Nuestra Señora de Malvinas

viernes, 24 de mayo de 2013

El 25 de Mayo debe amanecer como un día sagrado porque refleja la Voluntad divina sobre nuestra Patria Argentina



         Si no se revisan las fuentes históricas relativas a los testigos presenciales de los acontecimientos de Mayo de 1810, la fecha patria puede ser –como de hecho lo es, año a año- desvirtuada, debido a que cada generación interpreta los hechos del pasado de acuerdo a la idea-fuerza que domine en el momento presente. Así, en nuestro tiempo, la idea-fuerza que predomina es la del relativismo, error filosófico según el cual no hay una verdad absoluta y la verdad que se impone es aquella que se construye según el consenso. Ahora bien, el relativismo da paso al “revisionismo histórico” el cual mira los hechos del pasado con la lupa de la ideología de turno. De esa manera, el hecho histórico inicial y primordial –en este caso, el 25 de Mayo de 1810- queda enmascarado, oculto, distorsionado y deformado por la visión miope de la ideología predominante –una ideología es miope por definición- y termina por ser presentado a las nuevas generaciones de un modo tan grotesco, que en nada se parece al hecho original.
         Deformado por la lupa ideológica, que aumenta la magnitud de circunstancias ocasionales mientras que disminuye aquello que es la esencia, el 25 de Mayo llega a las nuevas generaciones en su versión “siglo XXI”: el pueblo quería “saber de qué se trataba”, los patriotas repartían escarapelas y llovía en Buenas Aires el día en que el Cabildo decidió que íbamos a ser independientes, comenzando a gobernar la Primera Junta. En el imaginario popular, no hay nada más que esto. El agravante, en nuestros días, es que la fiesta patria ha sido convertida en mitin político y en propaganda de política partidaria.
         ¿Cuál fue el “hecho original” en el 25 de Mayo? Para saberlo, es necesario citar a testigos presenciales, como por ejemplo, el Padre Castañeda, quien afirma sin medias tintas que “el 25 de Mayo fue obra de Dios y no nuestra”[1], es decir, obra de Dios y no de los argentinos. Según el Padre Castañeda, fue Dios quien quiso que nuestra Patria se independizara –desde el punto de vista político y no cultural o religioso- de España y asumiera en su pueblo su destino de nueva Nación. En otras palabras, fue Dios quien quiso que fuéramos independientes y esta Voluntad divina suya se manifiesta en signos providenciales, como el hecho de que, a pesar de ser llamado “Revolución de Mayo”, no hubo tal cosa, al menos en el sentido de las modernas revoluciones, en donde la codicia, la traición, la mentira y el engaño provocan derramamientos de sangre, y nada de eso hubo en esta gloriosa fecha patria; otro signo providencial fue que, como lo señala el P. Castañeda, en esta fecha la naciente Patria Argentina, a la vez que se constituye como independiente entre las naciones, conserva sin embargo la fidelidad noble y honrosa a España, es decir, no hubo doblez ni traición en los patriotas de Mayo: “el día 25 de Mayo es el padrón y monumento eterno de nuestra heroica fidelidad a Fernando VII; es también el origen y el principio de nuestra absoluta independencia política; es el fin de nuestra servidumbre”[2].
Otro signo de la Divina Providencia, en el que se ve la Voluntad de Dios sobre nuestra Patria, es el hecho de que la Patria haya nacido a la sombra de la Cruz de Cristo y que su Enseña Nacional lleve los colores del Manto celeste y blanco de la Inmaculada Concepción. Fue Dios quien quiso que fuéramos Nación soberana y que nos identificáramos, desde el instante mismo del nacimiento, con la religión católica, la Cruz de Cristo y el Manto de la Madre de Dios. Es de la esencia de la argentinidad el pertenecer a la Iglesia Católica; ser católica, para nuestra Patria Argentina, no es algo que le viene añadido o impuesto desde afuera, como algo extrínseco y extraño a ella: está en su mismo ser constitutivo, está en sus entrañas, y a tal punto, que despojarla de su religión católica es despojarla de su mismo ser. Que Argentina deje de ser católica, es reemplazar la Argentina querida por Dios al hacerla nacer así, por otra Argentina distinta, irreconocible. Es esto lo que el Padre Castañeda quiere decir cuando dice que “el 25 de Mayo es obra de Dios y no nuestra”, obra de Dios y no de los argentinos.
         Ahora bien, si Dios quiso este nacimiento privilegiado para una Nación, es porque tiene un destino igualmente privilegiado para esa Nación, puesto que Dios no hace nada en vano. ¿Cuál es ese destino privilegiado? El destino de eternidad en los cielos.
         La Argentina que nació el 25 de Mayo de 1810 es la Argentina de la Cruz de Cristo y del Manto celeste y blanco de la Inmaculada Virgen de Luján. Esa y no otra es la Argentina “obra de Dios”, la que tiene un destino de feliz eternidad.
Y porque la Patria nació por obra de Dios y no de los argentinos, es que “(...) el día Veinticinco de Mayo es (un día) solemne, sagrado, augusto y patrio...”, como dice el Padre Castañeda. Y porque es obra de Dios y no de los argentinos, no es un día más, que quedará en el olvido, sino que “perpetuará nuestras glorias: “(el 25 de Mayo) Es y será siempre un día memorable y santo, que ha de amanecer cada año para perpetuar nuestras glorias, nuestro consuelo y nuestras felicidades”, y por eso debemos postrarnos ante el altar de Dios para agradecerle su infinita misericordia: “...en este día, todos con entusiasmo divino, llenos de piedad, humanidad y religión, debemos postrarnos delante de los altares, confesando a voces el ningún mérito que ha precedido en nosotros a tantas misericordias”[3].



