contrario, la caída en el abismo moral y espiritual hacia el cual marchamos a pasos agigantados, será inevitable e irrecuperable.
Para empezar a comprender la pérdida del sentido moral y espiritual en el que nos encontramos y para invertir el proceso de profunda anomia y relativismo en el que vivimos como Nación, es necesario reflexionar sobre nuestra principal fecha patria -y no reducirlo a mezquinos intereses partidarios utilizándolo como tribuna ideológica-, para recuperar el verdadero sentido del 25 de Mayo de 1810, que es lo que nos permitirá a su vez comenzar a invertir el proceso anómico al que hacemos referencia. Para ello, es necesario hacer un poco de historia[2].
Junto a otros autores, sostenemos que en los hechos del 25 de Mayo de 1810 no hubo una “revolución” propiamente dicha –llamaremos al proceso “restauración”, y veremos porqué-, sino un pacífico regreso del poder -dentro del marco de la ley vigente entonces-, del rey de España, que había sido apresado por Napoleón, al pueblo hispano-criollo de ultramar. Al respecto, la frase que condensa, en su esencia, al 25 de Mayo, la pronunció Fray Castañeda, quien sostenía que el 25 de Mayo era un “monumento a nuestra eterna fidelidad al rey Fernando VII, al tiempo que el padrón de nuestra independencia y soberanía”[3]. Para Castañeda, no era una revolución, sino una declaración de fidelidad al rey, al mismo tiempo, que declaración de independencia y que por lo mismo, el 25 de Mayo debía amanecer como “un día sagrado, sublime”, por el cual “debíamos postrarnos ante Dios, dando gracias”, puesto que nada habíamos hecho para merecer tal don. “Fidelidad e independencia”, dice Castañeda, y parecen dos cosas contradictorias e irreconciliables, y sin embargo no lo son, y constituyen la causa de nuestra mayor honra y gloria como Nación, pues es un don divino, siempre según Castañeda, y es hacia donde siempre debemos mantener fija la mirada, sino queremos caer en el abismo hacia el cual precipitadamente nos estamos dirigiendo en nuestros días.
Para entender un poco más las palabras de Fray Castañeda, continuemos haciendo un poco de historia, intentando desentrañar el profundo sentido patriótico del 25 de Mayo de 1810.
Hay que decir que, tanto en el Virreinato del Río de la Plata, como en el resto de las Indias Occidentales, se acataba al rey de España por el hecho de que el rey era “señor de América”, y que este título le había sido concedido por el Santo Padre[4]. En otras palabras, de este lado de ultramar, se puede decir que, lejos de albergar sentimientos anti-monárquicos y conspirativos contra la corona, todos eran monárquicos y acataban al rey y lo acataban porque, según las leyes de Indias promulgadas en 1680, estas tierras, habían sido donadas al rey de España, a título de “señor de las Indias Occidentales”, por el Papa. ¿Y por qué la Santa Sede se arrogaba el derecho de dar este título al rey de España? Porque Jesucristo, en cuando Dios, es Dueño de cielos y tierra. Como decimos, entonces, todos acataban al rey, es decir, todos eran “realistas” y se obedecía al rey por ostentar el título de “señor de las Indias Occidentales” por donación papal; además, se consideraba que el rey, en cuanto rey, era el padre de todos los súbditos del imperio y España, hasta ese momento, era un imperio, el imperio más grande de la tierra.
Precisamente, la causa por la cual el Virreinato se ve obligado a retomar el poder –de modo legítimo, que le corresponde por derecho-, es la entrada en crisis del imperio español, principalmente, por que el rey de España es apresado y no deja regente.
Debido a la agresión de Napoleón sobre España, el rey Fernando VII había dejado la corona de Castilla vacante, sin regente, por lo que, según las leyes vigentes, la potestad regresaba a los Cabildos. En otras palabras, la doctrina que regía en ese entonces, y que ampliamente aceptada en las Indias Occidentales, consistía en lo siguiente: si el trono quedaba vacante y no había regente, se concedía a los Cabildos una “autonomía provisoria”. Y esta “autonomía provisoria” –y ésta es la razón por la cual no se debe hablar de “revolución” propiamente en Mayo de 1810- nada tiene que ver con las doctrinas roussonianas de “soberanía popular”, según la cual “el poder viene del pueblo”. De acuerdo al prestigioso historiador Enrique Díaz Araujo, el decreto de autonomía por parte del Cabildo no se hace en contra de España, de su cultura, de su religión, sino que se basa en una norma de derecho público hispano y, como veremos, sí lo hace en repudio al ilegítimo Consejo de Regencia: “no repudiaban a Quevedo, Tirso de Molina o a Fray Luis de León; tampoco las Cruzadas, la Reconquista o el Descubrimiento colombino, sino al ilegítimo Consejo de Regencia”[5].
