Nuestra Señora de Malvinas

viernes, 15 de julio de 2011

NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN DE CUYO PATRONA Y GENERALA DEL EJÉRCITO DE LOS ANDES



NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN DE CUYO
PATRONA Y GENERALA DEL EJÉRCITO DE LOS ANDES
PATRONA DE LA EDUCACIÓN DE MENDOZA
PATRONA DE LA 8º BRIGADA DE MONTAÑA
EL ORIGEN DE LA DEVOCIÓN A LA VIRGEN DEL CARMEN: UNA VISIÓN DEL PROFETA ELÍAS
¿Cuál es el origen del nombre “del Carmen”? El nombre “del Carmen” viene de un monte que se encuentra en Tierra Santa, el Monte Carmelo, que significa en hebreo “viña de Dios”. Según el Libro de los Reyes, allí vivió el Profeta Elías con un grupo de jóvenes, dedicados a la oración. Según este libro bíblico, alrededor del año 300 a. J. C., se produjo en toda la región una gran sequía; el Profeta entonces subió a la montaña para pedir lluvia, y cuando estaba en oración, vio a lo lejos una nube luminosa blanca que se acercaba, y a medida que se acercaba, comenzaba a caer el agua de lluvia en abundancia. El hecho físico fue un símbolo de lo que debería suceder después: la nube luminosa es la Virgen que alumbra al Redentor: ayudado por Dios, el profeta Elías comprendió que la visión era un símbolo de la llegada del Salvador esperado –simbolizado por la lluvia-, que nacería de una doncella inmaculada –simbolizada por la nube blanca- para traer a la tierra, agostada por el pecado, la lluvia de la gracia de Dios. La visión del profeta Elías –una nube luminosa de la cual brota agua en abundancia- se hace realidad con el nacimiento virginal de María. Ella es la Nube de luz que derrama la lluvia de la gracia de Dios por medio del nacimiento de su Hijo Jesús. Jesús, el Hombre-Dios, nace de María y con su gracia divina y con el don Espíritu Santo, riega los áridos corazones de los hombres, agostados por la rebelión contra Dios.

LA NUBE LUMINOSA ES LA VIRGEN QUE ALUMBRA AL REDENTOR
A partir de entonces, la pequeña comunidad del Monte Carmelo se dedicó a rezar por la que sería madre del Redentor, comenzando así la devoción a Nuestra Señora del Carmen (o Carmelo). Con la llegada del Redentor, la comunidad se convirtió en un monasterio cristiano que continuó orando siempre a la Virgen María como Nuestra Señora del Monte Carmelo.
Según la tradición católica, la Virgen María, antes de su Asunción, visitó a los monjes y los estimuló a continuar con sus oraciones. Luego vino la pasión y muerte, seguidas de la resurrección y marcha al Cielo de Jesús, y más tarde de su Madre. La comunidad se convirtió en un monasterio cristiano, que continuó orando a la Virgen como Nuestra Señora del Carmelo.
Siglos más tarde, se producen las invasiones musulmanas, y a causa de estas invasiones, los monjes se ven obligados a trasladarse a Europa.

LA VIRGEN DEL CARMEN HACE A SUS HIJOS EL DON DE SU MANTO, EL ESCAPULARIO
La Virgen había visitado el monasterio del Monte Carmelo cuando estaba en Tierra Santa, y lo vuelve a visitar cuando el monasterio se traslada a Europa a causa de las persecuciones. En el siglo XIII, la Virgen María se le apareció a San Simón Stock, quien en ese momento era Superior del convento, como Nuestra Señora del Carmen. El motivo de la aparición, de la venida desde el cielo, era hacer a sus hijos del Carmelo un don inapreciable: su propio manto, el escapulario de la Virgen del Carmen. Según relata el mismo San Simón Stock, se encontraba él en oración, cuando se le aparece la misma Madre de Dios para decirle: “Amadísimo hijo, recibe el escapulario de mi orden para que quien muriese llevándolo piadosamente, no padezca el fuego eterno”. La Virgen María hace el don del escapulario, que significa su manto bendito: quien lo usare en vida y quien muriera con el escapulario, su manto, no padecería el fuego eterno.
El Papa Gregorio XIII declaró verdadera esta aparición después de serios estudios, basándose además en los dones sobrenaturales que recibían los que usaban el escapulario. Esta aparición fue reconocida también por el Papa Juan XXII, que recibió una nueva aparición de la Virgen, en la que prometía sacar del purgatorio el primer sábado después de su muerte a sus devotos.

