Nuestra Señora de Malvinas

jueves, 20 de julio de 2023

Julio Argentino Roca, fundador de la Argentina moderna

 



17 DE JULIO DE 1843


NATALICIO DE JULIO ARGENTINO ROCA


"EL FUNDADOR DE LA ARGENTINA MODERNA"


El 17 de julio de 1843 nace Alejo Julio Argentino Roca , el segundo tucumano en ocupar la primera magistratura de la república, el primero en ser reelecto y el ciudadano que más tiempo permaneció frente al Poder Ejecutivo Nacional, al acumular doce años alternados en la Presidencia.


Roca nos legó las bases de la Argentina que conocemos hoy. Ejerció su gestión entre 1880-1886 y 1898-1904. Esperó dos mandatos constitucionales completos para volver a ocupar el sillón de Rivadavia, sin tener que reformar la Constitución Nacional, como sí lo hicieron otros presidentes. Fue el segundo mandatario más joven de la nación. Asumió a los treinta y siete años de edad.


Con 37 años, Roca fue el segundo mandatario más joven de la Argentina


Fue un estadista con todas las letras y el máximo referente de la generación del ochenta, esa camada pujante que fundó el Estado argentino moderno. Como militar, hizo sus primeras armas en los enfrentamientos civiles entre el estado de Buenos Aires y la Confederación Argentina. Hijo del coronel tucumano José Segundo Roca, héroe de la Guerra de la Independencia, de la Guerra contra el Imperio del Brasil y de las guerras civiles, destacó siempre por su valor en el campo de batalla, donde consiguió todos sus ascensos. El joven Roca se desempeñó en la Guerra con el Paraguay, conflicto en el que perdería a su padre, dos de sus hermanos y dos primos. Hasta hoy se recuerda el temple del joven mayor Julio Argentino Roca, cuando tuvo que obedecer, a regañadientes, la orden de retroceder, luego de un frustrado intento argentino de asaltar las trincheras paraguayas en Curupaytí. La providencia quiso que fuera el único jefe que no resultara herido en la acción y que se viera obligado a retirarse, al paso, a la cabeza de su legendario y disminuido batallón Salta, portando en alto, en una mano, la bandera de su unidad, perforada por la metralla enemiga, y en la otra, las riendas de su caballo, que había cedido para cargar allí a un teniente herido, a quien acababa de salvar la vida. Como abanderado le tocó encabezar la para militar para despedir los restos de su padre caído en Curupayti.


Julio Argentino Roca impresionó favorablemente a los distintos presidentes que se sucedieron a partir de la organización nacional. Justo José de Urquiza, amigo de su padre, lo admitió en el Colegio de Concepción de Uruguay, que tenía una sección militar, de donde egresaría como cadete de artillería. Bajo sus órdenes, lucharía hasta agotar todos los cartuchos, disparando su batería de dos cañones en la batalla de Pavón, al negarse a retroceder. Cuando su padre cabalgó hasta su puesto de combate para convencerlo de que había que abandonar la batería, porque la acción estaba perdida, Roca se cuadró ante este "oficial superior" y le dijo que no lo haría, porque no había recibido orden de retirada y porque "les había tomado mucho cariño a mis dos cañones; no los quería abandonar".


Generó muy buen concepto en Bartolomé Mitre, a raíz de su valor demostrado en la Guerra del Paraguay; en Domingo Faustino Sarmiento, sorprendido por su eficacia en el manejo político de los conflictos civiles que, sucesivamente, estallaron en el interior, mientras el Ejército Nacional luchaba en el Paraguay. En esa etapa, Roca desplegó su innato don de líder político y desactivó conflictos. Muchos, usando su capacidad de persuasión, sin tener que disparar un tiro. Sarmiento desconfiaba del joven Roca al principio, tanto que le recriminaría a su ministro de Guerra y Marina, Martín de Gainza: "Le he pedido a usted un hombre de energía e inteligencia, a un guerrero probado y no un barbilindo". Sin embargo, en vísperas de concluir su mandato, el Loco Sarmiento, ante cada situación difícil, le decía a Gainza: "Lo quiero a Roca allí". Así fue que Roca se fue granjeando, de a poco y con eficiencia, el apoyo del cascarrabias mandatario.


Fue durante su trayectoria militar que se consolidó su prestigio. El alter ego de Roca en la Presidencia fue, sin lugar a dudas, su comprovinciano Nicolás Avellaneda. Su asunción como primer mandatario, en 1874, vino acompañada de una seria revuelta, en varios puntos del país. Para sofocar el más grave, en Mendoza, Avellaneda convocó a Roca, quien, merced a una hábil estratagema, venció a los sublevados en una acción donde se produjeron pocas bajas y desbarató a los revolucionarios, entre los que estaba un antiguo superior suyo, a quien Roca facilitó la huida. No bien se enteró de esta victoria, eufórico, desde Buenos Aires, Avellaneda le telegrafió: "Lo saludo, general de los ejércitos de la república, sobre el campo de la victoria". Lo apodó El Zorro, mote que lo acompañaría toda su vida. Así fue como Roca llegó al generalato y Avellaneda empezó a pergeñarlo como sucesor, en la Presidencia.