La situación, entonces, es que el rey ha sido apresado, sin dejar regente, con lo cual, correspondería que los Cabildos retomasen el poder legítimo, de modo soberano. Sin embargo, sucede algo que cambiará los planes. En España, los Cabildos peninsulares se asocian y crean la llamada “Junta Central de Sevilla”, pero sin permiso del rey, por lo que a la postre carecerá de legitimidad. Buenos Aires jurará, aunque de mala gana, fidelidad  a esa junta.
El problema con esta Junta Central de Sevilla –la cual terminará por disolverse en enero de 1810- es que, no solo no cuenta con el aval del rey, y por eso es ilegítima, sino que además, es de clara tendencia liberal; usurpa los derechos de los españoles americanos, al quitarles el privilegio de gobernarse con leyes propias[6] y, lo más grave de todo, es que está impregnada de la nefasta ideología humanista-masónica de la Revolución Francesa, además de aliarse con Inglaterra.
De esta manera, vemos cómo la ideología revolucionaria francesa toma el poder en España, con el intento de tomarlo luego en el Virreinato del Río de la Plata y en el resto de las Indias Occidentales: primero, apresando a Fernando VII; luego, infiltrando a la Junta de Sevilla, la suma de Cabildos de España (acto seguido, intentará hacerlo, como veremos, con el Consejo de Regencia. La resistencia de los patriotas a estos falsos gobiernos, es providencial, como dice Castañeda, porque al asumir el gobierno de forma independiente, salva a nuestra Patria de caer en las garras del imperio anglo-francés, a la par que mantiene su fidelidad a Fernando VII, sin renunciar a la Hispanidad ni a la religión católica; en esto consiste la grandeza de la "Restauración de Mayo").
Posteriormente, cuando esta Junta se disuelve, algunos diputados se trasladan a Cádiz, en donde, bajo guía del vicecónsul John Hooklam Frére, fundan un “Consejo de Regencia”, lo cual equivale a decir que la situación para los patriotas del Virreinato se agrava considerablemente, pues ya no es solo la Revolución Francesa la que ha infiltrado el poder de la España peninsular, sino ahora también la Inglaterra imperial, ávida del oro, de las tierras y de las riquezas de nuestras tierras. Ahora, los habitantes del Virreinato se enfrentarán a un doble enemigo: Francia e Inglaterra, disfrazados bajo la máscara de un falso gobierno peninsular, que reemplaza ilegítimamente al rey Fernando VII. Bajo el nombre de “Consejo de Regencia”, instalado en Cádiz, se ocultaban las potencias de Francia e Inglaterra, que deseaban ávidamente repartirse estas tierras con todos sus tesoros[7].
Es a este Consejo de Regencia al cual se pretendía que se obedeciera, y es por eso que, las mentes más lúcidas y los corazones más valerosos de los patriotas de Mayo se dieron cuenta rápidamente del gravísimo peligro al cual se enfrentaban el Virreinato y las Indias Occidentales todas, y buscaron de establecer, con toda rapidez, un gobierno que, al mismo tiempo que se mantenía fiel a Fernando VII –y al legado papal-, asumiera el gobierno de forma autónoma –de acuerdo al derecho vigente-, y es esto lo que hicieron, y esto lo que constituye la causa de nuestro más grande orgullo como argentinos, y la razón de nuestra eterna gratitud para con Dios, como dice Fray Castañeda, porque “no fue obra nuestra”: “Por nuestra parte, ninguna cosa buena hemos hecho (...) y aún la del 25 de Mayo no es obra nuestra, sino de Dios”[8].
