Probablemente las palabras más verdaderas acerca del 25 de
Mayo de 1810 y que al mismo tiempo describen la esencia y la hermosura de este
día patrio, sean las pronunciadas por el P. Fray de Castañeda, testigo de la
época. Dice así el P. Castañeda, refiriéndose al 25 de Mayo: “...en este día,
todos con entusiasmo divino, llenos de piedad, humanidad y religión, debemos
postrarnos delante de los altares, confesando a voces el ningún mérito que ha
precedido en nosotros a tantas misericordias”[1]. No son solo lo que son –palabras piadosas
y hermosas-, sino que son palabras que definen la esencia misma del 25 de Mayo.
Primero, se dirige a “todos” los argentinos, lo cual ya nos indica que las
banderías políticas deben dejarse de lado absolutamente en este día porque
cuando se trata de la Patria, la Patria está por encima de cualquier ideología
política y cualquier ideología política debe subordinarse a la Patria. La Patria
está por encima de todo y sólo Dios está por encima de la Patria. De aquí vemos
ya el profundo daño que los partidos políticos hacen a la Patria, al dividir a
los argentinos en grupos antagónicos cuyo objetivo es el enfrentamiento contra
el hermano para someterlo y subyugarlo a su propia ideología.
Luego
de llamar a “todos” los argentinos, el P. Castañeda hace referencia al origen
celestial y sobrenatural de los acontecimientos que desembocaron en este día
patrio y que son los que le dan su hermosura: “…en este día, todos, con
entusiasmo divino –esto es, movidos por la gracia, que nos permite reconocer el
origen celestial de este magno día-, llenos de piedad, humanidad y religión –llenos
de toda clase de bienes espirituales, que sólo pueden ser concedidos por la
gracia-, debemos postrarnos ante los altares”: éste es el reconocimiento, por
parte del P. Castañeda, del origen celestial del 25 de Mayo, porque si no fuera
así, no tendría razón de ser que nos postremos ante los altares eucarísticos, y
sin embargo, el P. Castañeda nos anima a esto, precisamente, a postrarnos ante
los altares eucarísticos en acción de gracias a Dios por habernos concedido un
día tan magno, tan grandioso, tan maravillosamente celestial.
Continúa
el P. Castañeda afirmando que debemos postrarnos ante los altares para
confesar, precisamente, que este día patrio viene de Dios y de su misericordia:
“(…) confesando a voces el ningún mérito que ha precedido en nosotros a tantas
misericordias”. Esto es, que el 25 de Mayo es un don divino que nosotros los
argentinos no lo merecimos de ninguna manera, pero que Dios nos lo dio por su
Infinita Misericordia.
En
otro momento, afirma el P. Castañeda de modo más explícito que el 25 de Mayo es
obra de la Divina Voluntad y no de la voluntad de los hombres: “Por nuestra
parte, ninguna cosa buena hemos hecho (...) y aún la del 25 de Mayo no es obra
nuestra, sino de Dios”[2]. El 25 de Mayo es Opus Dei, es obra de Dios, dice el P. Castañeda, y esta aseveración
se comprueba cuando constatamos la cantidad de males de las que el 25 de Mayo
nos libró, el más g rave de todos, el perder nuestro Ser nacional hispano y
católico, porque si algo distingue al 25 de Mayo, es que la separación de la Madre
Patria fue meramente política y con el fin precisamente de no perder lo que
éramos, una parte de la España católica. En otras palabras, el 25 de Mayo se
llevó a cabo para preservar la identidad hispana y católica, amenazadas por el
monstruo imperial anglo-francés y es por eso que podemos afirmar, con toda veracidad,
que el 25 de Mayo es el día de la fundación de la Patria Argentina Hispana y
Católica.
En otra parte, el P. Castañeda, también refiriéndose al 25
de Mayo, dice qué es este día; es decir, luego de describir su origen –Dios-, nos
lo describe en su esencia: “(...) el día Veinticinco de Mayo es (un día)
solemne, sagrado, augusto y patrio...”. Es un día “solemne, sagrado, augusto y
patrio”, un día verdaderamente santo, porque es un don de Dios Tres veces Santo
y por ser un don de Dios, es un día solemne, augusto, maravilloso,
verdaderamente patrio y es con este espíritu con el cual debemos festejar este
día. Por contrapartida, podemos ver cuánto daño hacen los políticos de cualquier
ideología cuando, por intereses mezquinos, convierten a este día patrio en una
ocasión de mítin político, rebajándolo a una rastrera oportunidad para hacer
politiquería que nada bueno aporta a la Nación.
Continúa
el P. Castañeda, en relación a la esencia de este día patrio: “(...) el día 25
de Mayo es el padrón y monumento eterno de nuestra heroica fidelidad a Fernando
VII; es también el origen y el principio de nuestra absoluta independencia
política; es el fin de nuestra servidumbre. Es y será siempre un día memorable
y santo, que ha de amanecer cada año para perpetuar nuestras glorias, nuestro
consuelo y nuestras felicidades”[3]. Parece una contradicción que sea “monumento
de fidelidad” y al mismo tiempo “origen de la independencia”, pero es solo una
contradicción aparente: el 25 de Mayo es “padrón y monumento” de nuestra “heroica
fidelidad” al rey de España porque éste último había caído prisionero de los
franceses y por lo tanto no tenía poder sobre estas tierras, pero los patriotas
de Mayo, inspirados por Dios, se declararon fieles hijos de la Madre Patria
España, al Rey y, sobre todo, a la religión católica, porque no aprovecharon
este momento de debilidad para la rebelión, sino para manifestar su unión
indisoluble al Rey y a España, asumiendo el auto-gobierno de la Patria según lo
establecían las leyes de España para situaciones como las que se vivían en ese
entonces. Por otra parte, el 25 de Mayo, afirma Castañeda, “Es también el
origen y el principio de nuestra absoluta independencia política; es el fin de
nuestra servidumbre” y es así porque es el origen de nuestra independencia
política –concretada al asumir el auto-gobierno previsto en la ley de
entonces-, pero no religiosa ni cultural, porque gracias al 25 de Mayo nos
mantuvimos fieles hijos de España católica, proclamándonos fieles a la cultura
y a la religión. Entonces, porque nos declaramos fieles al Rey y en fidelidad
al Rey y a las leyes vigentes asumimos el auto-gobierno de la Patria, es que es
“padrón y monumento de fidelidad al Rey”, pero al mismo tiempo el 25 de Mayo es
el origen de nuestra independencia política porque puso fin -antes de comenzar-
a la servidumbre a la que nos quería someter el imperio anglo-francés. Parece una
contradicción, pero no lo es en absoluto y al revisar los acontecimientos, se
resalta no solo la nobleza de los Patriotas de Mayo, sino ante todo el origen
divino del 25 de Mayo, como dice Castañeda, porque si nos lo hubiéramos
propuesto hacerlo por nosotros mismos, no sería el día “sagrado, augusto y
patrio” que es en sí mismo. Por todas estas razones, uniéndonos al P.
Castañeda, afirmamos que el 25 de Mayo de 1810 “es y será siempre un día
memorable y santo, que ha de amanecer cada año para perpetuar nuestras glorias,
nuestro consuelo y nuestras felicidades” y será así porque será el día en el
que conmemoremos que, como Nación y como Patria, nacimos hispanos y católicos.
[1] Cfr. Guillermo Furlong, Fray
Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la Patria naciente, Ediciones
Castañeda, 1994, 381-382.
[2] Cfr. Castañeda, ibidem.
[3] Cfr. Castañeda, ibidem.
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