Nuestra Señora de Malvinas

viernes, 23 de agosto de 2024

Soberbia carta de lectores de José Luis Milia publicada en La Prensa del jueves 22 de Agosto

 


Loan y los ‘represores’

Por José Luis Milia

Señor director:

Loan Danilo Peña, cinco años de edad, lleva sesenta y dos días desaparecido. Los “represores” - ese grupo de militares, gendarmes, policías y civiles que hace casi cincuenta años nos arrebataron la “felicidad” de ser Cuba – tienen, ahora, una edad promedio de 79 años. Los primeros de ellos en ser condenados llevan más de veinte años en prisión y, en estas condiciones, ochocientos cincuenta y dos ya han muerto.

¿Hay alguna relación entre Loan y ese grupo de ancianos? Dicho así, parece un disparate relacionar a un niño de cinco años, desaparecido hace ocho semanas, con personas de más de setenta años y con hechos ocurridos hace décadas.

Sin embargo, hay un hilo conductor que enlaza estas situaciones aparentemente disímiles; ese hilo está formado por la ineptitud funcional, la insignificancia intelectual y el desequilibrio moral de los cientos de “zaffaronis” que, disfrazados de jueces y fiscales, aún infestan la justicia argentina, tanto a nivel federal como provincial.

Cuando Néstor Kirchner necesitó revertir su insignificante 22 por ciento con el que había llegado a la presidencia, no dudó en negociar con la izquierda. “La izquierda te da fueros”, decía, y con ese pacto que le cubría las espaldas organizó a nivel nacional la misma estructura mafiosa que tantos frutos le había dado en Santa Cruz.

Pero este pacto no era gratuito; tenía un precio en “libras de carne” que cualquier persona con un mínimo de ética se habría negado a pagar. Sin embargo, Kirchner, aparte de ser un amoral a tiempo completo, sabía, y con razón, que la ética en la política argentina es un lastre.

Es evidente que las “libras de carne” utilizadas para sellar el pacto con la izquierda fueron aportadas por aquellos que, como mencionamos anteriormente, cometieron el sacrilegio político de evitar que la “juventud maravillosa” nos convirtiera en una versión corregida y aumentada de Cuba. No resultó complicado lograrlo. A partir de 1983, con el juicio a las Juntas Militares, el “santón de la democracia” dio el primer paso para convertir al sistema judicial argentino en una máquina de venganza, transformando a sus miembros en meros sicarios y verdugos. No debemos olvidar que fue Alfonsín el primer “demócrata” que usó, como papel higiénico, la página de la Constitución Nacional donde se encontraba el artículo 18. A partir de allí, los principios de irretroactividad, presunción de inocencia y jueces naturales pasaron a ser meras palabras sin valor.

El acuerdo logrado con la izquierda hizo que la justicia fuera metódicamente colonizada por ésta y- apuntalada por los “zaffaronis” de turno, Rozanski, Bejar, Morgesse, entre muchos otros- tuvo las manos libres para llevar adelante sus espurios cometidos.

Así, tranformaron lo que ellos llamaron juicios de “lesa humanidad” en baratas pantomimas, donde las vedettes pasaron a ser los testigos falsos, ya que jueces y fiscales necesitaban de estos para inventar un guion que diera credibilidad a una sentencia acordada desde mucho antes.

No obstante, cabe hacer una acotación sustancial; ni la izquierda ni Kirchner, juntos, pero solos, podrían haber hecho esto con éxito. Si bien es cierto que la irrupción de algunos Judas Iscariote uniformados- Balza, Bendini, Godoy, Milani- ayudó a afirmar en el escenario político de estos últimos veinte años la falacia de lo que llamaban lesa humanidad, la verdad es que el éxito de la mentira oficial se consiguió porque contó, principalmente, con la vergonzosa complicidad de la pusilánime sociedad argentina que necesitaba perdón por haber pedido horca y cuchillo para los terroristas; de los periodistas, todos, que faltos de cojones para contradecir un relato “políticamente correcto” procedente de la izquierda y el “progresismo” se sumaron gratuitamente al coro; de los profesores y maestros que sin el más mínimo conocimiento de lo sucedido, empezaron a batir el parche de los 30.000 desaparecidos.

