Cuando ocurren
tragedias como la del ARA San Juan, es necesario que todo el país, toda la
Nación –en este caso, Argentina-, además de elevar oraciones al Altísimo por
las almas de los compatriotas fallecidos, reflexione y recapacite acerca de qué
es lo que llevó a semejante tragedia. En caso contrario, se corre el riesgo de
repetir, en breve tiempo, otra tragedia de igual signo o incluso peor.
¿Por qué se llegó a esta situación?
Podríamos decir, más allá de los hechos puntuales de
corrupción y de abandono de una política de Estado que considere a las Fuerzas
Armadas en su conjunto como la columna vertebral de la Nación –de lo cual
rendirán cuentas ante Dios y ante los hombres, algún día, sus responsables-, debemos
decir que se llegó a este estado por el abandono, el rechazo, el olvido, o la
suplantación por equivalentes ideológicos –y por lo tanto, patológicos-, de la
idea y de la noción misma de “Patria”.
¿Qué es la Patria? ¿Debemos amarla hasta dar la vida? Si es
así, ¿por qué? La respuesta a estos interrogantes puede ayudarnos a construir
un futuro mejor que el presente para los argentinos.
La Patria es, para un católico, un don de Dios, un regalo de
Dios; está representada en la Bandera Nacional que, en nuestro caso, se
identifica y se fusiona con el Manto de la Inmaculada de Luján, pues el General
Belgrano se inspiró en la Virgen de Luján para dar los colores a la Enseña
Nacional. La Patria abarca mucho más que el territorio físico, geográfico, de
la Nación. Es un concepto y una realidad espiritual, que trasciende lo
meramente material. La Patria es la “tierra de nuestros padres”, la tierra que
nos legaron nuestros padres, pero en la Patria están comprendidas, además de la
extensión geográfica, la historia en común de un pueblo, sus tradiciones, su
lengua, su religión. En nuestro caso, en los orígenes de nuestra Patria, está
la Religión Católica, Apostólica y Romana, porque la Patria Argentina decretó
su Independencia el 25 de Mayo de 1810 en un acto de asunción soberana de su
derecho de auto-gobierno y como muestra, al mismo tiempo, de fidelidad al Rey
de España, sin renegar nunca ni de sus orígenes hispanos ni de su religión católica,
y firmó su Independencia en el Congreso de 1816 a los pies del Cristo de los
Congresales; en los orígenes de nuestra Patria están el idioma español y la
cultura española, como dones de la Madre Patria, España; están el Ejército y
las Fuerzas Armadas, como elementos de Defensa Nacional, que posibilitaron la
unidad nacional frente al intento de canibalización de los enemigos de la
Patria –el Combate de Obligado es un ejemplo de cómo los enemigos
anglo-franceses, de no oponérseles resistencia, se habrían apropiado de estas
tierras-; está la Madre de Dios, la Virgen de Luján, como signo indiscutible de
que la Virgen es la Dueña y Patrona de esta Patria Argentina, porque la Bandera
Nacional, que nos identifica a los argentinos en cualquier parte del mundo,
está tomada, como dijimos, de su manto celeste y blanco; están los habitantes
nativos de estas tierras, que al igual como sucedió en el resto del continente
americano conquistado y evangelizado por los españoles, se fusionó con la raza
española, para dar lugar a innumerables razas y etnias locales, en lo que
constituye un ejemplo único en el mundo de fusión de razas de forma pacífica y
amistosa.
Cuando suceden tragedias como la del ARA San Juan –en memoria
de cuyos tripulantes estamos celebrando esta Santa Misa-, es necesario, como
hemos dicho, además de elevar oraciones al Altísimo –la oración más grande es
la Santa Misa, en la que el mismo Hombre-Dios eleva nuestras peticiones al
Padre por medio de la renovación incruenta del sacrificio de la cruz-,
reflexionar acerca de la realidad de la Patria y de sus orígenes fundacionales,
para regresar a ellos, sobre todo, la Cruz y el Manto de la Virgen de Luján,
para ser conducidos por ellos a la Patria celestial, la Jerusalén del cielo, de
la cual la Patria terrena –parafraseando a José Antonio Primo de Rivera, la
Patria es “unidad de destino en lo trascendente”[1]- ha
de ser un anticipo en el tiempo. Y es necesario también, en medio del dolor, y
con el corazón desgarrado por el dolor, dar gracias a Dios, porque a los
innumerables Héroes de la Patria Argentina –los que cayeron en Malvinas, los que
combatieron a los Ingleses, y tantos otros más, que lucharon hasta dar la vida contra
ideologías intrínsecamente perversas-, se acaban de sumar cuarenta y cuatro héroes
más. Y sin son héroes, porque dieron sus vidas por amor a la Patria, algún día
serán declarados santos, porque el que da la vida por la Patria, da la vida por
Dios, que es Quien nos la regaló.
[1] Cfr. José Antonio Primo de Rivera, Discurso de Fundación de Falange Española, pronunciado en el Teatro
de la Comedia de Madrid, el día 29 de octubre de 1933.
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