Fue elegido presidente por abrumadora mayoría en el Colegio Electoral de 1880 (155 votos contra 70). En septiembre de ese año se sancionó la ley por la cual la ciudad de Buenos Aires pasaba a ser, formalmente, capital de la república. Hasta ese entonces, el Gobierno nacional vivía de prestado en la ciudad y se había generado una incómoda cohabitación con el Gobierno de la provincia de Buenos Aires, que también tenía sede allí. A partir de esta ley, originada por el arribo de Roca al poder, se federalizó la ciudad y dos años después, bajo su mandato, se fundó la ciudad de La Plata, actual capital bonaerense. Se solucionaba, de este modo y definitivamente, "la cuestión de la capital", que tantos conflictos civiles había traído hasta entonces.


Respetó la Constitución Nacional en su faz formal; veló porque se observaran los derechos y las garantías allí consagrados. En especial, respetó, absolutamente, al igual que sus antecesores, la libertad de prensa y de expresión. Aceptaba estoicamente las críticas, las injurias y los agravios como parte del juego democrático y constitucional. Jamás se le pasó por la cabeza acallar a los medios opositores o amordazar a quienes no pensaban como él.


Bajo su mandato se inició un crecimiento económico sostenido de la Argentina, que se prolongaría, con algunas intermitencias, hasta la primera mitad del siglo XX. Inició las obras de los puertos de Ensenada y Buenos Aires, que hasta entonces no tenían infraestructura para recibir pasajeros, ni para el comercio. Desarrolló Puerto Madero y construyó el Hotel de Inmigrantes, donde se alojarían muchos de nuestros antepasados, que llegaron a nuestras costas.


La inmigración se disparó bajo su mandato y Buenos Aires, de ser una aldea semirrural, pasó a ser una importante urbe pujante en el mundo, al compás del crecimiento de las principales ciudades del interior.


Roca tuvo una participación clave en la federalización de Buenos Aires y en la consolidación de nuestras fronteras

Impulsó la ley 1420, de educación laica, gratuita y obligatoria, de todos los niños de 6 a 14 años, por la que instauró un régimen de vanguardia, modelo para toda América Latina. Al poco tiempo, hizo caer bruscamente el analfabetismo en la Argentina, dándole la fama que conserva hasta el día de hoy, la de contar con una población educada, en líneas generales. Ello le otorgó importantes ventajas competitivas en la región. Roca concretó, así, lo que Sarmiento había concebido y no había logrado plasmar en una ley. Hasta hoy todos valoramos la importancia y la trascendencia de esta ley, pero muchos desconocen que su mentor fue Roca. De ser un país semianalfabeto, al finalizar su primer mandato, funcionaban 1.741 escuelas públicas y 611 colegios privados, en todo el país. Había 168.378 alumnos; 133.640 de ellos concurrían a la escuela pública. Se registraban 4.736 docentes.


No voy a desarrollar aquí su gran obra, que consistió en la incorporación efectiva al territorio nacional de toda la Patagonia, y de regiones del Chaco y la Puna. Gracias a él la Argentina duplicó su extensión territorial mediante la incorporación de zonas que hasta entonces eran desérticas, u ocupadas por indígenas nómades o violentamente hostiles a los habitantes del territorio argentino. De este modo, Roca se anticipó a que estas áreas fueran ocupadas por países vecinos, o bien fueran objeto del expansionismo británico (que no le hubiera costado mucho hacerlo, desde su base, en Malvinas), o francés (que hasta tuvieron un autoproclamado y excéntrico "monarca" entre las tribus patagónicas). A Roca le debemos que las actuales provincias de Misiones, Formosa, Chaco, La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego sean argentinas, amén de otras extensas zonas fronterizas con Chile, Bolivia y Brasil, ubicadas fuera de ellas.


Multiplicó la extensión de las líneas férreas y sancionó la ley 1.565 del Registro Civil. El Estado comenzaba a tomar razón de los principales acontecimientos de relevancia jurídica en la vida de las personas: su nacimiento, su fallecimiento, su matrimonio, que hasta entonces se regían por las inscripciones religiosas.


En su primer Gobierno impulsó la ley 1.130, de 1881, de unificación monetaria. Hasta ese momento, cada provincia emitía su propio papel moneda, fenómeno similar a la emisión de bonos provinciales generalizado desde 1985 hasta 2002.


Las monedas locales dificultaban el comercio interprovincial y significaban verdaderas aduanas locales prohibidas por la Constitución Nacional. Para terminar con este escándalo, obligó a todas las provincias a canjear sus valores por la moneda nacional, que desde entonces se impuso como único medio de pago en todo el país.


Creó los territorios nacionales, que dependían del Gobierno central y estaban localizados en las zonas de fronteras, recientemente incorporadas a la jurisdicción nacional, a fin de organizarlas y protegerlas ante alguna pretensión extranjera.


