Nuestra Señora de Malvinas

miércoles, 25 de mayo de 2011

El 25 de Mayo es un día augusto, soberano, memorable, sagrado



El 25 de Mayo
es un día
augusto, soberano,
memorable, sagrado.
No es un día para pasear
ni divertirse.
Es el día para recordar
a nuestra Patria terrena,
figura
de la Patria celestial.

¿Qué hacer un 25 de Mayo? El 25 de Mayo, tal como se ha hecho costumbre de un tiempo a esta parte, ¿es simplemente un día feriado más? La mayoría lo toma como un día de descanso, como un día para pasear, para hacer deportes, para hablar de política... ¿Qué hacer el 25 de Mayo? ¿Es así, como lo vive la mayoría, un simple día feriado más en el calendario? ¿O, por el contrario, tiene un significado más profundo? ¿Qué relación tiene con mi vida personal? ¿Qué es el Veinticinco de Mayo? ¿Es una obra nuestra, o es una obra de Dios? Si es una obra de Dios, ¿cómo agradecérselo?
Para encontrar respuestas a estas preguntas, debemos remitirnos a los Padres fundadores de la Patria, uno de los cuales es el P. Francisco de Paula Castañeda: por ser un testigo presencial de los hechos de Mayo, y por tener una visión sobrenatural, es un testigo calificado, y su testimonio se prolonga, con toda su veracidad, hasta nuestros días. Dice así el P. Castañeda: “...en este día, todos con entusiasmo divino, llenos de piedad, humanidad y religión, debemos postrarnos delante de los altares, confesando a voces el ningún mérito que ha precedido en nosotros a tantas misericordias”[1].
¿Qué es? “(...) el día Veinticinco de Mayo es (un día) solemne, sagrado, augusto y patrio... (...) el día 25 de Mayo es el padrón y monumento eterno de nuestra heroica fidelidad a Fernando VII; es también el origen y el principio de nuestra absoluta independencia política; es el fin de nuestra servidumbre. Es y será siempre un día memorable y santo, que ha de amanecer cada año para perpetuar nuestras glorias, nuestro consuelo y nuestras felicidades”[2].
¿Es obra nuestra, o de Dios? “Por nuestra parte, ninguna cosa buena hemos hecho (...) y aún la del 25 de Mayo no es obra nuestra, sino de Dios”[3].
El Veinticinco de Mayo, entonces, no es un día cualquiera, no es un feriado más, no es un día para sólo descansar. Es un día “augusto, soberano, memorable, sagrado”, que amanece sobre nuestros días como un sol que alumbra a nuestra Nación. Es un día grandioso, una obra de Dios, que por ser de Dios, proyecta su luminosidad sobre nuestros días.
¿Cómo agradecer a Dios por un día tan memorable? Nada mejor que con el único sacrificio de alabanza que le es grato, el sacrificio en cruz de nuestro Señor Jesucristo, el mismo de hace dos mil años, renovado sobre el altar. Ofrecemos a Dios Trino el sacrificio del altar en acción de gracias por el Veinticinco de Mayo, por nuestros próceres, por nuestra Patria, por nuestra Bandera –que es el Manto de la Inmaculada Concepción, y no los colores del cielo, como enseña la historiografía liberal-, y por nuestra religión, y en sus manos de Hombre-Dios ponemos nuestras vidas y la vida entera de nuestra Nación.



[1] Cfr. Guillermo Furlong, Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la Patria naciente, Ediciones Castañeda, 1994, 381-382.
[2] Cfr. Castañeda, ibidem.
[3] Cfr. Castañeda, ibidem.

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