Nuestra Señora de Malvinas

miércoles, 8 de mayo de 2024

Nuestra Señora de Luján conduce a Nuestra Patria a la feliz eternidad

 



         La Virgen de Luján, que es la Inmaculada Concepción, está relacionada, por la Divina Voluntad, con nuestra Patria Argentina. Nuestra Señora de Luján es Patrona, Dueña y Señora de la Patria Argentina, pero no por una decisión humana, sino por decisión divina. En otras palabras, fue por un designio de la Santísima Trinidad, que la Inmaculada Concepción, bajo la advocación de “Nuestra Señora de Luján”, sea la Patrona de la Nación Argentina.

         Por un lado, fue la Virgen en persona quien realizó el milagro de la carreta y los bueyes, milagro por el cual dio a entender que Ella misma había elegido el bendito lugar de Luján para quedarse allí. Entonces, con el milagro de la carreta -los bueyes solo se movían cuando la sagrada imagen de la Inmaculada Concepción, transportada en la carreta, era descargada momentáneamente-, la Virgen hacía conocer el deseo de su Inmaculado Corazón, el de hacer, lo que luego sería la Nación Argentina, su morada santa. Nada hicimos para merecer tanta misericordia divina y nada seguimos sin hacer, pero eso es otra historia y resalta aún más la gratuidad del Divino Amor manifestado a los argentinos a través de la Virgen de Luján.

         Además, como reafirmando esta decisión de la Virgen, fue Ella quien, por indicación divina, inspiró en el General Belgrano el deseo de hacer un acto de devoción mariana, esto es, el dar a la Bandera Nacional Argentina los colores celeste y blanco del Manto de la Virgen de Luján. Como no puede haber acto de devoción mariana sin que medie la gracia y como la Virgen es Mediadora de todas las gracias, fue entonces la Virgen quien quiso, a través del General Belgrano, que su Manto celeste y blanco ondeara a lo largo y ancho de nuestro territorio patrio, como distintivo de la Nación Argentina, esto es, como su Bandera Nacional.

         Entonces, la Inmaculada Concepción, la Madre de Dios, la Virgen María, no solo quiso quedarse, por disposición de la Trinidad, en nuestra Patria Argentina, sino que quiso que nuestra Patria y por lo tanto nosotros, como argentinos, nos identificáramos como Nación con su Manto celeste y blanco, de manera que la Bandera Argentina se puede considerar, con toda razón, como la extensión y prolongación del Manto de la Inmaculada Concepción.

         Que la Virgen se haya querido quedar en nuestra Patria para ser su Patria, Dueña y Señora, lo confirman sus apariciones -aprobadas por la Iglesia Católica- en San Nicolás de los Arroyos. Dice así la Virgen en uno de sus mensajes, refiriéndose a nuestra Patria: “(…) Esta tierra es tierra santa, la Gracia del Señor se palpa y se recibe a cada instante; tierra bendita, donde la Madre quiere morar para poder aguardar allí, la llegada de sus hijos. Amén. Amén”. En otro mensaje, dice: “(…) Veo una nube celeste que cubre todo el Campito. En la Santa Misa del Campito, siento Su voz que me dice: “Es mi Manto que protege a tu pueblo”. “(…) Agrega: “Mi día está cercano, ese día en que Yo habitaré entre vosotros y ocuparé mi lugar. SOY PATRONA DE VOSOTROS, DE TU PUEBLO.

De esta manera la Virgen, con sus apariciones en San Nicolás, confirma la intención del milagro de Luján: quedarse en nuestra Patria Argentina para bendecirla con su presencia. Y la Virgen quiere quedarse en Nuestra Patria para bendecirla, protegerla, para que los otros pueblos se acerquen a su Hijo Jesucristo a través de su Manto, la Bandera Nacional Argentina y así llevarnos, a nuestra Nación y a todos los pueblos de la tierra, a la feliz eternidad en los cielos, en donde por la Misericordia Divina adoraremos al Cordero de Dios por los siglos sin fin.

 


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