Julio Argentino Roca ejerció la presidencia del país de 1880 a 1886 y de 1898 a 1904

Firmó el pacto de límites con Chile, en 1881, que aseguró la paz con ese país, ya que se había llegado al borde de una guerra. Con este tratado, el país trasandino reconoció la soberanía nacional en toda la Patagonia argentina. Fue Roca quien consiguió que Chile reconociera, como principio divisor fronterizo, el de las cumbres más elevadas de la Cordillera de los Andes, que dividen las aguas hacia el Atlántico (Argentina) o el Pacífico (Chile). Impulsó las colonias galesas en la Patagonia, que aseguraron la presencia y la ocupación permanente argentina en la región.


Bajo su segundo mandato se sancionó el Código Penal y el de Minería; ambos consagraron importantes avances sociales, todo un adelanto en su época. Inició la ocupación argentina de la Antártida, al establecer la base de las islas Orcadas (1904); y comenzó la explotación petrolera en Comodoro Rivadavia (ciudad que se fundó bajo su Presidencia). Dio inicio así a una importante fuente de la riqueza nacional.


Fue el primero en impulsar las cumbres presidenciales. Bajo su mandato se reunió con el presidente chileno, para alejar definitivamente los vientos de guerra con el vecino país. Y dos veces con el mandatario brasileño, para terminar, de ese modo, con la desconfianza y la clásica rivalidad entre ambos Estados. Restableció las relaciones diplomáticas con la Santa Sede, interrumpidas a raíz de la sanción de la ley de matrimonio civil y de educación (ambas bajo su primer mandato) e insertó al país como una potencia sudamericana, ampliamente reconocida en el mundo. Estableció relaciones diplomáticas con el Imperio del Japón, inició una histórica amistad que la Argentina mantiene hasta hoy.


En su última gestión, sancionó la ley 3.871 de conversión (1899), por la que asignó a la Caja de Conversión (antecesora del actual Banco Central), creada en 1890, el monopolio para emitir moneda, estableció un patrón de cambio entre el peso y el dólar norteamericano y la libra esterlina. Imponía, además, una férrea disciplina fiscal y monetaria que impedía al Estado gastar más de lo que recaudaba o emitir sin respaldo. Ello hizo que nuestro peso moneda nacional se convirtiera, para 1920, en una divisa reconocida mundialmente y que la Argentina se encontrara entre los diez países más ricos del mundo, merced a esta preclara norma impulsada durante el segundo mandato de El Zorro.


Julio Argentino Roca se destaca como uno de los mayores próceres en la conformación de nuestra Argentina y corresponde rescatarlo, reivindicarlo y valorarlo. Fallece el 19 de octubre de 1914


Fuente: Oscar Horacio

lunes, 10 de julio de 2023

La Independencia Argentina es un don de lo alto que debe así ser conservado


 


         Para comprender el 9 de Julio de 1816, en donde se firma la Declaración de la Independencia y en donde se cristalizan los hechos del 25 de Mayo de 1810, debemos remontarnos al mismo 25 de Mayo. Así, del mismo, dice así Cornelio Saavedra, presidente de la Junta nacida en 1810, en su Memoria autógrafa: “A la ambición de Napoleón y a la de los ingleses de querer ser señores de esta América, se debe atribuir, la Revolución de Mayo de 1810″[1]. Esto, por un lado, sostiene nuestra hipótesis, basada en el Padre Castañeda, de que la actitud de los patriotas de Mayo de 1810 fue noble, varonil, respetuosa y amante de España, pues en ningún momento se produjo una “revolución” en el sentido de sublevación, de deseos codiciosos, de deseos impúdicos de tomar el poder por el poder, de romper lazos con España. Fueron los infames planes imperialistas de las potencias marítimas de la época, Francia e Inglaterra, las que pretendían quedarse con nuestro territorio, con el territorio de lo que entonces era el Virreynato del Río de la Plata, lo que condujo a los acontecimientos del 25 de Mayo de 1810, esto es, la asunción, plena y soberana, por parte de los integrantes del Virreynato, de la plena autonomía de gobierno y esto noblemente, como dice Castañeda, porque al mismo tiempo que constituyó un movimiento de adhesión noble al rey Fernando VII, se convirtió en el “padrón de nuestra total independencia” y de nuestra plena soberanía y autonomía. Hay que agregar que la separación con España, no fue buscada por los españoles de América, sino que fue impulsada por los infames deseos imperialistas de Inglaterra y Francia y que si nos separamos políticamente de España, por lo que sucedió después, nunca jamás renegamos de España, ni de su condición de Madre Patria, ni de su cultura, ni de su idioma y, mucho menos, de su religión, la religión católica.

         Ahora bien, el Acta de la Declaración de la Independencia fue firmada a los pies del “Cristo de los Congresales”, lo cual quiere decir que nuestra Independencia fue sellada con la Sangre de Cristo, además de que la mayoría de los congresales eran frailes y sacerdotes. Otro elemento a tener en cuenta es que nuestra Bandera Nacional, que nos identifica como lo que firmamos en 1816, esto es, como argentinos, es el Manto celeste y blanco de la Inmaculada Concepción, tal como lo declaró el Sargento Belgrano, hermano del General Belgrano: “Mi hermano tomó los colores de la Inmaculada Concepción, de la que era devoto, para dotar de estos colores a la Bandera Nacional”. Esto significa que Belgrano creó la Bandera como un acto de devoción mariana y como tal, es una gracia, la cual no surge de nuestro ser, sino que es un don de lo alto, con lo cual podemos decir, con total certeza, que la Bandera Nacional -así como el 25 de Mayo, que dice Castañeda que fue “obra de Dios”- fue un designio de la Divina Providencia. En otras palabras, fue Dios quien dispuso que nos independizáramos, por un lado, para que nuestra Patria no fuese entregada al invasor franco-inglés y, por otro lado, fue también Dios quien dispuso, en su eterna Sabiduría, que nuestra Bandera Nacional fuera el Manto celeste y blanco de la Inmaculada Concepción.

