Nuestra Señora de Malvinas

martes, 1 de abril de 2014

¡Las Islas Malvinas fueron, son y serán argentinas!


Las Islas Malvinas fueron, son y serán argentinas, y eso lo decimos nosotros, quienes tenemos conciencia de que las Islas nos pertenecen desde siempre, desde que la Patria es Patria, pero también lo proclaman, ante la historia y ante Dios, los cuerpos de los Héroes de Malvinas que yacen sepultados en el suelo de las Islas y en el fondo del Mar Argentino. Sus cuerpos sepultados en la turba malvinense y en el fondo del océano son mudos testigos de que las Islas Malvinas pertenecieron, pertenecen y pertenecerán a la Nación Argentina, y de que ellos, en nombre del Pueblo Argentino, son sus legítimos dueños y están ahí para lavar y reparar la afrenta de quienes, por la violencia, la irracionalidad y la soberbia, se apropiaron de lo que no les pertenecía[1]. Pero si los cuerpos de los Héroes de la Nación, que yacen en la turba malvinense y en el fondo del mar son testimonio, son mudos testigos, no son mudos testigos sus almas, porque sus almas viven en el cielo, más alto que las estrellas; sus almas viven y están ante la presencia del Cordero, alabándolo y cantando sus alabanzas, porque si son héroes son también Santos,  puesto que quien da su vida por la Patria, la da también por Dios, porque la Patria es un don de Dios y es así que amar a la Patria es amar a Dios y dar la vida por la Patria es también dar la vida por Dios que nos la regaló, y quien da la vida por la Patria y por Dios, da la vida por los padres y por los compatriotas, que en la Patria habitan por mandato de Dios. El que esto hace, el que da la vida por la Patria y por Dios, se gana el cielo, y es así que los Héroes combatientes de Malvinas, además de Héroes, son Santos y están ante el Cordero, adorándolo por los siglos sin fin y testimoniando, con su adoración, que dieron sus vidas por una causa justa: por Dios y por la Patria.
Por todo esto, y aunque nosotros nos calláramos, los Héroes y Santos de Malvinas, cuyos cuerpos descansan en las turbas de las Islas y en el fondo del océano, nos repiten sin cesar, no un día, sino todos los días, desde más allá de las estrellas: “¡Las Islas Malvinas fueron, son y serán Argentinas!”.




[1] Que las Malvinas sean argentinas, lo sostiene también el Santo Padre Francisco quien, siendo aún cardenal, se refirió inequívocamente a los ingleses como “usurpadores”, a las Malvinas como “suelo argentino”, y a los combatientes en Malvinas como “caídos durante la guerra que han derramado su sangre en suelo argentino”: cfr: http://patriasanta.blogspot.com.ar/2013/04/malvinas-argentinas-por-siempre.html;  http://tn.com.ar/politica/malvinas-bergoglio-reclamo-una-reinvindicacion-a-los-que-hayan-estado-o-no-en-la-g_087839

