Nuestra Señora de Malvinas
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jueves, 17 de agosto de 2023

General San Martín, Padre de la Patria Argentina, católico

 


         Los hombres que aman a su Patria verdaderamente, deben tener ante sí de forma permanente las figuras de sus pro-hombres, de sus próceres, de los hombres que dieron sus vidas por la Patria. En caso contrario, si en el se olvidan a sus próceres del pasado, el futuro está definitivamente comprometido en un sentido negativo y desastroso para la Patria.

         En nuestro caso, si debemos tener siempre presente a los próceres, el primero de ellos debe ser el Padre de la Patria Argentina, el General Don José de San Martín. De él podemos imitar sus grandes virtudes, tanto naturales como sobrenaturales: además de su integridad moral, el General San Martín profesaba la religión católica y de tal manera, que estableció capellanías en el Ejército Argentino, para que se celebrara la Santa Misa en todo momento, sobre todo en las batallas decisivas; era un ferviente devoto de la Virgen, a la cual atribuyó sus triunfos en el campo de batalla, nombrándola en agradecimiento -tal como lo haría el General Belgrano con la Virgen de la Merced- como “Generala del Ejército de los Andes”; mandaba también que sus soldados, además de participar de la Santa Misa, rezaran el Santo Rosario y que se les impusiera el Escapulario de la Virgen del Carmen.

         En estos tiempos en los que vivimos, caracterizados por el dominio del espíritu del Anticristo a todo nivel y en prácticamente todas las instituciones de la Patria, incluida la misma Iglesia, debemos más que nunca contemplar la figura de nuestro Padre de la Patria, el General San Martín, para aprender de él sus devociones católicas: a la Santa Misa, a la Virgen, al Escapulario de la Virgen del Carmen y poner en práctica nuestro ser católico argentino, que es hispano y católico. Solo de esta manera estaremos en grado de defender a nuestra Patria Argentina de los gravísimos ataques que viene sufriendo desde hace décadas: desde el marxismo comunista, ateo y materialista, hasta el liberalismo destructor de la fe con su relativismo, pasando por el sionismo, el socialismo y la masonería intra y extra-eclesiástica.

         Hoy más que nunca el espíritu religioso católico que iluminaba a nuestro Padre de la Patria, el General San Martín, debe también iluminarnos a nosotros, y esto debemos implorarlo como un don del cielo, para que nuestra amada Patria Argentina, cuya Madre Patria es España -de la cual hemos recibido el lenguaje, la cultura y sobre todo la Santa Fe Católica- no solo no perezca ante sus innumerables y formidables enemigos, que parecen haber ya triunfado, para que no solo no triunfen nunca, sino que sean aplastados bajo la Santa Cruz de Nuestro Señor Jesucristo.

miércoles, 25 de mayo de 2022

El 25 de Mayo de 1810 no hubo una revolución, sino una adhesión a España y una autodeterminación legal

 



Una de las especialidades de la Masonería es la mentira, utilizada como arma para lograr sus fines, antes, durante y después de ocurrido un hecho. En el caso del 25 de Mayo de 1810 no es una excepción. La primera y más letal mentira que logró instalar la Masonería es tildar a los hechos de ese magno día como “revolución”, cuando los protagonistas y la historia misma dicen lo contrario. Una revolución implica conspiración para lograr el poder, traiciones, bajezas, deshonor, asesinatos, todo realizado en pos de lograr un objetivo vil, objetivo que mancilla a la Patria y a sus patriotas. Nada de eso sucedió el 25 de Mayo. En otras palabras, el 25 de Mayo no fue una revolución, sino una adhesión a España y una autodeterminación legal, porque los patriotas obraron conforme a la ley española vigente en esos momentos, que establecía que si se producía la acefalía real del gobierno –como se produjo entonces, puesto que el Rey Fernando VII había sido hecho prisionero por los invasores franceses-, entonces las provincias españolas de ultramar, como el Virreynato del Río de la Plata, debían tomar por sí mismas el gobierno, es debían, debían asumir el gobierno de forma independiente, para conservar la unión con España y es eso lo que sucedió.

