Nuestra Señora de Malvinas

sábado, 24 de mayo de 2025

El 25 de Mayo da a luz a Argentina, prolongación en América del Sur de la España Católica

 



Si pretendemos celebrar una fecha patria como la fecha patria lo merece, es imprescindible tener presente el testimonio de aquellos patriotas que fueron testigos de los gloriosos sucesos que originaron la fecha patria. En caso contrario, se corre el riesgo inaceptable de cometer una profanación de aquello que es sagrado -la Patria-; se corre el riesgo de arruinar con vanas especulaciones la nobleza de los patriotas y el origen divino de la fecha patria y es esto lo que ocurre cuando la fecha patria, sagrada en sí misma por su origen, es degradada a un nauseabundo mítin político, en el cual las ideologías anti-cristianas y apátridas, disfrazadas como ideologías de partidos políticos, aprovechan para vomitar su veneno sobre los incautos patriotas argentinos. También se corre otro riesgo, y es el de no comprender los hechos que originaron a la fecha patria -en concreto el 25 de Mayo de 1810- y en consecuencia, juzgar con ojos contemporáneos a los Patriotas de Mayo. En otras palabras, muchos pueden argumentar que los Patriotas de Mayo obraron en contra de España, movidos desde las sombras por la siniestra sombra negra anglo-franco-masónica, pero cuando se lee a los protagonistas, como el Padre Fray Luis de Castañeda, franciscano, definiendo al 25 de Mayo como “Obra de Dios” -Opus Dei-, entonces es imprescindible quitar todo resto de sospecha sobre los Patriotas de Mayo, ya que detrás de la Independencia Argentina estuvo Dios Nuestro Señor.

Es verdad que hubiéramos deseado no separarnos nunca de España, ya que éramos España, éramos la “España de Ultramar”, que junto a la “España Peninsular”, formábamos una única y sola España, una única nación española, unidos por el idioma, la cultura, y sobre todo, la Santa Religión Católica. Jamás hubiéramos querido separarnos de España y el consuelo que nos queda es que la separación fue solamente política, ya que permanecimos indisolublemente unidos a España por la raza, el idioma y la religión, pero la realidad es que nos separamos, nos independizamos de España. Entonces, ¿por qué nos separamos? La respuesta no es fácil y excede infinitamente este escrito, aunque podemos decir, de buenas a primera, que estando Dios detrás de la Independencia, como lo afirma Fray Castañeda, los Patriotas de Mayo actuaron noblemente, heroicamente, asumiendo el gobierno del Virreynato en forma autónoma, tal como lo dictaban las leyes de entonces, debido al encarcelamiento del Rey de España. Los Patriotas de Mayo, afirma Castañeda, actuaron con tal nobleza, que debe ser motivo de orgullo para todas las generaciones de argentinos, hasta el fin de los tiempos, ya que no se sublevaron por motivos económicos, ideológicos, políticos, sino acatando la Ley que regía en ese entonces para la España de Ultramar, esto es, asumiendo el control del gobierno del Virreynato, cuando el Rey de España no estuviera en condiciones de gobernar, tal como sucedió con el ataque francés a España. No es una mera casualidad que Francia atacara a la España Peninsular y que Inglaterra atacara a la España de Ultramar: fue una maniobra de pinzas, muy bien articulada, pensada y ejecutada por la masonería anglo-francesa, para desmembrar al Imperio Español -católico por esencia-, destruir su unidad -racial, lingüística, religiosa-, y ocupar por la fuerza sus tierras americanas -la usurpación de las Islas Malvinas, por Francia primero y por Inglaterra después-, para apropiarse de sus tesoros de la forma más agresiva, brutal e ilegal que pueda concebirse, tal como construyeron sus imperios, a lo largo de la historia, tanto Francia como Inglaterra. Esto nos demuestra, por un lado, que Francia e Inglaterra no entienden de buenas costumbres, de respeto a la ley y al prójimo y a las patrias ajenas: el único idioma que entienden es de las balas y el plomo, por lo que habrá que darles lo que piden, a su debido tiempo, para que entren en razón. Entonces, una causa clara de los hechos de Mayo de 1810 es que tanto Francia como Inglaterra, movidos por el odio masónico a España, apuñalaron por la espalda a España, con dos estocadas: una en el corazón de la España Peninsular y la otra en el corazón de la España de Ultramar, los Virreynatos, incluido el Virreynato del Río de la Plata. Si la España Peninsular había sufrido un golpe mortal -aunque luego España expulsó al invasor francés-, esto conducía a la pérdida total de la España de Ultramar y es aquí en donde se ve cómo actúa Dios, según Fray Castañeda, para salvaguardar a la España de Ultramar, ya que por medio de la Independencia, estos territorios españoles de ultramar quedarían, si bien separados políticamente, unidos espiritual e indisolublemente a la Madre Patria España por la raza, el idioma y la religión, es decir, el espíritu español no se perdía ni se perdería nunca, como sí hubiera sucedido, con toda seguridad, si en vez de los Patriotas de Mayo, que actuaron tanto en obediencia al Rey de España, como en obediencia al corazón de España, su ley, la ley de España que mandaba asumir el control del Virreynato, por parte de los españoles de ultramar, cuando el control de la España Peninsular estuviera impedido por un grave peligro, tal como sucedió con el encarcelamiento del Rey de España Fernando VII a manos de Francia. Si no hubieran hecho esto los Patriotas de Mayo, es decir, si no hubieran cumplido con el espíritu de España manifestado en la ley que mandaba la toma de gobierno y el control independiente de las Provincias Españolas de Ultramar, entonces la otra posibilidad era que un grupo de traidores, renegando de España, entregara de forma abyecta el poder y los territorios a los usurpadores anglo-franceses. El Combate de Obligado, es decir, el combate glorioso librado por el Ejército Argentino contra los bárbaros usurpadores anglo-franceses, demuestran que esta hipótesis es cierta, es decir, que Francia e Inglaterra estaban detrás del doble ataque artero a España y que lo que ambicionaban, como la hiena ambiciona la carroña, era nuestra Tierra Patria y demuestra también que los argentinos, herederos y continuadores de los conquistadores y evangelizadores españoles, no estaban dispuestos, ni a ceder sus tierras a los usurpadores, ni mucho menos a cambiar de raza, de idioma y de religión, tal como lo pretendían los agresores franceses y británicos.