          Estas consideraciones fundamentan el hecho de que debemos rechazar, con todas nuestras fuerzas, cualquier bandera que no sea la nacional, empezando por el infame trapo rojo comunista, como así también las apátridas banderas multicolores, que atentan contra la moral -bandera LGBT-, contra la identidad nacional -bandera "indigenista" elaborada en el infame Londres- y la bandera pseudo-mapuche, que atenta contra la integridad territorial de nuestro territorio patrio. La única Bandera Nacional que nos une a los argentinos como Nación es el Manto celeste y blanco de la Inmaculada Concepción.

         Por todo esto, parafraseando a Castañeda, podemos afirmar que el 9 de Julio es un día sagrado, un día sublime, un día patrio, en el que debemos agradecer, postrados ante los altares, tanta misericordia demostrado por la Santísima Trinidad para con los argentinos.

domingo, 9 de julio de 2023

Las verdaderas causas de la Independencia Argentina (Andrea Greco)

 

Las verdaderas causas de la Independencia de 1816

La historiografía liberal puso el acento en supuestos factores ideológicos de Mayo para apropiarse de la revolución. Pero los verdaderos motivos fueron histórico-políticos, como lo han explicado sus protagonistas

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El Congreso reunido en Tucumán declaró la Independencia el 9 de Julio de 1816
El Congreso reunido en Tucumán declaró la Independencia el 9 de Julio de 1816

Quiero dejar sentadas aquí algunas ideas que no son nuevas, pero sí indispensables como presupuestos básicos para entender el proceso de independencia.

La patria no nació en 1810 ni en 1816

La Patria Argentina nació, y por eso está hermanada con el resto de las naciones americanas, en el seno del Imperio Español que nos dio un idioma, una cultura y una fe común lo que que sumado al sustrato cultural indígena hizo de América una nación nueva y diferente tanto de España como de lo pre-hispánico.

Las razones de la independencia no fueron ideológicas sino histórico-políticas

La historiografía liberal ha insistido tanto en las causas ideológicas de Mayo (que la revolución francesa, que el anti-españolismo, que el liberalismo y la democracia, que el grito sagrado, que las rotas cadenas…) toda esa cháchara liberal con la que los masones, liberales y anti-españoles, que los hubo, se quisieron robar la revolución, tal como lo ha estudiado en detalle Enrique Díaz Araujo en Mayo Revisado.

De ese falso origen de Mayo se deduciría una independencia motivada por esas mismas razones y por lo tanto opuesta a España, de contenido liberal y sentido democrático. Esto es falso y antihistórico como lo demuestran los documentos.

Cornelio Saavedra, presidente de la Junta nacida en 1810, dice en su Memoria autógrafa: “A la ambición de Napoleón y a la de los ingleses de querer ser señores de esta América, se debe atribuir, la Revolución de Mayo de 1810″.

¿Y qué pasó después de ese primer momento de autonomía? Pasó lo que explica en carta del 4 de abril de 1818 al ministro francés Armando Manuel Du Plessis, el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón, representante de San Luis en el Congreso de la Independencia: “Antes de restituido el Sr. Don Fernando VII al Trono no hicimos otra cosa, que substraernos a las autoridades tumultuarias de la Península que usurparon su nombre y representación […] posteriormente este acto de suma lealtad ha sido considerado como un crimen, y no nos ha quedado otro refugio para escapar de una injusta venganza que el de no ponernos en las manos de los que han jurado nuestro exterminio”.

Juan Martín de Pueyrredón, diputado por San Luis, el Congreso de Tucumán lo eligió Director Supremo
Juan Martín de Pueyrredón, diputado por San Luis, el Congreso de Tucumán lo eligió Director Supremo

También lo explica así Tomás de Anchorena, congresal por Buenos Aires, en carta a Juan Manuel de Rosas del 28 de mayo de 1846 (citada por Julio Irazusta, en Tomás M. de Anchorena o la emancipación americana a la luz de la circunstancia histórica, 1949), al pedirle que no permita la impresión del sermón dado en el Te Deum del 25 de mayo por considerar que: “No es más que un amontonamiento de mentiras y barbaridades contra el Gobierno español y los soberanos de España a quienes protestamos solemnemente obediencia y sumisión con la más firme lealtad en mayo del año diez […] el único modo de hablar con dignidad, decencia y honor del 25 de mayo de 1810, es hablar como habló Ud. en su última arenga y no fingir ni suponer crueldades, despotismo y arbitrariedades que no hemos experimentado”.