Así lo relata Fray Luis de Castañeda, testigo presencial de los hechos y conocedor del Derecho de la época. Es por esta razón que Fray Castañeda considera al 25 de Mayo como “un día sagrado”, que debe amanecer para honra y gloria de Dios y de nuestra Patria y que nosotros debemos postrarnos ante el Santo Altar para dar gracias a Dios por tantas mercedes y bendiciones recibidas por parte del Cielo. El 25 de Mayo, entonces, lejos de las falsedades de la leyenda masónica, está constituido por dos hechos que marcan la nobleza de nuestros patriotas: la proclamación de absoluta fidelidad al Rey de España y por lo tanto a España, por un lado, y por otro, la asunción del gobierno por parte de los españoles de ultramar, tal como lo establecía la ley. No hubo ninguna revolución, no hubo ninguna bajeza, no hubo ningún interés espurio, sino solo la intención de mantener a esta provincia española de ultramar, el Virreinato del Río de la Plata, fiel y unida a España y a su Rey. No hubo un intento deliberado de separación violenta y artera contra España, sino la asunción no esperada ni deseada de la autodeterminación independiente en el gobierno civil, debido a la acefalía que se había producido en la Península Española.

Esto es fundamental para establecer el origen de nuestra Patria, que no nació envuelta en la traición, en las pasiones desordenadas de los hombres, en el odio, en la revuelta, en el asesinato; por el contrario, nació en la nobleza española, porque éramos españoles de ultramar y continuamos siéndolo, y esto gracias a los patriotas del 25 de Mayo. Gracias a ellos, nunca cedimos al invasor inglés y al usurpador francés, sino que nos mantuvimos españoles y por eso nuestra Patria es hispana y católica y no anglófila o afrancesada. Por otra parte, nuestra independencia fue meramente política, pero nunca nos independizamos del lenguaje, de la cultura, de la religión católica, de nuestra Madre Patria España, lo cual sí habría constituido una imperdonable traición, pero no hubo nunca traición a España.

En otras palabras, los acontecimientos decisivos que llevaron al surgimiento de la Argentina como una nación católica e hispana fueron guiados, según el parecer de los patriotas de Mayo, como el P. Francisco de Paula Castañeda, por Dios, y no solo guiados, sino causados por el mismo Dios, por lo cual el Día de nuestra Independencia no es sino obra pura y exclusiva de Dios, y por esto, dice Fray Castañeda, debe amanecer cada 25 de Mayo como un día sagrado, que conmemore eternamente los prodigios obrados por Dios en nuestro favor. Dice así el Padre Castañeda: “El día veinticinco de Mayo, ya se considere como el padrón o monumento eterno de nuestra heroica fidelidad a Fernando VII, o como el origen, principio y causa de nuestra absoluta independencia política, es y será siempre un día memorable y santo, que ha de amanecer cada año para perpetuar nuestras glorias, nuestro consuelo y nuestras felicidades”[1]. En un sermón a la catedral, decía: “…el día veinticinco de Mayo es (un día) solemne (…) sagrado (…) augusto y patrio…”; en otra ocasión, decía: “…en este día todos, todos con entusiasmo divino, llenos de piedad, de humanidad y religión, debemos postrarnos delante de los altares, confesando a voces el ningún mérito que ha precedido en nosotros a tantas misericordias. Por nuestra parte, ninguna cosa buena hemos hecho en seis años de revolución; y aun la del veinticinco de Mayo no es obra nuestra sino de Dios”[2]. Postrados en adoración ante Dios Uno y Trino, que se hace presente en los misterios litúrgicos, agradecemos como Nación el tener un día de gloria en nuestro origen, como anticipo de la gloria eterna.

Por eso el 25 de Mayo debe, según Fray Castañeda, “amanecer como un día sagrado”, porque fue la Divina Providencia, fue Dios en su infinita Sabiduría y Amor, quien guió a los patriotas que, al mismo tiempo, declararon su firme adhesión al rey de España por un lado y, por otro, declararon la Independencia, pero no para cortar lazos con España sino, por el contrario, para mantenerlos, conservarlos y fortalecerlos todavía más. La nobleza de corazón y espíritu con la que actuaron nuestros patriotas el día 25 de Mayo, el día más glorioso de nuestra historia, no encuentra explicación sino es en la acción de la gracia divina, de la cual procede todo buen pensamiento, todo buen sentimiento, todo buen obrar. Y es por esta misma gracia divina por la que esperamos, algún día, regresar al seno de nuestra Madre Patria España, sin la cual no se explica nuestra existencia como Nación hispana y católica.