Antes de adentrarnos en el relato de los patriotas protagonistas, debemos aclarar que en el 25 de Mayo no hubo ninguna revolución, tal como se entiende este término en primer lugar, en el sentido de que no hubo un intento de subvertir el orden legal existente ni de intentar contra la Madre Patria España; por el contrario, los patriotas del augusto día del 25 de Mayo de 1810, tuvieron la intención nobilísima de preservar el orden legal, cultural y religioso vigente y de ser leales a España. Los Patriotas de Mayo se reunieron en el Cabildo, pero no para dar un golpe de mano con el cual pretendían quedarse con el poder: por el contrario, su motivo fue una suma de virtudes difíciles de hallar entre los hombres: se unieron para juramentar tanto la lealtad al Rey, como al mismo tiempo la fidelidad al Pueblo Argentino, así como el amor a la religión católica y a la cultura heredadas de la Madre Patria España y que forman la esencia, el núcleo y la raíz del ser nacional argentino.

Así es como se comprenden, en su luminosa claridad, las fuertes e impresionantes palabras de Fray Castañeda, palabras que elevan a la Independencia Argentina al rango de “Obra de Dios” y no “obra de hombres”: “Por nuestra parte, ninguna cosa buena hemos hecho (...) y aún la del 25 de Mayo no es obra nuestra, sino de Dios”[1]. “...en este día, todos con entusiasmo divino, llenos de piedad, humanidad y religión, debemos postrarnos delante de los altares, confesando a voces el ningún mérito que ha precedido en nosotros a tantas misericordias”[2].

Continúa el P. Castañeda definiendo al 25 de Mayo, diciendo qué es: “(...) el día Veinticinco de Mayo es (un día) solemne, sagrado, augusto y patrio... (...) el día 25 de Mayo es el padrón y monumento eterno de nuestra heroica fidelidad a Fernando VII; es también el origen y el principio de nuestra absoluta independencia política; es el fin de nuestra servidumbre. Es y será siempre un día memorable y santo, que ha de amanecer cada año para perpetuar nuestras glorias, nuestro consuelo y nuestras felicidades”[3].