En una carta posterior, de 1847, decía también Anchorena: “El 25 de mayo de 1810, o por mejor decir el 24, se estableció por nosotros el primer gobierno patrio a nombre de Fernando VII (…) para preservarnos de que los españoles apurados por Napoleón, negociasen con él su bienestar a costa nuestra, haciéndonos pavo de la boda”.

El discurso de Rosas al que se refiere Anchorena es el pronunciado ante el cuerpo diplomático reunido en el fuerte del 25 de Mayo de 1836: “¡Qué grande, señores, y qué plausible debe ser para todo argentino este día consagrado por la Nación para festejar el primer acto de soberanía popular, que ejerció este gran pueblo en mayo del célebre año mil ochocientos diez! No para sublevarnos contra las autoridades legítimamente constituidas, sino para suplir la falta de las que, acéfala la Nación, habían caducado de hecho y de derecho. (…) No para introducir la anarquía, sino para preservarnos de ella, y no ser arrastrados al abismo de males en que se hallaba sumida España (…). ¡Quien lo hubiera creído!… Un acto tan heroico de generosidad y patriotismo (…) fue interpretado en nosotros malignamente como una rebelión disfrazada, por los mismos que debieron haber agotado su admiración y gratitud para corresponderlo dignamente. Y he aquí, señores, otra circunstancia que realza sobre manera la gloria del pueblo argentino, pues que ofendidos con tamaña ingratitud, hostigados y perseguidos de muerte por el gobierno español (…) tomamos el único partido que nos quedaba para salvarnos: nos declaramos libres e independientes de los Reyes de España, y de toda otra dominación extranjera”.

"Un acto tan heroico de generosidad y patriotismo (…) fue interpretado (...) malignamente como una rebelión disfrazada (...). ...ofendidos con tamaña ingratitud, hostigados y perseguidos de muerte por el gobierno español (…) tomamos el único partido que nos quedaba para salvarnos: nos declaramos libres e independientes de los Reyes de España, y de toda otra dominación extranjera” (Rosas, 1938)
"Un acto tan heroico de generosidad y patriotismo (…) fue interpretado (...) malignamente como una rebelión disfrazada (...). ...ofendidos con tamaña ingratitud, hostigados y perseguidos de muerte por el gobierno español (…) tomamos el único partido que nos quedaba para salvarnos: nos declaramos libres e independientes de los Reyes de España, y de toda otra dominación extranjera” (Rosas, 1938)

Estas son pues las verdaderas causas de la independencia. El discurso de Rosas contiene una notable hermenéutica de la revolución argentina: enlaza los destinos del país independiente con las tradiciones del pasado hispánico. Al regresar Fernando VII al trono se envió una misión a Europa. El fracaso de la Misión Belgrano – Rivadavia – Sarratea ante los Reyes de España no dejó otra alternativa. Es un tema largo intentar comprender las razones de ese fracaso, sólo mencionemos aquí que los enviados procuraban la instalación de una monarquía parte del Imperio. Al respecto escribe Anchorena: “Se dijo públicamente que habían ido a tratar con los reyes padres, es decir Carlos IV y su esposa María Luisa, sobre la coronación en estos países de uno de los príncipes de la familia bajo la forma constitucional” (carta de Anchorena de 1847). Como ha explicado Díaz Araujo, se convocó a teólogos que analizaron la cuestión y concluyeron en la ruptura del Pacto de Vasallaje ante el desconocimiento de los súbditos por parte del rey.

Así se explica el hecho de la Idependencia con la lealtad imperial y monárquica de nuestro primer gobierno autónomo.

La búsqueda de una Gran Nación Americana

El Acta de la Independencia Argentina dice: “Nos los representantes de las Provincias Unidas en Sud América”. No se habla de Provincias Unidas de Río de la Plata, ni de la Argentina, ni otra denominación, sino Provincias Unidas en Sud América. Esta es la idea de la Gran Nación Americana que compartían los tres “Libertadores” de América: Agustín de Iturbide, Simón Bolívar y José de San Martín. Idea que significaba valorar la herencia hispánica y construir la Nación Americana sobre la hermandad entre españoles y americanos. Así lo declara Iturbide en el Plan de Iguala en México el 24 de febrero de 1821: Trescientos años hace que la América Septentrional está bajo la tutela de la nación más católica y piadosa, heroica y magnánima. (…) Americanos, ¿quién de vosotros puede decir que no desciende de español? Ved la cadena dulcísima que nos une. (…) Es llegado el momento en que manifestéis la conformidad de sentimientos, y que nuestra unión sea la mano poderosa que emancipe a la América sin necesidad de auxilios extraños”.

Hispanoamérica fue el escenario de uno de los más tempranos, exitosos y masivos procesos de construcción de naciones que se conocen. En apenas 20 años, los que van de la independencia de Paraguay, en 1811, a la disgregación de la Gran Colombia, en 1830, ven la luz un total de quince nuevos Estados, cuya tarea más urgente va a ser la de construir las correspondientes naciones, objetivo al que van a dedicar, con bastante éxito, lo mejor de sus esfuerzos. Sin embargo, la literatura internacional sobre naciones y nacionalismo ha prestado una relativa escasa atención al ámbito hispanoamericano.

