Nuestra Señora de Malvinas

lunes, 22 de noviembre de 2010

Hoy es necesaria una gesta más grande que la de Obligado



Si bien no está dentro del decálogo dado por Dios al hombre, el amor a la Patria forma parte de uno de los amores del cristiano, después del amor a Dios y del amor al prójimo.

Amar a la patria no es algo secundario; ni es algo de lo que el cristiano pueda excusarse: el amor a la Patria es tan importante en su camino al cielo, que si no hay este amor, difícilmente pueda un cristiano salvarse.

El motivo es que la Patria es un don de Dios: es Dios quien, en su Sabiduría y en su amorosa Providencia, dispuso que naciéramos en un lugar determinado, en un tiempo determinado, en una nación determinada; es Dios quien dispuso, en definitiva, que perteneciéramos a una Patria determinada y no a otra.

Es por este motivo principal, por ser la Patria un don venido del cielo, que el cristiano debe amar a su Patria, aún sin considerar otros elementos.

La Patria, a la cual el cristiano debe amar, luego del amor debido a Dios y al prójimo, no es la mera extensión geográfica sino, además de la tierra, el conjunto de valores vividos y sedimentados por un pueblo determinado a lo largo de la historia que, compartiendo una historia común, poseen también un destino común, un destino de eternidad: así como no habremos de salvarnos egoístamente, es decir, así como no vamos a salvarnos sin amar a nuestros hermanos y padres biológicos, y al prójimo en general –de ahí la importancia de la ausencia del rencor y del perdón al prójimo-, así tampoco vamos a salvarnos sin el amor a la Patria, porque quien no ama a su Patria, no ama a Dios, que fue quien se la donó, en un gesto de su amor infinito, y no ama verdaderamente a su prójimo, que es un compatriota suyo, merecedor del amor cristiano, más que otro prójimo, por compartir una misma Patria y un mismo destino eterno.

La Patria entonces es un destino común en la eternidad, un destino compartido por todos los que conforman esa unidad geográfica, cultural e histórica que es una Patria determinada.

Para el cristiano, para su salvación eterna, es importantísimo el amor a la Patria, porque, como vemos, no es posible la salvación si no se ama la Patria que Dios nos dio, porque la ausencia de su amor significa, en el fondo, ausencia de amor verdadero y sobrenatural a Dios y al prójimo que es compatriota, y dentro de ese amor, está el rezar por los compatriotas más alejados de Dios, que traman contra la unidad y la armonía de la Patria.

Más que rezar por un prójimo desconocido, el patriota debe rezar, en primer lugar, por sus compatriotas, mucho más si esos compatriotas se encuentran alejados de la Iglesia y de Dios.

Si no hay oración por la conversión de un compatriota alejado –oración persistente, tenaz, acompañada de sacrificios, mortificaciones, ayunos-, entonces el cristiano es un cristiano tibio, sin ningún mérito delante de Dios, según las mismas palabras de Jesús, al referirse a aquellos que aman sólo a sus amigos: “Si amáis a los que os aman, ¿qué méritos tenéis? Lo mismo hacen los paganos” (cfr. Lc 6, 32). El cristiano que no reza y se sacrifica por un compatriota alejado de Dios, se comporta, sencillamente, como un pagano, según las propias palabras de Jesús.

El verdadero amor a la Patria no es sencillo, no es cómodo, no es fácil, porque implica oración, ayuno, sacrificios, negación de sí mismos, amor al compatriota que es enemigo. No es fácil, hoy menos que nunca, porque también implica oración y sacrificios por la misma Patria, para que en la Patria reine Cristo en los corazones de los compatriotas, y para que este reinado espiritual de Cristo se concrete luego en leyes humanas y cristianas, que reflejen la Sabiduría y el Amor de Dios Uno y Trino.

Hoy se suma, a la humillación padecida por la Patria, desde hace años, a manos de Inglaterra, país invasor que ocupa de modo ilegal un territorio patrio, las Islas Malvinas, la humillación de ver a la Patria acosada por leyes inicuas, como las leyes de unión civil entre personas del mismo sexo, la ley del divorcio, o el intento de legislar sobre el aborto. Hoy, más que nunca, es necesario un amor patrio fuerte, sobrenatural, que lleve a los verdaderos patriotas a sacrificarse por la Patria.

Al Ángel Custodio de Argentina le pedimos que aumente nuestro amor a nuestra Argentina y a todos los argentinos, y que con la luz que recibe de su contemplación de Dios Uno y Trino, nos ilumine para vencer a todos los enemigos de la Patria, internos y externos, para que los argentinos seamos capaces de una nueva gesta, mayor aún a la de Obligado: si en Obligado se debía impedir el avance de los barcos de las potencias coloniales de Inglaterra y Francia, que querían mancillar nuestro suelo, hoy, además de ser necesaria la expulsión del territorio nacional de una potencia ocupante -Inglaterra que ocupa las Islas Malvinas-, hoy es necesaria la derrota definitiva de una potencia oscura, preternatural, el ángel caído, que busca conquistar los corazones de nuestros compatriotas, para arrastrarlos a la oscuridad eterna.

Hoy es necesaria una gesta mayor que la de Obligado, una gesta espiritual y sobrenatural, y para vencer en esta gesta es que invocamos la protección, la asistencia y la ayuda del Ángel Custodio de Argentina, del Rey de los ángeles, Jesucristo, y de la Reina de los ángeles, la Virgen María.

Que ellos nos asistan en esta desigual lucha contra los ángeles caídos, en los que está en juego el destino temporal de nuestra Patria, y el destino eterno nuestro y de nuestros compatriotas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario