Amado Ángel Custodio de Argentina, nos dirigimos a Ti, a
quien la Divina Providencia ha puesto para que veles sobre nuestra Patria, para
que, intercediendo ante Dios Uno y Trino, a quien tú adoras, amas y sirves, y
por la mediación de María Santísima, nos concedas a los argentinos la paz del
Señor Jesús, la única paz verdadera que puede dar reposo al alma. Pero para
obtener esta paz celestial, que inunda al alma desde lo más profundo del ser,
es necesario que los argentinos elevemos la mirada para contemplar a Jesús
Misericordioso y clamar su misericordia, según sus propias palabras: “La
humanidad no encontrará la paz, hasta que no se vuelva con confianza a mi
Misericordia”[1].
No encontraremos la paz, hasta que no elevemos la mirada a Jesús
Misericordioso.
Santo Ángel Custodio de Argentina, vela sobre nuestra amada
Patria, nacida bajo la Santa Cruz del Salvador y cobijada por el Manto celeste
y blanco de la Patrona y Dueña de la Patria, Nuestra Señora de Luján.
En nuestros días los argentinos necesitamos, hoy más que
nunca, arrodillarnos ante Jesús crucificado, el mismo Jesús que, desde la cruz,
presidió en el Congreso de Tucumán la Declaración de la Independencia. Los argentinos
nacimos bajo la cruz de Cristo, porque fue ante Él, el Cristo de los congresales, que se declaró el nacimiento
de la Patria Argentina en la Casa Historica. Los argentinos también
nacimos bajo el manto de María, porque el General Belgrano le dio los colores
celeste y blanco a la Bandera Nacional, como homenaje a la Inmaculada
Concepción de Luján, de manera que al contemplar nuestra Enseña Patria, contemplamos, al mismo tiempo, el Manto de la Virgen.
Como Patria y como Nación, los argentinos vivimos días oscuros,
días de confrontación, división y discordia, que lleva a mirar al hermano como
a un enemigo, lo cual es aborrecible a los ojos de Dios -"la discordia es peor que la hechicería" (cfr. 1 Sam 15, 23)- y esto nos sucede
porque nuestras leyes, la gran mayoría de nuestras leyes humanas, no se basan
en la Ley de Dios. Los argentinos vivimos días turbulentos porque nos hemos
alejado, voluntariamente, del Único que puede darnos la paz, Jesucristo, el
Hombre-Dios.
Oh Santo Ángel Custodio de Argentina, tú que estás delante
de Dios, adorándolo día y noche en los cielos; tú que te postras ante el
Cordero de Dios; tú que te gozas y alegras por la contemplación de Dios Uno y
Trino; tú que estás a las órdenes de la Madre de Dios, Reina de los ángeles, te
pedimos que veles sobre nuestra Amada Patria Argentina, para que en ella reine
la paz de Dios, para que los argentinos elevemos la mirada al Dador de toda paz
verdadera, Cristo Jesús. Ruega también a la Dueña y Patrona de la Patria, la
Virgen Inmaculada, Nuestra Señora de Luján, para que su Manto celeste y blanco
se extienda sobre nuestra amada Argentina, para que la proteja y libere de sus enemigos -que no son el hermano argentino, el compatriota, sino “las
potestades oscuras de los aires” (cfr. Ef
6, 12)-, para que así, protegidos por María Santísima, el amor de Dios sea infundido en los corazones de todos los argentinos.
Sólo
así, arrodillados ante la Santa Cruz, abrazando y besando los pies llagados de
Jesús Crucificado, y cubiertos por el Manto celeste y blanco de Nuestra Señora
de Luján, los argentinos tendremos paz, no la paz “como la da el mundo” (cfr. Jn 14, 27), sino la paz que sobreviene
al alma por la gracia del Dador de la paz verdadera, el Hombre-Dios Jesucristo.
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