De esto se deduce que si el 25 de Mayo es “Obra de Dios”, Opus Dei, eso convierte al 25 de Mayo en día “patrio, glorioso”, que ha de enorgullecer a los argentinos todos, de todas las épocas y que ha de confortarnos en las tribulaciones, al tomar conciencia que en nuestro nacimiento estuvo Dios y que los Patriotas de Mayo obraron según la Divina Voluntad; un día al cual hay que agradecer a Dios, postrados ante su altar, el altar eucarístico, postrados ante su Presencia Eucarística. Dice Fray Castañeda, describiendo la nobilísima actuación de los Patriotas de Mayo y elevando esta fecha patria al rango de obra divina, que cada 25 de Mayo debía amanecer como un día “sagrado”, “memorable”, “augusto” y “patrio”; día por el cual debíamos agradecer a Dios “postrándonos en acción de gracias ante los altares”, reconociendo que ningún mérito tenemos para merecer un día tan grandioso.

Entonces, para nosotros, los argentinos, el 25 de Mayo es, tal como lo afirma Fray Castañeda, un día “solemne, sagrado, augusto y patrio (es obra) de Dios”, es un acto nobilísimo, tanto de declaración de fidelidad al Rey y a la Madre Patria España como, al mismo tiempo, el origen de nuestra independencia política, pero nunca cultural y mucho menos espiritual, de España. Ocultar el carácter sagrado de esta fecha patria -cuya continuación y finalización es el 9 de Julio de 1816-, para aprovecharla egoísta y vilmente, convirtiéndola en un nauseabundo mítin político partidario, constituye una felonía tan grave, que quienes cometan dicha felonía deben ser juzgados como se juzga a los traidores a la Patria.

Lejos de esto último, para nosotros el 25 de Mayo posee el mismo significado que para los Patriotas de Mayo: si para los Patriotas de Mayo el 25 de Mayo era un día “augusto, soberano, memorable, sagrado”, también lo es para nosotros y lo será para las generaciones futuras de argentinos, hasta que el Señor de la Eternidad y de la historia, Cristo Jesús, interrumpa el tiempo para dar inicio a la eternidad. Si para los Patriotas de Mayo el 25 de Mayo era un día que amanecía sobre nuestros días como un sol radiante, iluminando con la Divina Luz a nuestra Nación, también lo es para nosotros y lo será para los argentinos del mañana; si para los Patriotas de Mayo el 25 de Mayo era un día grandioso, una verdadera obra de Dios, que por ser de Dios, proyecta su luz eterna sobre la oscuridad de nuestros tiempos finales, también para nosotros el 25 de Mayo proyecta la Luz Eterna que ilumina las siniestras sombras apátridas que nos acechan.

Gracias a Dios, literalmente hablando, los argentinos poseemos un tesoro de valor incalculable: el tesoro de poseer a los Patriotas de Mayo, que obraron como héroes y santos y por lo tanto el poseer una fecha patria santa, de origen divino, y el tesoro de continuar siendo, gracias al 25 de Mayo, los españoles de ultramar, solo que ahora nos llamamos “argentinos” y esta parte de España se llama a partir de entonces “Argentina”, lo cual significa que cambiamos de nombre, pero no de raza, ni de idioma, ni de religión, ya que somos de raza hispana, hablamos el español y profesamos la Santa Fe Católica, como nuestra Madre Patria España. Es así como el 25 de Mayo de 1810, por Obra de Dios, los españoles de ultramar comenzamos a llamarnos “argentinos”, no solo burlando el artero ataque anglo-francés -que pretendía y pretende quedarse con nuestras tierras-, sino continuando a ser, al mismo tiempo, la prolongación en América del Sur de la España Católica, la Única y Verdadera España.  

 




 




[1] Cfr. Guillermo FurlongFray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la Patria naciente, Ediciones Castañeda, 1994, 381-382.

[2] Cfr. Castañeda, ibidem.

[3] Cfr. Castañeda, ibidem.

 


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