Nuestra Señora de Malvinas

domingo, 24 de mayo de 2015

El 25 de Mayo y la imperiosa necesidad de recuperar su primigenio sentido para enfrentar la anomia del presente y evitar el abismo del futuro


Cuando los líderes de las dos máximas superpotencias del mundo felicitan a nuestro país en nuestra fecha patria por ser adalid en leyes contrarias a la naturaleza y a la Ley de Dios[1], los argentinos debemos preguntarnos seriamente en qué momento nos desviamos del proyecto original de Patria ideado por nuestros máximos próceres; debemos preguntarnos también qué estamos haciendo en el presente, para llegar al punto en el que estamos, y debemos preguntarnos, no hacia dónde nos dirigimos, sino cómo hacer para invertir para la marcha, porque de lo contrario, la caída en el abismo moral y espiritual hacia el cual marchamos a pasos agigantados, será inevitable e irrecuperable.
Para empezar a comprender la pérdida del sentido moral y espiritual en el que nos encontramos y para invertir el proceso de profunda anomia y relativismo en el que vivimos como Nación, es necesario reflexionar sobre nuestra principal fecha patria -y no reducirlo a mezquinos intereses partidarios utilizándolo como tribuna ideológica-, para recuperar el verdadero sentido del 25 de Mayo de 1810, que es lo que nos permitirá a su vez comenzar a invertir el proceso anómico al que hacemos referencia. Para ello, es necesario hacer un poco de historia[2].
Junto a otros autores, sostenemos que en los hechos del 25 de Mayo de 1810 no hubo una “revolución” propiamente dicha –llamaremos al proceso “restauración”, y veremos porqué-, sino un pacífico regreso del poder -dentro del marco de la ley vigente entonces-, del rey de España, que había sido apresado por Napoleón, al pueblo hispano-criollo de ultramar. Al respecto, la frase que condensa, en su esencia, al 25 de Mayo, la pronunció Fray Castañeda, quien sostenía que el 25 de Mayo era un “monumento a nuestra eterna fidelidad al rey Fernando VII, al tiempo que el padrón de nuestra independencia y soberanía”[3]. Para Castañeda, no era una revolución, sino una declaración de fidelidad al rey, al mismo tiempo, que declaración de independencia y que por lo mismo, el 25 de Mayo debía amanecer como “un día sagrado, sublime”, por el cual “debíamos postrarnos ante Dios, dando gracias”, puesto que nada habíamos hecho para merecer tal don. “Fidelidad e independencia”, dice Castañeda, y parecen dos cosas contradictorias e irreconciliables, y sin embargo no lo son, y constituyen la causa de nuestra mayor honra y gloria como Nación, pues es un don divino, siempre según Castañeda, y es hacia donde siempre debemos mantener fija la mirada, sino queremos caer en el abismo hacia el cual precipitadamente nos estamos dirigiendo en nuestros días.
Para entender un poco más las palabras de Fray Castañeda, continuemos haciendo un poco de historia, intentando desentrañar el profundo sentido patriótico del 25 de Mayo de 1810.
Hay que decir que, tanto en el Virreinato del Río de la Plata, como en el resto de las Indias Occidentales, se acataba al rey de España por el hecho de que el rey era “señor de América”, y que este título le había sido concedido por el Santo Padre[4]. En otras palabras, de este lado de ultramar, se puede decir que, lejos de albergar sentimientos anti-monárquicos y conspirativos contra la corona, todos eran monárquicos y acataban al rey y lo acataban porque, según las leyes de Indias promulgadas en 1680, estas tierras, habían sido donadas al rey de España, a título de “señor de las Indias Occidentales”, por el Papa. ¿Y por qué la Santa Sede se arrogaba el derecho de dar este título al rey de España? Porque Jesucristo, en cuando Dios, es Dueño de cielos y tierra. Como decimos, entonces, todos acataban al rey, es decir, todos eran “realistas” y se obedecía al rey por ostentar el título de “señor de las Indias Occidentales” por donación papal; además, se consideraba que el rey, en cuanto rey, era el padre de todos los súbditos del imperio y España, hasta ese momento, era un imperio, el imperio más grande de la tierra.
Precisamente, la causa por la cual el Virreinato se ve obligado a retomar el poder –de modo legítimo, que le corresponde por derecho-, es la entrada en crisis del imperio español, principalmente, por que el rey de España es apresado y no deja regente.
