Nuestra Señora de Malvinas

lunes, 18 de agosto de 2014

San Martín, Padre de la Patria católico


         Pocas naciones de la tierra pueden ostentar el hecho de que sus próceres que le dieron origen, sean católicos, como sí lo puede hacer la Nación Argentina, porque San Martín, el Padre de la Patria Argentina, fue católico y católico practicante, y no masón ni integrante de la masonería, tal como muchos pretenden erróneamente atribuírselo. La polémica no es indiferente, porque el masón pertenece a una sociedad secreta prohibida por la Iglesia Católica y por lo tanto, estaría excomulgado ipso facto, mientras que si no es masón, continuaría perteneciendo a la Iglesia, hasta que se demuestre lo contrario.
Existen abundantes pruebas, tomadas tanto desde las mismas filas de la masonería, como de la misma conducta pública de San Martín, que hacen imposible el hecho de que San Martín pertenezca a la masonería, al tiempo que hacen creíble el hecho de que su catolicismo haya sido un catolicismo sincero y veraz y no un catolicismo farisaico o de mera apariencia. Autores de gran valía intelectual, como por ejemplo, el historiador mendocino Enrique Díaz Araujo, sostienen que son los mismos masones quienes niegan que San Martín haya pertenecido alguna vez a la masonería, al tiempo que destacan la conducta de San Martín en el Ejército de los Andes, como el hecho de que mandara a rezar el Santo Rosario y a celebrar la Santa Misa, ambas cosas que no haría nunca un masón que se precie como tal, puesto que significan, el uno, honrar a la Virgen –el Rosario- y la otra, adorar a Dios Uno y Trino –la Santa Misa-, todo lo cual es lo que busca silenciar un masón, debido a sus principios laicistas. En otras palabras, San Martín no podría mandar a hacer públicamente lo que como masón estaría obligado a acallar, ya que se estaría contradiciendo a sí mismo y a sus mandantes de la logia masónica. San Martín, además, impone severas penas en el Ejército de los Andes, a todo aquel que “blasfeme el nombre de Dios”, lo cual también es contradictorio con su supuesta condición masónica. Dice así Díaz Araujo: “Al reglamento del ejército de los Andes en el Plumerillo, le pone una cláusula donde dice que el que blasfeme del nombre de Dios o de su amada Madre, la primera vez se le aplicarán treinta azotes en público, y la segunda vez, se le atravesará la lengua con un fierro caliente, y la tercera, será ejecutado directamente. Esas eran las sanciones que preveía el reglamento militar para el Plumerillo”. Con respecto a la forma de gobierno, continúa Díaz Araujo: “Cuando le pregunta Godoy Cruz qué sistema de gobierno había que adoptar en Tucumán le dice “Cualquiera”; no importaba mucho, pero “Cualquiera que no atente contra nuestra Santa Religión”, que eso es lo que importa.”. Es decir, la conducta pública de San Martín reflejaba una clara defensa de la religión católica, lo cual contrasta con los principios laicistas, liberales y agnósticos de la masonería, que pretende, por todos los medios, quitar la religión católica de la vida pública y, por supuesto, también de la vida privada y de las conciencias de los hombres. Además, hay que recordar que San Martín, al igual que Belgrano, tuvo gestos de devoción marianos de indudable inspiración divina –todo acto de devoción a la Virgen es una gracia de Dios-: Belgrano creó la Bandera Nacional tomando los colores del manto de la Inmaculada Concepción y le donó el bastón de mando a la Virgen de la Merced luego de la Batalla de Tucumán del 24 de Septiembre de 1812, además de hacer rezar la Santa Misa y el Rosario a la tropa y de hacerles imponer el Escapulario de la Virgen del Carmen antes de cada batalla, mientras que San Martín tuvo gestos de devoción marianos idénticos: les hacía rezar el Rosario, les facilitaba la celebración de la Santa Misa con capellanes militares, les hacía imponer el Escapulario del Carmen y, al igual que el General Belgrano, le entregó el bastón de mando a la Virgen, proclamándola Generala del Ejército de los Andes, todo lo cual, no haría un masón, ni en sus peores pesadillas.
La historia misma, y los hechos, verídicos, por lo tanto, se encargan de dar por tierra con las falsificaciones liberales de la historia, para dar paso a la verdad: San Martín, el Padre de la Patria Argentina –al igual que Belgrano, el creador de la Bandera Nacional-, fue católico y no masón, lo cual quiere decir que adoró a Jesucristo, el Hombre-Dios, fue un fiel devoto de la Virgen y que por lo tanto, en su empresa más trascendental, la de ser el Padre de la Patria, encomendada a él por la Divina Providencia, no fue guiado por la siniestra conjura de hombres sin Dios, sino por la luz de la cruz de Jesús; quiere decir, además, que San Martín se dejó llevar -como un niño tomado de la mano de su madre- por la Madre de Dios, a lo largo de toda su vida, pero no solo para cumplir la gesta que lo convertiría en el héroe más grande de Argentina y de América, el Paso de los Andes, sino ante todo, quiere decir que San Martín se dejaría guiar por la Madre de Dios para cumplir la gesta que lo convertiría en algo infinitamente más grande que ser un héroe y es el hecho de ser santo, porque con toda seguridad, San Martín, guiado por la luz de la cruz de Jesús y tomado de la mano de la Madre de Dios, cruzó más allá de la cima de los Andes y llegó más alto que las estrellas: llegó al Reino de los cielos, a la morada del Rey eterno, Jesucristo.
Es por esto que pocas naciones de la tierra tienen el honor de poseer un Padre de la Patria que es, a la vez, héroe y santo, como el General Don José de San Martín. Tener un Padre de la Patria que es héroe y santo es de fundamental importancia para una nación, porque en cierta manera, una nación queda sellada en su origen y así sus integrantes están llamados a imitar al arquetipo. Por gracia de Dios, en el origen de nuestro arquetipo, están la Santa Cruz de Nuestro Señor Jesucristo y el manto celeste y blanco de la Inmaculada Concepción de María Santísima, porque Jesús y María fueron quienes iluminaron y guiaron al Padre de la Patria, Don José de San Martín, en el Cruce de los Andes y en el Paso a la Patria Eterna, la Jerusalén celestial, hacia la cual todos nos dirigimos. Tener un Padre de la Patria héroe y santo es un orgullo para todos los argentinos, pero también significa un compromiso, porque significa que estamos llamados a imitarlo en sus virtudes naturales y sobrenaturales, en su amor a la Patria, en su amor a la cruz y en su amor a la Virgen. En esto radica la importancia de saber por qué San Martín nunca fue masón y sí fue, en cambio, un católico practicante, un hijo fiel y devoto de la Santa Iglesia Católica.