El
general inglés Whitelocke, con 9000 hombres
desembarcó en la ensenada de Barragán el 28 de junio de 1807 con la
intención imperial, de apoderarse de la ciudad de Buenos Aires.
Liniers, había reunido alrededor de 8000 hombres y pensaba detener al
invasor más allá del Riachuelo, en los Corrales de Miserere. Contaba con las
flamantes unidades criollas, las españolas y, algunas piezas de artillería.
También estaba la caballería gaucha y entre ellos los jinetes del pago de Luján
a las ordenes del alcalde López y portando en el pecho o en el sombrero la cinta celeste y blanca de 38 cm. (altura de la imagen)
de la Virgen
de Lujan, para distinguirse, reconocerse
y como protección divina.
El
día 2 la vanguardia del invasor tomó
contacto con los defensores en Miserere
y, después de una serie de pequeños
contrastes, las fuerzas patriotas se
dispersaron.
Mientras tanto en la ciudad el alcalde don Martín de
Álzaga preparó la defensa con la
entusiasta colaboración de todos los vecinos. El día 3 llegó Liniers con la
mayor parte de los dispersos y retomó el mando.
El 5 de julio a las seis y media de la
mañana y después de una salva de 21 cañonazos los invasores iniciaron el ataque
en tres columnas por las calles que llevaban a la Plaza Mayor. Al
principio tuvieron algunos éxitos y tomaron la plaza de toros (Retiro), el
parque de artillería y el convento de las Catalinas. Pero la columna sur, a
poco de entrar en el poblado fue
prácticamente destruida y debió rendirse.
El fuego de la fusilería, la artillería
y los proyectiles de todo tipo que hasta las mujeres les arrojaban desde
las terrazas, fue debilitando al invasor
refugiándose una parte importante en el convento de Santo Domingo. Allí
habiendo perdido la mitad de sus fuerzas y en un conocido acto de prepotencia intimaron rendición a la
plaza. Pero fue Liniers quien después de algunas alternativas logró la
rendición y el 7 de julio se firmó el
convenio de paz por el cual, el invasor perdió sus banderas, debió reembarcarse y
entregar la plaza de Montevideo.
Las incipientes fuerzas regulares
patriotas se volvieron a destacar por su valentía y corrección a tal punto que
el coronel Cadogan después de rendirse preguntó: “¿Que tropa es ésa de escudo en el
brazo tan valiente y tan generosa?” aludiendo a los escudos de paño grana que
portaban los Patricios. De ésa estirpe de valientes fueron los ejércitos de la Patria que libertaron a
medio continente, pelearon en la organización nacional, consolidaron su extensión territorial y
defendieron la República. Esos criollos, españoles y
nativos estuvieron dispuestos a entregar sus vidas en la justa defensa de sus
tierras, de sus derechos, de su fe. Más allá de las diferencias étnicas o
sociales los unía ese palpitar interno, ese impulso desconocido que comenzaba a
llamarse Patria. La Defensa,
consolida los sentimientos de pertenencia y de soberanía que ya se habían
manifestado en la primera invasión. Así nacía una nueva y gloriosa Nación impulsada por sus armas y custodiada por sus
ciudadanos. Fausto González
No hay comentarios:
Publicar un comentario