[1] Cfr. Furlong, G., Fray Francisco de Paula Castañeda, Ediciones Castañeda, Argentina 1994, 380.

[2] Cfr. ibidem.

miércoles, 7 de julio de 2021

La Independencia Nacional, amenazada por el globalismo luciferino

 



         Cuando los congresistas del Congreso de Tucumán firmaron, a los pies de Cristo crucificado –llamado por esto “el Cristo de los Congresales”- la Independencia de la Nación Argentina, el 9 de Julio de 1816, muy probablemente tenían en mente una Patria substancialmente distinta a la que tenemos hoy. Por un lado, al firmar en castellano y a los pies del crucifijo, pensaban en una Patria hispana y católica: hispana, porque la separación con España –no querida, no deseada, no buscada-, fue más bien de orden político, pero nunca cultural, por lo que continuamos siendo lo que éramos: españoles americanos, españoles de ultramar; pensaban en una Patria católica, porque no por casualidad la firma de la Independencia se llevó a cabo a los pies de Cristo crucificado; además, un buen porcentaje de congresistas eran sacerdotes de Cristo, pertenecientes a la Iglesia Católica. En síntesis, nunca hubo intención de renegar de nuestras gloriosas raíces hispanas y católicas y por eso mismo, los congresistas proyectaban al futuro una Patria hispana y católica, una Patria que tuviera por Madre Patria a España y por Alma de la Nación a la Religión Católica.

         Pues bien, si los congresistas, de alguna manera, se hicieran presentes en nuestros días, verían que la Patria, hispana y católica, reniega cada día más de sus raíces y de su origen, español y católico, en aras de un indigenismo neo-pagano pergeñado intelectualmente por los sionistas británicos. Verían una Patria devastada desde el punto de vista económico, moral, espiritual; verían una Patria dominada y gobernada por una banda de delincuentes que se hacen llamar “políticos”; verían una Patria invadida por ideologías contrarias en un todo a la Ley de Dios, como por ejemplo la ideología de género, que llama “derecho humano” a todo lo que transgrede la Ley Divina; verían que en la Patria se ha sancionado una ley que, a futuro, provocará un verdadero genocidio entre los niños argentinos por nacer; verían a los subversivos apátridas –es una redundancia, porque todo subversivo es apátrida por definición- siendo recordados como héroes, cuando fueron villanos de toda villanía y verían a los hijos de estos criminales subversivos, convertidos en altos dirigentes políticos, con el único mérito de ser hijos de subversivos y afiliados a la Masonería; verían a la ideología comunista-socialista, atea y satanista por definición, campear sin oposición en las facultades del país, sin que hayan apenas jóvenes amantes de la Patria y de la Santa Cruz de Jesús que salgan en su defensa. Verían, por fin, un gobierno apátrida, subordinado al globalismo luciferino del Nuevo Orden Mundial, cuyo objetivo final es la instauración de un Gobierno Mundial o Estado Universal Comunista, en el que las Patrias desaparezcan y en el que sea adorado el Ángel caído, Lucifer, al puesto del Hombre-Dios, Nuestro Señor Jesucristo.

         Para que esto no suceda, los españoles americanos nacidos en Argentina, debemos ponernos en acción y la primera acción es postrarnos a los pies de Cristo crucificado y, cubiertos con las banderas de España y Argentina, implorar a la Patrona y Dueña de la Argentina que aplaste la cabeza de la Serpiente Antigua. Sólo así, eliminados los mayores peligros para nuestra grandeza nacional –la Masonería y el Comunismo-, la Patria será floreciente y plena de gracia divina, tal como la pensaron los congresales de Tucumán.

sábado, 3 de julio de 2021

Carta de la Masonería felicitando a Perón por la quema de iglesias en Argentina en 1955

 Dime quién te felicita, y te diré a qué logia masónica perteneces...