lunes, 25 de noviembre de 2013

Un Nuevo Combate de Obligado


         ¿Cuál es el significado del Combate de Obligado? ¿Por qué se elige a esta batalla como símbolo de la Soberanía Nacional? ¿Qué relación tiene este hecho con nosotros, argentinos del siglo XXI? Trataremos de responder a estas preguntas mediante la siguiente reflexión.
         Ante todo, debemos decir que el Combate de Obligado representa el paradigma de la lucha de los patriotas que dan sus vidas por la defensa de la Patria y su soberanía nacional porque lo que defendían los Patriotas de Obligado no era un paso de un río, sino a la Patria misma, porque estaba en juego su soberanía. La soberanía de una Nación es la autonomía de esa Nación no solo en sus asuntos terrenos, sino ante todo en relación a su destino de trascendencia eterna y esto es lo que fundamenta el hecho de que la soberanía no puede nunca resignarse ante poderes extra-nacionales o supra-nacionales, porque resignarla implica de modo automático la pérdida de la libertad de la Nación y la conversión en un pueblo de esclavos. Al perder la soberanía, una Nación deja de guiarse autonómamente para ser guiada por otra nación cuyos intereses son contrarios a los propios, además de implicar un riesgo seguro de muerte, porque la Nación esclavizante se apodera de los recursos vitales de la Nación esclavizada, condenándola a una muerte segura (esto, sin considerar además la humillación que significa el ser dominados por otros pueblos).
         Es por esto que el Combate de Obligado representa el modelo paradigmático de la lucha de una Nación por su libertad y su dignidad, porque combatir al agresor extranjero, tal como lo hicieron los Patriotas de Obligado al luchar contra el invasor anglo-francés, significa no solo la oposición a un destino seguro de esclavitud y muerte, sino ante todo, significa la elección de un destino trascendente, en la eternidad, al cual se llega sólo guiados por la Verdad Encarnada, Jesucristo, porque la sumisión al extranjero que trae esclavitud y muerte es un error, mientras que la lucha por liberarse de él y dirigirse libremente al destino de eternidad, es una verdad que, como toda verdad, participa de la Cristo, Camino, Verdad y Vida (Jn 14, 6).
         En otras palabras, si los Patriotas de Obligado se hubieran rendido sin combatir, permitiendo el paso del invasor anglo-francés, hubieran cometido un doble error: desde el punto de vista natural, porque estarían entregando la soberanía y los recursos vitales de la Nación, hecho que conduce a la muerte y contraría el instinto de supervivencia; desde el punto de vista sobrenatural también habrían cometido un error, porque la entrega sin lucha de la Patria a sus enemigos, contraría el deber del cristiano de defender la Patria ante una amenaza mortal. Si no hubieran combatido, los Patriotas de Obligado habrían cometido un doble error, y todo error es contrario a la verdad y la verdad, cualquiera sea, es una participación a la Verdad Encarnada, Jesucristo, que es el Único que nos hace libres -"la Verdad os hará libres" (Jn 8, 31-36)-, mientras que el error esclaviza. 
        Dicho de otra manera, el hecho de luchar contra el agresor e invasor de la Patria, como lo hicieron los Patriotas de Obligado, implica la determinación interior de ser guiados por la luz de la Verdad de Cristo -Verdad que nos libera y que por esto mismo nos quiere libres y no esclavos-, lo cual implica a su vez aceptar libremente el destino de eternidad al cual Cristo nos quiere conducir, tanto individual como colectivamente, es decir, como Nación, puesto que “Dios quiere que todos se salven” (1 Tim 2, 3-4).
         Lejos de pertenecer al pasado, el ejemplo de los Patriotas de Obligado es válido para nosotros, argentinos del siglo XXI, puesto que hoy acechan a la Patria numerosos enemigos que pretenden invadirla y profanarla, esclavizando a la Nación. No se trata de una invasión física y con armas de fuego, como en el pasado, sino de una invasión cultural y religiosa, mucho más insidiosa y peligrosa y mucho más difícil de combatir, porque lo que busca esta nueva invasión es anular la soberanía económica, cultural, política, de la Nación para integrar a nuestra Patria, así devastada, al globalismo del Nuevo Orden Mundial, globalismo en el que se pretenden unificar los gobiernos, las economías y las religiones en un engendro sincretista, neo-pagano y anti-cristiano.1
         La conmemoración del Combate de Obligado no puede quedar en el mero recuerdo nostálgico; por el contrario, dados los peligros mortales que acechan a nuestra Patria -peligros que, como dijimos, son de orden cultural y religioso-, el ejemplo de los Patriotas de Obligado debe conducirnos a la determinación de luchar, con las armas espirituales a nuestro alcance –oración, Santo Rosario, Misa, penitencia, sacramentos, misericordia-, contra el moderno  invasor globalista, que pretende arrebatarnos lo más valioso que tenemos como Nación y es nuestra Santa Religión Católica, Apostólica y Romana.

