Nuestra Señora de Malvinas
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sábado, 9 de enero de 2021

“¡Vamos, tiren!”: las dramáticas horas de un conscripto que herido defendió a sangre y fuego el Regimiento de Monte Chingolo

Relato del criminal ataque de los sangrientos terroristas subversivos del ERP al Batallón de Arsenales ubicado en Monte Chingolo.

Hace 45 años, en las vísperas de la Navidad, una importante columna del ERP atacó el Batallón de Depósito de Arsenales Domingo Viejobueno, con el propósito de robar armamento. Uno de los conscriptos que enfrentó a los guerrilleros para proteger el cuartel contó a Infobae los trágicos momentos vividos en ese caluroso atardecer del 23 de diciembre de 1975

El conscripto Chavanne, en el corto tiempo que tuvo en la Brigada Aerotransportada 4. Es el quinto, de la fila de arriba.
El conscripto Chavanne, en el corto tiempo que tuvo en la Brigada Aerotransportada 4. Es el quinto, de la fila de arriba.

Fue un instante. El sargento Saravia, pistola en mano, lo tironeó con fuerza del brazo, justo en el momento en que un camión Mercedes Benz 1112 azul manejado por el “sargento Manuel”, del ERP embistió el portón del regimiento, provocando que sus dos hojas se abriesen violentamente. El quilmeño Eduardo Luis Chavanne, soldado clase 54, bombero voluntario por vocación desde 1972, sintió el tirón y obedeció. Aún lo ignoraba, pero sería uno de los protagonistas de la operación más importante del grupo guerrillero, que planeaba robar gran cantidad de armamento del Batallón de Depósito de Arsenales Domingo Viejobueno, en la localidad bonaerense de Monte Chingolo.

Cuando le tocó cumplir con el servicio militar, Chavanne fue al Distrito Militar La Plata con una decisión tomada: quería ser paracaidista. Fue destinado a la IV Brigada Aerotransportada de Córdoba. Pero a los pocos días, junto a algunos soldados más, fue enviado de vuelta a Buenos Aires con una camada que justo salía de baja. “Viajé con los cardenales, como le decían, por las boinas rojas que lucían”, recuerda.

De ahí en más, tal como le habían indicado, debía presentarse todos los miércoles en el Distrito Militar para que fuera nuevamente destinado. Invariablemente recibía la misma respuesta. “No tenés destino”. Hasta que una semana decidió presentarse un jueves. “Llegaste justo. Tomate el colectivo y presentate en el Batallón de Arsenales Viejobueno, que falta un soldado”. Era marzo de 1975 y tenía 21 años.

Asignado a la Compañía Comando y Servicio, con el correr de las semanas fue asistente del teniente primero Massini. Lo que más le afectaba era quedarse en el cuartel los domingos, especialmente cuando jugaba Quilmes, club del que es fanático.

Ese martes 23 de diciembre de 1975, a las 18:50 cuando el sargento Saravia lo tomó del brazo, se había retrasado unos diez minutos en incorporarse al retén de guardia. Le tocaba el Puesto 9, que todos la conocían como “la tosquera”, que daba a la avenida Pasco.

Chavanne en la fotografía que le tomaron cuando se incorporó al Batallón de Arsenales Domingo Viejobueno.
Chavanne en la fotografía que le tomaron cuando se incorporó al Batallón de Arsenales Domingo Viejobueno.

Chavanne salía de la guardia, iba por el patio de armas, cuando llegó la advertencia de Saravia. “Estábamos donde caería el soldado Sessa”, explicó. Juntos vieron cómo un camión, seguido por otros vehículos, irrumpía en el cuartel. Ambos se dirigieron a refugiarse en la cantina, y mientras corría cargaba su FAL. El cantinero, su esposa y una empleada no entendían lo que sucedía.

Y se desató el infierno.

En la cantina, había otros dos soldados. Chavanne rompió el vidrio de una ventana y comenzó a disparar. Un proyectil le rozó la oreja. Incrédulo, se sentó.

Los gritos de Saravia lo volvieron a la realidad. “¡Vamos! ¡Vamos! ¡Apunten!”. Ahí fue cuando Chavanne comprendió el por qué, durante la instrucción, los militares ordenaban a los gritos.

El tableteo era constante. “Con el correr de los minutos, empezamos a tirar con más puntería”, relató a Infobae. Pensó en la suerte corrida por Jorge Bufalari, su compañero que estaba de guardia en el portón y que había sido herido cuando comenzó el ataque. “Al enano lo hicieron percha”, se lamentó.

Por momentos, los disparos cesaban y se escuchaban las voces de los atacantes: “Soldado, rendite, la cosa no es con vos”.