LA VIRGEN DEL CARMEN EN MENDOZA
La Virgen María no se apareció visiblemente en nuestras tierras, sin embargo, encontró el modo de hacerse presente: llegó con los misioneros españoles bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen. La devoción se había difundido por toda Europa y entre sus devotos, se encontraban santos como San Juan de la Cruz y Santa Teresa; por eso es que llega a estas tierras americanas con los misioneros y los conquistadores, y empieza a ser venerada por los indígenas y criollos desde mediados del siglo XVI.
Ya en el siglo XVIII se encuentra en Mendoza la imagen que hoy veneramos, pues don Pedro de Núñez “caballero de gran fortuna y devoción, donó la imagen y todo lo necesario para el culto de la Virgen del Carmen”, según documentos de la época.
Primero estuvo en el templo de los Padres Jesuitas, y allí se fundó la Cofradía. En 1776, debido a la expulsión de la Orden por obra de la masonería, la imagen fue trasladada a la iglesia de San Francisco. En ese lugar, realizaría grandes milagros a favor de la Patria, y recibiría el reconocimiento agradecido del Padre de la Patria, Don José de San Martín. En el año 1814, el Libertador nombró a la Virgen del Carmen Generala de su Ejército, dando testimonio público de devoción mariana, y superando los respetos humanos de una época en la que el liberalismo masónico había difundido la idea de que “la religión es asunto privado”.
San Martín decidió con su Estado Mayor que la Virgen del Carmen fuera la Protectora del Ejército, según dice el general Espejo en su obra ‘El Paso de los Andes’: “La devoción a la Virgen del Carmen estaba muy arraigada en Cuyo y casi todos los soldados llevaban su escapulario, por eso fue ella la que tuvo preferencia”. El mismo general en su obra describe más adelante la piadosa ceremonia del 5 de enero de 1817, durante la cual San Martín le entrega su bastón de mando después de la victoria de Chacabuco y la nombra Generala. En esa misma ceremonia, hace bendecir también la Bandera de los Andes, “saludada por dianas y la banda con cajas y clarines, mientras rompía una salva de veintiún cañonazos, ante el ejército de gran gala y todo el pueblo de Mendoza”, según crónicas de la época.
Más tarde, después de sus triunfos, entregará el General definitivamente su bastón, dejando una carta en la que agradece la protección de María para con el Ejército de los Andes: “La protección que ha prestado al Ejército de los Andes su Patrona y Generala la Virgen del Carmen son demasiado visibles...”.
Ambas reliquias, el bastón y la carta, se conservan hoy en el Camarín de la Virgen, como testigos del reconocimiento del General San Martín a la intervención milagrosa de la Virgen del Carmen a favor del Ejército patriota. La Virgen del Carmen lleva también la bandera argentina, por el hecho de que es Generala del Ejército Argentino, y además, como testimonio del reconocimiento de la nación argentina a su Protectora. La imagen también está acompañada por las banderas de Perú y Chile, al ser esta advocación Patrona de los dos países vecinos.

LA VIRGEN DEL CARMEN DE CUYO, CORONADA POR EL SANTO PADRE
Por iniciativa de Fray Leonardo Maldonado, el Papa Pío X decretó: “que la Sagrada Imagen de la Virgen María bajo el título del Carmen que se venera en la Iglesia de San Francisco en Mendoza, sea con voto solemne coronada con corona de oro”. Apoyó su resolución en la “Suficiente constancia que existe de la popular veneración de la imagen, de su fama y celebridad como también de las gracias admirables y celestiales, dones concedidos copiosamente por ella”.
La corona, ofrenda de sus devotos, le fue impuesta en una ceremonia el 8 de septiembre de 1911 y es un recuerdo de tal solemnidad que se decretó tal día como Fiesta Patronal de la Provincia y en ese día, desde 1950, es también honrada muy especialmente la Santísima Virgen del Carmen de Cuyo, en las escuelas de Mendoza, como Patrona de la Escuela Primaria, instituida en tal carácter por decisión superior; y de la educación en sus tres niveles por decreto del 30 de septiembre de 1980.
A nuestra Madre, la Virgen María, Nuestra Señora del Monte Carmelo, le encomendamos nuestra Patria y nuestras almas, pidiendo la gracia de vestir piadosamente su manto, el escapulario, en esta vida, para ser revestidos de la gloria de la Trinidad en el cielo.

viernes, 8 de julio de 2011

El 9 de Julio es un día "augusto, soberano, memorable"

Según la tradición oral,
el Acta de Independencia
de las Provincias Unidas
del Río de la Plata
se firmó
el 9 de Julio de 1816,
en una mesa
presidida por esta talla
del Siglo XVIII, llamada
"Cristo de los congresales".


