Nuestra Señora de Malvinas
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martes, 28 de marzo de 2023

viernes, 28 de mayo de 2021

Gendarmería Nacional en Malvinas

 


Arribando a Malvinas el escuadrón Alacrán de la  GN...para cuando fueron convocados la guerra estaba en una etapa casi irreversible...

 El 28 de mayo, partieron a bordo de un avión Hércules C -130 de la Fuerza Aérea Argentina, 40 gendarmes, serían los únicos en poder pasar a las islas. Por razones de seguridad el piloto que trasladaba al resto de los integrantes de la Unidad decidió retornar al continente, tras intentar llegar a las islas en dos oportunidades... también estaban en esas oportunidades los comandos anfibios y entre ellos el Cabo Eliseo Batista.

jueves, 13 de mayo de 2021

Nuestra Señora de Luján en Malvinas

 


Buques argentinos y británicos hundidos en Malvinas

 


Soldados argentinos en Malvinas

 


Cuando se habla del terror de los ingleses, solo hablamos del Exocet...Los nidos de ametralladoras fueron su peor pesadilla...fueron bien utilizadas y sincronizadas a la perfección.... el cabo Ismael Maciel y el Soldado Juan Ferreira operando una ametralladora MAG con trípode para tiro directo en Malvinas, BIM 5.

(https://www.facebook.com/groups/206223532890114/permalink/1786023374910114)

sábado, 3 de abril de 2021

Regimiento de Infantería 1 de Patricios, presente en Malvinas

 


Fuerza Aérea Argentina en Malvinas, un orgullo nacional

 













Daniel Fernando Caminoa Lizarralde


LOS PILOTOS DE LOS AVIONES CRIOLLOS SE LUCIERON, COSECHANDO INCLUSO EL ELOGIO DE LOS INGLESES: (Malvinas - 1982).

La guerra de Malvinas, fue el bautismo de fuego de la Fuerza Aérea Argentina. La acción de sus miembros, junto a los pilotos de la aviación naval, no pasó desapercibida para los expertos militares del mundo.

Es notable, por caso, la carta elogiosa que le escribió a los pilotos argentinos el Coronel (FAF), Pierre Clostermann, héroe francés de la Segunda Guerra Mundial:

“A vosotros, jóvenes argentinos compañeros pilotos de combate quisiera expresaros toda mi admiración. A la electrónica más perfeccionada, a los misiles antiaéreos, a los objetivos más peligrosos que existen, es decir los buques, hicistes frente con éxito. A pesar de las condiciones atmosféricas más terribles que puedan encontrarse en el planeta, con una reserva de apenas pocos minutos de combustible en los tanques de nafta, al límite extremo de vuestros aparatos, habéis partido en medio de la tempestad en vuestros “Mirage”, vuestros “Etendard”, vuestros “A-4″, vuestros “Pucará” con escarapelas azules y blancas. A pesar de los dispositivos de defensa antiaérea y del los SAM de buques de guerra poderosos, alertados con mucha anticipación por los “AWACS” y los satélites norteamericanos, habéis arremetido sin vacilar. Nunca en la historia de las guerras desde 1914, tuvieron aviadores que afrontar una conjunción tan terrorífica de obstáculos mortales, ni aun los de la RAF sobre Londres en 1940 o los de la Luftwaffe en 1945”.

El almirante John Forster  Woodward, que lideró durante la guerra el grupo de tareas británicos de la Royal Navy en el Atlántico Sur, en un reportaje publicado por el diario La Estrella de Panamá, el 3 de enero de 1984, declaró: “Los pilotos argentinos fueron muy valientes. Me dieron muchos dolores de cabeza, pero igual los admiro”.

Posteriormente, refiriéndose al ataque de Bahía Agradable, expresó: “Ya antes habíamos recibido suficientes pruebas de lo que eran capaces de hacer. Los veíamos aparecer a ras del agua. Jamás hubiéramos imaginado eso”.

A todo esto, en su informe al Parlamento el ministro de Defensa británico John Nott, expresó: “Creo que los pilotos argentinos están demostrando una enorme bravura. Sería tonto de mi parte no reconocerlo”.

El 27 de mayo de 1982, en el fragor de la guerra, The Miami Herald escribió: “Los pilotos argentinos se ganan el corazón de sus compatriotas y la admiración de sus enemigos”.

En tanto que Kenneth Freed, de Los Ángeles Times Service, destacó: “Casi a diario ellos vuelan hacia la batalla y en cada oportunidad sólo regresan unos pocos, pero los pilotos argentinos se transforman en los héroes de la guerra de las Malvinas, admirados por sus enemigos casi tanto como por sus compatriotas. ‘Son los únicos que impiden que esto sea una derrota total’, dijo un experto militar europeo”.