El acta de Independencia
El acta de Independencia

En La construcción de las naciones como problema historiográfico: el caso del mundo hispánico”, Tomás Pérez Vejo escribió: “El mito de unas guerras de independencia —y no deja de ser significativo que éste sea el nombre finalmente asumido por la historiografía a pesar del componente de guerra civil o conflictos sociales que tuvieron— en el que unas naciones preexistentes se liberaron del dominio de una también preexistente nación española, sigue vigente”.

¿Qué fue entonces la independencia de 1816? Un acto doloroso y legítimo, que nos condujo a la guerra civil, primero entre fidelistas contra regentistas. Así lo explicaba en 1822 Manuel Belgrano: “Soy verdaderamente católico, apostólico, romano y también fiel vasallo de Su Majestad el señor don Fernando VII (…) Aspiro a que se conserve la monarquía española en nuestro patrio suelo si sucumbe la España, como ya lo está casi toda al poder del tirano, del usurpador más infeliz, Napoleón cuyo yugo han querido que suframos los malos Españoles-Europeos y algunos Americanos engañados que prefieren su interés particular al bien general del Estado, y a los imprescriptibles derechos de ntro. desgraciado Rey” (Documentos para la historia de Manuel Belgrano, tomo III). Más tarde, la guerra fue entre realistas y patriotas o españoles y americanos si bien conviene no perder de vista lo que escribe José María Pemán: “Es una denominación arbitraria y ligera esa de partido español y partido criollo (…) concepción demasiado simplista y fácil de este hecho, nos lo pinta como una rebeldía de los naturales frente a los españoles, cuando es lo cierto que fue una simple escisión civil de opiniones ante una innovación política” (citado por Antonio Caponnetto en Independencia y nacionalismo; 2016).

El trigo estuvo mezclado con la cizaña…

Sin embargo, reconocer las tres verdades anteriores no puede impedirnos ver cómo hubo tensiones que procuraban llevar los procesos históricos hacia otro destino: hacia el anti-hispanismo, hacia el liberalismo, hacia la anti-religión y el anti-clericalismo, hacia la tolerancia masónica etc.

Esto es lo que tempranamente denunciaba, en su periódico “El Desengañador gauchi-político”, el fraile Francisco Antonio de Paula Castañeda, testigo de aquellos años: “Nos hemos ido alejando de la verdadera virtud castellana que era nuestra virtud nacional, y formaba nuestro verdadero, apreciable y celebrado carácter: nuestra revolución fue sin duda la más sensata, la más honrada, la más noble, de cuantas revoluciones ha habido en este mundo, pues no se redujo más que a reformar nuestra administración corrompidísima, y a gobernarnos por nosotros mismos en el caso que, o Fernando volviese al trono, o no quisiese acceder a nuestras justas reclamaciones. La revolución así concebida no contenía en sus elementos el menor odio contra los españoles, ni la menor aversión contra sus costumbres, que eran las nuestras, ni contra su literatura que era la nuestra, ni contra sus virtudes que eran las nuestras, ni mucho menos contra su religión que era la nuestra. Pero los demagogos, (…) impregnándose en las máximas revolucionarias de tantos libros jacobinos, empezaron a revestir un carácter absolutamente antiespañol; ya vistiéndose de indios para no ser ni indios, ni españoles: ya aprehendiendo el francés para ser parisienses de la noche a la mañana; o el inglés para ser místeres recién desembarcaditos de Plimouth”.

Francisco de Paula Castañeda, el franciscano que hacía una ácida crítica de los acontecimientos políticos de la época en los periódicos
Francisco de Paula Castañeda, el franciscano que hacía una ácida crítica de los acontecimientos políticos de la época en los periódicos

El propio José de San Martín, el hombre que más instaba por medio de sus cartas a los congresales para que se atrevieran a declarar la independencia, no era sin embargo ciego a las dificultades que aparecían en el horizonte. Estas dificultades son las que confía al representante por Mendoza, Tomás Godoy Cruz, en carta del 24 de mayo de 1816: el establecimiento de “un sistema de gobierno puramente popular (…) [con] tendencia a destruir nuestra religión”; “el fermento horrendo de pasiones existentes, choque de partidos indestructibles, y mezquinas rivalidades no solamente provinciales sino de pueblo a pueblo”; “los medios violentos a que es preciso recurrir para salvarnos (…) contrastando el egoísmo de los pudientes”. Tales problemas son los que, doscientos años después, siguen aquejando a la Argentina y a las naciones americanas.

En carta a Tomás Guido en 1849, el Libertador decía: “Las consecuencias de la revolución deben hacerse sentir necesariamente por muchos años y los dos grandes partidos de orden y anarquía que se encuentran en presencia deben continuar la lucha hasta que uno de los dos decida la cuestión de manera definitiva”.

Y como testigo de los acontecimientos de 1848, escribió: “El inminente peligro que amenazaba a la Francia (en lo más vital de sus intereses) por los desorganizadores partidos de terroristas, comunistas y socialistas, todos reunidos al solo objeto de despreciar, no sólo el orden y la civilización, sino también la propiedad, religión y familia, han contribuido muy eficazmente a causar una reacción formidable a favor del orden” (Carta a Ramón Castilla, 13 de abril de 1849).

