Si pretendemos celebrar una fecha patria como
la fecha patria lo merece, es imprescindible tener presente el testimonio de
aquellos patriotas que fueron testigos de los gloriosos sucesos que originaron
la fecha patria. En caso contrario, se corre el riesgo inaceptable de cometer
una profanación de aquello que es sagrado -la Patria-; se corre el riesgo de
arruinar con vanas especulaciones la nobleza de los patriotas y el origen divino
de la fecha patria y es esto lo que ocurre cuando la fecha patria, sagrada en
sí misma por su origen, es degradada a un nauseabundo mítin político, en el
cual las ideologías anti-cristianas y apátridas, disfrazadas como ideologías de
partidos políticos, aprovechan para vomitar su veneno sobre los incautos
patriotas argentinos. También se corre otro riesgo, y es el de no comprender
los hechos que originaron a la fecha patria -en concreto el 25 de Mayo de 1810-
y en consecuencia, juzgar con ojos contemporáneos a los Patriotas de Mayo. En otras
palabras, muchos pueden argumentar que los Patriotas de Mayo obraron en contra
de España, movidos desde las sombras por la siniestra sombra negra anglo-franco-masónica,
pero cuando se lee a los protagonistas, como el Padre Fray Luis de Castañeda,
franciscano, definiendo al 25 de Mayo como “Obra de Dios” -Opus Dei-, entonces
es imprescindible quitar todo resto de sospecha sobre los Patriotas de Mayo, ya
que detrás de la Independencia Argentina estuvo Dios Nuestro Señor.
Es verdad que hubiéramos deseado no
separarnos nunca de España, ya que éramos España, éramos la “España de Ultramar”,
que junto a la “España Peninsular”, formábamos una única y sola España, una
única nación española, unidos por el idioma, la cultura, y sobre todo, la Santa
Religión Católica. Jamás hubiéramos querido separarnos de España y el consuelo
que nos queda es que la separación fue solamente política, ya que permanecimos
indisolublemente unidos a España por la raza, el idioma y la religión, pero la
realidad es que nos separamos, nos independizamos de España. Entonces, ¿por qué
nos separamos? La respuesta no es fácil y excede infinitamente este escrito,
aunque podemos decir, de buenas a primera, que estando Dios detrás de la
Independencia, como lo afirma Fray Castañeda, los Patriotas de Mayo actuaron
noblemente, heroicamente, asumiendo el gobierno del Virreynato en forma autónoma,
tal como lo dictaban las leyes de entonces, debido al encarcelamiento del Rey
de España. Los Patriotas de Mayo, afirma Castañeda, actuaron con tal nobleza,
que debe ser motivo de orgullo para todas las generaciones de argentinos, hasta
el fin de los tiempos, ya que no se sublevaron por motivos económicos,
ideológicos, políticos, sino acatando la Ley que regía en ese entonces para la
España de Ultramar, esto es, asumiendo el control del gobierno del Virreynato,
cuando el Rey de España no estuviera en condiciones de gobernar, tal como
sucedió con el ataque francés a España. No es una mera casualidad que Francia
atacara a la España Peninsular y que Inglaterra atacara a la España de
Ultramar: fue una maniobra de pinzas, muy bien articulada, pensada y ejecutada
por la masonería anglo-francesa, para desmembrar al Imperio Español -católico
por esencia-, destruir su unidad -racial, lingüística, religiosa-, y ocupar por
la fuerza sus tierras americanas -la usurpación de las Islas Malvinas, por
Francia primero y por Inglaterra después-, para apropiarse de sus tesoros de la
forma más agresiva, brutal e ilegal que pueda concebirse, tal como construyeron
sus imperios, a lo largo de la historia, tanto Francia como Inglaterra. Esto nos
demuestra, por un lado, que Francia e Inglaterra no entienden de buenas
costumbres, de respeto a la ley y al prójimo y a las patrias ajenas: el único
idioma que entienden es de las balas y el plomo, por lo que habrá que darles lo
que piden, a su debido tiempo, para que entren en razón. Entonces, una causa clara
de los hechos de Mayo de 1810 es que tanto Francia como Inglaterra, movidos por
el odio masónico a España, apuñalaron por la espalda a España, con dos estocadas:
una en el corazón de la España Peninsular y la otra en el corazón de la España