El vicedirector del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres, Coronel Jonathan Alford, en una conferencia celebrada en los EE.UU. sostuvo: “En comparación con el nivel de muchos países, la Argentina desplegó una Fuerza Aérea relativamente modesta y nada moderna, que la mayor parte del tiempo operaba en el límite de su radio de acción (…)  Quizá con sólo un poco más de fortuna en los momentos críticos, la Fuerza Aérea Argentina podría haber obligado a Gran Bretaña a abortar su expedición”.

LA AUDACIA DE LOS PILOTOS ARGENTINOS EN LOS COMBATES DEL ATLÁNTICO SUR: (José María Carrascal publicado por el diario ABC de Madrid)

Son sólo unos centenares -o eran- pero llevan sobre sus hombros el último peso de esta guerra, no menos cruenta por no estar declarada. Parece, sin embargo, no importarles la muerte de sus camaradas o la posibilidad de perder la suya en la próxima salida. Pocas veces se ha visto tanta gallardía ante la vida, tanta responsabilidad ante la muerte, tanta consideración ante los propios, tanta audacia ante lo ajeno.

Actúan en condiciones extremas con el objetivo a quinientos kilómetros y el carburante justo para estar sobre él tres o cuatro minutos y regresar. Un ojo puesto en el blanco, el otro, en la aguja del depósito, olvidándose de los misiles que llegan por todas parte, de los barcos, de los aparatos enemigos, de las baterías de tierra.

La mayoría de sus reactores no tienen radar "todo tiempo", lo que les obliga a actuar de día, y dejar las nubes, a esquivar la niebla. Otros como los Super Etendard, tienen que ser repostados en vuelos, tan corto es su radio de acción. No importa. Como aquel príncipe de Gracián que suplía la cortedad de su espada dando un paso adelante, ellos bajan un poco más hasta rozar los palos de las fragatas inglesas, aunque eso signifique consumir más combustible. Lo hacen una y otra vez, como si fueran meros ejercicios.

Como si no se jugaran la vida -con bastantes posibilidades de perderla- en cada misión. En máquinas revisadas por los mecánicos a la carrera. Tras ser recargadas de bombas, cohetes y combustible. Con el tiempo justo de echar una cabezada, tomarse un café, examinar las siluetas de los navíos enemigos que aún quedan. Y salir de nuevo.

Sin alardes, sin hablar siquiera. Dejando a los ingleses la cuenta de los derribos y de los impactos. Ellos se limitan a protagonizarlos. Sin aspavientos ni petulancia. Como si fuera la cosa más natural del mundo.

No está de moda en nuestros días el panegírico de las glorias militares y no estoy nada seguro que esta crónica lo sea; es la calidad humana de los pilotos argentinos lo que inspira. En un mundo como el nuestro, donde la norma es exigir pero no dar, el ejemplo de estos aviadores, dándolo todo sin pedir nada, ni siquiera un aplauso, es de tal sobria elegancia que deslumbra en su lucidez. La mente moderna necesita hacer un esfuerzo para abarcarlos y aun así no lo consiguen.

No dan la vida, naturalmente, por la Junta. Ni siquiera la dan -cree uno- por conceptos abstractos, como el honor o la patria. La dan por algo muy concreto, muy precioso. Por su comunidad, que les ha encomendado su defensa, y en último término, por algo tan simple como el cumplimiento del deber.

Individuos así ennoblecen toda especie. En este caso particular nos ennoblecen sobre todo a los hispanos, a los latinos, a quienes tan mal nos va en los últimos tiempos. ¡Con qué dolor y orgullo lee uno esos dobles apellidos españoles e italianos, casi de lápidas antiguas!

No sé si el sacrificio de estos pilotos devolverá las Malvinas a su país. Pero sé otra cosa, tal vez más importante, porque las Malvinas tarde o temprano, y el mundo gira hoy muy rápido, serán argentinas. Sé que cuando en adelante se imagine uno al argentino, ya no pensará en el gaucho típico, en el engominado cantante de tangos o en la presidente de revista. Pensará en esos pilotos que han sabido morir por saber por qué vivían, privilegio hoy al alcance de muy pocos.

Es lugar común decir que Argentina ha sido bendecida por todos los dones del Cielo y de la Tierra. Pero sobre todo, ahora lo vemos, por sus hijos que se hicieron aviadores.

(https://www.facebook.com/groups/1331447180202760/permalink/4422258981121549)

viernes, 5 de marzo de 2021

Celebrando la Santa Misa en Malvinas


 

Nicolás Kasanzew


Dando misa bajo las bombas.