Frente al virrey, que pedía obediencia servil al ilegítimo Consejo de Regencia, responde así Cornelio Saavedra, argumentando la ilegitimidad de dicho consejo y la consecuente legitimidad de la asunción del gobierno por parte del Cabildo de Buenos Aires: “Todas sus provincias y plazas están subyugadas por aquel conquistador (Napoleón), excepto Cádiz y la isla de León, como nos aseguran las gacetas que acaban de venir… -¿Cádiz y la Isla de León son España?¿Este territorio inmenso, sus millones de habitantes, han de reconocer soberanía en los comerciantes de Cádiz y en los pescadores de la Isla de León?¿Los derechos de la corona de Castilla a que se incorporaron las Américas, han recaído en Cádiz y la Isla de León…? No señor; no queremos seguir la suerte de España, ni ser dominados por los franceses; hemos resuelto reasumir nuestros derechos y conservarnos por nosotros mismos. El que dio a V.E. (la Junta Central) autoridad para mandarnos ya no existe; por consiguiente tampoco V.E. la tiene ya”.
Es en este preciso momento, entonces, en donde se da la verdadera “Restauración de Mayo” –porque lo que se restaura es el poder a su legítimo dueño, que es el Cabildo de Buenos Aires-, porque el Consejo de Regencia de Cádiz no es reconocido ni en Buenos Aires ni en ningún otro lugar de América, declarándose que no tenía potestad ni derecho para ejercer gobierno alguno. Así, se determina que no se obedecerá a dicho Consejo,  y que se continuará siendo fieles, obedientes y leales al rey. Así se pronuncia Castelli, a un alto prelado que insistía con el Consejo de Regencia: “Mire, monseñor, Ud. sabe bien que la Junta Central ha desaparecido, y que está en su remplazo, el Consejo de Regencia al cual nadie ha jurado ni tiene legitimidad para actuar. Ya hemos visto Las Leyes de Indias, las Leyes de Partidas; todo el problema está resuelto: el rey está preso, no hay regente, el poder recae en los cabildos, en los pueblos”[9].
¿Por qué se proclamó la Primera Junta? Lo dice el Registro Oficial de la República Argentina, en la circular del día 27 de Mayo: el rey ha sido apresado y no ha dejado, las Indias Occidentales no pueden ser gobernadas por el gobierno de España porque este no tiene autoridad, el Consejo de Regencia es usurpador. Se estableces, por otra parte, que existe el grave riesgo de que estas tierras sean entregadas a las potencias anglo-francesas, por lo que se determina establecer, a nombre del Rey –conservando la fidelidad al Rey-, la Junta Provisional, a nombre del Rey. En otra cláusula se establece el respeto por la religión católica y al rey. En la “Proclama” del mismo 26 de Mayo de 1810, la Junta prometía: “Por todos los medios posibles la conservación de nuestra religión santa, la observancia de las leyes que nos rigen, la común prosperidad y el sostén de estas posesiones en la más constante fidelidad y adhesión a nuestros muy amado Rey, el Sr. D. Fernando VII y sus legítimos sucesores en la corona de España”.
Lejos de ser, entonces, una “Revolución”, los hechos de Mayo constituyeron una “Restauración” del legítimo de poder del Cabildo, que representaba al pueblo hispano-criollo-indígena del Virreinato.
De todo lo que hemos visto, podemos constatar que los Patriotas de Mayo estuvieron motivados por las más nobles virtudes humanas: lealtad al Rey, fidelidad al Pueblo Argentino, amor a la religión católica y a la cultura hispana heredadas de la Madre Patria España.
         Si los patriotas de Mayo se reunieron en el Cabildo, no fue para dar un golpe de mano para quedarse ilegítimamente con el poder: fue para salvaguardar, noble y pacíficamente, el orden social, asumiendo legítimamente un poder que ahora residía en la nación, ya que según las leyes vigentes, al abdicar el Rey de España, el Virreynato se volvía automáticamente soberano[10].
Esto es lo que explica las palabras de Fray Paula de Castañeda acerca de 25 de Mayo de 1810, y que son las que reflejan su verdadera y única esencia: “(...) el día Veinticinco de Mayo es (un día) solemne, sagrado, augusto y patrio... (...) el día 25 de Mayo es el padrón y monumento eterno de nuestra heroica fidelidad a Fernando VII; es también el origen y el principio de nuestra absoluta independencia política; es el fin de nuestra servidumbre. Es y será siempre un día memorable y santo, que ha de amanecer cada año para perpetuar nuestras glorias, nuestro consuelo y nuestras felicidades”[11].