domingo, 18 de agosto de 2013

El General Don José de San Martín y las enseñanzas que nos dejó a los argentinos


         Los habitantes de una nación tienen el deber de no solo conocer su historia, sino de contemplar e imitar las virtudes humanas de los próceres que les dieron origen. La Patria es un don divino y como tal debe ser respetada y amada, y una forma de demostrar ese respeto y amor, es considerando y reflexionando acerca de sus orígenes y también sobre la vida y virtudes de aquellos a quienes la Divina Providencia puso en el origen y nacimiento de la patria, quienes son llamados por este motivo “padres de la patria”.
En el caso de la Nación Argentina, Dios puso, para nuestro orgullo nacional, a un hombre ejemplar, el General Don José de San Martín, en quien brillaron grandes virtudes humanas. Esto no significa que deba ser considerado como un “superhombre”, o como un “santo”, puesto que los superhombres no existen, y los santos son solo aquellos a quienes la Santa Madre Iglesia declara que están ya en los cielos. El General San Martín no fue un superhombre, y si fue un santo, lo sabremos cuando la Iglesia lo eleve a los altares. Mientras tanto, nuestra mirada sobre él debe ser equilibrada, sin exagerar pero tampoco sin disminuir sus cualidades y virtudes, además de señalar, si es que los hubiere, sus defectos, porque la grandeza de un hombre no estriba en no tener defectos, sino en vencerse a sí mismo, con la ayuda de la gracia de Dios, para superarlos.
Dicho esto, podemos considerar entonces los múltiples ejemplos que la vida del General San Martín nos brinda a los argentinos, todos ellos ejemplos de superación personal y de heroicidad de virtudes. Pero hay uno, de entre todos, que se destaca, y es el Cruce de la Cordillera, la gesta heroica por la cual liberó a medió continente, considerada como una de las más grandes hazañas militares; a esta hazaña se le agrega su profunda humildad, porque cuando quisieron premiarlo en el Perú, nombrándolo Jefe supremo de esa nación, declinó el halago, sabedor de que los honores mundanos son efímeros y que lo único que importa es salvar el alma.
Sin embargo, hay algo que es todavía más ejemplar en el General Don José de San Martín, y es el momento de su muerte: según los historiadores, murió con sus manos entrelazadas a un crucifijo, colocado en su pecho. Con esta muerte –aferrado a Cristo Jesús-, el General San Martín nos enseña a los argentinos que hay otro Gran Cruce que debemos emprender, y no se trata de una cadena montañosa, sino el paso de esta vida a la otra, guiados no por un general humano, un hombre, sino por el Hombre-Dios, Jesucristo, que lleva consigo el victorioso estandarte ensangrentado de la Cruz; paso que nos conduce a la vida eterna, vida en la cual recibiremos, del Gran Libertador y Salvador de la humanidad, Cristo Jesús, nuestra verdadera y definitiva libertad, la libertad de los hijos de Dios, y en donde recibiremos no premios humanos, sino el premio merecido por los méritos de Cristo, que se aplican a quien muere en gracia, premio por el cual es nombrado, por el mismo Dios Trino, Heredero del Reino de los cielos.

La vida y la muerte del General San Martín nos dejan, a los argentinos, grandes enseñanzas.