Debido a la agresión de Napoleón sobre España, el rey Fernando VII había dejado la corona de Castilla vacante, sin regente, por lo que, según las leyes vigentes, la potestad regresaba a los Cabildos. En otras palabras, la doctrina que regía en ese entonces, y que ampliamente aceptada en las Indias Occidentales, consistía en lo siguiente: si el trono quedaba vacante y no había regente, se concedía a los Cabildos una “autonomía provisoria”. Y esta “autonomía provisoria” –y ésta es la razón por la cual no se debe hablar de “revolución” propiamente en Mayo de 1810- nada tiene que ver con las doctrinas roussonianas de “soberanía popular”, según la cual “el poder viene del pueblo”. De acuerdo al prestigioso historiador Enrique Díaz Araujo, el decreto de autonomía por parte del Cabildo no se hace en contra de España, de su cultura, de su religión, sino que se basa en una norma de derecho público hispano y, como veremos, sí lo hace en repudio al ilegítimo Consejo de Regencia: “no repudiaban a Quevedo, Tirso de Molina o a Fray Luis de León; tampoco las Cruzadas, la Reconquista o el Descubrimiento colombino, sino al ilegítimo Consejo de Regencia”[5].
La situación, entonces, es que el rey ha sido apresado, sin dejar regente, con lo cual, correspondería que los Cabildos retomasen el poder legítimo, de modo soberano. Sin embargo, sucede algo que cambiará los planes. En España, los Cabildos peninsulares se asocian y crean la llamada “Junta Central de Sevilla”, pero sin permiso del rey, por lo que a la postre carecerá de legitimidad. Buenos Aires jurará, aunque de mala gana, fidelidad  a esa junta.
El problema con esta Junta Central de Sevilla –la cual terminará por disolverse en enero de 1810- es que, no solo no cuenta con el aval del rey, y por eso es ilegítima, sino que además, es de clara tendencia liberal; usurpa los derechos de los españoles americanos, al quitarles el privilegio de gobernarse con leyes propias[6] y, lo más grave de todo, es que está impregnada de la nefasta ideología humanista-masónica de la Revolución Francesa, además de aliarse con Inglaterra.
De esta manera, vemos cómo la ideología revolucionaria francesa toma el poder en España, con el intento de tomarlo luego en el Virreinato del Río de la Plata y en el resto de las Indias Occidentales: primero, apresando a Fernando VII; luego, infiltrando a la Junta de Sevilla, la suma de Cabildos de España (acto seguido, intentará hacerlo, como veremos, con el Consejo de Regencia. La resistencia de los patriotas a estos falsos gobiernos, es providencial, como dice Castañeda, porque al asumir el gobierno de forma independiente, salva a nuestra Patria de caer en las garras del imperio anglo-francés, a la par que mantiene su fidelidad a Fernando VII, sin renunciar a la Hispanidad ni a la religión católica; en esto consiste la grandeza de la "Restauración de Mayo").
Posteriormente, cuando esta Junta se disuelve, algunos diputados se trasladan a Cádiz, en donde, bajo guía del vicecónsul John Hooklam Frére, fundan un “Consejo de Regencia”, lo cual equivale a decir que la situación para los patriotas del Virreinato se agrava considerablemente, pues ya no es solo la Revolución Francesa la que ha infiltrado el poder de la España peninsular, sino ahora también la Inglaterra imperial, ávida del oro, de las tierras y de las riquezas de nuestras tierras. Ahora, los habitantes del Virreinato se enfrentarán a un doble enemigo: Francia e Inglaterra, disfrazados bajo la máscara de un falso gobierno peninsular, que reemplaza ilegítimamente al rey Fernando VII. Bajo el nombre de “Consejo de Regencia”, instalado en Cádiz, se ocultaban las potencias de Francia e Inglaterra, que deseaban ávidamente repartirse estas tierras con todos sus tesoros[7].
Es a este Consejo de Regencia al cual se pretendía que se obedeciera, y es por eso que, las mentes más lúcidas y los corazones más valerosos de los patriotas de Mayo se dieron cuenta rápidamente del gravísimo peligro al cual se enfrentaban el Virreinato y las Indias Occidentales todas, y buscaron de establecer, con toda rapidez, un gobierno que, al mismo tiempo que se mantenía fiel a Fernando VII –y al legado papal-, asumiera el gobierno de forma autónoma –de acuerdo al derecho vigente-, y es esto lo que hicieron, y esto lo que constituye la causa de nuestro más grande orgullo como argentinos, y la razón de nuestra eterna gratitud para con Dios, como dice Fray Castañeda, porque “no fue obra nuestra”: “Por nuestra parte, ninguna cosa buena hemos hecho (...) y aún la del 25 de Mayo no es obra nuestra, sino de Dios”[8].