En las afueras del aeropuerto, el sacerdote toma la hostia para consagrarla y la eleva para que todos la vean. Frente a él, están los soldados del Regimiento 25, con los oficiales Montero, Machi y Olmos a la cabeza. Y en ese momento, al levantar la vista, el padre Vicente Martínez Torrens observa a un Sea Harrier, que en posición de tiro se acerca a toda velocidad hacia ellos. Es el único que ve el peligro, pero lejos de sobresaltarse, haciendo gala de una pasmosa sangre fría, ordena: “¡Rodilla en tierra!”

Más tarde el capellán me explicaba que actuó de esta manera, porque pensó que así los soldados ofrecerían menos blanco a las esquirlas cuando estallara la bomba.

El cazabombardero enemigo pasó rasante a unos diez metros sobre sus cabezas, arrojando su mortífera carga, que cayó a unos cuantos metros detrás de la tropa.

Martinez Torrens, quien también se había arrodillado, esperó oir los gritos de auxilio de los heridos, pero el silencio era sepulcral. Todos estaban ilesos. El sacerdote elevó el cáliz y continuó impertérrito la misa, como si nada hubiese pasado.

Transportado en un jeep que manejaba el soldado cordobés Miguel Merlo, el padre Vicente oficiaba regularmente, en distintas posiciones, ocho misas diarias. Y también alguna extra. Como cuando se cruzó con una fracción de artilleros, que habían sido desplegados a otra zona y no tuvieron tiempo de cavar sus trincheras. Los soldados sabían que esa noche, estando al descubierto, iban a ser cañoneados por la flota enemiga, y directamente le exigieron al cura que oficiara y les diera la comunión: “Si tenemos que morir, queremos que sea en gracia de Dios”, le dijeron. Y el capellán celebró estoicamente la misa bajo una lluvia torrencial.

Así evangelizaba el padre Martínez Torrens, último sobreviviente de los 14 capellanes de la guerra de Malvinas: bajo las bombas británicas y las inclemencias del tiempo.

(En realidad, también está vivo el “cura comando”; pero Jorge Piccinalli hace ya muchos años colgó los hábitos). Ver menos

— con Vicente Martinez Torrens

(https://www.facebook.com/photo?fbid=2794328304228340&set=a.1411316639196187)

miércoles, 3 de febrero de 2021

La actuación de la Fuerza Aérea Argentina en Malvinas

 


Ver también:
https://www.youtube.com/watch?v=oBpz5h3rO84&fbclid=IwAR1yBr9GfCcDFVLoRNmuMJ8HRyusFbiY3R5fD6GTZiMdNn10_7ZFMtzVmPw

jueves, 8 de octubre de 2020

Buques ingleses hundidos en Malvinas

 


La actuación de Muamar Al Gaddafi en Malvinas

 