[1] Cfr. Guillermo Furlong, Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la Patria naciente, Ediciones Castañeda, 1994, 381-382.
[2] Cfr. ibidem.
[3] Cfr. ibidem

viernes, 17 de mayo de 2013

La Virgen de las Malvinas recorrerá el país para recuperar “la llama de la argentinidad”



Jueves 16 May 2013 | 

Ushuaia (Tierra del Fuego) (AICA): Una imagen de la Virgen de Luján bajo el nombre de “Nuestra Señora de las Malvinas” iniciará el sábado 18, en la ciudad de La Quiaca, Jujuy, una peregrinación por cada una de las provincias del país, desde el extremo norte al extremo sur de la Argentina continental, bajo el lema “Recuperemos la llama de la argentinidad”. Se espera que visite las Islas Malvinas y el Sector Antártico Argentino, para llegar aproximadamente en noviembre a la ciudad de Ushuaia, donde permanecerá.

El recorrido comenzará por el Noroeste Argentino, donde los Centros de Veteranos de Guerra de Malvinas (VGM) y otras instituciones acordaron en marzo el itinerario que esta imagen de la Virgen de Luján desarrollará. 

El sábado 18 de mayo, la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas, junto con los excombatientes de Luján y de Ushuaia, hará entrega de la imagen al Centro de Veteranos de Guerra de Jujuy. El domingo 19, la sagrada imagen visitará las ciudades de Palpalá y San Salvador de Jujuy. 

El martes 21 la Virgen recorrerá las calles de la ciudad de Salta, en tanto que el jueves 23 estará en San Miguel de Tucumán; el sábado 25, en Termas de Río Hondo, Santiago del Estero. Allí, los centros de Veteranos de dicha localidad y la ciudad de La Banda homenajearán a María con un desfile cívico-militar. 

El lunes 26 la peregrinación de la Virgen y feligreses continuará en La Banda y la capital de Santiago del Estero. Para finalizar la primera etapa, la Madre llegará el 28 a San Fernando del Valle de Catamarca. Se espera que la réplica visite las demás regiones del país, así como las Islas Malvinas y el Sector Antártico Argentino, para llegar aproximadamente en noviembre a la ciudad de Ushuaia, donde permanecerá. 

