Nuestra Señora de Malvinas

lunes, 20 de junio de 2011

La Bandera Argentina es el Manto de la Inmaculada Virgen de Luján



Ven, Purísima Concepción, Señora Dueña de la Argentina, y Defiende a tus hijos de los ataques del maligno, cubriéndolos con tu Manto celeste y blanco.
Ven, Madre nuestra, Reconquista los corazones de los habitantes de esta tierra Argentina, que te pertenece desde sus inicios.
Ven, Virgen Santísima, Inmaculada Concepción, y planta tu real insignia, tu Manto celeste y blanco, en las almas de tus hijos argentinos.
Ven, Madre de Dios, Virgen de Luján, y derriba las banderas idolátricas que ensombrecen el horizonte de la Nación, y enarbola los colores celeste y blanco de tu Manto de Purísima Concepción.
Ven Estrella Purísima de la mañana, Tú que anuncias la llegada del Nuevo Día y del Sol de justicia, Tu Hijo Jesucristo, y disipa las tinieblas que cubren nuestra Patria.
Ven, Virgen Purísima de Luján, defiéndenos del Maligno, cubre a tus hijos con tu Manto celeste y blanco, y condúcenos a la Patria celestial, el seno de Dios Trinidad.
Las banderas nacionales son un reflejo del pensamiento y del sentimiento de un pueblo, pero también representan lo más característico de una nación. En la bandera nacional está representado y simbolizado el ser más auténtico y profundo de toda una nación, y por esto mismo, porque representa al ser nacional, todo el pueblo se siente representado y reflejado en esa bandera. En la bandera nacional se aglutinan y condensan las vivencias más significativas e importantes de la nación, aquellas que dieron origen a su ser nacional, las que forjaron y fraguaron el ser de la nación, en los inicios históricos de la existencia de un pueblo.
Todas las naciones surgieron por un hecho histórico trascendente –o también, por una serie de hechos históricos-, el cual queda plasmado en la insignia nacional, de modo tal que las generaciones sucesivas, al contemplarla, traigan a la memoria la gesta del pasado, de la cual nacieron, y con sus corazones honren y veneren en el presente a la Patria a la que pertenecen, y juren defenderla con sus vidas hasta el fin.
Una bandera nacional, entonces, no es nunca un símbolo vacío, sino un símbolo cargado de riqueza histórica y de valores trascendentes, que despiertan en el hombre sus sentimientos más nobles y profundos.
Muchos han dado sus vidas por sus banderas, no por el lienzo, obviamente, sino porque sus colores y sus figuras representan la génesis, el presente y el futuro del ser nacional, y en ellos están representados elevados valores humanos y los hechos históricos que originaron a la nación.
Así, en la bandera de EE.UU., por ejemplo, “el blanco simboliza su color de piel e inocencia, el rojo sangre y valor, y el azul el cielo, perseverancia y justicia” (…) La bandera de Estados Unidos de América consta de trece barras horizontales, siete rojas y seis blancas, y un rectángulo azul en el cantón con cincuenta estrellas blancas. Las barras representan a las trece colonias originales que se independizaron del Reino Unido y las estrellas a los estados que forman la Unión”[1].
Cuando leemos acerca de la bandera de México, se lee lo siguiente: “El Escudo Nacional de México (…) consiste en un águila real devorando a una serpiente (…) está basado en la leyenda azteca que cuenta cómo su pueblo vagó por cientos de años en el territorio mexicano buscando la señal indicada por sus dioses para fundar la ciudad de Tenochtitlán (la actual Ciudad de México), donde vieran a un águila devorando a una serpiente”[2].
En el primer caso, la bandera destaca las virtudes, además del cielo cosmológico, y están representadas las colonias que iniciaron la independencia; en el segundo caso, una leyenda inmemorial, según la cual los dioses señalarían el lugar de la fundación de la ciudad emblemática de la nación, que debía ser en donde encontraran a un águila devorando una serpiente.