La desclasificación de documentos luego de Malvinas permitió que se revelara la trama oculta de la ayuda militar libia durante el Conflicto del Atlántico Sur; una historia en la que intervendría de manera directa el líder africano Muamar Al Gaddafi.
Según los documentos dados a conocer luego de 1982, el encargado de negocios de Libia en Argentina, el Sr. Alsharushi Albarrani concurrió a la Casa Rosada, a los fines de ofrecer armamento de todo tipo, así como dinero y petróleo "sin condicionamientos de ningún tipo, comisiones ni intermediarios" en lo que sería una oferta directa de un gobierno al otro.
Si bien en un comienzo el gobierno argentino relegaría dicha oferta a un segundo plano bajo la premisa de que no se llegaría a un enfrentamiento directo con el Reino Unido, el devenir de los acontecimientos y las primeras acciones de combate concretarían el intercambio con Trípoli.
Luego del inicio de las hostilidades, se llevaría a cabo a mediados de mayo de 1982 una reunión entre altos mandos de las tres Fuerzas Armadas Argentinas y el gobierno libio en la capital del país africano, dando origen a partir de allí a uno de los capítulos más apasionantes de los entretelones de Malvinas.
Al mando militar argentino le sorprendió sobremanera la generosidad del gobierno libio en un ofrecimiento donde literalmente se le pidió a los militares argentinos que "hagan una lista de lo que necesitan" con casi ningún tipo de limitaciones y sólo con la excepción de no poder proveer armamento pesado o estratégico, teniendo en cuenta que la casi totalidad del arsenal libio era de manufactura soviética.
Fue así como a partir de entonces se estableció un puente aéreo con aviones Boeing 707, tanto de la Fuerza Aérea Argentina como de Aerolíneas Argentinas, con misiones encubiertas que volaron a Libia, haciendo eventualmente escalas en Brasil y, una vez sobre el Mediterráneo, volando bajo para evitar el radar de Malta.
La inteligencia británica consideró inicialmente como rumores los informes sobre una posible provisión de armamento de parte de Libia, alimentada esta interpretación errónea inclusive por agentes británicos en la capital norafricana. Los rumores cobrarían mayor fuerza a medida que en el transcurso del conflicto, servicios extranjeros de inteligencia informaran al Reino Unido sobre la frecuente presencia de aviones de la aerolínea de bandera argentina en el sector militar del aeropuerto de Trípoli.
Este puente aéreo, movido y originado únicamente por la motivación de Gaddafi de colaborar con la nación que estaba enfrentando al Reino Unido proveyó a la Argentina de una considerable cantidad de explosivos, minas antipersonales y armas y misiles antiaéreos portátiles SA-7. Nuestros aviones volvían de Libia con armamento y, a cambio, iban cargados de fruta fresca, regalos autóctonos y ,en alguna oportunidad, hermosos ejemplares de caballos del ejército argentino, como presentes para Muamar Al Gaddafi.
Hay quienes ven una clara intencionalidad de Moscú de intervenir en el Conflicto del Atlántico Sur mediante la utilización del régimen libio para una provisión indirecta de armamento de manufactura soviética para su utilización contra Londres, el principal aliado de los Estados Unidos dentro de la OTAN. En opinión de otros estudiosos del tema, la generosidad de Trípoli sólo tuvo que ver con una decisión política del líder libio en el contexto de sus convicciones a favor de una "tercera posición" en el mundo, pero motivado también por su aversión a Occidente en una década como la de los ´80, donde Gaddafi sería marcado y señalado por Occidente como uno de los cerebros detrás de la financiación de organizaciones terroristas de alcance internacional.
Sea cual fuere la motivación detrás de la ayuda libia, aquella colaboración no deja de ser uno de los capítulos más apasionantes de las operaciones que muchos de nuestros compatriotas llevaron a cabo fuera de las fronteras argentinas en el denodado esfuerzo por seguir plantando oposición a las fuerzas británicas.
Por Eric Torrado -
Malvinas en la Mira
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sábado, 18 de julio de 2020

Cancillería repudió los ejercicios militares británicos en las islas Malvinas

El secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur, Daniel Filmus, aseguró que "los ejercicios británicos violan todas las recomendaciones aprobadas por las Naciones Unidas y por los acuerdos de los países con costas en el Atlántico Sur".

A través de un comunicado, la Cancillería argentina repudió los ejercicios militares que durante este mes el Reino Unido ha realizado en las Islas Malvinas, detallando que en este ejercicio intervinieron, además del buque patrullero HMS Forth, la Compañía de infantería británica  A y la aeronave A400M junto a los Typhoons de la 1435 Flight de la RAF, que forman parte del despliegue militar de ocupación ilegal del Reino Unido en las Islas Malvinas.

El secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur, Daniel Filmus, aseguró que "los ejercicios británicos violan todas las recomendaciones aprobadas por las Naciones Unidas y por los acuerdos de los países con costas en el Atlántico Sur. Argentina reitera el llamado al Reino Unido a no realizar acciones militares en la región y a retomar las negociaciones diplomáticas por la soberanía en las islas en las condiciones que establece la resolución 2065 de la ONU".

La República Argentina, a través de la Cancillería, rechaza en los términos más contundentes la realización de estas maniobras navales, aéreas y militares en territorio argentino ilegítimamente ocupado por el Reino Unido, que constituyen una injustificada demostración de fuerza y un deliberado apartamiento de los llamamientos de las numerosas resoluciones de las Naciones Unidas y de otros organismos internacionales, que instan tanto a la Argentina como al Reino Unido a reanudar las negociaciones, a fin de encontrar una solución pacífica y definitiva a la disputa de soberanía que involucra a ambos países en la Cuestión de las Islas Malvinas.

El Gobierno argentino seguirá manteniendo su rechazo a la presencia militar británica en el Atlántico Sur, bregando por el apoyo internacional en ese sentido, que ya se ha manifestado en numerosos esquemas regionales, bajo la premisa de que esa presencia es contraria a la política de la región de apego a la búsqueda de una solución pacífica para la disputa de soberanía.

En particular, la persistencia del Reino Unido en la realización de ejercicios militares en el Atlántico Sur, contraviene específicamente la resolución 31/49 de la Asamblea General de Naciones Unidas que insta a ambas partes (la Argentina y el Reino Unido) a que se abstengan de adoptar decisiones unilaterales que entrañen la introducción de modificaciones en la situación mientras las Islas Malvinas están atravesando por el proceso de negociación recomendado por la ONU.