lunes, 8 de julio de 2013

El Crucifijo y el Día de la Independencia Nacional

         Decía Marco Tulio Cicerón: “Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”, y Marcelino Menéndez Pelayo: “Pueblo que no sabe su historia es pueblo condenado a irrevocable muerte...”. El olvido y el desconocimiento de la propia historia es, según estos pensadores, sinónimo de fracaso y de muerte para un pueblo. Basados en estos pensamientos, nosotros podríamos parafrasear y decir: “El pueblo que falsifica o reinventa la historia según la ideología de turno, es un pueblo destinado a morir”. Agregamos así una causa más de muerte para un pueblo: la falsificación y la reinvención de la historia según la ideología de turno.
         Para no caer en esta situación, es conveniente entonces, como argentinos y católicos, recordar la historia, tal como fue, para no olvidarla, para no desconocerla, para no falsificarla y para no reinventarla, de modo que los hechos del pasado, contemplados en el presente, iluminen el futuro.
         Es esto lo que tenemos que hacer con el 9 de Julio, Día de nuestra Independencia Nacional, si no queremos ser parte de aquellos pueblos que perdieron el rumbo por olvidar o reinventar su historia.
         Una señal precisa, mediante la cual podemos desentrañar la esencia del 9 de Julio, es el crucifijo que presidió la Sala de la Firma de la Independencia en la Casa Histórica. Desde ese momento, la imagen de Nuestro Señor en la Cruz fue llamada “Cristo de los Congresales”.
         No era un hecho casual, ni una coincidencia, ni un descuido, la presencia del crucifijo: los Congresales, en su totalidad, profesaban la fe Católica, Apostólica, Romana, y querían que la Patria Naciente fuera alumbrada a la luz de la Cruz de Cristo, y por este motivo la imagen de Nuestro Señor en la Cruz presidió la Firma de la Independencia. Con toda razón podemos decir, entonces, que Nuestra Patria nació iluminada por los rayos de un Sol infinitamente más luminoso y radiante que el astro sol, y es Nuestro Señor Jesucristo, porque uno de sus Nombres es el de “Sol de justicia”; con toda razón podemos decir que nuestra Patria nació bañada en la Sangre del Redentor, porque nació al pie de la cruz, y quien se coloca al pie de la cruz, es bañado y teñido por la Sangre que brota de las llagas del Cordero de Dios crucificado; con toda razón podemos decir que nuestra Patria tiene a la Cruz como su origen y su fin, porque el Hombre-Dios que en la Cruz está, es Dios eterno, el alfa y el omega, el Principio y el Fin de todas las cosas, de todos los seres y de todo el universo, visible e invisible, y si nuestra Patria tiene en la Cruz su principio y su fin, nacimiento y su destino eterno, también tiene en la cruz su camino hacia la eternidad, y por eso todo en ella, para ser verdadero, debe llevar el sacrosanto signo de la Cruz; con toda razón podemos decir que nuestra Patria nació mariana, porque si nació al pie de la Cruz, allí se encuentra la Virgen, porque donde está el Hijo está la Madre, y si el Hijo está en la Cruz, la Madre está al pie de la Cruz. Y como prueba de que la Nación Argentina nacía de su Hijo, una vez nacida la Patria, fue la Virgen quien la arropó y acunó entre sus brazos, envolviéndola en su manto celeste y blanco, y ese es el motivo por el cual nuestra Bandera Nacional lleva los mismos colores del Manto de la Inmaculada Concepción.  
         No olvidemos la historia; no olvidemos al Cristo de los Congresales; no olvidemos el glorioso nacimiento de nuestra Patria, al pie de la Cruz y arropada en el Manto de la Virgen; no olvidemos que nada sucede por casualidad, sino que es Dios quien, en su Santísima Voluntad, fue quien dispuso nuestra Independencia, tal como lo sostiene el Padre Castañeda, testigo presencial de los hechos de Mayo, inicio de la Soberanía Nacional: “Por nuestra parte, nada bueno hemos hecho, y ni siquiera el 25 de Mayo (y por lo tanto, el 9 de Julio, N. del R.) es obra nuestra, sino obra de Dios”; no falsifiquemos la Historia nacional, poniendo otros fundamentos que no sea Cristo, crucificado y resucitado.

         Si queremos saber cómo es la Historia real de nuestra Patria, no la historia olvidada, ni desconocida, ni falsificada ni reinventada, contemplemos el misterio del Cristo de los Congresales; si queremos saber cómo fue nuestro pasado como Nación, desde sus orígenes, contemplemos al Cristo de los Congresales; si queremos saber cómo debemos vivir el presente de nuestra Patria, contemplemos al Cristo de los Congresales; si queremos saber cómo debemos construir el futuro de nuestra Patria, contemplemos al Cristo de los Congresales. Y luego de contemplar sus heridas, sus clavos, su corona de espinas, la Sangre Preciosísima que mana de sus llagas y de su Sagrado Corazón traspasado, postrémonos de rodillas ante Nuestro Señor Crucificado, el Cristo de los Congresales, e imploremos su Divina Misericordia. 

jueves, 20 de junio de 2013

Dichosa la Nación cuya Enseña nacional es el Manto celeste y blanco de la Madre de Dios