Origen de la iniciativa 
En agosto de 2012, un grupo de vecinos de la ciudad de Ushuaia manifestaron en una sesión del Observatorio Provincial de la Cuestión Malvinas el deseo de tener en la capital provincial de la jurisdicción que abarca los archipiélagos del Atlántico Sur una réplica de la imagen de la Virgen de Luján que se entronizó en 2009 en el Cementerio de Darwin, en custodia de los héroes caídos en el conflicto armado de 1982. 

En aquel momento, los veteranos de guerra de Ushuaia tomaron contacto con la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur a fin de tramitar por su intermedio la factibilidad de la obtención de dicha imagen. 

La imagen de la Virgen fue obtenida por la donación del intendente de la ciudad de Luján, Oscar Luciani, por medio de los veteranos de ese municipio, quienes entregaron el 8 de diciembre del año pasado la imagen a la Comisión de Familiares de Caídos. 

martes, 7 de mayo de 2013

Nuestra Señora de Luján y el destino de eternidad de la Nación Argentina



         Es una verdad por todos conocida que la imagen de la Virgen de Luján está estrechamente relacionada a la Nación Argentina. Todos sabemos cómo fue el milagro por el cual la imagen sagrada se quedó en su lugar actual: la carreta que la transportaba se quedó inmovilizada, sin que hubiera poder humano que hiciera mover a los bueyes que la tiraban, hasta que descargaron el baúl en el que se encontraba la imagen de la Virgen; ésa fue la señal, interpretada por todos como venida directamente del cielo, de que la imagen de la Virgen quería quedarse en ese lugar.
         De esta manera, con el milagro de la carreta, la Madre de Dios demostraba su voluntad de quedarse en las tierras que luego se llamarían “República Argentina” y que llevaría como signo distintivo nacional los colores celeste y blanco de su manto.
         Conociendo la historia de la presencia de la Virgen en nuestra Patria, cometeríamos un grave error si redujéramos los hechos a la categoría de “evento histórico-cultural”, como si la intención de la Virgen fuera el agregar a nuestra Nación una curiosidad ubicada en los cimientos mismos de la nacionalidad. Si redujéramos el episodio de la carreta de bueyes a su mera realización histórica, y la enmarcáramos en el estrecho límite de la cultura nacional, entonces todo se reduciría una anécdota “fundacional”, puesto que el hecho se produce antes de la fundación de Argentina como Nación, pero nada más. La presencia de la Virgen de Luján sería algo que pasó en la historia –hecho verídico, comprobado por testigos veraces y verídicos- y quedaría integrado en el “alma argentina” como elemento fundacional del ser cultural argentino, pero nada más. No habría ningún otro tipo de trascendencia, porque todo quedaría reducido al plano histórico-cultural.
Sin embargo, no podemos cometer este error, puesto que las intenciones de la Virgen, al elegir nuestra Nación para quedarse entre nosotros, trasciende todo lo que nuestra limitada naturaleza humana pueda siquiera imaginar.