La presencia militar contradice también la resolución 41/11 de la Asamblea General (Zona de Paz y Cooperación en el Atlántico Sur) que, entre otras disposiciones, exhorta a los estados de todas las demás regiones, en especial a los estados militarmente importantes, a que respeten escrupulosamente la región del Atlántico Sur como zona de paz y cooperación, en particular mediante la reducción y eventual eliminación de su presencia militar en dicha región.
(https://criticasur.com.ar/nota/26778/cancilleria_repudio_los_ejercicios_militares_britanicos_en_las_islas_malvinas/?rand=496%3Frand%3D357&fbclid=IwAR1IU241PC51BaRlk1lHJtTBzpzTr1_41ydabNVeLpRMw3nHSPhalnv8sLo)

"Es una provocación regional": Melella repudió los ejercicios militares británicos en Malvinas

El gobernador Gustavo Melella expresó su rechazo y el del "pueblo de mi provincia" por la realización de ejercicios militares británicos en las islas Malvinas, considerando que se tratan de "acciones de carácter unilateral y con un trasfondo eminentemente bélico".

A través de su cuenta de Twitter, el gobernador Gustavo Melella expresó su rechazo y el del "pueblo de mi provincia" por la realización de ejercicios militares británicos en las islas Malvinas, considerando que se tratan de "acciones de carácter unilateral y con un trasfondo eminentemente bélico".

Dirigiéndose al embajador del Reino Unido en Argentina, Mark Kent, Melella sostuvo que "el pueblo y Gobierno de mi provincia rechazan de manera contundente la realización de estos ejercicios dentro de su territorio, el cual tiene una parte ocupada ilegalmente por el Estado que Usted representa".

"Su país continúa desconociendo las resoluciones de las Naciones Unidas y de otros organismos internacionales, quienes instan a reanudar las negociaciones a fin de encontrar una solución pacífica y definitiva a la disputa de soberanía, así como a abstenerse de realizar actos unilaterales en los territorios y espacios marítimos en disputa", remarcó.

Asimismo, el mandatario fueguino opinó que "estas acciones de carácter unilateral y con un trasfondo eminentemente bélico, no solamente afectan las relaciones bilaterales de nuestros Estados, sino que se constituye en una provocación regional, representado una amenaza a la seguridad internacional en un continente eminentemente pacífico y violando flagrantemente la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur".
(https://criticasur.com.ar/nota/26779/es_una_provocacion_regional_melella_repudio_los_ejercicios_militares_britanicos_en_malvinas/?rand=745&fbclid=IwAR326uPXZksI45Ym_MzUivYksU4P-fbgo9NmYUazBFcIC120XLUywrtya10)

lunes, 8 de junio de 2020

Al pie del cañón: las grandes hazañas de los artilleros argentinos en Malvinas


Por Patricia Fernández Mainardi
30 de mayo de 2020


Mientras los cañones rugen y el enemigo ataca, los artilleros no abandonan la pieza: el deber es superior al peligro. Terminada la guerra de Malvinas, fueron los propios ingleses quienes reconocieron el desempeño de las piezas de artillería argentinas. De hecho, el jefe del Grupo de Artillería 3, el entonces teniente coronel Martín Balza, fue reconocido con la distinción al Mérito Militar por sus destacadas acciones en la guerra.

Tres episodios elegidos por DEF retratan las dificultades con las que trabajaron y el patriotismo que mantuvieron hasta que las piezas quedaron fuera de combate.

El cañón y el avión enemigo: el desafío del hombre de la artillería antiaérea

El hoy coronel (retirado) Claudio Oscar Braghini era subteniente del Grupo de Artillería de Defensa Aérea 601 cuando fue a Malvinas.

Luego de algunos días en las islas, se decidió ubicar a Braghini y su sección en Darwin. Coordinaron con la Fuerza Aérea la ubicación de las dos piezas y del director de tiro. “La idea era dar apoyo, porque ahí iban a operar los Pucará”, explica. Mientras la mitad del personal debió permanecer en las cercanías de Puerto Argentino, el resto se instaló con dos cañones bitubo Oerlikon de 35 mm en la zona indicada. “El problema era el cansancio, yo tenía dos suboficiales por pieza, el jefe y el reemplazante, así que entre ellos se turnaban en el día para estar arriba de la pieza”, puntualiza.

“Cuando uno brinda defensa aérea, el militar no se puede mover porque tiene que tirar cuando hay ataque. El que se encuentra arriba del cañón está solo contra el avión”, especifica Braghini antes de comenzar a describir el ataque del 1º de mayo. La noche anterior habían permanecido hasta muy tarde integrando la sección. Al otro día, terminarían la puesta en condición. Dormían, cuando a las tres de la mañana les comunicaron que se esperaba un ataque aéreo. En alerta roja, y en los puestos de combate, esperaron a las aeronaves enemigas. Finalmente, les dieron la orden de pasar a alerta celeste, lo que lo llevó a Braghini a pedir autorización al vicecomodoro Wilson Pedrozo (jefe de la Base Aérea Cóndor) para terminar de poner su sección en condiciones. ¿Qué significaba eso? Que debía hacer un tiro al punto ficticio para verificar que estuviese correctamente hecha la delineación; para ello, debía sacar la munición de combate y colocar una de ejercicio.

