El Cristo de los
Congresales y la firma de la Declaración de la Independencia
Cuando se lee acerca de la historia de la redacción de los
documentos oficiales españoles y del Río de la Plata del año 1816, el año de la
Independencia de nuestra Nación Argentina, se observa que se colocaban “membretes
y escudos para dotar de la mayor solemnidad posible a los procedimientos cuya
instrucción y resolución se consideraban extremadamente importantes”[1].
En el caso del Acta de la Independencia de la Nación
Argentina, puesto que se trataba verdaderamente de “una instrucción y una
resolución extremadamente importante”, era necesario que fuera el Acta fuera
sellada con un sello real, lo cual, paradójicamente, era imposible, porque la Independencia
era, precisamente, de la Casa Real de España. Sin embargo, el Acta de Independencia
de las Provincias Unidas del Río de la Plata lleva un Sello Real, indeleble,
invisible a los ojos humanos, y ese Sello Real es la Sangre del Cordero de Dios,
porque la Independencia de la Nación Argentina es, según Fray Castañeda, “obra
de Dios”[2] y
no de los hombres y fue firmada a los pies del “Cristo de los Congresales”, una
talla de madera donada por los Franciscanos para la ocasión[3] y
que presidió la Jura solemne de la Independencia y posterior firma del Acta.
Por lo tanto, en estos días oscuros en los que vivimos, días
en los que siniestras sombras se mueven detrás de los telones de los
acontecimientos históricos, para encaminar no solo a nuestra Nación, sino a la
Humanidad entera, por coloridos, espaciosos, bulliciosos, pero falsos caminos que
conducen al Abismo eterno, en donde no hay redención, por medio de leyes
inicuas que contradicen a la Divina Sabiduría y al Divino Amor, porque son leyes
contrarias a la naturaleza humana, debemos los argentinos, al festejar un nuevo
Aniversario de nuestra Independencia –mera independencia política y económica,
y no cultural ni religiosa de nuestra Madre Patria España-, elevar nuestros
ojos hacia el Cristo de los Congresales y, con el espíritu que animó a los
Patriotas del 9 de Julio, envueltos en el Manto de la Inmaculada, nuestra
Enseña Patria, arrodillados a los pies de Jesús crucificado, implorar piedad,
misericordia y luz divina para nuestra amada Patria, para que jamás perdamos el
rumbo impreso el Día de nuestro Nacimiento como Nación, Día Feliz querido por
el mismo Dios Trino, al decir de los patriotas; pidamos también que, por la
Sangre del Cordero, sobre nuestra Patria derramada, todos los argentinos
lleguemos, un día, guiados por Santa María, la Madre de Dios, a la Patria
Eterna, la Ciudad de la Santísima Trinidad, en el Reino de los cielos.
[1] http://www.minhap.gob.es/Documentacion/Publico/SGT/LOS%20SIMBOLOS%20DE%20LA%20HACIENDA%20PUBLICA/capitulo%20IV.pdf
[2] Guillermo Furlong, Vida y obra
de Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la naciente Patria
Argentina. 1810-1830, Ediciones Castañeda, Argentina 1994, 381.
[3] http://franciscanostucuman.blogspot.com.ar/2007/02/reliquias-historicas-muebles-y-cristo.html
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