A esta esencia del 25 de Mayo de 1810 es a la que debemos volver como argentinos, porque reflejan nuestro Ser nacional, y no la anomia, el relativismo, la pérdida absoluta de valores morales y espirituales que vivimos en la actualidad.




[1] http://www.infobae.com/2015/05/22/1730526-obama-y-putin-le-escribieron-la-presidente-el-aniversario-la-revolucion-mayo
[2] Utilizaré parte de un muy trabajo del P. Dr. Jorge Olivera Ravassi.
[3] Cfr. Guillermo Furlong, Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la Patria naciente, Ediciones Castañeda, 1994, 381-382.
[4] El Virreinato del Río del Plata se regía por las Leyes de Indias de 1680; allí, en la ley 1, titulo 1, libro 3º, se decía que el rey por donación de la Santa Sede Apostólica, y otros justos y legítimos títulos, eran señores de las Indias Occidentales, islas y tierras firmes, en el mar océano, descubiertas y por descubrir, y que estaban incorporadas a su la corona real de Castilla. A continuación, se decía que en ningún momento podían ser separadas de la real corona, por ningún caso, ni en favor de alguna persona. “Prometemos y damos nuestra fe y palabra real por Nos y los reyes nuestros sucesores de que para siempre jamás no serán enajenadas ni apartadas en todo o en parte, ni sus ciudades ni poblaciones, por ninguna causa o razón o en favor de ninguna persona; y si Nos o nuestros sucesores hiciéramos alguna donación o enajenación contra lo susodicho, sea nula, y por tal la declaramos”.
[5] ENRIQUE DÍAZ ARAUJO, op. cit, t. 1, 57.
[6] Dicha Junta Central, de tinte liberal, declarará entre sus primeros actos la igualdad de todos los españoles de los diversos continentes, lo que era una enorme injusticia, pues hacía que las Indias Occidentales perdieran los privilegios que poseía desde 1520, al poder gobernarse con leyes propias. De todas partes de América, entonces, se produjo una respuesta al unísono: “estáis usurpando el derecho de América con el pretexto de hacernos iguales”.
[7] señala José María Rosa, “Los españoles luchaban por su independencia contra Napoleón pagando el precio de abandonarse a la dependencia británica… y hacia Mr. Hooklam Frére. En realidad, en febrero de 1810 sólo quedaban las apariencias de España”.
[8] Cfr. Guillermo Furlong, Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la Patria naciente, Ediciones Castañeda, 1994, 381-382.
[9] Ya quedó aclarado, entonces, que la “Revolución de Mayo”, no fue tal, sino “Restauración de Mayo”. Ahora, con respecto al “pueblo”, que decía que quería saber “de qué se trataba”, dice así el P. Furlong: “hay quienes hablan de democracia en la Semana de Mayo… Todo esto es muy bello pero no es histórico… aquellos hombres no obraron democráticamente, pero reconocemos que obraron cuerda y sensatamente”. Y otros autores, por ejemplo, Domingo Matheu al anotar que en Mayo “no hubo revolución ni movimiento popular; lo que hubo fue un necesidad social y doméstica para asegurar la personalidad pública”; lo mismo escribirá un autor liberal y biógrafo de Mariano Moreno al decir que “no fue una turba, ni una masa, ni una multitud, ni una muchedumbre” la que hizo la revolución; más bien “era una revolución patricia, realizada por una élite que hablaba en nombre del pueblo sin consultarle”, como dijera John Lynch. El mismo Mitre, que no puede ser puesto en duda dado el partido que representa, lo dice en su Historia de Belgrano: “El nombre de ‘pueblo’ se daba a un pequeño grupo de gentes… en el cuartel de Patricios… esto era lo que llamaban pueblo, cuando es absoluta y notoria verdad que (en la Plaza)… el número apenas alcanzara a trescientas personas con ocho caudillos que llevan la dirección del proyecto” (Cfr. Roberto Marfany, El pronunciamiento de Mayo, Theoria, Buenos Aires 1958, 57). Para mal que les pese, entonces, a muchos la Revolución del 25 de Mayo fue hecha por las Fuerzas Armadas, como lo dejó por escrito la misma Junta el 28 de Mayo. Díaz Araujo señala: “Lo que sí quedó absolutamente claro es que las Fuerzas Armadas –invocando al ‘pueblo’ por supuesto– se constituyeron en el poder real en la Semana de Mayo de Buenos Aires, en 1810” (ENRIQUE DÍAZ ARAUJO, op. cit, t. 2, 49).