         30 de Junio de 1955

         Al C. General

         Juan Domingo Perón.

         Presidente de la Rep. Argentina.

         Buenos Aires, Arg.

         Excelentísimo señor Presidente-

                   En nombre de la Muy Respetable Gran Logia “COSMOS” del Estado de Chihuahua y de las Responsables Logias Simbólicas de su jurisdicción, nos permitimos manifestaros:

                   Que hemos seguido con crecido interés, desde el mes de noviembre anterior, vuestra digna actitud en el conflicto que el Estado Argentino confronta con el clero católico de una República hermana.

                   Que ya nuestra Patria, de muy antiguo y a través de gobernantes que supieron asumir actitudes tan edificantes como la vuestra, supo de problemas de esa índole, mismos que confrontados desde el primer tercio del Siglo XIX y hubieron de culminar con la expedición de nuestra Carta Magna de 1857, en la que hubo de cristalizar, complementada por posteriores leyes, la rigurosa separación del Estado y la Iglesia que, por lo demás, ha sido condición indispensable del Estado moderno y del progreso de las Naciones civilizadas.

                   Por lo anteriormente expuesto y en atención a vuestra (palabra ininteligible) dirección de los destinos de esa gloriosa República Argentina, servíos, Señor Presidente, aceptar las felicitaciones de apoyo moral de la Masonería Chihuahuense.

                   Por la Muy Respetable Gran Logia “COSMOS”

                   Del Partido de Chihuahua.

                   Prof. José S. Modrano R.

                   Gran Maestre.

domingo, 20 de junio de 2021

El trapo rojo del Dragón comunista no reemplazará jamás al manto celeste y blanco de la Inmaculada Concepción, la Bandera Nacional Argentina

 



         Hoy nuestra Patria, cuya Bandera Nacional es el Manto celeste y blanco de la Inmaculada Concepción de Luján, se encuentra en un gravísimo peligro, porque quienes conforman el des-gobierna que guía a la Nación a un abismo sin fin, son los herederos ideológicos de los criminales subversivos apátridas, los guerrilleros del ERP, la FAP, montoneros, quienes pretendían convertir a la Argentina en un satélite de la Cuba comunista y de la Unión Soviética, estados ateos y anticristianos por esencia y por antonomasia. Las palabras del criminal y asesino de masas Santucho no eran dichas por casualidad: “Debemos MATAR un millón de argentinos, para instaurar el socialismo y el comunismo”. “MATAR” un millón de argentinos, decir una frase así, refleja el odio y la intención preternaturales, satánicas, que movían a los brutales asesinos subversivos de la década de los setenta. Luego de haber sido derrotados militarmente, lamentablemente ganaron –por el momento- la batalla cultural y es así que lograron colocar a un “camarada” suyo, el marxista Raúl Alfonsín –marxista y abogado defensor de los apátridas y criminales subversivos- como “padre de la democracia”, enmascarando su profundo odio hacia Dios y hacia la Patria, tal como lo demostraría, entre otras cosas, con su lema: “Con la democracia se come, se cura y se educa”, intentando, con esta frase materialista y marxista, desplazar a Dios, quien es El que con su Providencia nos alimenta, nos cura y nos educa y además limitando al argentino a un trozo de materia sin espíritu, al establecer al menos implícitamente que lo único que hacía falta era un gobierno “democrático”. Luego se sucedieron diversos gobiernos, hasta el actual, todos caracterizados por carecer, en absoluto, de un proyecto nacional de crecimiento y desarrollo material y espiritual, constituyendo en cambio una casta política oligárquica desentendida del Pueblo Argentino y dedicada a enquistarse en el poder para lograr más poder y más riquezas para sí mismos. Hoy, quienes nos gobiernan, son los herederos ideológicos de los subversivos apátridas quienes, por carecer de Dios y de Patria, niegan a Dios –ley infame y genocida del aborto aprobada por este gobierno- y traicionan a la Patria –entre otras cosas, destrucción de las Fuerzas Armadas y entrega de nuestra soberanía nacional a China al otorgarle una base militar en la Patagonia Argentina, con lo cual quedamos bajo la órbita del Dragón rojo, el comunismo chino, además de la cesión de aguas territoriales para la depredación a las flotas pesqueras piratas chinas, la práctica rendición total frente al enemigo usurpador inglés en Malvinas y muchas otras traiciones más-. Es por esto que nuestra Patria, cuya Bandera Nacional es el Manto celeste y blanco de la Inmaculada Concepción, Nuestra Señora de Luján, es el próximo objetivo de los apátridas, quienes tratan de implantar un régimen comunista al estilo chino-cubano-soviético y así reemplazar a nuestra Bandera Nacional por el trapo rojo del Dragón del Apocalipsis, el Comunismo.