No faltaron, en este vodevil hipócrita, los políticos “opositores”; en particular los inútiles del centenario partido que se apresuraron a derogar las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, las mismas que, años antes, habían sancionado por aclamación. Ni tampoco debemos olvidar a los empresarios que, ahora amnésicos, necesitaban olvidar las épocas en que susurraban en los oídos de los grupos de tarea los nombres de aquellos que molestaban en sus empresas.

Por último, pero no por ello menos importante, es imposible no recordar cuanto le debe este logro del “progresismo izquierdista” a la patética ayuda que los miserables que componen la Conferencia Episcopal Argentina prestaron a este plan de venganza y destrucción, apoyándolo con múltiples y varias acciones, que van desde mentiras flagrantes a beatificaciones espurias.

Con algunas pocas y honrosas excepciones, siempre estuvieron prestos a favorecer cualquier sucio enjuague de los asesinos indemnizados y sus organizaciones recaudadoras- “madres”, “abuelas”, “HIJOS”, CELS y otros- que han llenado sus bolsillos con el dinero de los argentinos a cambio de repartir odio y vindicta.

El estado actual de la justicia argentina, tras cuarenta años de democracia y veinte de ser utilizada como herramienta de venganza facciosa, es desolador. Con solo el 9% de la población confiando en su eficacia y apenas el 8% creyendo en la honestidad de los jueces, la justicia como pilar fundamental de una república ha dejado de existir. Esta percepción generalizada de incompetencia y corrupción entre los funcionarios judiciales se ha convertido en el hilo conductor de una tragedia para aquellos que, por diversas razones —sean llamados Loan o “represores”— deben depender del poder judicial.

Mientras jueces y fiscales no demuestren, con su accionar, que ellos, al interpretar fielmente la Constitución pueden asegurar la supremacía de la misma y que, por esto, sean capaces de proteger a los argentinos custodiando los derechos y garantías enunciados en ella, no habrá justicia, y sin justicia, no hay república.

JOSÉ LUIS MILIA

¿Nadie sabía nada?

 


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Sigo con mi catarsis contra los políticos, periodistas, obispos, empresarios, sindicalistas y demás personajes nefastos de nuestra historia que ahora pretenden hacernos creer que son seres impolutos, descendidos directamente desde el Olimpo para guiar con su sapiencia inmaculada a este rebaño de ovejas desorientadas, desmemoriadas, cobardes, hipócritas y cómodas que somos los argentinos, pero muchos de ellos no podrían salir indemnes en un partido de “kulo sucio” jugado a cara de perro.

Los militares seguimos sufriendo la condena por lo que supuestamente hicimos mal durante el proceso militar, que sucedió a un golpe de Estado aclamado por la ciudadanía, algo que nadie parece recordar. ¿Pero quien se acuerda de los muchos responsables de todo lo que pasó, que no son militares, y que han muerto en paz rodeados de sus amigos y familiares, o que disfrutan de una apacible vejez sin haber asumido nunca sus culpas por lo que ha sucedido, mientras los militares se pudren en prisión?

Y para irme bien atrás, empiezo por el propio Perón, quien desde el exilio a fines de los ’60 no vaciló en declarar “si yo fuera joven también andaría por ahí poniendo bombas”; “ha muerto uno de los nuestros, quizás el mejor” (cuando mataron al Che Guevara); y “justicialismo es socialismo nacional”. El mismo que, cuando volvió a la Argentina, terminó ordenando la organización de bandas paraestatales financiadas, organizadas y armadas para combatir a ese mismo terrorismo que él había ayudado a germinar. Me refiero a la tristemente famosa Triple A, la Concentración Nacional Universitaria (CNU) que actuaba en Mar del Plata, y al grupo Libertadores de América, cuya zona de acción abarcaba Córdoba, ante la vista gorda que hacía el arzobispo local, el cardenal Primatesta.