[10] http://patriasanta.blogspot.com.ar/2012/05/el-25-de-mayo-debe-amanecer-como-un-dia.html
[11] Cfr. Guillermo Furlong, Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la Patria naciente, Ediciones Castañeda, 1994, 381-382.

jueves, 7 de mayo de 2015

Nuestra Señora de Luján y el destino de eternidad para los argentinos y el mundo




         La celebración de la Virgen de Luján como Patrona de la Argentina no se reduce a una mera conmemoración de un hecho acaecido hace unos años, ni mucho menos se trata de un episodio de meros tintes folclóricos; es un hecho sucedido en el pasado, sí, pero que, por designio divino, posee connotaciones en la historia presente y sobre todo en el destino eterno tanto de la Patria como de todos los argentinos, porque la presencia de la Virgen de Luján entre los argentinos no es, ni un hecho fortuito, ni, mucho menos, una obra humana, sino un designio del cielo.
Afirmamos que el hecho de que la Virgen de Luján se encuentre en lugar actual se deba a un designio divino, debido a que el modo en el que llegó la imagen a la Villa de Luján solo tiene una explicación sobrenatural, es decir, celestial: cuando la carreta que en el año 1630 llevaba la imagen de la Virgen en su interior, luego de una parada en el camino, pretendió continuar viaje, no pudo continuar sino luego de bajar de la misma el baúl que traía a la Inmaculada Concepción (que a la postre sería la Virgen de Luján)[1]. Esto fue interpretado –correctamente- como una señal de la misma Virgen, de que quería quedarse en ese lugar, y por ese motivo, a partir de entonces, la Virgen se quedó –milagrosamente- en Luján.
Pero con la permanencia en el lugar, no estaba todavía completo el designio de la Virgen para con nuestra Nación Argentina: dentro de los designios del cielo, faltaba que la Madre de Dios, bajo la advocación de Nuestra Señora de Luján, fuera declarada Patrona de la Argentina. Esto sucedió cuando, luego de ser salvado milagrosamente por la Virgen, el Padre Jorge María Salvaire, en cumplimiento de su promesa, dio inicio a la construcción de la actual basílica, que concluyó con la proclamación de la Virgen de Luján como “Madre, Patrona y Dueña de la Argentina”[2].
Sin embargo, como si fuera poco, faltaba todavía un signo todavía más clamoroso de la maternal protección y predilección de la Virgen sobre nuestra Patria -y tal vez el más clamoroso y asombroso de todos-, en el que la Virgen, podemos decir, intervino personalmente: el creador de la Bandera Nacional, el General Manuel Belgrano, debido a que era un ferviente devoto de la Inmaculada Concepción de Luján, , decidió darle, a los colores de nuestra Enseña Nacional, los colores celeste y blanco, tomados del Manto de la Virgen de Luján, manto que era celeste y blanco porque la advocación de la Virgen de Luján es la de la Inmaculada Concepción. Este hecho está debidamente documentado, y uno de los que testifican a favor, es nada menos que el hermano de Belgrano, el sargento mayor Carlos Belgrano, que desde 1812 era comandante militar de Luján y presidente de su Cabildo, quien dijo así: “Mi hermano tomó los colores de la bandera del manto de la Inmaculada de Luján, de quien era ferviente devoto”[3]. Decimos que la Virgen intervino personalmente en la creación de la Bandera Nacional porque fue un acto de devoción mariana, por parte del General Belgrano, y todo acto de devoción mariana es una gracia y como la Virgen es “Medianera de todas las gracias”, debido a que no hay ninguna gracia que no provenga por mediación suya, la Virgen intervino personalmente en la creación de la Bandera Nacional Argentina, al inspirar al General Manuel Belgrano que los colores de la enseña nacional llevaran los mismos colores de su manto, el Manto de la Inmaculada de Luján.