La guardia, ubicada al lado de la cantina, estaba acribillada. Una granada arrojada dentro de la cantina provocó el derrumbe de los cajones de gaseosas, y Chavanne, justo cuando cambiaba el cargador de su fusil, resultó herido en su pierna izquierda. Sin percibirlo entonces, guardó en su puño cerrado un proyectil que había estado a punto de introducirlo en el cargador.

El proyectil que Chavanne nunca llegó a poner en el cargador y que guardó durante 45 años.
El proyectil que Chavanne nunca llegó a poner en el cargador y que guardó durante 45 años.

De fondo, comenzaron a escucharse el ruido metálico y pesado de los carriers que venían de La Tablada. Cuando se asomó, pudo ver a compañeros suyos caminando por los alrededores. Todo había terminado. Ya era de noche.

Los heridos fueron llevados a la jefatura. El teniente coronel Duilio Di Iorio le preguntó a cada uno cómo se sentía y a todos les dijo que se los evacuaría. En un helicóptero fueron llevados al Hospital Aeronáutico, donde le hicieron las primeras curaciones.

A la una de la mañana, percibió un revuelo en el hospital. Había llegado el general Jorge Videla, comandante general del Ejército. Fue a saludar a cada uno de los heridos. Se sentó en la cama de Chavanne y, tomándolo del brazo, le dio las gracias. Luego de preguntarle su nombre, quiso saber de qué cuadro era hincha. “De Quilmes”, respondió. “Qué le vamos a hacer…”, respondió el militar mientras se iba.

Tres o cuatro días después, no recuerda bien, fue derivado al Hospital Militar Central. Allí permanecería cerca de un mes. En su familia se pensó lo peor. Cuando su papá fue a la puerta del cuartel a preguntar por él, el soldado de guardia hizo el ademán de que no lo conocía, y el papá lo interpretó como que lo habían matado.

Una vez dado de alta, regresó al regimiento, donde le firmaron la libreta. En el medio, debió acudir a Di Iorio porque un oficial quiso cobrarle el uniforme que no había devuelto.

Para Chavanne, como para tantos otros conscriptos, el regreso fue difícil. Dejó a su novia, sintió que ella no se merecía verlo así, renunció a los bomberos, no hablaba de lo que había pasado ni quería que le preguntasen, y durante años no quiso pasar ni por la puerta del cuartel. Trabajó con su padre. Nunca más volvió a ver a sus compañeros de cuartel. Solo visitaba a uno, pero el estado anímico de su amigo era tan malo, que la madre le pidió que no lo visitase más.

Un rosario que dos monjas le obsequiaron a Chavanne cuando estuvo internado en el Hospital Militar Central.
Un rosario que dos monjas le obsequiaron a Chavanne cuando estuvo internado en el Hospital Militar Central.

Los años pasaron. Se casó, tuvo dos hijos, es abuelo, toda su familia conoce su historia y les cuenta su verdad. Hace treinta años que vive en Santa Clara del Mar, donde tiene una pequeña distribuidora de herramientas.

Aún hoy, a los 66 años que cumplió el 18 de marzo, descree de muchas de las versiones que rodean a este episodio. Asegura que es mentira que en el cuartel se estaba esperando el ataque, “si la mitad de la compañía comando y servicio había sido licenciada por la Navidad”. Desmiente que se hubieran cavado pozos de zorro, o que el jefe de la unidad haya estado apostado con una ametralladora en lo alto del tanque de agua, demasiado lejos del portón de entrada. Sostiene que uno de los soldados, el galleguito Martínez, era un informante del ERP y que siempre preguntaba detalles sobre el cuartel y que luego del ataque, desapareció.

Con la misma vehemencia al hablar, se indignó al conocer el aplauso que se le dedicó a los montoneros en el acto por el Día de los Derechos Humanos, que se realizó en la ESMA con la presencia del presidente y de la vicepresidente.

Trozo de mayólica del pedestal del mástil del batallón atacado. Es una de las reliquias que Chavanne atesora.
Trozo de mayólica del pedestal del mástil del batallón atacado. Es una de las reliquias que Chavanne atesora.

El predio que ocupaba el cuartel es hoy parte de un parque industrial. En uno de los tantos viajes que el hermano de Chavanne debía realizar por la zona, le pidió que rescatase un pedacito de mayólica del pedestal donde aún se yergue el mástil del regimiento.

Mientras estuvo internado en el Hospital Militar, lo visitaron dos monjas, que le regalaron un rosario y una servilleta. Chavanne los guardó en una bolsita, junto al proyectil que tuvo en un su puño. Esa bolsita la conservó su mamá y años después se la dio a la esposa de Chavanne. Cuarenta años más tarde, el entonces conscripto se llevó la grata sorpresa de encontrarse con el proyectil que se le había caído del cargador.

Hace 30 años que Chavanne vive en Santa Clara del Mar. Formó una familia y todos conocen su historia.
Hace 30 años que Chavanne vive en Santa Clara del Mar. Formó una familia y todos conocen su historia.

