Nuestra Señora de Malvinas

jueves, 17 de agosto de 2017

General Don José de San Martín, Padre de la Patria y católico practicante


         Los argentinos tenemos el orgullo de poseer un Padre de la Patria de religión católica, pero no solo, pues también era un devoto y piadoso practicante de la misma.
Muchos afirman que nuestro Padre de la Patria pertenecía a la secta de la Masonería, enemiga acérrima de la Iglesia Católica; sin embargo, existen abundantes pruebas y datos históricos que prueban lo contrario, esto es, que San Martín no solo no fue masón, sino que fue un católico ferviente, devoto y practicante. Una de sus declaraciones en favor de la Iglesia es la siguiente: “La religión católica, apostólica, romana es la religión del Estado. El gobierno reconoce como uno de sus primeros deberes el mantenerla y conservarla por todos los medios que estén al alcance de la prudencia humana. Cualquiera que ataque en público o en privado sus dogmas y principios, será castigado con severidad a proporción del escándalo que hubiere dado”. Proclamar que la religión católica es “religión del Estado” y que entre los principales deberes de este Estado se encuentra el “conservarla”, es una declaración que jamás haría un masón. Como tampoco lo que sigue: “Cualquiera que ataque en público o en privado sus dogmas y principios, será castigado con severidad a proporción del escándalo que hubiere dado”. La masonería tiene, entre sus fines declarados, la abolición de la religión, pero como bien sabe que la única religión verdadera es la católica, en realidad lo que persigue esta secta, con todas sus fuerzas, es la abolición de la religión católica, para lo cual se sirve de múltiples métodos, uno de los cuales es, por ejemplo, el de promocionar a las religiones falsas y a todo tipo de sectas, empezando por las ocultistas (es el caso, por ejemplo, de países comunistas como Cuba, en donde la santería o vudú es promovida desde la jerarquía de gobierno, como forma de contrarrestar la influencia de la Iglesia Católica).
Otra prueba que da cuenta de su catolicismo, es el haber encomendado a la Virgen del Carmen no solo el Cruce de los Andes –una de las mayores gestas militares de la historia-, sino también el haberla nombrado “Generala del Ejército Argentino”, de modo similar a como lo hiciera el General Belgrano con Nuestra Señora de la Merced, entregándole en ceremonia solemne del Bastón de Mando propio de quien ostenta este cargo. Además, el General San Martín –como así también Belgrano- procuraban que las tropas del Ejército Argentino tuvieran siempre acceso a la Santa Misa, para lo cual proveían de capellanes que celebraban el Santo Sacrificio del Altar, antes y después de las batallas. Como muestra también de su devoción mariana, profunda, filial y sincera, el General San Martín ordenaba que a los soldados se les impusiera el Escapulario de Nuestra Señora del Carmen, de manera que, si morían en batalla, tuvieran el cielo asegurado, luego de haber dado sus vidas por Dios y por la Patria.
Pocos países tienen la fortuna de poseer un Padre de la Patria católico, practicante y devoto de la Virgen. ¿Por qué la fortuna? Porque significa que en sus empresas y gestas, quien estuvo detrás suyo o, mejor, obrando a través suyo la Gesta emancipadora y quien forjó la nobleza de su alma y corazón, fue nada menos que la Madre de Dios. Como argentinos, no solo debemos dar gracias a Dios Nuestro Señor por habernos concedido un Padre de la Patria de la talla del General Don José de San Martín, sino que tenemos el deber moral –aunque estemos lejos de lograrlo- de imitarlo en sus virtudes, la principal de todas, su devoción mariana. Y esto significará que será la Madre de Dios la que guiará nuestros pasos como Nación, así como guió los pasos del Padre de la Patria.

         

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