La independencia americana aún está por hacerse

Hay un texto por demás lúcido que, salido de la pluma de don Tomás Manuel de Anchorena, contiene tantas y tan jugosas apreciaciones que bastaría con estudiarlo a fondo para entender muchos aspectos de la realidad histórica americana de hace doscientos años. Es una carta escrita el 12 de abril de 1842 a su primo Juan Manuel de Rosas: “La independencia política de los americanos se ha convertido en una vergonzosa esclavitud a favor de todos los Estados de Europa y de la república norteamericana (…) mientras nosotros hemos estado ocupados en la guerra (…) los señores ingleses, norteamericanos, franceses y demás europeos, excepto los españoles nuestros padres, se han apoderado exclusivamente de todo el comercio exterior e interior del país, y de todos los ramos de industria, imponiéndonos la ley en todo, y aprovechándose de nuestros conflictos y necesidades”.

Pero Anchorena nos proporciona sus reflexiones acerca de la solución posible: “El único camino que nos queda para aliviar nuestra desgraciada situación es trabajar con el sincero esmero en restablecer la unión entre nosotros bajo unos mismos principios, un mismo dogma político y un mismo sistema, que debe ser el de la federación (…) En una palabra es preciso dictar buenas leyes, es decir justas y acomodadas a las circunstancias del país y observarlas con escrupulosidad”.

Tomás Manuel de Anchorena fue uno de los representantes de Buenos Aires en el Congreso de Tucumán
Tomás Manuel de Anchorena fue uno de los representantes de Buenos Aires en el Congreso de Tucumán

Conclusiones para el momento actual

No sería extemporáneo procurar hoy poner en práctica estos sabios consejos. Lamentablemente, los gobiernos americanos parecen estar empeñados en el camino contrario. Los buenos patriotas no podemos caer en el engaño, antes bien, al menos levantemos las banderas que indican que la forma de revertir la malograda independencia ha de ser la vuelta a la unidad, a la Verdadera Fe, a la Verdadera Iglesia, al respeto del derecho natural, a las buenas leyes y a su obediencia.

Los patriotas de 1816 seguramente tenían buenos motivos para quedarse tranquilos y dejar que a la Patria la hicieran otros. Sin embargo, optaron por el bien común, por el camino más difícil que había que sostener poniendo el cuerpo a las balas.

No olvidemos a quienes dieron su vida por la Patria, no olvidemos nuestro origen, no olvidemos que siempre es posible ayudar a otros y contribuir al bien común. Si negamos la verdad del pasado, seguiremos traicionando las obligaciones del presente, en orden al futuro, porque como dice Francisco Luis Bernárdez en sus Poemas elementales:

“La patria duerme como un niño, con la cabeza en el regazo de la historia. / Su sueño es dulce y reposado como el que sigue a la virtud y a la victoria. / La patria vive dulcemente de las raíces enterradas en el tiempo. / Somos un ser indisoluble con el pasado, como el alma con el cuerpo”

[Esta nota reproduce parcialmente el contenido de una conferencia dictada el 8/07/2023 en el Centro Revisionista Argentino]

(https://www.infobae.com/opinion/2023/07/09/las-verdaderas-causas-de-la-independencia-de-1816/)

Seguir leyendo:

martes, 4 de julio de 2023

Oremos al Santo Ángel Custodio de Argentina

 


EL SANTO ÁNGEL CUSTODIO DE ARGENTINA.


“Siendo los ángeles servidores de la Providencia Divina, no sólo la vida de cada ser humano sino también las naciones, ciudades, iglesias y comunidades están bajo la protección y el cuidado de ángeles”. Santo Tomás de Aquino


Así como Dios tiene un plan para cada una de sus criaturas, lo tiene igualmente con instituciones y pueblos enteros. Cada Nación representa en cierto sentido un pensamiento eterno de Dios que tiene su destino en Él: “Todas las naciones vendrán a adorarlo” (Apoc. 15,4)


El Ángel de cada nación protege el territorio y las personas a él confiados; defiende los valores espirituales y culturales, tradiciones e instituciones, representa, reza e intercede ante Dios por esa nación.


Fue a fines del siglo XIX que los Obispos argentinos abogaron para que el Santo Padre León XIII declarara el día 2 de Septiembre la fiesta del Ángel de la Guarda de la Argentina.


La imagen del Ángel de la Argentina aparece en dos misiones características: la protección y la intercesión. La figura del Ángel está acompañada por distintos símbolos que representan la tradición y cultura argentina, especialmente aquellos valores espirituales que nos unen como pueblo y que el Ángel custodia por Voluntad de Dios.


Aparece la Santísima Trinidad en la figura de la mano providente del Padre; la Paloma símbolo del Espíritu Santo y el Sagrado Corazón de Jesús. Las gotas de la Preciosísima Sangre que caen, representan la Redención. La Frase “Te Deum Laudamus”, hace referencia al Himno Te Deum, relacionado con la fecha patria del 25 de mayo y expresa el deseo de glorificar y agradecer a Dios por el Don de la Patria.


