Una Nación debe siempre, en el presente, mirar con respeto y
admiración a los héroes y santos que le dieron origen, para poder así, basados
en sus mismos ideales y credos, construir el futuro. De otra manera, si en el
presente reniega de su pasado, el futuro que le espera será sombrío y
siniestro.
En el caso de nuestra Patria Argentina, nuestro Padre de la
Patria, el General San Martín, no solo tuvo cualidades humanas admirables, sino
que también tuvo virtudes sobrenaturales, aprendidas y luego puestas en
práctica por su condición de perteneciente a la Religión Católica.
Es por eso que todo argentino de bien, debe reflexionar
constantemente en la figura del Padre de la Patria, el General San Martín, para
imitarlo y para así trabajar para la construcción de una Patria que, más que
grande en lo material y próspera en lo económico, debe hacer resplandecer las
virtudes sobrenaturales de quien es llamado, con toda justicia, Padre de la
Patria Argentina. Hacer otra cosa, equivaldría a traicionar a la Patria, un
crimen imperdonable.
Dentro de estas virtudes sobrenaturales, se destaca su
devoción por la Virgen, devoción demostrada en la oración privada y también en
manifestaciones públicas de fe, como cuando ya era Comandante en Jefe del
Ejército Argentino de los Andes. Como Jefe del Ejército, se preocupaba porque
no faltasen sacerdotes capellanes para que asistieran espiritualmente a los
soldados, con la Confesión Sacramental y con la Eucaristía; hacía además, rezar
el Santo Rosario a sus soldados y, sobre todo para cuando debían entrar en
batalla, les hacía imponer el Escapulario de Nuestra Señora del Carmen. Hay que
aclarar que todas estas prácticas dispuestas por el General San Martín para el
Ejército Argentino de los Andes, también las llevaba a cabo el General Manuel
Belgrano, para el Ejército Argentino del Norte. Otra muestra de su devoción
mariana fue el nombrar a la Virgen y Madre de Dios como Generala del Ejército de
los Andes, a quien le atribuyó la mayor proeza realizada por un ejército en ese
tiempo, el Cruce de los Andes y luego sus posteriores triunfos que condujeron a
la independencia de países hermanos como Perú y Chile. El respeto por el Santo
Matrimonio y la educación católica brindada a su hija Merceditas, también
reflejan el espíritu católico de nuestro Padre de la Patria. Por último, también
demuestra su catolicismo el hecho de que se negara a participar de una lucha
fratricida, instigada por el sionismo británico, por lo cual decidió
auto-exiliarse, puesto que prefería eso antes que luchar contra sus hermanos. Otra
muestra de su catolicismo es que murió pobre, desasido de todo bien material,
pues esperaba los bienes eternos del Reino de los cielos, además de estar
asistido permanentemente por dos religiosas. Según el testimonio de estas
religiosas, el Padre de la Patria, el General Don José de San Martín, murió abrazando
el Santo Crucifijo, como una muestra de la misericordia que él esperaba recibir
de Nuestro Señor Jesucristo, para que perdonase sus pecados y le concediera el
ingreso al Reino de los cielos.
Todos los argentinos de bien, debemos contemplar y
reflexionar acerca de las virtudes humanas y sobrenaturales de nuestro Padre de
la Patria e imitarlo en su práctica activa y sincera de la Religión Católica y
no debemos permitir, de ninguna manera, ninguna bandera espúrea, como la falsa bandera
de la ideología de género, que destruye la moral católica, como la falsa bandera
originaria, que destruye la identidad nacional, como la falsa bandera
pseudo-mapuche, que destruye la integridad del territorio nacional, todas
originadas en el perverso y luciferino sionismo británico y solo debemos
abrazar la Bandera celeste y blanca, el Manto de la Inmaculada de Luján, con la
cual fue cubierto el General Don José de San Martín. Sólo así será nuestra
Patria Argentina tal como la pensó el Padre de la Patria, que a su vez es como
se la inspiró Nuestro Señor Jesucristo y la Virgen Inmaculada.
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