Frente al virrey, que pedía obediencia servil al ilegítimo Consejo de Regencia, responde así Cornelio Saavedra, argumentando la ilegitimidad de dicho consejo y la consecuente legitimidad de la asunción del gobierno por parte del Cabildo de Buenos Aires: “Todas sus provincias y plazas están subyugadas por aquel conquistador (Napoleón), excepto Cádiz y la isla de León, como nos aseguran las gacetas que acaban de venir… -¿Cádiz y la Isla de León son España?¿Este territorio inmenso, sus millones de habitantes, han de reconocer soberanía en los comerciantes de Cádiz y en los pescadores de la Isla de León?¿Los derechos de la corona de Castilla a que se incorporaron las Américas, han recaído en Cádiz y la Isla de León…? No señor; no queremos seguir la suerte de España, ni ser dominados por los franceses; hemos resuelto reasumir nuestros derechos y conservarnos por nosotros mismos. El que dio a V.E. (la Junta Central) autoridad para mandarnos ya no existe; por consiguiente tampoco V.E. la tiene ya”.
Es en este preciso momento, entonces, en donde se da la verdadera “Restauración de Mayo” –porque lo que se restaura es el poder a su legítimo dueño, que es el Cabildo de Buenos Aires-, porque el Consejo de Regencia de Cádiz no es reconocido ni en Buenos Aires ni en ningún otro lugar de América, declarándose que no tenía potestad ni derecho para ejercer gobierno alguno. Así, se determina que no se obedecerá a dicho Consejo,  y que se continuará siendo fieles, obedientes y leales al rey. Así se pronuncia Castelli, a un alto prelado que insistía con el Consejo de Regencia: “Mire, monseñor, Ud. sabe bien que la Junta Central ha desaparecido, y que está en su remplazo, el Consejo de Regencia al cual nadie ha jurado ni tiene legitimidad para actuar. Ya hemos visto Las Leyes de Indias, las Leyes de Partidas; todo el problema está resuelto: el rey está preso, no hay regente, el poder recae en los cabildos, en los pueblos”[9].
¿Por qué se proclamó la Primera Junta? Lo dice el Registro Oficial de la República Argentina, en la circular del día 27 de Mayo: el rey ha sido apresado y no ha dejado, las Indias Occidentales no pueden ser gobernadas por el gobierno de España porque este no tiene autoridad, el Consejo de Regencia es usurpador. Se estableces, por otra parte, que existe el grave riesgo de que estas tierras sean entregadas a las potencias anglo-francesas, por lo que se determina establecer, a nombre del Rey –conservando la fidelidad al Rey-, la Junta Provisional, a nombre del Rey. En otra cláusula se establece el respeto por la religión católica y al rey. En la “Proclama” del mismo 26 de Mayo de 1810, la Junta prometía: “Por todos los medios posibles la conservación de nuestra religión santa, la observancia de las leyes que nos rigen, la común prosperidad y el sostén de estas posesiones en la más constante fidelidad y adhesión a nuestros muy amado Rey, el Sr. D. Fernando VII y sus legítimos sucesores en la corona de España”.
Lejos de ser, entonces, una “Revolución”, los hechos de Mayo constituyeron una “Restauración” del legítimo de poder del Cabildo, que representaba al pueblo hispano-criollo-indígena del Virreinato.
De todo lo que hemos visto, podemos constatar que los Patriotas de Mayo estuvieron motivados por las más nobles virtudes humanas: lealtad al Rey, fidelidad al Pueblo Argentino, amor a la religión católica y a la cultura hispana heredadas de la Madre Patria España.
         Si los patriotas de Mayo se reunieron en el Cabildo, no fue para dar un golpe de mano para quedarse ilegítimamente con el poder: fue para salvaguardar, noble y pacíficamente, el orden social, asumiendo legítimamente un poder que ahora residía en la nación, ya que según las leyes vigentes, al abdicar el Rey de España, el Virreynato se volvía automáticamente soberano[10].