Virtudes humanas en un caso, leyenda mitológica pre-hispana, en el segundo.
En el caso de la Bandera Argentina, no hay nada de esto, sino algo infinitamente más sublime.
Abundantes pruebas historiográficas, demuestran que la Bandera Argentina, creada por el General Manuel Belgrano, lleva los colores del manto de la Inmaculada Virgen de Luján, de quien Belgrano era ferviente devoto.
Como antecedente a la creación mariana de la Bandera Nacional, existen una serie de datos históricos que avalan esta tesis, según el historiador Vicente Sierra[3], de quien tomamos la siguiente recopilación:
“Cuando el rey Carlos III consagró España y las Indias a la Inmaculada en 1761, y proclamó a la Virgen principal Patrona de sus reinos; creó también la Orden Real de su nombre, cuyos caballeros recibían, como condecoración, el medallón esmaltado con la imagen azul y blanca de la Inmaculada, pendiente al cuello de una cinta de tres franjas: blanca en el medio, y azules a los costados.
El artículo 40 de los estatutos de la Orden, retomados en 1804, dice: ‘Las insignias serán una banda de seda ancha dividida en tres franjas iguales, la del centro blanca y las dos laterales de color azul celeste”[4].
Según este dato, entonces, ya desde la época del rey Carlos III, tanto España como las Indias, estaban consagradas a la Virgen, en cuyo honor se crea la Orden Real de la Inmaculada, que lleva los colores azul y blanco.
Avanzando un poco más en el tiempo, Sierra trae un dato tomado de Bartolomé Mitre: “Mitre dijo que los colores nacionales blanco y azul celeste pudieron ser adoptados ‘en señal de fidelidad al rey de España, Carlos IV, que usaba la banda celeste de la Orden de Carlos III, como puede verse en sus retratos al óleo… La cruz de esta orden es esmaltada de blanco y celeste, colores de la Inmaculada Concepción de la Virgen, según el simbolismo de la Iglesia’. El artículo IV de los estatutos de dicha orden, decretados en 1804, dice: ‘Las insignias… serán una banda de seda ancha dividida en tres fajas iguales, la del centro blanca, y las dos laterales de color azul celeste’. Augusto Fernández Díaz recuerda que, cuando en el último ensayo de gobierno republicano en España, se acordó cambiar la bandera rojo y gualda por otra de tres franjas: rojo, gualda y morado, Miguel de Unamuno, entonces diputado, dijo: ‘…Bandera monárquica podríais acaso llamar a la celeste y blanca de los Borbones de la casa española, cuyos colores son también los de la República Argentina y los de la Purísima Concepción”[5].
Otro antecedente mariano de la Bandera Nacional como signo distintivo de Argentina, aparece en la Reconquista de Buenos Aires, en donde las tropas patriotas se identifican con la imagen de la Inmaculada Concepción. Dice así otro historiador, Aníbal Rottjer:
“Si bien la escarapela azul y blanca no se usó en 1810, y sólo aparece al año siguiente, como distintivo de la Sociedad Patriótica; sus colores habían adquirido una especial significación, por haberlos usado los voluntarios que prepararon la Reconquista, y que, reunidos en Luján, combatieron luego en la Chacra de Perdriel. Las crónicas de Luján nos hablan del ‘Real pendón de la Villa de Nuestra Señora, bordado en 1760 por las monjas catalinas de Buenos Aires. En él había dos escudos: uno con las armas del rey y otro con la imagen de la Pura y Limpia Concepción de María Santísima, singular patrona y fundadora de la villa’. El Cabildo de Luján entregó este estandarte a las tropas de Pueyrredón, ‘como su mejor contribución para el servicio y la defensa de la Patria’. Después de implorar el auxilio de la Virgen, y usando, como distintivo de reconocimiento, los colores de su imagen, por medio de dos cintas anudadas al cuello, una azul y otra blanca, y que llaman de la medida de la Virgen, porque cada una medía 38 centímetros, que era la altura de la imagen de la Virgen de Luján; los 300 soldados improvisados se lanzan al ataque contra 700 veteranos de Beresford, y mueren en la acción tres argentinos y veinte británicos.