Como podemos ver hasta aquí, todo lo relacionado con la Virgen de Luján en nuestra Patria Argentina: su Presencia; su condición de ser Madre, Patrona y Dueña de la Patria y de la Nación y el hecho de que nuestra Enseña Nacional lleve los colores de su Manto, todo se debe, no a decisiones humanas, sino a designios del cielo, como hemos visto y podido constatar por documentación histórica y por el análisis de la verdad de lo sucedido. Pero además, el hecho de que la Virgen tenga una predilección especial por Argentina, como lo ha demostrado por medio de su presencia milagrosa en Luján, está confirmado en apariciones recientes, como por ejemplo, la de San Nicolás. En una de estas apariciones -aprobadas por la Iglesia-, dice así la Virgen: “Hijos: Sabéis que os hablo, que estoy muy cerca de vosotros, deseo que estéis vosotros cerca de mi Corazón. Veo una bandera celeste y blanca, es nuestra bandera y otra más grande, toda azul, es un azul claro. Le pregunto por qué veo esas banderas y me dice: “Es que Yo protejo a tu país, protejo a Argentina. Este mensaje es para tu pueblo”. La bandera grande tiene el color de su manto”[4].
En otra aparición más reciente, dice así la Virgen: “M. Reza hija por los pecadores de tu patria que vienen a corromper la armonía nacional. Donde no hay amor no hay patria. Cada patria es sagrada para Mí porque guarda los sentimientos más íntimos de Mis hijos. El que es fiel a su patria es fiel a Dios. El que ama a su patria ama a Dios. Esta patria (N. del R.: Argentina) está consagrada a Mí, por eso Yo la defiendo, y la quiero salvar. El que construye su patria construye con Dios. El que destruye su patria destruye a Dios”[5].
Ahora bien, ¿cuál es el designio de la Virgen para nosotros, sus hijos adoptivos, en cuanto argentinos? Porque si la Virgen, como es evidente, nos ha adoptado como a sus hijos predilectos, en cuanto Nación. La respuesta es que sus designios son designios de grandeza y de eternidad para con nosotros, y no puede ser de otra manera, tratándose de la Madre de Dios, y que estos designios pasan por la consagración a su Corazón Inmaculado y por nuestra santificación a través del rezo diario del Santo Rosario y la Eucaristía, como modo de configurar nuestros corazones a los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Esto lo expresa la misma Virgen, también en una de sus apariciones en San Nicolás: “Gladys, no desaparecerá jamás, la presencia de la Madre de Cristo, en este lugar. Desde aquí pido a mis hijos: La Consagración a Mi Corazón. Esa Consagración, que no requiere papeles ni fórmulas, porque esa consagración irá directamente a Mi Corazón; será única y exclusivamente para Mi Corazón y será recibida por Mi Corazón. Debéis tener amor y devoción a María; oración constante del Santo Rosario y participación diaria en la Santa Eucaristía. En el amor a la Madre, hallaréis el Amor del Hijo; en la oración a la Madre, estaréis en unión con el Hijo y en la Santa Eucaristía, os encontraréis con el Hijo. Bendito sea Jesucristo. Hazlo conocer. Hoy velo especialmente por tu Patria” [6].
Y esto lo quiere la Virgen, para que luego Ella, desde nuestra Patria, conquiste el mundo entero, para Cristo Jesús, Rey del Universo: “Hija mía: Desde tu patria, el Señor está haciendo nacer en el cristiano, un nuevo cristiano. Desde tu patria, estoy posando mis manos sobre todos mis hijos. Si, hija, desde aquí todos los pueblos me conocerán y sabrán que renovar el corazón, es desear que el Señor viva en el corazón. Aleluia. Bendito sea el Altísimo. Puedes darlo a conocer”[7].
Por todo esto, dichosa nuestra Patria, cuya Madre, Patrona y Dueña es la Madre de Dios, la Virgen de Luján. A la Virgen de Luján, Nuestra Madre, Patrona y Dueña, veneración y honra por siempre; a Jesucristo Dios, Nuestro Rey y Señor, adoración y gloria, en el tiempo y en la eternidad.




[1] http://www.ewtn.com/spanish/Maria/luj%E1n.htm#El Milagro de la Imagen:
[2] Cfr. ibídem.
[3] Cfr. Rottjer, A., El general Manuel Belgrano, Ediciones Don Bosco, Buenos Aires 1970, 62.
[4] 05-08-85; Mensaje n. 633.
[5] Cfr. Déjate amar. Mensajes de Jesús a Fabiana Corraro.
[6] 25-05-88; Mensaje n. 1426.
[7] 26-11-86; Mensaje n. 1029.