         Es hora de que despertemos del letargo en el que nos encontramos los argentinos y nos demos cuenta que detrás de la política se encuentran dos grandes enemigos de Dios y de la Patria, la Masonería y el Comunismo, por lo que en realidad se trata de una lucha espiritual del Pueblo Argentino, ya que la Masonería es la Bestia y el Comunismo es el Dragón del Apocalipsis. Y si es una lucha espiritual, las armas son espirituales: el Santo Rosario, la Santa Misa, el vivir en gracia, el invocar con frecuencia al Ángel Custodio de Argentina. Nuestras únicas esperanzas de sobrevivir como Nación, nuestra única esperanza de que la Bandera Nacional, el Manto celeste y blanco de Nuestra Señora de Luján, no sea reemplazado jamás por el trapo rojo del Dragón rojo comunista, son el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María. ¡Viva la Patria! ¡Viva el Sagrado Corazón de Jesús! ¡Viva la Patrona y Dueña de la Argentina, Nuestra Señora de Luján!

lunes, 18 de agosto de 2014

San Martín, Padre de la Patria católico


         Pocas naciones de la tierra pueden ostentar el hecho de que sus próceres que le dieron origen, sean católicos, como sí lo puede hacer la Nación Argentina, porque San Martín, el Padre de la Patria Argentina, fue católico y católico practicante, y no masón ni integrante de la masonería, tal como muchos pretenden erróneamente atribuírselo. La polémica no es indiferente, porque el masón pertenece a una sociedad secreta prohibida por la Iglesia Católica y por lo tanto, estaría excomulgado ipso facto, mientras que si no es masón, continuaría perteneciendo a la Iglesia, hasta que se demuestre lo contrario.
Existen abundantes pruebas, tomadas tanto desde las mismas filas de la masonería, como de la misma conducta pública de San Martín, que hacen imposible el hecho de que San Martín pertenezca a la masonería, al tiempo que hacen creíble el hecho de que su catolicismo haya sido un catolicismo sincero y veraz y no un catolicismo farisaico o de mera apariencia. Autores de gran valía intelectual, como por ejemplo, el historiador mendocino Enrique Díaz Araujo, sostienen que son los mismos masones quienes niegan que San Martín haya pertenecido alguna vez a la masonería, al tiempo que destacan la conducta de San Martín en el Ejército de los Andes, como el hecho de que mandara a rezar el Santo Rosario y a celebrar la Santa Misa, ambas cosas que no haría nunca un masón que se precie como tal, puesto que significan, el uno, honrar a la Virgen –el Rosario- y la otra, adorar a Dios Uno y Trino –la Santa Misa-, todo lo cual es lo que busca silenciar un masón, debido a sus principios laicistas. En otras palabras, San Martín no podría mandar a hacer públicamente lo que como masón estaría obligado a acallar, ya que se estaría contradiciendo a sí mismo y a sus mandantes de la logia masónica. San Martín, además, impone severas penas en el Ejército de los Andes, a todo aquel que “blasfeme el nombre de Dios”, lo cual también es contradictorio con su supuesta condición masónica. Dice así Díaz Araujo: “Al reglamento del ejército de los Andes en el Plumerillo, le pone una cláusula donde dice que el que blasfeme del nombre de Dios o de su amada Madre, la primera vez se le aplicarán treinta azotes en público, y la segunda vez, se le atravesará la lengua con un fierro caliente, y la tercera, será ejecutado directamente. Esas eran las sanciones que preveía el reglamento militar para el Plumerillo”. Con respecto a la forma de gobierno, continúa Díaz Araujo: “Cuando le pregunta Godoy Cruz qué sistema de gobierno había que adoptar en Tucumán le dice “Cualquiera”; no importaba mucho, pero “Cualquiera que no atente contra nuestra Santa Religión”, que eso es lo que importa.”