Nuestra Señora de Malvinas

miércoles, 20 de febrero de 2019

Plegaria de un soldado

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Plegaria de un soldado

Asísteme, ¡Señor! Tiniebla y frío
la noche esparce. Lumbre macilenta,
se muere mi valor. La noche es lenta.
Fortaléceme, asísteme, Dios mío.

Amo el gozo, la lucha enardecida;
odio la sombra; amo la primavera,
al hijo y a la buena compañera;
yo no soy un cobarde: amo la vida.

La amo con su niebla y su ventura.
Es preciso vivir. No tengo miedo.
De mí lo mío separar no puedo.
Señor, mi corazón busca Tu altura.

Tú nos diste en Dunkerque mar en calma
para salvarnos. Tu poder divino
nos iba abriendo el hórrido camino.
Tus obras son milagro, Dios del alma.

Solos mientras huía la esperanza,
la Patria amamos, y la misma muerte;
sin oprobio cayéramos, y fuerte
el ánimo cruzó por la matanza.

Ruta de pesadilla. Mar de espanto.
Llegamos… Renacíamos… Después,
tras un velo de sangre hasta los pies,
el alma -alondra- levantó su canto.

Supe así que la muerte es un escape,
y el por qué de estos pávidos siniestros:
porque otra vez el mundo de los nuestros,
por Tu Bondad, de Libertad se empape.

Sólo soy un nacido de mujer:
pero siendo no más que Tu criatura,
Dios de la Fortaleza y la Dulzura,
no permitas que menos pueda ser.

Sosténme, oh Dios, cuando la faz horrenda
de ojos vacíos y de yerta boca
me haga su mueca… Y si caer me toca,
a Ti mi alma desde el polvo ascienda-.
AMÉN

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