Junto con el trozo de mayólica que guarda en una lata y su casco de bombero –”que luce como en el primer día que me lo puse”- son las reliquias más preciadas de un quilmeño que hace 45 años no quiso saber nada con eso de rendirse, de que la cosa no era con él.

(https://www.infobae.com/sociedad/2020/12/23/vamos-tiren-las-dramaticas-horas-de-un-conscripto-que-herido-defendio-a-sangre-y-fuego-el-regimiento-de-monte-chingolo/?fbclid=IwAR0Mv3CWOxZe9yAjo1EwOpKEXxHCkiY9HSs7jgYBwjN0eea9mJiWPZ1GcqQ)

martes, 24 de marzo de 2020

A 42 años del criminal ataque de los Montoneros al RIM 29 de Formosa

El 5 de octubre de 1975; en pleno gobierno constitucional Isabel Perón, la juventud peronista pasada a la clandestinidad protagonizó  en Formosa su bautismo de fuego como organización armada guerrillera.
El soldado Hermindo Luna, un criollo de 21 años nacido y criado en el campo formoseño, estaba sentado en un sillón con su fusil sobre las piernas; tenía la misión de vigilar el dormitorio donde sus compañeros dormían la siesta aquel domingo 5 de octubre de 1975. Todos estaban de retén; es decir, de reserva, listos para actuar en un caso imprevisto, por ejemplo si a la guerrilla se le ocurría atacarlos, algo poco probable porque estaban cumpliendo con el servicio militar obligatorio en la periferia olvidada del país, en un cuartel en los suburbios de la ciudad de Formosa.
Sin embargo, a las cuatro y media de la tarde Luna vio que dos jóvenes como él, vestidos de azul, armados también con FAL, entraron pateando el portón y le gritaron: “Rendíte, dame el arma, que la cosa no es con vos”. Ahí fue cuando Luna lanzó una frase destinada a perdurar: “¡Acá no se rinde nadie, mierda!”, saltó hacia un costado y preparó su fusil.
No alcanzó a usarlo: unos disparos de FAL lo partieron en dos. Su gesto, sin embargo, sirvió para alertar al resto de sus compañeros, que se despertaron por el ruido de esos balazos y pudieron huir hacia el fondo de la cuadra, donde estaban los baños y las duchas.
Luna quedó tendido en el suelo, el cuerpo cortado en dos, las vísceras que se escurrían por los agujeros de los balazos. Murió de a poco, gritando de dolor que lo mataran de una vez. Seguramente, tuvo tiempo de pensar en sus padres, esos campesinos pobres de Las Lomitas, que eran “peronistas de Perón y Evita”, como decía su hijo conscripto.
Todo eso ocurrió hace cuarenta y dos años, el 5 de octubre de 1975, durante la llamada Operación Primicia, el ataque más espectacular de la guerrilla y el bautismo de fuego del Ejército Montonero, en pleno gobierno constitucional de la presidenta Isabel Perón.
Fue el primer ataque de Montoneros a un cuartel del Ejército, cuyo jefe ya era el general Jorge Videla. Hubo, en total, veintiocho muertos por lo cual la operación provocó una conmoción a nivel nacional.
En Operación Primicia participaron en forma directa unos setenta guerrilleros en cinco etapas, algunas simultáneas:
. Secuestro del Vuelo 706 de Aerolíneas Argentinas, con ciento dos pasajeros y seis tripulantes, que se dirigía desde el Aeroparque porteño a Corrientes pero fue desviado a Formosa, a 1.190 kilómetros de Buenos Aires.
. Copamiento del aeropuerto internacional “El Pucú”, en la entrada de la capital formoseña. Hubo un policía muerto.
. Ataque al Regimiento de Infantería de Monte 29, el segundo en poder de fuego de todo el país. Los montoneros estaban convencidos de que los soldados de guardia, que cumplían con el servicio militar obligatorio, entregarían las armas, pero no fue así: en apenas media hora de combate, hubo veinticuatro bajas, doce guerrilleros y doce defensores del cuartel, entre ellos diez conscriptos o “colimbas”. También murió el soldado que abrió las puertas del cuartel, Roberto Mayol, un santafesino que estudiaba abogacía y era “oficial segundo” de Montoneros.
. Fuga de los guerrilleros que sobrevivieron al ataque en el modernísimo Boeing 737-200 de Aerolíneas y en un Cessna 182 de cuatro plazas que sirvió para confundir en el aire a los perseguidores.
. Aterrizaje del avión de Aerolíneas a 700 kilómetros de Formosa, en una pista preparada para la ocasión en una estancia cerca de Rafaela, la “Perla del Oeste” santafesino. El Cessna bajó en una arrocera en las afueras de Corrientes.
