
Como argentinos, el 9 de Julio celebramos el Día de nuestra
Independencia. Ahora bien, es necesario recordar las circunstancias en las que
esta situación se produjo, para sacar lecciones del pasado que nos permitan
comprender el presente y planificar el futuro. Ante todo, fue una independencia
que no se produjo como consecuencia de una revolución o de una rebelión contra España:
fue una independencia no querida o más bien no planificada como tal por los
patriotas criollos, que hasta entonces eran tan españoles como los españoles
mismos. La Independencia como tal, es decir, como auto-gobierno de sí mismos,
se empezó a gestar en la península, con el apresamiento del rey Fernando VII por
parte de las masónicas tropas de Napoleón. La ley en ese entonces determinaba
que, ante una situación de acefalía, como la que se estaba provocando a causa
de las invasiones francesas a España, las Provincias y Virreynatos de ultramar
debían tomar a su cargo el auto-gobierno de sí mismas. Y esta es la razón por
la cual Fray Castañeda, patriota franciscano testigo directo de los hechos de
Mayo, considera a lo sucedido en Mayo de 1810 como un doble acontecimiento: por
un lado, la más fiel y estricta obediencia al rey, porque no hubo sublevación
contra su autoridad; por otro lado, el más fiel cumplimiento a la ley y el
orden establecidos, que determinaba, como ya lo dijimos, el auto-gobierno de sí
mismos desde el momento en que se producía la acefalía. En este sentido, la
Independencia del 9 de Julio de 1816 no hay que verla sino como una continuación
de los hechos providenciales de Mayo de 1810. Como todo en nuestra historia de
Nación recién nacida en el mundo, tanto los hechos de Mayo de 1810, como la Independencia
de 1816, hay que considerarlos como hechos providenciales, es decir, como
queridos por Dios y no como planificados de antemano por los hombres. En este
sentido, estamos de acuerdo nuevamente con Fray Castañeda, quien sostenía que
el 25 de Mayo era un “día sagrado” y que debíamos “amanecer postrados ante el
altar” eucarístico, dando gracias a Dios por tantos dones recibidos. Uno de
estos dones es el que nos hayamos mantenido fieles a la Madre Patria España,
combatiendo a sangre y fuego las infames Invasiones Inglesas, invasiones que fueron
hechas por la no menos infame Inglaterra, que quería apoderarse de nuestras tierras,
de nuestras vidas y de nuestro ser. El que hayamos resistido a estas invasiones
y el que no nos hayamos separado nunca de España en cuanto a cultura y religión
se trata, se demuestra en el hecho de que en nuestras tierras patrias se habla
español y se cree en Jesucristo Dios. Fue precisamente a los pies de Nuestro
Señor Crucificado, el llamado “Cristo de los Congresales”, en donde se llevó a
cabo la firma de la Independencia. Ahora, ha llegado el momento histórico de
reunificarnos con la Madre Patria, aunque esta reunificación no ocurrirá sino
de la misma manera en que se produjo la separación: a los pies de Cristo
crucificado.
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