de Ultramar, los Virreynatos, incluido el Virreynato del Río de la Plata. Si la
España Peninsular había sufrido un golpe mortal -aunque luego España expulsó al
invasor francés-, esto conducía a la pérdida total de la España de Ultramar y
es aquí en donde se ve cómo actúa Dios, según Fray Castañeda, para salvaguardar
a la España de Ultramar, ya que por medio de la Independencia, estos
territorios españoles de ultramar quedarían, si bien separados políticamente,
unidos espiritual e indisolublemente a la Madre Patria España por la raza, el idioma
y la religión, es decir, el espíritu español no se perdía ni se perdería nunca,
como sí hubiera sucedido, con toda seguridad, si en vez de los Patriotas de
Mayo, que actuaron tanto en obediencia al Rey de España, como en obediencia al
corazón de España, su ley, la ley de España que mandaba asumir el control del
Virreynato, por parte de los españoles de ultramar, cuando el control de la España
Peninsular estuviera impedido por un grave peligro, tal como sucedió con el
encarcelamiento del Rey de España Fernando VII a manos de Francia. Si no
hubieran hecho esto los Patriotas de Mayo, es decir, si no hubieran cumplido
con el espíritu de España manifestado en la ley que mandaba la toma de gobierno
y el control independiente de las Provincias Españolas de Ultramar, entonces la
otra posibilidad era que un grupo de traidores, renegando de España, entregara
de forma abyecta el poder y los territorios a los usurpadores anglo-franceses. El
Combate de Obligado, es decir, el combate glorioso librado por el Ejército
Argentino contra los bárbaros usurpadores anglo-franceses, demuestran que esta
hipótesis es cierta, es decir, que Francia e Inglaterra estaban detrás del doble
ataque artero a España y que lo que ambicionaban, como la hiena ambiciona la
carroña, era nuestra Tierra Patria y demuestra también que los argentinos,
herederos y continuadores de los conquistadores y evangelizadores españoles, no
estaban dispuestos, ni a ceder sus tierras a los usurpadores, ni mucho menos a
cambiar de raza, de idioma y de religión, tal como lo pretendían los agresores
franceses y británicos.
Antes de adentrarnos en el relato de los
patriotas protagonistas, debemos aclarar que en el 25 de Mayo no hubo ninguna
revolución, tal como se entiende este término en primer lugar, en el sentido de
que no hubo un intento de subvertir el orden legal existente ni de intentar
contra la Madre Patria España; por el contrario, los patriotas del augusto día
del 25 de Mayo de 1810, tuvieron la intención nobilísima de preservar el orden
legal, cultural y religioso vigente y de ser leales a España. Los Patriotas de
Mayo se reunieron en el Cabildo, pero no para dar un golpe de mano con el cual
pretendían quedarse con el poder: por el contrario, su motivo fue una suma de
virtudes difíciles de hallar entre los hombres: se unieron para juramentar
tanto la lealtad al Rey, como al mismo tiempo la fidelidad al Pueblo Argentino,
así como el amor a la religión católica y a la cultura heredadas de la Madre
Patria España y que forman la esencia, el núcleo y la raíz del ser nacional
argentino.
Así es como se comprenden, en su luminosa
claridad, las fuertes e impresionantes palabras de Fray Castañeda, palabras que
elevan a la Independencia Argentina al rango de “Obra de Dios” y no “obra de
hombres”: “Por nuestra parte, ninguna cosa buena hemos hecho (...) y aún la del
25 de Mayo no es obra nuestra, sino de Dios”[1]. “...en este día, todos
con entusiasmo divino, llenos de piedad, humanidad y religión, debemos
postrarnos delante de los altares, confesando a voces el ningún mérito que ha
precedido en nosotros a tantas misericordias”[2].
Continúa el P. Castañeda definiendo al 25 de
Mayo, diciendo qué es: “(...) el día Veinticinco de Mayo es (un día) solemne,
sagrado, augusto y patrio... (...) el día 25 de Mayo es el padrón y monumento
eterno de nuestra heroica fidelidad a Fernando VII; es también el origen y el
principio de nuestra absoluta independencia política; es el fin de nuestra
servidumbre. Es y será siempre un día memorable y santo, que ha de amanecer
cada año para perpetuar nuestras glorias, nuestro consuelo y nuestras felicidades”[3].