A poco menos de doscientos años de la gesta de su Independencia política, la Argentina parece haber perdido el rumbo y de tal manera, que ya no sabe ni qué celebra, cuando celebra la Independencia.

En la gesta de la Independencia del 9 de Julio, actuaron fuerzas naturales y sobrenaturales –según lo atestigua Fray Castañeda- que lograron romper la dependencia con un sistema político español que sólo acarrearía males para estas tierras, pues estaba unido a la ideología liberal-humanista de la Revolución Francesa, y con esta última, entraría a estas tierras la disolución y la esclavización a oscuros poderes extra-nacionales.

En este sentido, la Declaración de la Independencia significó no simplemente el inicio del auto-gobierno de la nación por parte de gobernantes criollos, sino la preservación de la integridad territorial, cultural, religiosa y espiritual, que eran amenazadas directamente por los vientos revolucionarios y ávidos de las riquezas de estas tierras, por parte de las potencias extranjeras, principalmente, Inglaterra y Francia.

Sin embargo, cuando se leen los diarios, los noticieros, las revistas de actualidad, se habla de todo, menos de la Independencia, de sus causas, de sus consecuencias, de su relación con la actualidad.

En la Argentina de hoy, los actos patrios, que deberían ser momentos de orgulloso recuerdo de las gestas nacionales, entre ellas, la primera de todas, la Independencia nacional, “obra de Dios y no nuestra”, en las palabras de Fray Francisco de Paula Castañeda[1], de agradecimiento a Dios Uno y Trino por el don que la Patria en sí misma significa, y por los innumerables beneficios con que la ha adornado, entre ellos, la Bandera Nacional, que lleva los colores del manto de la Inmaculada de Luján.

Sin embargo, en la Argentina de hoy, nada de esto sucede.

En las vísperas de la fecha patria se habla de todo, menos de los asuntos más graves e importantes para la supervivencia de la misma. Vergonzosamente, se habla de fútbol, como si el triunfo en un simplicísimo partido de fútbol se jugara el destino nacional; se habla de política, como si fueran la política y los políticos por quienes vino a la existencia la Patria, y como si fuera por ellos que subsiste; se habla de deportes, de moda, de frivolidades televisivas -cuando no de basura televisiva-; se habla del clima, de accidentes de tránsito, de noticias policiales, pero no se habla de la Patria, de sus asuntos urgentísimos, y mucho menos se la honra.

Y luego, a los actos patrios se los convierte en vergonzosos mítines proselitistas, en donde el gobernante de turno, esquivando el Te Deum o asistiendo a él, no para adorar y dar gracias a Dios Uno y Trino, y encomendarle los destinos de la Patria, sino para obtener réditos políticos, tanto con su ausencia como con su presencia.

Fray Francisco de Paula Castañeda decía que el 25 de Mayo debía amanecer como un día sagrado, y que ese día, que era un día “augusto, soberano, sagrado”, por venir de Dios, debíamos postrarnos ante los altares, para dar gracias a Dios, porque esa obra no era nuestra, sino suya.

Lo mismo debemos decir del 9 de Julio, pues no es más que la continuación, profundización, afirmación y realización de los nobles ideales criollos del 25 de Mayo.

También el 9 de Julio debe entonces amanecer para nosotros como un día “augusto, soberano, sagrado”, y también debemos postrarnos ante los altares, para dar gracias a Dios Uno y Trino por el don de la Independencia, pero a esta acción de gracias, debemos agregarle una petición: que nos otorgue la luz necesaria para honrar a la Patria como ella se lo merece, para no desvirtuar el Día dedicado a su memoria y a su honor, para tener lucidez y afrontar los graves desafíos y problemas que la acucian día a día, y que la amenazan en su misma subsistencia.

Pero además de agradecer por la Independencia del 9 de Julio, debemos pedir también la ayuda celestial para lograr otra independencia, la independencia no ya de potencias extranjeras que amenazan el territorio, los bienes materiales, y las vidas de los que componen la nación, sino de los poderes oscuros de las tinieblas, y de sectas tenebrosas, que gobiernan en las sombras contra los intereses vitales nacionales y patrios, pero sobre todo contra las almas, buscando su perdición.

Y esa independencia, esa fuerza sagrada que nos libera de las garras del mal, personificado en el ángel caído, sólo viene de la cruz de Jesucristo, por intercesión de la Virgen de Luján.

[1] Cfr. Furlong, G., Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la Patria naciente, Ediciones Castañeda, 1994, 381-382.