Los dispersos se unen más tarde a las fuerzas de Liniers, y obtienen, días después, la victoria definitiva, que se atribuyó oficialmente a la intervención de la Virgen María, como consta en las actas del Cabildo de 1806.
Estos colores los conservaron los húsares de Pueyrredón en la Defensa, durante las jornadas de julio de 1807”[6].
Como se puede ver claramente, los patriotas argentinos, que se levantan en armas para combatir al invasor inglés, se identifican con los colores celeste y blanco y con la imagen de la Inmaculada Concepción.
Tal es la identificación de con la Madre de Dios, y con los colores de su manto, que el Coronel Domingo French, en una proclama en Luján, el 25 de septiembre de 1812, dice así: “¡Soldados! Somos de ahora en adelante el Regimiento de la Virgen. Jurando nuestras banderas os parecerá que besáis su manto. …Al que faltare a su palabra, Dios y la Virgen, por la Patria, se lo demanden”[7].
Continúa aportando datos históricos Aníbal Rottjer, relativos a los reyes de España, y también al General Belgrano, que muestran la devoción a la Inmaculada Concepción: “Carlos III, Carlos IV y Fernando VII vestían sobre el pecho la banda azul y blanca con el camafeo de la Inmaculada, y el manto real lucía estos mismos colores, como puede observarse en los retratos que adornan los salones del escorial y el palacio de Oriente en Madrid, donde se custodian también las condecoraciones con la cruz esmaltada en blanco y celeste.
Pueyrredón y Azcuénaga los usaron, como caballeros de esa Orden, y Belgrano, como congregante mariano en las universidades de Salamanca y de Valladolid. Ya hemos referido en otro lugar que Belgrano, al recibirse de abogado, juró ‘defender el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, Patrona de las Españas’, y que, al ser nombrado secretario del Consulado, declaró en el acta fundamental de la institución que la ponía ‘bajo la protección de Dios’ y elegía ‘como Patrona a la Inmaculada Virgen María’, cuyos colores, azul y blanco, colocó en el escudo que ostentaba el frente del edificio”[8].
Otro historiador, el P. Guillermo Furlong, profundiza en la devoción mariana del General Belgrano, y la relaciona con la creación de la insignia nacional: “…al fundarse el Consulado en 1794, q1uiso Belgrano que su patrona fuese la Inmaculada Concepción y que, por esta causa, la bandera de dicha institución monárquica constara de los colores azul y blanco. Al fundar Belgrano en 1812 el pabellón nacional, ¿escogería los colores azul y blanco por otras razones diversas de las que tuvo en 1794? El Padre Salvaire no conocía estos curiosos datos y, sin embargo, confirma nuestra opinión al afirmar que ‘con indecible emoción cuentan no pocos ancianos, que al dar Belgrano a la gloriosa bandera de su Patria, los colores blanco y azul celeste, había querido, cediendo a los impulsos de su piedad, obsequiar a la Pura y Limpia Concepción de María, de quien era ardiente devoto’”[9].
El P. Salvaire también da testimonio de la devoción mariana del General Belgrano, en particular a la advocación de la Virgen de Luján, como antecedentes inmediatos a su particular elección de los colores de la Bandera Nacional: “Al emprender la marcha (hacia el Paraguay) pasa (Belgrano) por la Villa de Nuestra Señora de Luján donde se detiene para satisfacer el deseo que le anima de poner su nueva carrera y las grandes empresas que idea su mente, bajo la protección de la milagrosa Virgen de Luján. Manda, al efecto, celebrar en ese Santuario una solemne misa en honor de la Virgen a la que asiste personalmente, a la cabeza del Ejército de su mando, y robusteciendo su corazón con el cumplimiento de este acto religioso, prosigue lleno de fe y de esperanza el camino que le trazara el deber y el honor”[10].