De esto se deduce que si el 25 de Mayo es “Obra
de Dios”, Opus Dei, eso convierte al 25 de Mayo en día “patrio, glorioso”, que
ha de enorgullecer a los argentinos todos, de todas las épocas y que ha de
confortarnos en las tribulaciones, al tomar conciencia que en nuestro
nacimiento estuvo Dios y que los Patriotas de Mayo obraron según la Divina
Voluntad; un día al cual hay que agradecer a Dios, postrados ante su altar, el
altar eucarístico, postrados ante su Presencia Eucarística. Dice Fray Castañeda,
describiendo la nobilísima actuación de los Patriotas de Mayo y elevando esta
fecha patria al rango de obra divina, que cada 25 de Mayo debía amanecer como
un día “sagrado”, “memorable”, “augusto” y “patrio”; día por el cual debíamos
agradecer a Dios “postrándonos en acción de gracias ante los altares”,
reconociendo que ningún mérito tenemos para merecer un día tan grandioso.
Entonces, para nosotros, los argentinos, el 25
de Mayo es, tal como lo afirma Fray Castañeda, un día “solemne, sagrado,
augusto y patrio (es obra) de Dios”, es un acto nobilísimo, tanto de
declaración de fidelidad al Rey y a la Madre Patria España como, al mismo
tiempo, el origen de nuestra independencia política, pero nunca cultural y
mucho menos espiritual, de España. Ocultar el carácter sagrado de esta fecha
patria -cuya continuación y finalización es el 9 de Julio de 1816-, para
aprovecharla egoísta y vilmente, convirtiéndola en un nauseabundo mítin político
partidario, constituye una felonía tan grave, que quienes cometan dicha felonía
deben ser juzgados como se juzga a los traidores a la Patria.
Lejos de esto último, para nosotros el 25 de
Mayo posee el mismo significado que para los Patriotas de Mayo: si para los
Patriotas de Mayo el 25 de Mayo era un día “augusto, soberano, memorable,
sagrado”, también lo es para nosotros y lo será para las generaciones futuras
de argentinos, hasta que el Señor de la Eternidad y de la historia, Cristo
Jesús, interrumpa el tiempo para dar inicio a la eternidad. Si para los
Patriotas de Mayo el 25 de Mayo era un día que amanecía sobre nuestros días
como un sol radiante, iluminando con la Divina Luz a nuestra Nación, también lo
es para nosotros y lo será para los argentinos del mañana; si para los
Patriotas de Mayo el 25 de Mayo era un día grandioso, una verdadera obra de
Dios, que por ser de Dios, proyecta su luz eterna sobre la oscuridad de
nuestros tiempos finales, también para nosotros el 25 de Mayo proyecta la Luz Eterna
que ilumina las siniestras sombras apátridas que nos acechan.
Gracias a Dios, literalmente hablando, los argentinos
poseemos un tesoro de valor incalculable: el tesoro de poseer a los Patriotas
de Mayo, que obraron como héroes y santos y por lo tanto el poseer una fecha
patria santa, de origen divino, y el tesoro de continuar siendo, gracias al 25
de Mayo, los españoles de ultramar, solo que ahora nos llamamos “argentinos” y
esta parte de España se llama a partir de entonces “Argentina”, lo cual significa
que cambiamos de nombre, pero no de raza, ni de idioma, ni de religión, ya que
somos de raza hispana, hablamos el español y profesamos la Santa Fe Católica,
como nuestra Madre Patria España. Es así como el 25 de Mayo de 1810, por Obra
de Dios, los españoles de ultramar comenzamos a llamarnos “argentinos”, no solo
burlando el artero ataque anglo-francés -que pretendía y pretende quedarse con
nuestras tierras-, sino continuando a ser, al mismo tiempo, la prolongación en
América del Sur de la España Católica, la Única y Verdadera España.
[1] Cfr. Guillermo Furlong, Fray
Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la Patria naciente, Ediciones
Castañeda, 1994, 381-382.
[2] Cfr. Castañeda, ibidem.
[3] Cfr.
Castañeda, ibidem.
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