Nuestra Señora de Malvinas

sábado, 7 de julio de 2012

Reconquista y Defensa de Buenos Aires 5/7 de Julio de 1807


      El general inglés Whitelocke, con 9000 hombres  desembarcó en la ensenada de Barragán el 28 de junio de 1807 con la intención imperial, de apoderarse de la ciudad de Buenos Aires.
      Liniers, había reunido alrededor de 8000 hombres y pensaba detener al invasor más allá del Riachuelo, en los Corrales de Miserere. Contaba con las flamantes unidades criollas, las españolas y, algunas piezas de artillería. También estaba la caballería gaucha y entre ellos los jinetes del pago de Luján a las ordenes del alcalde López y portando en el pecho o en el sombrero  la cinta celeste y blanca de 38 cm. (altura de la imagen) de la Virgen de Lujan, para distinguirse, reconocerse  y como protección divina.
     El día 2 la vanguardia del invasor  tomó contacto  con los defensores en Miserere y, después de una serie  de pequeños contrastes,  las fuerzas patriotas se dispersaron.
      Mientras tanto  en la ciudad el alcalde don Martín de Álzaga  preparó la defensa con la entusiasta colaboración de todos los vecinos. El día 3 llegó Liniers con la mayor parte de los dispersos y retomó el mando.
      El 5 de julio a las seis y media de la mañana y después de una salva de 21 cañonazos los invasores iniciaron el ataque en tres columnas por las calles que llevaban a la Plaza Mayor. Al principio tuvieron algunos éxitos y tomaron la plaza de toros (Retiro), el parque de artillería y el convento de las Catalinas. Pero la columna sur, a poco de entrar  en el poblado fue prácticamente destruida y debió rendirse.  El fuego de la fusilería, la artillería  y los proyectiles de todo tipo que hasta las mujeres les arrojaban desde las terrazas, fue debilitando al invasor  refugiándose una parte importante en el convento de Santo Domingo. Allí habiendo perdido la mitad de sus fuerzas y en un conocido  acto de prepotencia intimaron rendición a la plaza. Pero fue Liniers quien después de algunas alternativas logró la rendición y el  7 de julio se firmó el convenio de paz  por el  cual, el invasor  perdió sus banderas, debió reembarcarse y entregar la plaza de Montevideo. 
      Las incipientes fuerzas regulares patriotas se volvieron a destacar por su valentía y corrección a tal punto que el coronel  Cadogan después de rendirse  preguntó: “¿Que tropa es ésa de escudo en el brazo tan valiente y tan generosa?” aludiendo a los escudos de paño grana que portaban los Patricios. De ésa estirpe de valientes fueron los ejércitos de la Patria que libertaron a medio continente, pelearon en la organización nacional,  consolidaron su extensión territorial y defendieron la República.  Esos criollos, españoles y nativos estuvieron dispuestos a entregar sus vidas en la justa defensa de sus tierras, de sus derechos, de su fe. Más allá de las diferencias étnicas o sociales los unía ese palpitar interno, ese impulso desconocido que comenzaba a llamarse Patria. La Defensa, consolida los sentimientos de pertenencia y de soberanía que ya se habían manifestado en la primera invasión. Así nacía una nueva y gloriosa Nación  impulsada por sus armas y custodiada por sus ciudadanos.                                  Fausto González

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