Braghini posa con los jefes de pieza y soldados en Malvinas. Atrás uno de los cañones usados por la artilleria. Foto Gentileza Oscar Braghini.
Braghini posa con los jefes de pieza y soldados en Malvinas. Atrás uno de los cañones usados por la artilleria. Foto Gentileza Oscar Braghini.
“Hicimos el tiro y empecé a poner de nuevo en orden de combate a las piezas cuando vi desde el noreste tres puntos pegados al agua. Nosotros estábamos desconectados. Fue una sorpresa total. Rápidamente, hicimos las conexiones, pero las aeronaves ya estaban fuera del alcance. Fue un desastre”, relata, al tiempo que señala que, como la artillería de defensa aérea es uno de los primeros objetivos que busca la aviación enemiga, debieron hacer un cambio de posición hacia el poblado de Pradera del Ganso.

“El 4 de mayo estábamos con el cabo primero Ferreira en el director de tiro. De repente, me dijo ‘Ahí vienen, mi subteniente’. Miré la pantalla: se veían los tres ecos. Avisé por radio. Son segundos los que uno tiene para combatir. Si uno detecta un avión a 16 kilómetros –que es el mayor alcance que tiene el radar–, hay apenas un minuto para combatirlo. El avión vuela a 300 metros por segundo, no podíamos distraernos”, detalla. A su vez, recién podían adquirir al avión a tan solo cinco kilómetros del director de tiro, ya que, si no, los misiles antiradares ingleses podían destruirlos. Esperaron, vieron al Harrier de frente en la pantalla: “Di alerta para que las piezas se conectasen al director de tiro, y cuando me dieron permiso, presioné el pulsador de disparo y vi que los proyectiles pegaban en el mar. El Harrier comenzó a hacer maniobras evasivas. Esperé que la computadora me diera permiso de nuevo y, cuando la luz se encendió, presioné la segunda ráfaga, que agarró a uno de lleno. Al otro Harrier, lo agarramos yéndose, le dimos, pero no se lo vio caer”.

Dice Braghini que, desde el director de tiro, podía ver a la gente que estaba en los cañones gritando “¡Viva la Patria!”: “Nos volvió el alma al cuerpo. Teníamos miedo de no poder cumplir con nuestra misión. Ahí quedó demostrado que el material era bueno y que estábamos en capacidad”. Desde aquel instante, pasaron a operar en alerta roja constante, lo que intensificó el cansancio y el desgaste.

 ‘Teníamos miedo de no poder cumplir con nuestra misión. Ahí quedó demostrado que el material era bueno y que estábamos en capacidad’, sostiene el coronel Braghini.
Hay un episodio que lo marcó para siempre y, como él dice, todavía lleva la mochila. “El 12 de mayo fue un día nefasto para mí, ese día derribé a un avión propio”, se lamenta mientras explica que, si bien han pasado más de 30 años, aún tiene un sentimiento de culpa. El error no fue del artillero: en esa zona, los aviones argentinos no podían volar justamente porque podían ser identificados como ingleses. Si lo hacían, tenían que tomar ciertas medidas: pedir comunicación radioeléctrica para dar aviso del pasaje, maniobrar con luces prendidas y tren de aterrizaje bajo.

“Darwin y Pradera del Ganso era un área de no vuelo; si querían volar, nuestras aeronaves tenían que hacerlo con ciertas condiciones. Si no, todo lo que volaba por ahí era enemigo”, sostiene. Ese día, Braghini se encontró solo por unos segundos en el director de tiro; Ferreira no se sentía bien y había pedido autorización para salir. Cuando se acercaba un reemplazante, detectó un eco en la pantalla: “Mientras se aproximaba el avión, aparecieron dos ecos más. Tres aviones. Informé por radio que se acercaban con velocidad. Recuerdo que, en segundos, pensé que podía ser un Mirage que regresaba de atacar a la flota y dos Harriers buscaban derribarlo. Podían ser aviones propios, pero el distanciamiento no tenía sentido. El primer avión se alejó esquivando el área. Los otros dos continuaron sin hacer maniobras. Di alerta a las piezas, cuando tuve el permiso de fuego, disparé. Menos mal que me encontraba solo, porque si conmigo estaba Ferreira les dábamos a los dos. Fue una situación jorobada. Me puse a llorar”. Ese día, las autoridades de la Fuerza Aérea se comunicaron con él para decirle que había hecho las cosas bien y lo felicitaron por el desempeño, el avión había ingresado por donde no debía.