Esto es lo que explica las palabras de Fray Paula de Castañeda acerca de 25 de Mayo de 1810, y que son las que reflejan su verdadera y única esencia: “(...) el día Veinticinco de Mayo es (un día) solemne, sagrado, augusto y patrio... (...) el día 25 de Mayo es el padrón y monumento eterno de nuestra heroica fidelidad a Fernando VII; es también el origen y el principio de nuestra absoluta independencia política; es el fin de nuestra servidumbre. Es y será siempre un día memorable y santo, que ha de amanecer cada año para perpetuar nuestras glorias, nuestro consuelo y nuestras felicidades”[11].
A esta esencia del 25 de Mayo de 1810 es a la que debemos volver como argentinos, porque reflejan nuestro Ser nacional, y no la anomia, el relativismo, la pérdida absoluta de valores morales y espirituales que vivimos en la actualidad.




[1] http://www.infobae.com/2015/05/22/1730526-obama-y-putin-le-escribieron-la-presidente-el-aniversario-la-revolucion-mayo
[2] Utilizaré parte de un muy trabajo del P. Dr. Jorge Olivera Ravassi.
[3] Cfr. Guillermo Furlong, Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la Patria naciente, Ediciones Castañeda, 1994, 381-382.
[4] El Virreinato del Río del Plata se regía por las Leyes de Indias de 1680; allí, en la ley 1, titulo 1, libro 3º, se decía que el rey por donación de la Santa Sede Apostólica, y otros justos y legítimos títulos, eran señores de las Indias Occidentales, islas y tierras firmes, en el mar océano, descubiertas y por descubrir, y que estaban incorporadas a su la corona real de Castilla. A continuación, se decía que en ningún momento podían ser separadas de la real corona, por ningún caso, ni en favor de alguna persona. “Prometemos y damos nuestra fe y palabra real por Nos y los reyes nuestros sucesores de que para siempre jamás no serán enajenadas ni apartadas en todo o en parte, ni sus ciudades ni poblaciones, por ninguna causa o razón o en favor de ninguna persona; y si Nos o nuestros sucesores hiciéramos alguna donación o enajenación contra lo susodicho, sea nula, y por tal la declaramos”.
[5] ENRIQUE DÍAZ ARAUJO, op. cit, t. 1, 57.
[6] Dicha Junta Central, de tinte liberal, declarará entre sus primeros actos la igualdad de todos los españoles de los diversos continentes, lo que era una enorme injusticia, pues hacía que las Indias Occidentales perdieran los privilegios que poseía desde 1520, al poder gobernarse con leyes propias. De todas partes de América, entonces, se produjo una respuesta al unísono: “estáis usurpando el derecho de América con el pretexto de hacernos iguales”.
[7] señala José María Rosa, “Los españoles luchaban por su independencia contra Napoleón pagando el precio de abandonarse a la dependencia británica… y hacia Mr. Hooklam Frére. En realidad, en febrero de 1810 sólo quedaban las apariencias de España”.
[8] Cfr. Guillermo Furlong, Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la Patria naciente, Ediciones Castañeda, 1994, 381-382.
[9] Ya quedó aclarado, entonces, que la “Revolución de Mayo”, no fue tal, sino “Restauración de Mayo”. Ahora, con respecto al “pueblo”, que decía que quería saber “de qué se trataba”, dice así el P. Furlong: “hay quienes hablan de democracia en la Semana de Mayo… Todo esto es muy bello pero no es histórico… aquellos hombres no obraron democráticamente, pero reconocemos que obraron cuerda y sensatamente”. Y otros autores, por ejemplo, Domingo Matheu al anotar que en Mayo “no hubo revolución ni movimiento popular; lo que hubo fue un necesidad social y doméstica para asegurar la personalidad pública”; lo mismo escribirá un autor liberal y biógrafo de Mariano Moreno al decir que “no fue una turba, ni una masa, ni una multitud, ni una muchedumbre” la que hizo la revolución; más bien “era una revolución patricia, realizada por una élite que hablaba en nombre del pueblo sin consultarle”, como dijera John Lynch. El mismo Mitre, que no puede ser puesto en duda dado el partido que representa, lo dice en su Historia de Belgrano: “El nombre de ‘pueblo’ se daba a un pequeño grupo de gentes… en el cuartel de Patricios… esto era lo que llamaban pueblo, cuando es absoluta y notoria verdad que (en la Plaza)… el número apenas alcanzara a trescientas personas con ocho caudillos que llevan la dirección del proyecto” (Cfr. Roberto Marfany, El pronunciamiento de Mayo, Theoria, Buenos Aires 1958, 57). Para mal que les pese, entonces, a muchos la Revolución del 25 de Mayo fue hecha por las Fuerzas Armadas, como lo dejó por escrito la misma Junta el 28 de Mayo. Díaz Araujo señala: “Lo que sí quedó absolutamente claro es que las Fuerzas Armadas –invocando al ‘pueblo’ por supuesto– se constituyeron en el poder real en la Semana de Mayo de Buenos Aires, en 1810” (ENRIQUE DÍAZ ARAUJO, op. cit, t. 2, 49).