La capa del Ángel significa el manto de María y simboliza la protección y devoción mariana profundamente arraigada en el corazón de nuestro pueblo (idea acentuada en la Basílica de la Virgen de Luján, nuestra patrona).


El pajarito representa a los argentinos que se unen a los Ángeles y a la creación en la adoración a Dios.


La rosa en la mano del Ángel se refiere al "día del niño por nacer", que celebramos cada 25 de marzo, y el compromiso de proteger toda vida humana desde el primer instante de la concepción.


La espada del Ángel hace referencia a la Cruz de Cristo.


La carabela que surca el Río de la Plata recuerda especialmente la Evangelización y todo el bien recibido de otros pueblos como aporte a la formación de la cultura Nacional.


Meditemos la solicitud y la bondad del Padre que en Su providencia da a cada nación un Ángel destinado a guardar y regir el destino común de un pueblo, según la finalidad para lo cual lo constituyó. Por eso, su misión como colaborador del Espíritu Santo, es encender un nuevo fervor y anhelo por el encuentro con Cristo, para que en Él, a ejemplo de María, podamos dar esa respuesta de entrega al plan de Dios, para bien de nuestros hermanos.


Que el Ángel Custodio de nuestra nación nos recuerde siempre las palabras del Señor, nos ayude a mantener firmemente implantado en nuestra tierra el estandarte de la Fe y a sólo en el Señor, poner nuestra Esperanza (Hb 10,23)


ORACIÓN


Dios eterno y omnipotente, que destinaste a cada nación a su Ángel de la Guarda, concede que por la intercesión y patrocinio del Ángel de la Argentina, seamos liberados de todas las adversidades. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Oremos al Santo Ángel Custodio de nuestra Patria Argentina

 



Oremos al Santo Ángel Custodio de nuestra Patria Argentina, en estos difíciles momentos por los que atravesamos, para que interceda ante el Rey de los Ángeles, Nuestro Señor Jesucristo, por nuestra amada Patria.

El Santo Ángel Custodio de Argentina

Explicación de la Imagen por la autora Hna. M. Catalina

Así como Dios tiene un plan para cada una de sus criaturas, lo tiene igualmente con instituciones y pueblos enteros. Cada Nación representa en cierto sentido un pensamiento eterno de Dios que tiene su destino en Él: “todas las naciones vendrán a adorarlo” (Apoc. 15,4)

Del mismo modo que la Providencia Divina coloca cada persona bajo la custodia de un Ángel particular, también las naciones tienen su propio Ángel. El Ángel de cada nación protege el territorio y las personas a él confiados; defiende los valores espirituales y culturales, tradiciones e instituciones, representa, reza e intercede ante Dios por esa nación.

La imagen del Ángel de la Argentina aparece en dos misiones características: la protección y la intercesión.

La figura del Ángel está acompañada por distintos símbolos que representan nuestra tradición y cultura argentina, especialmente aquellos valores espirituales que nos unen como pueblo y que el Ángel custodia por Voluntad de Dios.

Aparece la Santísima Trinidad en la figura de la mano providente del Padre; la Paloma símbolo del Espíritu Santo y el Sagrado Corazón de Jesús. Las gotas de la Preciosísima Sangre que caen, representan la Redención. La Frase “Te Deum Laudamus”, hace referencia al Himno Te Deum, relacionado con la fecha patria del 25 de mayo y expresa el deseo de glorificar y agradecer a Dios por el Don de la Patria.

La capa del Ángel significa el manto de María y simboliza la protección y devoción mariana profundamente arraigada en el corazón de nuestro pueblo (idea acentuada en la Basílica de la Virgen de Luján, nuestra patrona).

El pajarito representa a los argentinos que se unen a los Ángeles y a la creación en la adoración a Dios.

La rosa en la mano del Ángel se refiere al "día del niño por nacer", que celebramos cada 25 de marzo, y el compromiso de proteger toda vida humana desde el primer instante de la concepción.

La espada del Ángel hace referencia a la Cruz de Cristo.

La carabela que surca el Rio de la Plata recuerda especialmente la Evangelización y todo el bien recibido de otros pueblos como aporte a la formación de nuestra cultura Nacional.

Meditemos la solicitud y la bondad del Padre que en Su providencia da a cada nación un Ángel destinado a guardar y regir el destino común de un pueblo, según la finalidad para lo cual lo constituyó. Por eso, su misión como colaborador del Espíritu Santo, es encender un nuevo fervor y anhelo por el encuentro con Cristo, para que en Él, a ejemplo de María, podamos dar esa respuesta de entrega al plan de Dios, para bien de nuestros hermanos.

Que el Ángel Custodio de nuestra nación nos recuerde siempre las palabras del Señor, nos ayude a mantener firmemente implantado en nuestra tierra el estandarte de la Fe y a sólo en el Señor, poner nuestra Esperanza (Hb 10,23)

ORACIÓN

Dios eterno y omnipotente, que destinaste a cada nación a su Ángel de la Guarda, concede que, por la intercesión y patrocinio del Ángel de la Argentina, seamos liberados de todas las adversidades. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.