¿Nadie se acuerda de María Estela “Isabelita” Martínez de Perón?, la bailarina de cabaret que tuvimos de presidente, que firmó un decreto ordenando a las Fuerzas Armadas el “aniquilamiento” de la subversión, y que continúa disfrutando en España de un suculento sueldo que le pagamos entre todos en agradecimiento por los desastres que cometió durante su desgobierno.

Y de Italo Luder, presidente provisional durante una licencia de la “Chavela”, que por sendos decretos firmados por él conformó el Consejo de Seguridad y amplió el decreto que ordenaba el “aniquilamiento” a todo el país. Los decretos también fueron firmados por sus ministros Carlos Ruckauf, Antonio Cafiero, Ángel Federico Robledo, entre otros.

El mismo Luder, siendo candidato presidencial por el peronismo tras la dictadura, continuó estrechando lazos con los militares y acordó con ellos la promulgación de la “Ley de Pacificación Nacional”, a la que el peronismo otorgó un apoyo explícito. A esa ley, ahora los mismos peronistas se llenan la boca llamándola Ley de Autoamnistía, cuando casualmente, Alfonsín ganó las elecciones de 1983 precisamente por haber denunciado ese supuesto pacto peronista militar. ¿Los peronistas no se acuerdan?

El prócer radical y gran demócrata, Ricardo Balbín, le dijo a Videla “Lo que tengan que hacer, háganlo rápido”, apoyó el golpe, y fue uno de los pocos que conoció el día y la hora en que se iba a producir el golpe. Su partido, la “impolutísima”, “democrática” y siempre políticamente correcta UCR, aportó un número importante de dirigentes partidarios para ocupar las segundas líneas del gobierno militar, empezando por la Secretaría General de la Presidencia.

Pero los radicales no fueron los únicos en aportar funcionarios al gobierno de facto. Los políticos todos los partidos ocuparon la friolera de 794 intendencias municipales en todo el país, de la siguiente manera: UCR, 310; peronismo,169; demócratas progresistas, 109; MID 94; Fuerza Federalista Popular, 78; el MPN (Movimiento Popular Neuquino), 23; demócratas cristianos, 16; Partido Intransigente, 4. ¿No se acuerdan? ¿Nadie fue?

Los partidos políticos también contribuyeron con funcionarios nacionales y provinciales de todos los niveles y embajadores. ¿Tampoco se acuerdan? Siempre imbéciles, “ma non tropo”, los radicales rechazaron en 2015 la creación de una comisión bicameral para investigar la complicidad civil durante la última dictadura. Radicales, pero no tan dolubus. Tampoco el peronismo tuvo voluntad de llevar a juicio a los civiles que fueron parte del golpe. Los políticos de todos los colores de esa época están más sucios que una papa.

La benemérita “fiscal de la República”, madre de la anulación de las Leyes de Punto Final y de Obediencia Debida que su propio partido había promulgado, Lilita Carrió, ¿no recuerda haber sido funcionaria judicial en el gobierno del Chaco en épocas de Margarita Belén? ¿Y la querida Alicia Kirchner en Santa Cruz? ¿Y tantísimos otros en tantísimos lugares?

Por supuesto son aun mucho más responsables los militantes terroristas de Montoneros y el ERP que desataron la tragedia y que luego infestaron los gobiernos de Menem, Kirchner y hasta de Macri y que todavía siguen dando vueltas, jodiendo e impunes. Viejos, pero libres y señalando con el dedo. Y el bueno de Balza, tan bueno que llegó a general sin haberse enterado nunca de nada y todavía tiene el tupé de seguir hablando.

El país está todavía lleno de empresarios que entregaban a sus empleados díscolos, sindicalistas que pasaban listados de presuntos subversivos, jueces como Zaffaroni que miraban para otro lado y rechazaban hábeas corpus, políticos que aprovecharon para enriquecerse (como los Kirchner), periodistas, sacerdotes. Ninguno tuvo nada que ver. La culpa la tenemos los cabos y subtenientes que cumplimos órdenes y derrotamos al terrorismo.

Es lo que hay en este país miserabilísimo que entre todos supimos destruir.

Jorge Tisi Baña