[10] http://patriasanta.blogspot.com.ar/2012/05/el-25-de-mayo-debe-amanecer-como-un-dia.html
[11] Cfr. Guillermo Furlong, Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la Patria naciente, Ediciones Castañeda, 1994, 381-382.

jueves, 7 de mayo de 2015

Nuestra Señora de Luján y el destino de eternidad para los argentinos y el mundo




         La celebración de la Virgen de Luján como Patrona de la Argentina no se reduce a una mera conmemoración de un hecho acaecido hace unos años, ni mucho menos se trata de un episodio de meros tintes folclóricos; es un hecho sucedido en el pasado, sí, pero que, por designio divino, posee connotaciones en la historia presente y sobre todo en el destino eterno tanto de la Patria como de todos los argentinos, porque la presencia de la Virgen de Luján entre los argentinos no es, ni un hecho fortuito, ni, mucho menos, una obra humana, sino un designio del cielo.
Afirmamos que el hecho de que la Virgen de Luján se encuentre en lugar actual se deba a un designio divino, debido a que el modo en el que llegó la imagen a la Villa de Luján solo tiene una explicación sobrenatural, es decir, celestial: cuando la carreta que en el año 1630 llevaba la imagen de la Virgen en su interior, luego de una parada en el camino, pretendió continuar viaje, no pudo continuar sino luego de bajar de la misma el baúl que traía a la Inmaculada Concepción (que a la postre sería la Virgen de Luján)[1]. Esto fue interpretado –correctamente- como una señal de la misma Virgen, de que quería quedarse en ese lugar, y por ese motivo, a partir de entonces, la Virgen se quedó –milagrosamente- en Luján.
Pero con la permanencia en el lugar, no estaba todavía completo el designio de la Virgen para con nuestra Nación Argentina: dentro de los designios del cielo, faltaba que la Madre de Dios, bajo la advocación de Nuestra Señora de Luján, fuera declarada Patrona de la Argentina. Esto sucedió cuando, luego de ser salvado milagrosamente por la Virgen, el Padre Jorge María Salvaire, en cumplimiento de su promesa, dio inicio a la construcción de la actual basílica, que concluyó con la proclamación de la Virgen de Luján como “Madre, Patrona y Dueña de la Argentina”[2].
Sin embargo, como si fuera poco, faltaba todavía un signo todavía más clamoroso de la maternal protección y predilección de la Virgen sobre nuestra Patria -y tal vez el más clamoroso y asombroso de todos-, en el que la Virgen, podemos decir, intervino personalmente: el creador de la Bandera Nacional, el General Manuel Belgrano, debido a que era un ferviente devoto de la Inmaculada Concepción de Luján, , decidió darle, a los colores de nuestra Enseña Nacional, los colores celeste y blanco, tomados del Manto de la Virgen de Luján, manto que era celeste y blanco porque la advocación de la Virgen de Luján es la de la Inmaculada Concepción. Este hecho está debidamente documentado, y uno de los que testifican a favor, es nada menos que el hermano de Belgrano, el sargento mayor Carlos Belgrano, que desde 1812 era comandante militar de Luján y presidente de su Cabildo, quien dijo así: “Mi hermano tomó los colores de la bandera del manto de la Inmaculada de Luján, de quien era ferviente devoto”[3]. Decimos que la Virgen intervino personalmente en la creación de la Bandera Nacional porque fue un acto de devoción mariana, por parte del General Belgrano, y todo acto de devoción mariana es una gracia y como la Virgen es “Medianera de todas las gracias”, debido a que no hay ninguna gracia que no provenga por mediación suya, la Virgen intervino personalmente en la creación de la Bandera Nacional Argentina, al inspirar al General Manuel Belgrano que los colores de la enseña nacional llevaran los mismos colores de su manto, el Manto de la Inmaculada de Luján.