El historiador Eizaguirre nos brinda los testimonios de un cabildante de Luján, y del hermano de Belgrano, que confirman que la creación de la Bandera Nacional fue un acto de devoción mariana y de amor a la Purísima Concepción de la Virgen: “José Lino Gamboa, antiguo cabildante de Luján, juntamente con Carlos Belgrano, hermano del General, afirmó que: ‘Al dar Belgrano los colores celeste y blanco a la bandera patria, había querido, cediendo a los impulsos de su piedad, honrar a la Pura y Limpia Concepción de María, de quien era ardiente devoto por haberse amparado a su Santuario de Luján’”[11].
Por último, en el mismo sentido, Aníbal Rottjer: “El sargento mayor Carlos Belgrano, que desde 1812 era comandante militar de Luján y presidente de su Cabildo, dijo: ‘Mi hermano tomó los colores de la bandera del manto de la Inmaculada de Luján, de quien era ferviente devoto’. Y en este sentido se han pronunciado también sus coetáneos, según lo aseveran afamados historiadores”[12].
De esta manera, vemos cómo nuestra enseña nacional, al llevar los colores de la Inmaculada Concepción, representa mucho más que valores humanos, o que leyendas mitológicas: representa nuestro ser nacional, cristiano y mariano. Al ver la Bandera, vemos el Manto de la Inmaculada de Luján, y así, ser argentinos y ser marianos, ser patriotas y ser hijos de la Virgen, es para nosotros una misma y única cosa.
Debido entonces a que la Virgen María, en su advocación de Inmaculada Concepción, y de Virgen de Luján es, comprobadamente, la Patrona y Dueña de estas tierras argentinas, ya que nuestra Nación se identifica con los colores de su Manto, a Ella, la Virgen de Luján, nuestra Madre del cielo, de quien orgullosos llevamos su Manto, que hemos tomado como enseña Patria, le decimos:
Ven, Purísima Concepción, Señora Dueña de la Argentina, y Defiende a tus hijos de los ataques del maligno, cubriéndolos con tu Manto celeste y blanco.
Ven, Madre nuestra, Reconquista los corazones de los habitantes de esta tierra Argentina, que te pertenece desde sus inicios.
Ven, Virgen Santísima, Inmaculada Concepción, y planta tu real insignia, tu Manto celeste y blanco, en las almas de tus hijos argentinos.
Ven, Madre de Dios, Virgen de Luján, y derriba las banderas idolátricas que ensombrecen el horizonte de la Nación, y enarbola los colores celeste y blanco de tu Manto de Purísima Concepción.
Ven Estrella Purísima de la mañana, Tú que anuncias la llegada del Nuevo Día y del Sol de justicia, Tu Hijo Jesucristo, y disipa las tinieblas que cubren nuestra Patria.
Ven, Virgen Purísima de Luján, defiéndenos del Maligno, cubre a tus hijos con tu Manto celeste y blanco, y condúcenos a la Patria celestial, el seno de Dios Trinidad.



[3] Sierra, V., Historia de la Argentina, Ediciones Garriga Argentina, Tomo V, 1962, L. III, cap. II.
[4] Cfr. Rottjer, A., El general Manuel Belgrano, Ediciones Don Bosco, Buenos Aires 1970, 62.
[5] Cfr. Sierra, o. c.
[6] Cfr. Rottjer, o. c., 61-62.
[7] Proclama del Coronel Domingo French, pronunciada en Luján el 25 de septiembre de 1812; en P. Salvaire, J. M., Historia de Nuestra Señora de Luján, Tomo II, 1885, 268ss.
[8] Cfr. Rottjer, o. c., 62-63.
[9] Furlong, G., Belgrano, el Santo de la espada y de la pluma, Club de Lectores, Buenos Aires 1974, 35-36.
[10] Salvaire, o. c., 262-263.
[11] Eizaguirre, J. M., La Bandera Argentina, Peuser, Buenos Aires 1900, 43.
[12] Rottjer, ibidem, 66.

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