El 20 de Noviembre de 1845, las tropas argentinas se
enfrentaban a lo que en ese entonces era el más poderoso ejército del planeta,
la coalición anglo-francesa. Carentes de medios militares, y en todo caso, con
medios militares inferiores en condiciones a los de los invasores, los
argentinos, animados por un ardiente amor a la Patria, derrotaron a los
invasores anglo-franceses, dando así origen a una de las más grandes gestas
patrióticas de las que la Nación Argentina puede enorgullecerse.
Los piratas anglo-franceses, contra todo derecho, y
pretendiendo avasallar la soberanía nacional, pretendían ingresar, por la fuerza,
a través del río Paraná, para dirigirse a Corrientes y Paraguay. El General
Brigadier Don Juan Manuel de Rosas, ejerciendo el legítimo derecho de defensa,
impidió semejante ultraje a la dignidad de la Patria, determinando, primero, la
prohibición para los extranjeros, de navegar libremente por los ríos
argentinos, y luego, ordenando la defensa de la Vuelta de Obligado.
Si bien desde el punto militar los invasores de la Patria
lograron imponerse, superando la heroica resistencia de los argentinos al mando
de Lucio V. Mansilla, sin embargo, a pesar de esta derrota en lo militar, el
Combate de Obligado se convirtió, desde entonces, y junto a otras gestas
patrióticas, como la Declaración de la Independencia, el Cruce de los Andes, la
Batalla de Malvinas, y otros hechos más, en la esencia del Nacionalismo
Argentino, entendido este como el amor a la Patria católica e hispana, amor
debido por ser la Patria un don de Dios.
Hoy, nuestra Patria se ve acechada por numerosísimos
enemigos externos e internos, mucho más poderosos que el enemigo anglo-francés
de Obligado, y el agravante es que este enemigo no solo es inmensamente
superior en armas -como los ingleses usurpadores apostados en Malvinas-, sino
que han logrado, de un modo verdaderamente astuto, desarmar casi por completo a
la Patria, desactivando aquello que le permitió a la Patria vencer en Obligado,
aún en desventaja militar, y es precisamente el amor a la Patria.
En nuestros días, cientos de miles de jóvenes argentinos
vibran con pasión por falsos héroes y se alegran o entristecen por los colores
de un equipo de fútbol o por el emblema de un partido político, y no por el
Manto de la Inmaculada de Luján, esto es, la Bandera Nacional Argentina. Hoy,
cientos de miles de jóvenes argentinos son adiestrados en ideologías contrarias
al amor patrio -ideologías intrínsecamente perversas, como el comunismo y el
liberalismo-, con el resultado que vemos en la actualidad, que es el de jóvenes
valiosísimos en todo aspecto, pero que
adiestrados ideológicamente por siniestras y astutas mentes, se encaminan
detrás de falsas banderas -ideologías políticas del signo que sean-, cuando no pierden
sus vidas y sus energías defendiendo los colores de un club de fútbol, sin
cultivar nunca el amor a la Patria. Así, la Patria se encuentra prácticamente
inerme, frente a sus enemigos externos e internos, que ven con regocijo cómo
Argentina está desarmada físicamente -no tiene prácticamente Fuerzas Armadas-,
pero ante todo, viendo cómo está desarmada mental y espiritualmente, pues
falta, en la gran mayoría de los jóvenes de hoy, el amor a la Patria que
encendió los corazones de los Héroes de Obligado. Una triste comprobación de
esto es el hecho de que, ante la trágica posibilidad de la muerte de los
cuarenta y cuatro tripulantes del submarino ARA San Juan, la gran mayoría del
país parece indiferente ante semejante tragedia. Que la Virgen de Luján,
Patrona y Dueña de la Patria, interceda ante el Dueño de la Patria Argentina,
Nuestro Señor Jesucristo, y que por medio de María y con el auxilio del Ángel
Custodio de Argentina, se despierte en las jóvenes generaciones de argentinos
un ardiente amor a la Patria, el mismo amor que encendió los corazones del
Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas, de Lucio V. Mansilla y de los
soldados argentinos que en Obligado se opusieron con valentía y firmeza al
invasor anglo-francés. Sólo con el auxilio divino, podrá nuestra Patria vencer
a sus mortales enemigos, externos e internos, que la acechan cada día con mayor
y más atrevida perfidia.
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