La Nación Argentina ha recibido muchos dones del Cielo,
como por ejemplo, el tener a España como Patria Madre, el haber recibido de España,
como herencia más valiosa, la religión católica -la más hermosa religión del
mundo- y el idioma español -el idioma más hermoso del mundo-; como consecuencia
de su herencia hispana y católica, Argentina ha recibido también el don de
tener como Bandera Nacional a los colores del Manto de la Inmaculada de Luján,
el tener a la Madre de Dios como Dueña y Patrona de la Patria Argentina, el
haber firmado el Acta de Independencia -una independencia, por otra parte, no
buscada, sino recibida por el desencadenarse de los acontecimientos- a los pies
del Cristo de los Congresales en Tucumán, etc. En otras palabras, Argentina ha
sido inmerecidamente beneficiada por el Cielo desde su nacimiento a los de
Cristo crucificado y arropada por el Manto celeste y blanco de la Inmaculada
Concepción.
Pero también ha sido beneficiada por el Cielo en la persona
del Padre de la Patria, el General Don José de San Martín. Más allá de las circunstancias
políticas del momento, que condujeron, como dijimos, a una independencia de España
que nunca fue buscada ni mucho menos obtenida como premio a una “revolución de
Mayo” que nunca existió, se destaca en el General San Martín, además de la
nobleza humana de su persona, su condición de católico practicante, condición
que está muy bien documentada por la Historia. San Martín, por ejemplo, se encargaba
personalmente de que no faltaran capellanes militares para el naciente Ejército
Argentino; hacía rezar el Rosario a la tropa; dispuso que a los soldados se les
impusiera el Escapulario de la Virgen del Carmen; finalmente, donó a la Madre
de Dios el grado de Generala del Ejército Argentino -el Ejército de los Andes-
en acción de gracias por considerar que la Virgen había intervenido milagrosamente
para otorgarle el triunfo en el campo militar.
A la distancia de los hechos que llevaron a la Independencia,
podría decirse que el mejor camino para Argentina habría sido permanecer unida
a España geopolíticamente y que por lo tanto el rol del General San Martín
podría haber sido el de liderar la independencia, pero bajo otros términos,
etc. -algunos sostienen que lo mejor para Argentina e Hispanoamérica es
regresar a la unidad geopolítica con España, por ejemplo-, pero lo que nos
lleva a admirar a la figura del General San Martín es, como dijimos, la nobleza
de su persona -reflejada entre otras cosas, en los consejos dados a su hija- y
su condición de fiel católico, devoto de la Virgen, del Rosario, del Escapulario,
de la Santa Misa y de la Eucaristía. Como argentinos, es un deber ineludible no
solo contemplar la figura del General San Martín, sino tratar de emularlo, en
la medida de nuestras humildes posibilidades, en su nobleza personal y en su
fervor y piedad mariana y eucarística.
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