Por lo pronto, el hecho de que Argentina posea, como emblema nacional, una bandera que lleva los colores de su manto, que son los colores de la Inmaculada Concepción, es un indicativo de que la Virgen en persona, por indicación de la Santísima Trinidad, ha querido que la Nación Argentina se identifique con los colores de su manto, porque el acto de Manuel Belgrano, de inspirarse en el manto de la Virgen de Luján, “de quien era devoto”, como declaró su hermano, el Sargento Manuel Cabral, para dotar con sus colores a la enseña nacional, como gesto de devoción a la Virgen, es un acto de profunda devoción mariana, y como toda devoción mariana, no surge de sí mismo, sino que es un deseo puesto en su corazón de patriota por la misma Virgen en Persona. En otras palabras, la Argentina lleva los colores celeste y blanco en su Bandera Nacional por deseo expreso de la Virgen María, que es quien inspira este deseo a Manuel Belgrano, y como el prócer era ferviente devoto de la Virgen, accede a este pedido suyo. Este hecho indica también, al igual que el episodio de la carreta, el deseo de la Virgen María no solo de quedarse entre los argentinos, sino que los argentinos se identifiquen, en cuanto tales, con su manto celeste y blanco, y eso es lo que ocurre desde la creación de la Bandera Nacional, desde el momento en que sus colores no son elegidos al azar, sino que son una copia y extensión del manto de la Inmaculada Concepción, la Virgen de Luján.
Por otra parte, en las recientes apariciones en San Nicolás –apariciones aprobadas oficialmente por la Iglesia-, la Virgen en sus mensajes confirma este destino de predilección de Argentina. Entre otros muchos mensajes dirigidos a la Nación Argentina, dice: “(…) Esta tierra es tierra santa, la Gracia del Señor se palpa y se recibe a cada instante; tierra bendita, donde la Madre quiere morar para poder aguardar allí, la llegada de sus hijos. Amén. Amén”[1]. “Hija mía: Desde tu patria, el Señor está haciendo nacer en el cristiano, un nuevo cristiano. Desde tu patria, estoy posando mis manos sobre todos mis hijos. Sí, hija, desde aquí todos los pueblos me conocerán y sabrán que renovar el corazón, es desear que el Señor viva en el corazón. Aleluia”[2]. “Desde hora temprana vengo hablando a mis hijos. He hablado en Fátima, he hablado en Lourdes y hoy estoy aquí. ¿Qué esperan mis hijos? Deben comenzar ya, a no dudar de la Madre y a aferrarse a la Madre. Que haya en los corazones, deseos de purificación y una creciente y constante entrega al Señor. Gloria al Eterno”[3]. “(…) En este pueblo, se ha posado María; desde este pueblo, rescatará almas María para el Salvador de las almas. Gloria a Dios”[4]. “No todo está destruido, el Señor ha fijado una meta, ha puesto sus ojos en un determinado lugar; esta tierra es la elegida por Él, aquí nacerán nuevos sarmientos para Su Viña. Aquí el Señor ha sembrado Amor, aquí quiere recoger amor. No se retirará Él de sus hijos. Bendito sea por siempre el Señor”[5]. “(…) Veo una nube celeste que cubre todo el Campito. En la Santa Misa del Campito, siento Su voz que me dice: “Es mi Manto que protege a tu pueblo[6]. “(…) Agrega: “Mi día está cercano, ese día en que Yo habitaré entre vosotros y ocuparé mi lugar. SOY PATRONA DE VOSOTROS, DE TU PUEBLO[7]. De lo que se desprende de los mensajes, entre otras cosas, es que la Virgen confirma, con sus apariciones en San Nicolás, la intención del milagro de Luján: quedarse en nuestra Patria Argentina para bendecirla con su presencia.
Por todo esto, podemos decir que el hecho de que nuestra Patria Argentina lleve en su Bandera Nacional los colores celeste y blanco del manto de la Inmaculada Concepción, la Virgen de Luján; que se haya querido quedar aquí y bendecirnos con su Presencia maternal, y que haya elegido a la Argentina para rescatar almas para Dios, no es ni puede ser nunca una mera anécdota histórico-cultural: la Virgen ha elegido a la Nación Argentina para darle el triunfo sobre sus enemigos, “las potestades de los cielos” (cfr. Ef 6, 12), y así conducirla, victoriosa, al Reino de su Hijo Jesús. La conmemoración de la Virgen de Luján debe llevar entonces a los argentinos a reavivar espiritualmente el destino de eternidad en el Reino de los cielos hacia el cual nos conduce  la Madre de Dios, la Virgen de Luján.
        



[1] Mensaje 922, 17-7-86.
[2] Mensaje 1061, 31-12-86.
[3] Mensaje 1190, 26-7-87.
[4] Mensaje 1281, 20-10-87.
[5] Mensaje 1283, 13-11-87.
[6] Mensaje 1144, 5-4-87.
[7] Mensaje 27, 4-12-83.