A pesar de lo que diga la historiografía liberal, acerca de
que Belgrano se inspiró en el cielo celeste y blanco para darle los colores de
la Patria, y a pesar de que algunos otros afirmen que el color original de la
Bandera era azul y blanco, lo cierto es que, según lo atestiguan historiadores
de renombre, los colores celeste y blanco fueron tomados por el General
Belgrano, del manto de la Virgen de Luján, que es la Inmaculada Concepción. Entre
los testimonios recogidos por los historiadores, está el del mismo hermano de
Belgrano, quien afirmó: “Mi hermano tomó los colores de la Bandera del manto de
la Inmaculada de Luján, de la cual era ferviente devoto”.
En efecto, Belgrano, ferviente devoto de la Virgen, tomó los
colores del manto de la Inmaculada de Luján, para darle los colores a la
Bandera Nacional de nuestra Amada Patria, con lo cual podemos decir, sin
equivocarnos y con absoluta certeza, que la Bandera de la Patria, celeste y
blanca, es el manto de la Virgen de Luján, la Inmaculada Concepción.
Ahora bien, este hecho, que Belgrano haya deseado homenajear
a la Virgen tomando los colores de su manto para nuestra Bandera, tiene un
significado que sobrepasa la buena voluntad y la devoción de Belgrano a la
Virgen. En efecto, tratándose de un acto de devoción mariana, es una gracia y,
como tal, es inspirada por el cielo. Precisamente, es la Virgen Santísima la
Mediadora de toda gracia, lo cual significa que el deseo de Belgrano de tomar
los colores del manto de la Virgen de Luján, no surgió de su noble y buen
corazón, por cuanto de bueno y noble pueda tener, sino que le fue inspirado por
la misma Virgen y, si por la Virgen, también por el mismo Dios Nuestro Señor. En
otras palabras, si la creación del acto de la Bandera Nacional Argentina fue un
acto de devoción mariana, esto no fue más que el haber secundado Belgrano, con
docilidad, las inspiraciones celestiales, que suave y dulcemente inspiraban en
su corazón el deseo de que la Bandera de la Nación Argentina llevara los
colores del manto de la Inmaculada Concepción. Significa entonces que nuestra
amada Patria lleva, como distintivo nacional, el manto de la Virgen Inmaculada
de Luján.
No en vano Liniers decía a sus soldados: “Cuando beséis la
Bandera, pensad que besáis el manto de la Virgen Inmaculada”.
Cuando veamos entonces flamear la Bandera en los cielos de
nuestra Patria –que pronto flamee, para siempre, en el territorio cautivo de
nuestra Patria-, llenos de santo orgullo, saludemos a la Bandera Nacional y,
desde lo más profundo del corazón, demos gracias a Dios por habernos regalado,
por medio del General Belgrano, la Bandera Nacional más hermosa de todas las
naciones de la tierra, el Manto celeste y blanco de la Virgen Santísima de
Luján, la Inmaculada Concepciónl, y le pidamos que, con su omnipotencia divina, nos conceda el triunfo sobre los enemigos internos y externos de nuestra Patria.
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