El, hoy, coronel (retirado) Claudio Oscar Braghini junto a los efectivos del grupo de artillería antiaérea frente al director de tiro. Foto Gentileza Braghini. 
El, hoy, coronel (retirado) Claudio Oscar Braghini junto a los efectivos del grupo de artillería antiaérea frente al director de tiro. Foto Gentileza Braghini.
La batería de Braghini quedó afuera cuando ya se gestaba la rendición: durante un ataque de las tropas inglesas, por la balacera, un poste que proveía energía a uno de los grupos electrógenos fue derribado. Mientras iban en busca de un segundo artefacto, un Harrier comenzó a tirar y, paralelamente, comenzó el ataque de los morteros. Cuando pidieron autorización para combatir como infantería, les comunicaron que esperaran, pues ya habían comenzado a parlamentar.

El rescate de los cañones

El general (retirado) del Ejército Argentino José Navarro, veterano de Malvinas de Grupo de Artillería Aerotransportada 4, integraba la Batería B de esa unidad cuando, en Malvinas, le ordenaron trasladarse con su tropa hasta Darwin para brindar apoyo de fuego a la fuerza de tarea desplegada en ese lugar. Los llevarían a destino en el guardacostas Río Iguazú, de la Prefectura Naval.

El traslado fue difícil, no tenían vehículos para hacerlo, así que tuvieron que utilizar la fuerza de sus brazos para llegar al puerto con los cañones obús OTO Melara. Allí, un nuevo desafío: no tenían una rampa que les permitiese subir a las piezas. “Lo imposible siempre son oportunidades para demostrar iniciativa. Desarmé los cañones por completo”, recuerda.

Ya arriba del Río Iguazú, cerca de las ocho de la mañana, comenzaron a sentir la balacera y los gritos: era un ataque de los aviones británicos. “Me pareció una eternidad. Era una lluvia de esquirlas. En un momento determinado, se apagaron las luces del barco y se empezó a sentir olor a quemado, recuerdo ver las luces rojas que se apagaban y prendían”, narra el artillero, quien llegó a tomar su casco y fusil antes de salir a cubierta. Casi todo el personal ya había saltado al agua y nadaba hacia la costa. Navarro también se tiró, motivado por el vuelo rasante de un Harrier con rumbo al guardacostas.

El personal de su batería se encontraba bien, pero muchos hombres de Prefectura estaban gravemente heridos. “En eso, escuché los gritos de los soldados, me di vuelta y me indicaron que uno se había tirado al agua para regresar al barco. Fue una maniobra que realmente sorprendió a todos”. Se trató del soldado Rodolfo Sulín, quien tomó del Río Iguazú un bote salvavidas y adentro metió ropa, agua potable, medicamentos, mantas y alimentos. “Eso permitió salvar a la gente, por eso lo propuse para ser condecorado”, revela Navarro.

Ya en Darwin, y sin las piezas de artillería, se encaprichó y quiso volver para rescatar los cañones: “Tuve la suerte de encontrar al subteniente Gómez Centurión. Él tenía un traje de buzo y se ofreció a ayudarme. De repente, apareció un alférez de Fuerza Aérea, Favre, y se unió a nosotros”.

Los tres oficiales lograron sacar del agua cada una de las piezas. “Cuando armamos el rompecabezas, teníamos mucha alegría, y los infantes también, porque deseaban contar con el apoyo de esos cañones”, detalla, al tiempo que relata que ya se había producido el desembarco y la idea era que él pudiera abrir fuego sobre los ingleses.

Sin bigotes, el general (retirado) del Ejército José Navarro junto a un compañero en Malvinas. Foto: Gentileza Navarro.
Sin bigotes, el general (retirado) del Ejército José Navarro junto a un compañero en Malvinas. Foto: Gentileza Navarro.
“El espíritu de los soldados que me acompañaron estaba intacto. El 28 de mayo combatieron todo el día al pie del cañón. Nadie se retiró de la posición y, en el medio del combate, nuevamente el soldado Sulín salió corriendo al frente de los tubos del cañón con una bandera argentina y la empezó a agitar gritando ‘¡Viva la Patria!’. Eso fue un estallido de ánimo impensado”, narra el artillero, orgulloso de su tropa. Para él, no eran soldados, “eran patriotas argentinos, dispuestos a entregar su propia vida para defender una porción de soberanía”.