. Es decir, la conducta pública de San Martín reflejaba una clara defensa de la religión católica, lo cual contrasta con los principios laicistas, liberales y agnósticos de la masonería, que pretende, por todos los medios, quitar la religión católica de la vida pública y, por supuesto, también de la vida privada y de las conciencias de los hombres. Además, hay que recordar que San Martín, al igual que Belgrano, tuvo gestos de devoción marianos de indudable inspiración divina –todo acto de devoción a la Virgen es una gracia de Dios-: Belgrano creó la Bandera Nacional tomando los colores del manto de la Inmaculada Concepción y le donó el bastón de mando a la Virgen de la Merced luego de la Batalla de Tucumán del 24 de Septiembre de 1812, además de hacer rezar la Santa Misa y el Rosario a la tropa y de hacerles imponer el Escapulario de la Virgen del Carmen antes de cada batalla, mientras que San Martín tuvo gestos de devoción marianos idénticos: les hacía rezar el Rosario, les facilitaba la celebración de la Santa Misa con capellanes militares, les hacía imponer el Escapulario del Carmen y, al igual que el General Belgrano, le entregó el bastón de mando a la Virgen, proclamándola Generala del Ejército de los Andes, todo lo cual, no haría un masón, ni en sus peores pesadillas.
La historia misma, y los hechos, verídicos, por lo tanto, se encargan de dar por tierra con las falsificaciones liberales de la historia, para dar paso a la verdad: San Martín, el Padre de la Patria Argentina –al igual que Belgrano, el creador de la Bandera Nacional-, fue católico y no masón, lo cual quiere decir que adoró a Jesucristo, el Hombre-Dios, fue un fiel devoto de la Virgen y que por lo tanto, en su empresa más trascendental, la de ser el Padre de la Patria, encomendada a él por la Divina Providencia, no fue guiado por la siniestra conjura de hombres sin Dios, sino por la luz de la cruz de Jesús; quiere decir, además, que San Martín se dejó llevar -como un niño tomado de la mano de su madre- por la Madre de Dios, a lo largo de toda su vida, pero no solo para cumplir la gesta que lo convertiría en el héroe más grande de Argentina y de América, el Paso de los Andes, sino ante todo, quiere decir que San Martín se dejaría guiar por la Madre de Dios para cumplir la gesta que lo convertiría en algo infinitamente más grande que ser un héroe y es el hecho de ser santo, porque con toda seguridad, San Martín, guiado por la luz de la cruz de Jesús y tomado de la mano de la Madre de Dios, cruzó más allá de la cima de los Andes y llegó más alto que las estrellas: llegó al Reino de los cielos, a la morada del Rey eterno, Jesucristo.
Es por esto que pocas naciones de la tierra tienen el honor de poseer un Padre de la Patria que es, a la vez, héroe y santo, como el General Don José de San Martín. Tener un Padre de la Patria que es héroe y santo es de fundamental importancia para una nación, porque en cierta manera, una nación queda sellada en su origen y así sus integrantes están llamados a imitar al arquetipo. Por gracia de Dios, en el origen de nuestro arquetipo, están la Santa Cruz de Nuestro Señor Jesucristo y el manto celeste y blanco de la Inmaculada Concepción de María Santísima, porque Jesús y María fueron quienes iluminaron y guiaron al Padre de la Patria, Don José de San Martín, en el Cruce de los Andes y en el Paso a la Patria Eterna, la Jerusalén celestial, hacia la cual todos nos dirigimos. Tener un Padre de la Patria héroe y santo es un orgullo para todos los argentinos, pero también significa un compromiso, porque significa que estamos llamados a imitarlo en sus virtudes naturales y sobrenaturales, en su amor a la Patria, en su amor a la cruz y en su amor a la Virgen. En esto radica la importancia de saber por qué San Martín nunca fue masón y sí fue, en cambio, un católico practicante, un hijo fiel y devoto de la Santa Iglesia Católica.