Nuestra Señora de Malvinas

martes, 9 de mayo de 2017

¡Dichosa nuestra Patria que tiene por Dueña y Patrona a la Madre de Dios, Nuestra Señora de Luján!


         Según la crónica que narra el modo en el que la Virgen de Luján se quedó en nuestra Patria, no caben dudas de que fue un milagro y, si fue un milagro, fue una intervención deseada por el cielo. En otras palabras, el hecho de que la Inmaculada Concepción, Nuestra Señora de Luján, sea Dueña y Patrona de la Nación Argentina, no se deriva de una piadosa iniciativa de un grupo de vecinos, ni tampoco se trata de una trama urdida por sacerdotes demasiado celosos que pretendían implantar una devoción mariana a toda una Nación: el hecho de que la Inmaculada Concepción, por medio de un milagro, se quedara en nuestro suelo argentino, se debe a un explícito designio divino, por el cual la Madre de Dios, bajo la advocación de “Nuestra Señora de Luján”, habría de ser la Dueña y Patrona de la Nación Argentina y la Madre de todos los argentinos.
         Como una ratificación de este designio divino, la Bandera Nacional Argentina lleva, con orgullo, los colores del Manto de la Inmaculada de Luján, pues está documentado históricamente que el General Belgrano, gran devoto de la Virgen, tomó los colores de la Bandera de la Patria del Manto de la Virgen de Luján, como un modo de honrar a la Inmaculada Concepción.
         Las raíces de nuestro Ser Nacional son, por lo tanto, pura y exclusivamente marianas y cristológicas –porque donde está la Madre, está el Hijo- y esto quiere decir que los argentinos debemos responder al designio divino que ha querido que nuestro Ser nacional sea mariano y cristológico.

         Cuanto más amor a la Virgen y a Jesús profesemos, tanto más los argentinos realizaremos el designio divino para nuestra Patria.

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