La última pieza, orgullo del Ejército

“El soldado argentino se ha caracterizado, a lo largo de la historia, por su profesionalismo, su amor a la Patria, su predisposición para afrontar los máximos sacrificios y su espíritu de cuerpo. Eso es lo que yo vi en la guerra de Malvinas y es lo que todos podemos apreciar en estos tiempos”, comienza su relato el hoy general (retirado) Luis María Pucheta, quien peleó en Malvinas siendo subteniente del Grupo de Artillería Aerotransportado 4, destino que compartió con Navarro.

A cargo de la Sección Comando y Servicios de la Batería de Tiro C, se instaló a dos kilómetros de Puerto Argentino, en dirección al monte Dos Hermanas. No tenían vehículos para movilizar los obuses OTO Melara, por lo que debieron permanecer en ese lugar hasta el final de la guerra. La posición elegida era muy buena y, además, llegaron a fortificar bien la zona. “Nosotros estábamos totalmente identificados, ellos tenían reconocimiento aéreo, radares y tecnología. Todas las noches, sufríamos el cañoneo naval y, una vez que se produjo el desembarco, se sumaron los ataques aéreos y de la artillería británica. Creo que la protección y la dispersión de los cañones fue lo que nos permitió tener apenas tres caídos”, confiesa.

¿Cómo eran los combates? Pucheta relata que la actividad de artillería es muy particular: “Estar recibiendo las voces de mando por teléfono o radio, preparar la munición, las espoletas, cargar, tirar en medio de la balacera. Es tan frenético que no sé por qué uno está más preocupado por lo que tiene que hacer que por lo que puede llegar a pasar”.

 ‘Estar recibiendo las voces de mando por teléfono o radio, preparar la munición, las espoletas, cargar, tirar en medio de la balacera. Es tan frenético que no sé por qué uno está más preocupado por lo que tiene que hacer que por lo que puede llegar a pasar’, reflexiona Pucheta.
Para Pucheta, la última noche fue la más fría e intensa: “A la voz de ‘Alerta, cañón’ los soldados corrían a sus puestos con una entereza que sorprendía. Se escuchaba cada tanto un ‘¡Viva la Patria!’ y otras expresiones que intentaban renovar el entusiasmo entre los compañeros, que, con las manos sangradas y heladas, seguían abriendo los cajones de munición para abastecer a tiempo a las piezas de artillería. Sabíamos que nuestro fuego estaba salvando muchas vidas propias en la primera línea”.

A medida que transcurrían las horas, los obuses se iban poniendo fuera de servicio por roturas y como consecuencia de superar sensiblemente la cadencia de tiro aconsejada para el material. Los artilleros del 4 seguían haciendo todo lo posible para cumplir con las órdenes: “Con las primeras luces del 14 de junio, solo quedaba en servicio un obús, operado y abastecido por un puñado de hombres, ya que el resto de las Baterías habían sido replegadas. Comenzamos a ver a las tropas británicas a nuestro frente y entablamos un intenso intercambio de fuego. Nosotros ejecutábamos tiro con puntería directa (viendo el blanco entre 700 y 1000 metros) con muchas limitaciones”. Resulta que la única pieza con la que contaban ya estaba totalmente enterrada y comenzaban a experimentar dificultades con los volantes en dirección y altura. “Cuando ya estábamos por agotar munición, nos sorprendió un proyectil atascado en el tubo del obús, que no pudimos sacar. Percibíamos que era el final. Minutos más tarde, el jefe de la Batería nos ordenó el repliegue en medio del fuego enemigo”, cuenta, sin saber que esa noche se convirtió en leyenda.

Pucheta se muestra orgulloso de los soldados que lo acompañaron. “La Batería C es una gran familia. Mis soldados son héroes”, dice y comparte una anécdota que retrata a la tropa: “Ya se había replegado casi todo el grupo. Vi que se acercaba, desde retaguardia, una persona en medio del fuego enemigo. Traía algo en la mano y, cada tanto, se tiraba cuerpo a tierra. Era el cabo cocinero Quiroga, no tenía nada que ver con nosotros, porque su batería ya se había replegado, pero sin que nadie se lo hubiera ordenado, calentó leche para nosotros. Se quedó y hasta pidió tirar un tiro. Cuando se trabó el proyectil, no dudó en ayudar. Incluso replegó con nosotros”.

Orgulloso de haber podido ser parte de este episodio, Pucheta finaliza: “Para nosotros, fue importante que hayan condecorado a mi jefe de unidad y a mi jefe de Batería, es el reconocimiento a los de la última pieza. Todavía hoy me emociono al recordar la conducta de aquellos hombres, que seguían firmes y decididos al lado de su obús dando muestras de extrema abnegación, compañerismo, lealtad a sus jefes y amor a la Patria. ¡He visto actos heroicos!”.
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