Nuestra Señora de Malvinas

jueves, 25 de febrero de 2010

La Bandera es imagen del Manto de la Inmaculada Concepción


La Patria es una unidad de destino en lo trascendente, dice un autor[1]. Si pensamos de esta manera a la Patria, como unidad en la trascendencia, la Patria designa algo más que un marco territorial o un límite geográfico; trasciende no solo las fronteras geográficas, sino también lo que constituye a una nación, como el lenguaje, la historia en común, las vivencias, las experiencias vividas en conjunto como grupo nacional. El concepto de Patria como unidad de destino en lo trascendente proyecta a la Patria más allá del tiempo y del espacio, para introducirla en la eternidad, en el infinito marco de la eternidad, por eso no se restringe a un espacio material, pero tampoco queda encerrada en los límites de la espiritualidad reflejada en la elaboración de una cultura nacional.
Si la Patria es el destino común en lo trascendente, en lo que supera el espacio y el tiempo, entonces la bandera de la nación, que representa a la nación y a su destino, debe reflejar este destino de trascendencia. Pocas banderas en el mundo señalan el destino común en la trascendencia, en la eternidad, como la Bandera Argentina. Hay banderas que se conforman con señalar ideales terrenos, y es así que portan imágenes terrenas –leones, águilas, caballos, o colores que indican elementos de la tierra, como el amarillo de las praderas, etc.-; otras, poseen imágenes que indican un destino un poco más elevado y así presentan, como símbolos que identifican a la nación, el sol, la luna, las estrellas. Todas tienen en común el hecho de representar a una nación por símbolos que señalan elementos terrenos o celestiales, pero ninguna sobrepasa los límites témporo-espaciales del mundo y de la historia humanos. Es decir, ninguna bandera realiza en sus imágenes y símbolos el concepto de unidad de destino en la trascendencia.
Solo la Bandera Argentina cumple esta misión de señalar la trascendencia, con sus colores celeste y blanco. Lejos de indicar realidades terrenas –el cielo material con sus nubes es lo que indicarían los colores según la versión laicista-, la Bandera Argentina es un símbolo de una realidad ultraterrena, sobrenatural, que trasciende infinitamente las fronteras del tiempo y del espacio. Los colores de la Bandera Nacional, puesto que fueron tomados del Manto de la Inmaculada Concepción[2], simbolizan a este manto, un manto que flamea en la eternidad, al dulce compás del viento del Espíritu Santo, porque es el Manto de la Madre de Dios.
Al contemplar la Bandera, contemplamos el símbolo de nuestra Patria, de nuestra historia, de nuestra lengua, de nuestras experiencias como nación; pero contemplamos también el destino común en lo trascendente, ya que contemplamos el Manto de la Inmaculada Concepción, que ondula en los cielos eternos, al compás del soplo del Espíritu de Dios que inhabita en María. Contemplamos nuestro destino, la meta final de nuestra historia personal y como Nación.
Si como decía French, arengando a la tropa, que besando la bandera nos parecería estar besando el Manto de la Inmaculada Concepción[3], también es al revés: al besar el Manto de la Inmaculada Concepción nos parecerá estar besando nuestra bandera.
El Manto de María y la Bandera Argentina, forman entonces una sola unidad, que nos indican el destino eterno al cual estamos llamados libremente a alcanzar por nuestras obras.
[1] Cfr. José Antonio Primo de Rivera.
[2] Cfr. José Manuel Eizaguirre, La bandera argentina, Peuser, Buenos Aires, 1900, 43.
[3] Proclama del Coronel Domingo French, pronunciada en Luján el 25 de septiembre de 1812; en P. Jorge María Salvaire, Historia de Nuestra Señora de Luján, T. II, 268ss.

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