         
“Dichosa la Nación cuyo Dios es el Señor”, dice el Salmo 33, y el motivo por el cual esta nación es dichosa, radica en que Dios es infinitamente bueno y poderoso, y esta condición divina asegura al pueblo que lo tiene a Él como su Señor, su protección y bendición constantes. En el Antiguo Testamento, esa Nación fue la Nación hebrea, puesto que, por designio divino, fue el único pueblo de la Antigüedad que no solo recibió el don del monoteísmo -frente a la totalidad de los otros pueblos y naciones, que eran paganos e idólatras-, sino que además tuvo a ese Dios Uno –Yahveh- como su Protector y Guía.
Esto se vio en los innumerables prodigios, maravillas y milagros que obró Yahveh a favor de Israel, todo lo cual formaba –y forma- parte esencial de la historia de ese pueblo, al punto que no se entiende a Israel sino es en relación a Yahveh.
Análogamente, y parafraseando a la frase de la Biblia, los argentinos podemos decir: “Dichosa la Nación cuya enseña nacional es el Manto celeste y blanco de la Madre de Dios”, porque este hecho –que la Bandera de la Nación Argentina lleve los colores celeste y blanco del Manto de la Inmaculada Concepción-, no es un hecho fortuito, al azar, ya que el General Manuel Belgrano, al crear la insignia nacional, tuvo la intención explícita y manifiesta de honrar a la Bienaventurada Madre de Dios en su advocación de Nuestra Señora de Luján, la cual es, en su advocación original, la Inmaculada Concepción.
Contrariamente a lo que enseña la historiografía liberal y agnóstica, el General Belgrano no se inspiró en los colores del cielo cosmológico, sino en el Manto celeste y blanco de la imagen de la Inmaculada Concepción conocida como Nuestra Señora de Luján. Este acto de Belgrano no se debió a su alma magnánima –que si lo era-, sino que fue un verdadero acto de devoción mariana, porque su intento era honrar a la Virgen, tal como lo declaró su hermano, el sargento mayor Carlos Belgrano: “Mi hermano tomó los colores de la bandera del Manto de la Inmaculada de Luján, de quien era ferviente devoto”.
En otras palabras, el hecho de que, como argentinos, nuestra Bandera Nacional lleve los colores del Manto de la Virgen, indica que fue el mismo Dios Uno y Trino quien quiso que tuviéramos por insignia nacional el manto de la Virgen de Luján.
Este hecho no es intrascendente; por el contrario, pone de manifiesto un claro designio divino de predilección para con la Nación Argentina, designio que puede ser entrevisto en la contemplación de la misma bandera: si para una nación determinada la insignia nacional evoca su destino de grandeza, mucho más lo es en nuestro caso, porque por el hecho de ser el Manto de la Virgen, nuestra enseña evoca el destino de eternidad en los cielos al cual estamos llamados. Por este motivo, al contemplar la Bandera Nacional, no podemos pasar por alto ni su origen ni el destino de eternidad al que nos llama, so pena de contrariar los planes de Dios Trino para con nuestra Patria.

Por lo tanto, al izar la Bandera Nacional y al verla flamear en los cielos, elevemos nuestros pensamientos y nuestros corazones a la Virgen de Luján, cuyo manto sagrado representa nuestra bandera y pidamos, como argentinos y católicos, la gracia de ser fieles, hasta la muerte de cruz, a nuestra insignia nacional, el manto de la Virgen de Luján, mato que nos señala nuestro destino final, el Reino de los cielos, en donde reina para siempre Nuestro Señor Jesucristo.

viernes, 24 de mayo de 2013

El 25 de Mayo debe amanecer como un día sagrado porque refleja la Voluntad divina sobre nuestra Patria Argentina



