El día 8 de Mayo de 1630 se produjo un milagro, en esta parte
de la América Española que luego se llamaría “Argentina” y este milagro tuvo
por protagonista nada más y nada menos que a la Madre de Dios, en su advocación
de la Inmaculada Concepción.
El
milagro consistió en que a orillas del río Luján -en el lugar conocido ahora
como “Zelaya”[1]-,
la carreta que transportaba dos imágenes de la Virgen, una de la Inmaculada
Concepción y otra de la Virgen con el Niño durmiendo en sus brazos, “no pudo
avanzar hasta que se bajó el cajón que contenía la imagen de la Inmaculada”; solo
entonces, la caravana pudo continuar el viaje[2]. De esta manera, la
Inmaculada Concepción decidió quedarse desde entonces en Luján.
Años
más tarde, se construyó para la sagrada imagen una Basílica, la Basílica de
Luján, y se nombró a la Santísima Virgen de Luján como Patrona de la Nación
Argentina; además, el creador de la Bandera Argentina, el General Manuel Belgrano,
como gesto de devoción mariana -puesto que era muy devoto de la Inmaculada
Concepción- tomó los colores celeste y blanco del manto de la Virgen para que se
convirtieran en los colores de la Bandera Nacional Argentina, con lo cual se
puede decir, con toda verdad, que la Bandera Argentina es el Manto celeste y
blanco de la Inmaculada Concepción.
Estos
dos hechos, tanto el milagro por el cual la imagen sagrada de la Virgen se quedó
en Luján, como el acto de devoción mariana del General Belgrano, de querer
honrar a la Virgen dando a la Enseña Nacional los colores de su manto
celestial, son tan trascendentes que constituyen la raíz y la esencia del Ser Nacional
Argentino y siendo como son, tan trascendentes, no son producto del azar, ni
mucho menos “folclore popular”: ambos hechos tienen origen en el Cielo, más
precisamente, en Nuestro Señor Jesucristo, de quien proviene toda gracia -el
milagro es una gracia- y se nos concede a través de la Virgen -quien es la
Mediadora de toda gracia-; con esto queremos decir que el hecho de que la
Virgen de Luján, la Inmaculada Concepción, sea Patrona de la Argentina, es
fruto de la Voluntad Divina, es decir, fue Nuestro Señor Jesucristo quien quiso
que su Madre, bajo la advocación de la Inmaculada Concepción, fuera Dueña y
Patrona de la Patria Argentina. El otro hecho, el dar el General Belgrano los
colores del manto de la Virgen a la Bandera Argentina, al ser un acto de
devoción mariana, es también una gracia y por lo tanto, se origina en Nuestro Señor
Jesucristo y se transmite, a través de la Virgen, al General Belgrano, el cual,
como dócil y ferviente devoto de la Virgen, no rechaza esa gracia, sino que la
acepta y la pone en práctica, con lo cual podemos afirmar también, sin temor a equivocarnos,
que la Bandera Argentina es el Manto de la Inmaculada Concepción de Luján, no
por deseo original del General Belgrano, sino por deseo explícito de Nuestro Señor
Jesucristo y de su Madre, la Virgen. De esta manera vemos cómo nuestro Ser Nacional
es mariano y cristológico desde el primer instante de su inicio.
Podemos
decir por lo tanto que el Pueblo Argentino es una Nación afortunada, porque pocas,
muy pocas naciones en el mundo tienen la dicha de tener a la Madre de Dios como
a su Dueña, Patrona y Soberana y pocas naciones en el mundo tienen la dicha de
tener la Bandera más hermosa del mundo, la Bandera Argentina, que es el Manto
de la Inmaculada Concepción de Luján.
En
estos tiempos tan oscuros y aciagos por los que transita nuestra Patria,
acechada por enemigos externos -los británicos usurpan impunemente nuestras
Islas Malvinas- y por enemigos internos -son los que tratan, por todos los
medios posibles, de quitar de en medio a la Virgen y de suplantar nuestra
hermosa Bandera Nacional por un infame trapo rojo socialista-comunista, nos
encontramos, como Nación, en grave peligro. Este peligro es el más grave de
todos los peligros por los que ha transitado nuestra Patria: los enemigos de la
Patria, además de pretender suplantar nuestra Bandera Nacional, pretenden, impíamente,
implantar una ideología laicista anticristiana, de origen liberal masónico; por
esto mismo, es urgente acudir, a los pies de Nuestra Madre del Cielo, la
Inmaculada Virgen de Luján, para suplicar su auxilio, para implorar su
asistencia maternal y celestial, puesto que sin su ayuda y sin la ayuda de su
Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, estamos condenados a perecer en manos de los
enemigos de la Patria. Pero siguiendo el ejemplo de héroes y santos, nos
disponemos a la lucha, seguros del triunfo por la asistencia de la Virgen,
según la afirmación de una santa y heroína, Santa Juana de Arco, quien luchó
guiada por San Miguel Arcángel contra el invasor británico: “A nosotros la
lucha, a Dios el triunfo”. Estamos seguros de que la Virgen de Luján no permitirá
que su Nación Argentina, de la cual es Dueña, Patrona y Señora, sea
esclavizada, ni por los enemigos comunistas, ni por los enemigos
liberal-masónicos; estamos seguros de que la Virgen de Luján no permitirá que
su Manto celeste y blanco, la Bandera de Argentina, sea suplantada por el trapo
rojo comunista; estamos seguros de que acudirá en nuestro auxilio, en esta
lucha que sostenemos “contra las potestades de los aires”, en quienes se
originan las ideologías anti-cristianas que campean, en aparente triunfo, por
nuestra amada Patria. Campean en “Aparente triunfo”, porque nuestros enemigos,
los enemigos de Dios y de la Patria, han sido ya derrotados por Nuestro Señor
Jesucristo por su Santo Sacrificio de la Cruz. Sostenidos por la Santa Cruz de
Jesús y cubiertos por el Manto celeste y blanco de la Virgen de Luján, nos
disponemos a la lucha, conscientes de que a nosotros nos corresponde luchar –“lucha
es la vida del hombre en la tierra”, dice el libro de Job- y a la Santísima
Trinidad la victoria total y definitiva.
[1] Actualmente, Partido de Pilar, Provincia
de Buenos Aires.
[2] Dado el prodigio,
la estatua quedó en la estancia de don Rosendo. Junto a ella también
permaneció un esclavo llamado Manuel (hoy conocido como “el negro Manuel” cuya
causa de canonización se ha iniciado) para que la cuidara y la protegiera.
Mientras tanto, la estatua de la Virgen con el Niño en brazos continuó hasta
llegar a Sumampa y es la que se venera hoy día en dicho paraje de la provincia
de Santiago de Estero. Cfr. Gerardo Di Fazio, https://www.infobae.com/sociedad/2022/05/08/el-milagroso-origen-de-la-virgen-de-lujan-quien-esta-detras-del-manto-y-los-cuatro-templos-de-su-veneracion/
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