Como podemos ver hasta aquí, todo lo relacionado con la Virgen de Luján en nuestra Patria Argentina: su Presencia; su condición de ser Madre, Patrona y Dueña de la Patria y de la Nación y el hecho de que nuestra Enseña Nacional lleve los colores de su Manto, todo se debe, no a decisiones humanas, sino a designios del cielo, como hemos visto y podido constatar por documentación histórica y por el análisis de la verdad de lo sucedido. Pero además, el hecho de que la Virgen tenga una predilección especial por Argentina, como lo ha demostrado por medio de su presencia milagrosa en Luján, está confirmado en apariciones recientes, como por ejemplo, la de San Nicolás. En una de estas apariciones -aprobadas por la Iglesia-, dice así la Virgen: “Hijos: Sabéis que os hablo, que estoy muy cerca de vosotros, deseo que estéis vosotros cerca de mi Corazón. Veo una bandera celeste y blanca, es nuestra bandera y otra más grande, toda azul, es un azul claro. Le pregunto por qué veo esas banderas y me dice: “Es que Yo protejo a tu país, protejo a Argentina. Este mensaje es para tu pueblo”. La bandera grande tiene el color de su manto”[4].
En otra aparición más reciente, dice así la Virgen: “M. Reza hija por los pecadores de tu patria que vienen a corromper la armonía nacional. Donde no hay amor no hay patria. Cada patria es sagrada para Mí porque guarda los sentimientos más íntimos de Mis hijos. El que es fiel a su patria es fiel a Dios. El que ama a su patria ama a Dios. Esta patria (N. del R.: Argentina) está consagrada a Mí, por eso Yo la defiendo, y la quiero salvar. El que construye su patria construye con Dios. El que destruye su patria destruye a Dios”[5].
Ahora bien, ¿cuál es el designio de la Virgen para nosotros, sus hijos adoptivos, en cuanto argentinos? Porque si la Virgen, como es evidente, nos ha adoptado como a sus hijos predilectos, en cuanto Nación. La respuesta es que sus designios son designios de grandeza y de eternidad para con nosotros, y no puede ser de otra manera, tratándose de la Madre de Dios, y que estos designios pasan por la consagración a su Corazón Inmaculado y por nuestra santificación a través del rezo diario del Santo Rosario y la Eucaristía, como modo de configurar nuestros corazones a los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Esto lo expresa la misma Virgen, también en una de sus apariciones en San Nicolás: “Gladys, no desaparecerá jamás, la presencia de la Madre de Cristo, en este lugar. Desde aquí pido a mis hijos: La Consagración a Mi Corazón. Esa Consagración, que no requiere papeles ni fórmulas, porque esa consagración irá directamente a Mi Corazón; será única y exclusivamente para Mi Corazón y será recibida por Mi Corazón. Debéis tener amor y devoción a María; oración constante del Santo Rosario y participación diaria en la Santa Eucaristía. En el amor a la Madre, hallaréis el Amor del Hijo; en la oración a la Madre, estaréis en unión con el Hijo y en la Santa Eucaristía, os encontraréis con el Hijo. Bendito sea Jesucristo. Hazlo conocer. Hoy velo especialmente por tu Patria” [6].
Y esto lo quiere la Virgen, para que luego Ella, desde nuestra Patria, conquiste el mundo entero, para Cristo Jesús, Rey del Universo: “Hija mía: Desde tu patria, el Señor está haciendo nacer en el cristiano, un nuevo cristiano. Desde tu patria, estoy posando mis manos sobre todos mis hijos. Si, hija, desde aquí todos los pueblos me conocerán y sabrán que renovar el corazón, es desear que el Señor viva en el corazón. Aleluia. Bendito sea el Altísimo. Puedes darlo a conocer”[7].
Por todo esto, dichosa nuestra Patria, cuya Madre, Patrona y Dueña es la Madre de Dios, la Virgen de Luján. A la Virgen de Luján, Nuestra Madre, Patrona y Dueña, veneración y honra por siempre; a Jesucristo Dios, Nuestro Rey y Señor, adoración y gloria, en el tiempo y en la eternidad.




[1] http://www.ewtn.com/spanish/Maria/luj%E1n.htm#El Milagro de la Imagen:
[2] Cfr. ibídem.
[3] Cfr. Rottjer, A., El general Manuel Belgrano, Ediciones Don Bosco, Buenos Aires 1970, 62.
[4] 05-08-85; Mensaje n. 633.
[5] Cfr. Déjate amar. Mensajes de Jesús a Fabiana Corraro.
[6] 25-05-88; Mensaje n. 1426.
[7] 26-11-86; Mensaje n. 1029.