         Si no se revisan las fuentes históricas relativas a los testigos presenciales de los acontecimientos de Mayo de 1810, la fecha patria puede ser –como de hecho lo es, año a año- desvirtuada, debido a que cada generación interpreta los hechos del pasado de acuerdo a la idea-fuerza que domine en el momento presente. Así, en nuestro tiempo, la idea-fuerza que predomina es la del relativismo, error filosófico según el cual no hay una verdad absoluta y la verdad que se impone es aquella que se construye según el consenso. Ahora bien, el relativismo da paso al “revisionismo histórico” el cual mira los hechos del pasado con la lupa de la ideología de turno. De esa manera, el hecho histórico inicial y primordial –en este caso, el 25 de Mayo de 1810- queda enmascarado, oculto, distorsionado y deformado por la visión miope de la ideología predominante –una ideología es miope por definición- y termina por ser presentado a las nuevas generaciones de un modo tan grotesco, que en nada se parece al hecho original.
         Deformado por la lupa ideológica, que aumenta la magnitud de circunstancias ocasionales mientras que disminuye aquello que es la esencia, el 25 de Mayo llega a las nuevas generaciones en su versión “siglo XXI”: el pueblo quería “saber de qué se trataba”, los patriotas repartían escarapelas y llovía en Buenas Aires el día en que el Cabildo decidió que íbamos a ser independientes, comenzando a gobernar la Primera Junta. En el imaginario popular, no hay nada más que esto. El agravante, en nuestros días, es que la fiesta patria ha sido convertida en mitin político y en propaganda de política partidaria.
         ¿Cuál fue el “hecho original” en el 25 de Mayo? Para saberlo, es necesario citar a testigos presenciales, como por ejemplo, el Padre Castañeda, quien afirma sin medias tintas que “el 25 de Mayo fue obra de Dios y no nuestra”[1], es decir, obra de Dios y no de los argentinos. Según el Padre Castañeda, fue Dios quien quiso que nuestra Patria se independizara –desde el punto de vista político y no cultural o religioso- de España y asumiera en su pueblo su destino de nueva Nación. En otras palabras, fue Dios quien quiso que fuéramos independientes y esta Voluntad divina suya se manifiesta en signos providenciales, como el hecho de que, a pesar de ser llamado “Revolución de Mayo”, no hubo tal cosa, al menos en el sentido de las modernas revoluciones, en donde la codicia, la traición, la mentira y el engaño provocan derramamientos de sangre, y nada de eso hubo en esta gloriosa fecha patria; otro signo providencial fue que, como lo señala el P. Castañeda, en esta fecha la naciente Patria Argentina, a la vez que se constituye como independiente entre las naciones, conserva sin embargo la fidelidad noble y honrosa a España, es decir, no hubo doblez ni traición en los patriotas de Mayo: “el día 25 de Mayo es el padrón y monumento eterno de nuestra heroica fidelidad a Fernando VII; es también el origen y el principio de nuestra absoluta independencia política; es el fin de nuestra servidumbre”[2].
Otro signo de la Divina Providencia, en el que se ve la Voluntad de Dios sobre nuestra Patria, es el hecho de que la Patria haya nacido a la sombra de la Cruz de Cristo y que su Enseña Nacional lleve los colores del Manto celeste y blanco de la Inmaculada Concepción. Fue Dios quien quiso que fuéramos Nación soberana y que nos identificáramos, desde el instante mismo del nacimiento, con la religión católica, la Cruz de Cristo y el Manto de la Madre de Dios. Es de la esencia de la argentinidad el pertenecer a la Iglesia Católica; ser católica, para nuestra Patria Argentina, no es algo que le viene añadido o impuesto desde afuera, como algo extrínseco y extraño a ella: está en su mismo ser constitutivo, está en sus entrañas, y a tal punto, que despojarla de su religión católica es despojarla de su mismo ser. Que Argentina deje de ser católica, es reemplazar la Argentina querida por Dios al hacerla nacer así, por otra Argentina distinta, irreconocible. Es esto lo que el Padre Castañeda quiere decir cuando dice que “el 25 de Mayo es obra de Dios y no nuestra”, obra de Dios y no de los argentinos.
         Ahora bien, si Dios quiso este nacimiento privilegiado para una Nación, es porque tiene un destino igualmente privilegiado para esa Nación, puesto que Dios no hace nada en vano. ¿Cuál es ese destino privilegiado? El destino de eternidad en los cielos.
         La Argentina que nació el 25 de Mayo de 1810 es la Argentina de la Cruz de Cristo y del Manto celeste y blanco de la Inmaculada Virgen de Luján. Esa y no otra es la Argentina “obra de Dios”, la que tiene un destino de feliz eternidad.
Y porque la Patria nació por obra de Dios y no de los argentinos, es que “(...) el día Veinticinco de Mayo es (un día) solemne, sagrado, augusto y patrio...”, como dice el Padre Castañeda. Y porque es obra de Dios y no de los argentinos, no es un día más, que quedará en el olvido, sino que “perpetuará nuestras glorias: “(el 25 de Mayo) Es y será siempre un día memorable y santo, que ha de amanecer cada año para perpetuar nuestras glorias, nuestro consuelo y nuestras felicidades”, y por eso debemos postrarnos ante el altar de Dios para agradecerle su infinita misericordia: “...en este día, todos con entusiasmo divino, llenos de piedad, humanidad y religión, debemos postrarnos delante de los altares, confesando a voces el ningún mérito que ha precedido en nosotros a tantas misericordias”[3].