Operación Primicia fue diseñada y dirigida por el “oficial superior” Raúl Yaguer, más conocido como “El Gringo”, “Roque” o “Mario”, un ingeniero químico santafesino metódico y cáustico que era el número cuatro de la cúpula nacional de Montoneros. Los tres primeros en la jerarquía, Mario Firmenich, Roberto Perdía y Roberto Quieto, aprobaron el copamiento.
Salvo en Formosa, Montoneros estaba bien desarrollado en todo el Nordeste, hacia donde había sido trasladado, en 1974, el “oficial primero” y luego diputado kirchnerista Carlos Kunkel.
Luego del ataque, patrullas del Ejército salieron del cuartel y mataron a tres vecinos -entre ellos un estudiante secundario de 15 años- que no tenían nada que ver con la guerrilla.
Una de las consecuencias políticas de Operación Primicia fue que Videla y el jefe de la Marina, el almirante Emilio Massera, fijaron el 24 de marzo de 1976 como la fecha del golpe que venían organizando desde hacía tres meses.
Además, al día siguiente del ataque, el gobierno peronista firmó tres recordados decretos que delegaron en las Fuerzas Armada la lucha contra las guerrillas. A partir de aquel momento, comenzaron las desapariciones.
Con el tiempo, los parientes de los guerrilleros muertos fueron indemnizados como si hubieran sido Víctimas del Terrorismo de Estado con el equivalente a cien veces el sueldo más alto de la administración pública nacional.
En tanto, los padres de los colimbas muertos cobran una pensión muy baja, que en 2010, cuando fue publicada la primera edición de mi libro Operación Primicia, era de 842 pesos por mes.
Aquel año, la indemnización para las Víctimas del Terrorismo de Estado ascendía a 620.919 pesos.
No solo oro sino también bronce: los guerrilleros muertos son recordados como héroes y mártires en sus pueblos y ciudades, y figuran en el Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado ubicado en la Costanera porteña.
Los conscriptos muertos formaban parte de un grupo desafortunado compuesto por los “soldados del domingo por la tarde”, es decir los más pobres, que no tenían dinero para visitar a sus familias en el interior de la provincia y acostumbraban a cambiar sus francos por una pequeña suma de dinero, como Luna, y los más generosos, como Edmundo Sosa, un muchacho sin padre que, primero, postergó su baja para que saliera en su lugar un compañero que era más pobre que él y tenía dos hijos que alimentar, y luego, aquel domingo 5 de octubre, le había cedido su franco a otro colega para que fuera a Clorinda a ganarse unos pesos en el acarreo de bolsas de harina de contrabando a Paraguay.
Un cálculo simple indicaba que la madre de Sosa, por ejemplo, debía cobrar esa pensión de 842 pesos todos los meses durante 61 años y medio de su vida para llegar a la suma ya percibida por los parientes de cada uno de los guerrilleros. Y sin que hubiera inflación.
Salvo en Formosa, a nivel nacional no suelen recibir homenajes ni reconocimientos en ningún otro lugar.
Tres años atrás, el diputado formoseño Ricardo Buryaile, del radicalismo, presentó un proyecto de ley para equiparar los subsidios, pero luego de muchas idas y vueltas el proyecto no fue aprobado por la oposición de los diputados kirchneristas.
Los soldados que sobrevivieron -en su mayoría siguen tan pobres como antes- han solicitado el cobro de un subsidio, que fue negado por el Ejército y el gobierno nacional.
El juez federal Claudio Bonadio investiga ahora si hubo delito en el pago de las indemnizaciones a los parientes de los guerrilleros muertos por lo cual ya allanó dos veces la sede de la secretaría de Derechos Humanos.
Un cruento ataque de Montoneros en democracia y durante un gobierno peronista; una represión militar desaforada e ilegal; veintiocho muertos y un número de heridos desconocido pero que debe haber sido por lo menos similar; decretos que delegaron en las Fuerzas Armadas la lucha contra las guerrillas, sin control de las autoridades civiles; jefes militares que decidieron la fecha del golpe seis meses antes de que ocurriera; guerrilleros indemnizados con dinero público y recordados como héroes, mártires o “curas laicos”; jóvenes de 21 años que cumplían el servicio militar obligatorio y murieron pero nunca llegaron al bronce nacional y dejaron a sus padres con una mísera pensión, sobreviviendo en la pobreza: Operación Primicia y sus derivados parecen haber surgido de la imaginación de un novelista cruel.
(http://www.diariopinion.com.ar/noticias/2017/10/04/16621-a-42-anos-del-criminal-ataque-de-los-montoneros-al-rim-29-de-formosa?fbclid=IwAR09tkwN5s3ufI-1DZFyCAASbifRLAe8GMDKKL5Tz-J8YcCESpy3zomhuog)