[1] Cfr. Guillermo Furlong, Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la Patria naciente, Ediciones Castañeda, 1994, 381-382.
[2] Cfr. ibidem.
[3] Cfr. ibidem

viernes, 17 de mayo de 2013

La Virgen de las Malvinas recorrerá el país para recuperar “la llama de la argentinidad”



Jueves 16 May 2013 | 

Ushuaia (Tierra del Fuego) (AICA): Una imagen de la Virgen de Luján bajo el nombre de “Nuestra Señora de las Malvinas” iniciará el sábado 18, en la ciudad de La Quiaca, Jujuy, una peregrinación por cada una de las provincias del país, desde el extremo norte al extremo sur de la Argentina continental, bajo el lema “Recuperemos la llama de la argentinidad”. Se espera que visite las Islas Malvinas y el Sector Antártico Argentino, para llegar aproximadamente en noviembre a la ciudad de Ushuaia, donde permanecerá.

El recorrido comenzará por el Noroeste Argentino, donde los Centros de Veteranos de Guerra de Malvinas (VGM) y otras instituciones acordaron en marzo el itinerario que esta imagen de la Virgen de Luján desarrollará. 

El sábado 18 de mayo, la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas, junto con los excombatientes de Luján y de Ushuaia, hará entrega de la imagen al Centro de Veteranos de Guerra de Jujuy. El domingo 19, la sagrada imagen visitará las ciudades de Palpalá y San Salvador de Jujuy. 

El martes 21 la Virgen recorrerá las calles de la ciudad de Salta, en tanto que el jueves 23 estará en San Miguel de Tucumán; el sábado 25, en Termas de Río Hondo, Santiago del Estero. Allí, los centros de Veteranos de dicha localidad y la ciudad de La Banda homenajearán a María con un desfile cívico-militar. 

El lunes 26 la peregrinación de la Virgen y feligreses continuará en La Banda y la capital de Santiago del Estero. Para finalizar la primera etapa, la Madre llegará el 28 a San Fernando del Valle de Catamarca. Se espera que la réplica visite las demás regiones del país, así como las Islas Malvinas y el Sector Antártico Argentino, para llegar aproximadamente en noviembre a la ciudad de Ushuaia, donde permanecerá. 

Origen de la iniciativa 
En agosto de 2012, un grupo de vecinos de la ciudad de Ushuaia manifestaron en una sesión del Observatorio Provincial de la Cuestión Malvinas el deseo de tener en la capital provincial de la jurisdicción que abarca los archipiélagos del Atlántico Sur una réplica de la imagen de la Virgen de Luján que se entronizó en 2009 en el Cementerio de Darwin, en custodia de los héroes caídos en el conflicto armado de 1982. 

En aquel momento, los veteranos de guerra de Ushuaia tomaron contacto con la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur a fin de tramitar por su intermedio la factibilidad de la obtención de dicha imagen. 

La imagen de la Virgen fue obtenida por la donación del intendente de la ciudad de Luján, Oscar Luciani, por medio de los veteranos de ese municipio, quienes entregaron el 8 de diciembre del año pasado la imagen a la Comisión de Familiares de Caídos.